ENTORNOS DIGITALES Y POLÍTICAS EDUCATIVAS

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sonrisitas2014
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[210] incluso suicida. Sin embargo, tampoco hay que ignorar los peligros implícitos en el camino elegido: esa apertura histórica quizás sea equivalente a abrir la caja de Pandora, ya que nadie sabe qué va a pasar cuando ambos universos otrora incompatibles –el dispositivo pedagógico y las redes informáticas– se terminen de fusionar o, si no, entren en colapso. De modo que el primer paso –el más fácil, aun sin desmerecer sus dificultades– ya fue dado o está en vías de consumación. Lo cual implica, en principio y a todas luces, una victoria referida a los procesos que suelen nombrarse como “inclusión digital” o “alfabetización informática”, por permitir el acceso y la familiarización de todos los alumnos y docentes con una parafernalia privilegiada para desarrollar varios planos de la vida contemporánea. Esto es especialmente válido en el caso de aquellos programas que no restringen el uso de los aparatos al ámbito escolar y posibilitan que éstos sean llevados a los hogares, como es el caso de Conectar Igualdad, el proyecto implementado en 2011 por el Ministerio de Educación en la Argentina. Claro que esa decisión acarrea otros inconvenientes, ya que los equipos se someten a muchos más riesgos de robos y averías, pero probablemente valga la pena en virtud de sus méritos, sobre todo en países en los cuales las diferencias socioeconómicas son tan graves y el acceso a ese tipo de artefactos está lejos de ser igualitario o garantizado por los libres juegos del mercado. Una vez dado ese primer paso, queda claro que la escuela informatizada deberá enfrentar desafíos gigantescos e impensados. Por eso, a pesar de las grandes expectativas que despierta la ambiciosa novedad, también suele generar mucha desconfianza con respecto a sus posibilidades de éxito, aunque el proceso ya esté en plena marcha y suscite experiencias inéditas en las vidas de millones de personas. Entre las críticas más habituales figuran los problemas que surgirán con los inevitables hurtos y el consecuente tráfico ilegal de las máquinas, así como los altos costos de manutención de todo el sistema y la dificultad de implementar soluciones técnicas eficaces para atender a las pequeñas necesidades de todos los días, ya que se trata de millones de usuarios intensivos y en constante renovación. Sin embargo, para todas esas cuestiones se han idealizado respuestas, desde el diseño de equipos a prueba de golpes y otros accidentes, por ejemplo,

Entre redes y paredes: enseñar y aprender en la cultura digital hasta trabas de seguridad que los inhabilitan ante cualquier sospecha de robo, así como la capacitación y contratación masiva de técnicos profesionales. La continuidad del proyecto también es otro punto inquietante, ya que tanto el hardware como el software requieren actualizaciones periódicas, y el esquema de apoyo institucional a un programa de tanta magnitud no se debe menospreciar. Como quiera que sea, todos esos reparos referidos a cuestiones técnicas podrían resolverse sin mayores problemas, aunque impliquen altas inversiones en recursos de todo tipo, además de bastante paciencia durante el necesario periodo de adaptación para que un sistema de semejante envergadura termine de ajustarse. En otro nivel, sin embargo, la discusión se torna mucho más compleja y fundamental, por ejemplo cuando se cuestiona hasta qué punto la tecnología se integrará a un proyecto pedagógico realmente innovador, capaz de reconcentrar la atención del alumnado en el aprendizaje que, por lo visto, seguirá ocurriendo prioritariamente entre las paredes del aula. En este sentido, también se han realizado serios trabajos de creación de materiales didácticos en formato digital, contemplando el apoyo a la capacitación de los docentes y la implementación de foros para compartir dudas o experiencias. Incluso así, el riesgo más amenazador es que los aparatos se conviertan en un nuevo y poderoso agente de dispersión o de fuga del confinamiento que, de modo más evidente aún al verse informatizado, parece haber perdido su sentido. Tras permitir el acceso al flujo –aun sabiendo que, de hecho, habría sido necio o vano intentar mantenerlo afuera–, ahora el problema será “enseñar” a lidiar con él. Algo sumamente difícil, para lo cual los profesores deberían ser “capacitados” tanto o más que para manejar las computadoras y sus programas didácticos. Pero el problema es aún mayor, ya que quizás nadie sepa realmente en qué consiste esa enseñanza, y es muy dudoso que los docentes contemporáneos puedan asumir esa tarea cuando se ha disuelto el mito de la transmisión, sobre todo en ese campo en que los chicos parecen “saber” más que ellos. En el contexto actual, “cualquier conexión produce efectos dispersivos”, recuerda Cristina Corea. “Sin principio de autoridad ni código establecido, toda conexión con el flujo, toda intervención, produce una multiplicidad dispersa de efectos”, agrega la entornos digitales y políticas educativas dilemas y certezas [211]

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incluso suicida. Sin embargo, tampoco hay que ignorar los peligros<br />

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equivalente a abrir la caja de Pandora, ya que nadie sabe qué va a<br />

pasar cuando ambos universos otrora incompatibles –el dispositivo<br />

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De modo que el primer paso –el más fácil, aun sin desmerecer<br />

sus dificultades– ya fue dado o está en vías de consumación. Lo<br />

cual implica, en principio y a todas luces, una victoria referida a los<br />

procesos que suelen nombrarse como “inclusión digital” o “alfabetización<br />

informática”, por permitir el acceso y la familiarización de<br />

todos los alumnos y docentes con una parafernalia privilegiada para<br />

desarrollar varios planos de la vida contemporánea. Esto es especialmente<br />

válido en el caso de aquellos programas que no restringen<br />

el uso de los aparatos al ámbito escolar y posibilitan que éstos sean<br />

llevados a los hogares, como es el caso de Conectar Igualdad, el<br />

proyecto implementado en 2011 por el Ministerio de Educación en<br />

la Argentina. Claro que esa decisión acarrea otros inconvenientes,<br />

ya que los equipos se someten a muchos más riesgos de robos y<br />

averías, pero probablemente valga la pena en virtud de sus méritos,<br />

sobre todo en países en los cuales las diferencias socioeconómicas<br />

son tan graves y el acceso a ese tipo de artefactos está lejos de ser<br />

igualitario o garantizado por los libres juegos del mercado.<br />

Una vez dado ese primer paso, queda claro que la escuela informatizada<br />

deberá enfrentar desafíos gigantescos e impensados. Por<br />

eso, a pesar de las grandes expectativas que despierta la ambiciosa<br />

novedad, también suele generar mucha desconfianza con respecto a<br />

sus posibilidades de éxito, aunque el proceso ya esté en plena marcha<br />

y suscite experiencias inéditas en las vidas de millones de personas.<br />

Entre las críticas más habituales figuran los problemas que surgirán<br />

con los inevitables hurtos y el consecuente tráfico ilegal de las máquinas,<br />

así como los altos costos de manutención de todo el sistema y la<br />

dificultad de implementar soluciones técnicas eficaces para atender a<br />

las pequeñas necesidades de todos los días, ya que se trata de millones<br />

de usuarios intensivos y en constante renovación. Sin embargo,<br />

para todas esas cuestiones se han idealizado respuestas, desde el diseño<br />

de equipos a prueba de golpes y otros accidentes, por ejemplo,

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