ENTORNOS DIGITALES Y POLÍTICAS EDUCATIVAS

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[212] misma autora; “sin código y sin instituciones, cualquier recepción pone en evidencia la fragmentación”. Ante esa pulverización de las condiciones de recepción que el dispositivo pedagógico solía garantizar, la conexión debería ser pensada muy seriamente para evitar que genere pura disgregación. Por eso, hay por lo menos dos operaciones que es necesario efectuar y que en los viejos tiempos institucionales estaban aseguradas: “producir condiciones de recepción y operar sobre los efectos dispersivos”. Ninguna de esas dos tareas es simple, ya que la tendencia mueve a conectarse automáticamente e ignorar cualquier política referida a los efectos de esa actividad. La simple disponibilidad de alternativas interactivas o la posibilidad de intervenir en el desarrollo de los relatos como un “usuario activo”, por ejemplo, no garantizan la calidad de los resultados ni su transformación en diálogo, experiencia o pensamiento: eso dependerá de las operaciones que realice cada uno y, para lograrlo, hay que estar armado. “Conviene entonces distinguir entre el simple actualizador que se conecta y navega sin operar”, por un lado, y aquel que dispone de alguna estrategia o realiza alguna operación tendiente a darle sentido al flujo, porque son dos tipos de conexión diferentes: dos modos distintos de lidiar con la información o de habitarla. 11 Cabría sugerir, por tanto, que la escuela informatizada del siglo XXI tendría que ser un espacio capaz de enseñar esto último. Pero vale la pena insistir en las dificultades implícitas en semejante meta. La conexión a las redes disuelve el espacio –sobre todo, aquel pautado por el confinamiento– pero también diluye el tiempo, ambos como fuentes capaces de organizar la experiencia. Así, esta pasa a construirse en la pura velocidad disolvente de los flujos informativos. “En la dispersión hay fragmentos que navegan y, si no se cohesionan, se chocan”, describe el historiador y filósofo argentino Ignacio Lewkowicz, aclarando que esa aglutinación ya no se producirá “desde un continente que les da forma”, como solía ocurrir otrora, “sino desde alguna operación que arma un remanso”. 12 De hecho, aunque parezca contradictorio con el 11 Corea, op. cit., pp. 56-57. 12 Lewkowicz, Ignacio, “Entre la institución y la destitución, ¿qué es la infancia?”, en Corea; Lewkowicz, op. cit., p. 112.

Entre redes y paredes: enseñar y aprender en la cultura digital significado más evidente de la palabra aquí usada para designar esta nueva modalidad triunfante de relación con los demás y con el mundo, la sociedad informacional no conecta sino que tiende a desligar y, por eso, dificulta las posibilidades de dialogar o de componer una experiencia junto con los demás. Ese efecto resulta evidente en los usos más habituales del chat a través de Internet, que se configuran como mera “función fática”, por ejemplo, algo semejante a lo que suele ocurrir con buena parte de los mensajes de texto o en la utilización del celular en general, como de Twitter y Facebook, de los blogs y fotologs, e incluso de los videos publicados en Youtube. En esos casos, el canal no está al servicio del mensaje, sino al contrario: sirve tan solo como algo a lo cual es posible aferrarse para sobrevivir a la dispersión manteniéndose conectados. “Cuando los chicos chatean no se cuentan cosas sino que están en contacto, no se detienen a pensar qué les dice el otro sino que ‘van mandando lo que sale’”, ejemplifica Corea. “No piensan lo que dicen”, agrega, mientras que “cuando uno escribe una carta tiene tiempo para leerla, para corregirla”, pero en las condiciones actuales “no solo se disuelve el código sino también la comunicación misma”. 13 Por eso en el chateo no habría comunicación ni diálogo sino contacto o interacción; es decir, eso que solemos denominar conexión. Por ese mismo motivo a veces los chicos siguen asistiendo a clases, aun cuando el confinamiento haya perdido su sentido y aunque nunca llegue a coagular la situación de aprendizaje: habría en ese gesto otros motivos como el mero hecho de “estar juntos”, compartiendo esa mínima cohesión porque eso resulta preferible a la intemperie y la dispersión del tiempo-espacio desprovisto de muros y otros anclajes. “Si la subjetividad no está constituida, si es superflua, tener un lugar adonde ir, llegar a un lugar, es algo frente a la incertidumbre total”, aclara Corea, aunque lo que efectivamente suceda en el aula no responda a la expectativa escolar o universitaria. 14 Ante el desvanecimiento de la solidez institucional, nadie está muy seguro de existir (de ser alguien) o de no ser prescindible entornos digitales y políticas educativas dilemas y certezas [213] 13 Corea, Cristina, “El desfondamiento de las instituciones educativas”, en Corea; Lewkowicz, op. cit., p. 170. 14 Corea, op. cit., p. 172.

Entre redes y paredes:<br />

enseñar y aprender en la cultura digital<br />

significado más evidente de la palabra aquí usada para designar<br />

esta nueva modalidad triunfante de relación con los demás y con<br />

el mundo, la sociedad informacional no conecta sino que tiende a<br />

desligar y, por eso, dificulta las posibilidades de dialogar o de componer<br />

una experiencia junto con los demás.<br />

Ese efecto resulta evidente en los usos más habituales del chat a<br />

través de Internet, que se configuran como mera “función fática”, por<br />

ejemplo, algo semejante a lo que suele ocurrir con buena parte de<br />

los mensajes de texto o en la utilización del celular en general, como<br />

de Twitter y Facebook, de los blogs y fotologs, e incluso de los videos<br />

publicados en Youtube. En esos casos, el canal no está al servicio del<br />

mensaje, sino al contrario: sirve tan solo como algo a lo cual es posible<br />

aferrarse para sobrevivir a la dispersión manteniéndose conectados.<br />

“Cuando los chicos chatean no se cuentan cosas sino que están en<br />

contacto, no se detienen a pensar qué les dice el otro sino que ‘van<br />

mandando lo que sale’”, ejemplifica Corea. “No piensan lo que dicen”,<br />

agrega, mientras que “cuando uno escribe una carta tiene tiempo<br />

para leerla, para corregirla”, pero en las condiciones actuales “no<br />

solo se disuelve el código sino también la comunicación misma”. 13 Por<br />

eso en el chateo no habría comunicación ni diálogo sino contacto o<br />

interacción; es decir, eso que solemos denominar conexión.<br />

Por ese mismo motivo a veces los chicos siguen asistiendo a<br />

clases, aun cuando el confinamiento haya perdido su sentido y aunque<br />

nunca llegue a coagular la situación de aprendizaje: habría en<br />

ese gesto otros motivos como el mero hecho de “estar juntos”,<br />

compartiendo esa mínima cohesión porque eso resulta preferible a<br />

la intemperie y la dispersión del tiempo-espacio desprovisto de muros<br />

y otros anclajes. “Si la subjetividad no está constituida, si es superflua,<br />

tener un lugar adonde ir, llegar a un lugar, es algo frente a<br />

la incertidumbre total”, aclara Corea, aunque lo que efectivamente<br />

suceda en el aula no responda a la expectativa escolar o universitaria.<br />

14 Ante el desvanecimiento de la solidez institucional, nadie<br />

está muy seguro de existir (de ser alguien) o de no ser prescindible<br />

entornos digitales y políticas educativas<br />

dilemas y certezas<br />

[213]<br />

13<br />

Corea, Cristina, “El desfondamiento de las instituciones educativas”, en Corea;<br />

Lewkowicz, op. cit., p. 170.<br />

14<br />

Corea, op. cit., p. 172.

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