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ENTORNOS DIGITALES Y POLÍTICAS EDUCATIVAS

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ciudades, los bares y los cafés, el campo y el mar. Sin embargo, huir<br />

del control en que estamos “enredados” y sobrevivir a la saturación<br />

por hiperconexión parece mucho más difícil, quizás porque se trata<br />

de nuestra propia batalla y en ella se nos juega la vida.<br />

El nuevo medio ambiente propaga cierta sensación vaga y<br />

amorfa, pero muy insidiosa, de que ya no habría forma de luchar<br />

contra lo que existe: las cosas –entre ellas, la escuela– son así y listo,<br />

pues al final y al cabo no se nos escapa que podrían ser mucho<br />

peores. No obstante, quizás como nunca antes, aunque el entusiasmo<br />

y las audacias puedan escasear, no faltan yacimientos en los<br />

cuales buscar los ingredientes capaces de engendrar nuevas armas<br />

y, con ellas, intentar la proeza de ampliar el campo de lo posible. La<br />

filosofía, la ciencia y el arte son tres de esos territorios en los cuales<br />

los sujetos modernos solían buscar esa materia prima; y en el caso<br />

que aquí nos ocupa, por ejemplo, la producción artística del último<br />

siglo fue un importante catalizador de esa metamorfosis, amén de<br />

las más obvias luchas políticas, jurídicas y socioeconómicas.<br />

Esas fuentes continúan vigentes, suscitando innumerables debates<br />

y experimentaciones. Casi todos concuerdan en un punto:<br />

la escuela debe ser transformada de un modo radical. Para eso, sin<br />

embargo, no basta con dar el vertiginoso primer paso que consiste<br />

en desactivar el confinamiento mediante la irrupción de las nuevas<br />

tecnologías. Falta, sin duda, lo más difícil: redefinirlos como espacios<br />

de encuentros y diálogos, de producción de pensamiento y<br />

decantación de experiencias capaces de insuflar consistencia a las<br />

vidas que los habitan. No se trata, de modo alguno, de restaurar<br />

la vieja institución decimonónica, supuestamente buena porque<br />

“funcionaba bien”, ni tampoco de actualizarla para convertirla en<br />

un nodo más de las redes de conexión y, así, disolverla fatalmente<br />

en esa metamorfosis. Habrá que reinventarla como algo todavía<br />

impensable, pero que merece ser inventado con todas las fuerzas<br />

de nuestro pensamiento.

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