ENTORNOS DIGITALES Y POLÍTICAS EDUCATIVAS
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resulta más sustantivo avanzar hacia la generación de mecanismos<br />
apropiados para reconocer estas trayectorias abiertas de aprendizaje.<br />
Esto se concibe como un proceso de ida y vuelta. Es decir, será tan<br />
importante saber cómo reconocer aquellos aprendizajes desarrollados<br />
en entornos informales, como el hecho de entender en qué medida<br />
los aprendizajes adquiridos en el aula son detonadores de nuevas<br />
habilidades y saberes aplicados en ambientes extracurriculares.<br />
La acelerada obsolescencia del conocimiento es una consecuencia<br />
de la generación exponencial de nuevos saberes. La socialización y la<br />
masificación de las tecnologías digitales han contribuido directamente<br />
a la generación de fuentes inagotables de nuevos conocimientos.<br />
Este fenómeno genera una sensación de desbordamiento cognitivo<br />
que afecta a todos en distintas medida. Por ello, nuevos instrumentos<br />
de evaluación tendrán que reconocer tanto la capacidad de aprender<br />
de un amplio espectro de informaciones y medios, como la habilidad<br />
para aplicarlos en diversos contextos y escenarios.<br />
Esta situación hace que resulte crítico avanzar hacia el diseño de<br />
mecanismos de evaluación y reconocimiento que respondan a una<br />
gama más amplia de logros y resultados a reconocer. Los dispositivos<br />
de evaluación empleados en el siglo XX no necesariamente<br />
son igualmente relevantes hoy. En el siglo XXI, donde las exigencias<br />
van más allá de solo conocimientos y habilidades, resulta necesario<br />
avanzar hacia una mayor diversidad de instrumentos que podríamos<br />
elevar a un “renacimiento de la evaluación”.<br />
La evaluación ha sido vista por los organismos reguladores como<br />
un medio para la rendición de cuentas en relación con el desempeño<br />
tanto de los maestros como de las escuelas. Si bien la rendición<br />
de cuentas en sí no es un inconveniente, sí lo son algunos de los<br />
efectos que genera la evaluación. Cuando, por ejemplo, en vez de<br />
ofrecer instrumentos para brindar retroalimentación relevante a los<br />
profesores y estudiantes evaluados, se opta por construir rankings<br />
y comparaciones descontextualizadas sobre cuánto han aprendido<br />
los estudiantes de uno o más sistemas o de un grado en particular.<br />
Kamenetz (2015) apunta que entre los problemas derivados de la<br />
excesiva aplicación de evaluaciones estandarizadas destacan: los<br />
estudiantes terminan asociando escuela con evaluación, hacen que<br />
a los docentes les deje de gustar enseñar, la excesiva aplicación de