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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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Los efluvios de <strong>la</strong> misericordia divina eran rechazados <strong>por</strong> aquellos corazones <strong>en</strong>durecidos y reacios pero<br />

volvían sobre ellos con más vigor, impulsados <strong>por</strong> <strong>la</strong> augusta compasión y <strong>por</strong> <strong>la</strong> fuerza del amor que<br />

sobrepuja a todo <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dimi<strong>en</strong>to. Israel empero se alejó de él, apartándose así de su mejor Amigo y de su<br />

único Auxiliador. Su amor fue despreciado, rechazados sus dulces consejos y ridiculizadas sus cariñosas<br />

amonestaciones.<br />

La hora de esperanza y de perdón transcurrió rápidam<strong>en</strong>te. La copa de <strong>la</strong> ira de Dios, <strong>por</strong> tanto<br />

tiempo cont<strong>en</strong>ida, estaba casi ll<strong>en</strong>a. La nube que había ido formándose a través de los tiempos de apostasía<br />

y rebelión, veíase ya negra, cargada de maldiciones, próxima a estal<strong>la</strong>r sobre un pueblo culpable; y el<br />

único que podía librarle de su suerte fatal inmin<strong>en</strong>te había sido m<strong>en</strong>ospreciado, escarnecido y rechazado,<br />

y <strong>en</strong> breve lo iban a crucificar. Cuando el Cristo estuviera c<strong>la</strong>vado <strong>en</strong> <strong>la</strong> cruz del Calvario, ya habría<br />

transcurrido para Israel su día como nación favorecida y saciada de <strong>la</strong>s b<strong>en</strong>diciones de Dios. La pérdida<br />

de una so<strong>la</strong> alma se considera como una ca<strong>la</strong>midad infinitam<strong>en</strong>te más grande que <strong>la</strong> de todas <strong>la</strong>s ganancias<br />

y todos los tesoros de un mundo; pero mi<strong>en</strong>tras Jesús fijaba su mirada <strong>en</strong> Jerusalén, veía <strong>la</strong> ruina de toda<br />

una ciudad, de todo un pueblo; de aquel<strong>la</strong> ciudad y de aquel pueblo que habían sido elegidos de Dios, su<br />

especial tesoro.<br />

Los profetas habían llorado <strong>la</strong> apostasía de Israel y <strong>la</strong>m<strong>en</strong>tado <strong>la</strong>s terribles deso<strong>la</strong>ciones con que<br />

fueron castigadas sus culpas. Jeremías deseaba que sus ojos se volvieran manantiales de lágrimas para<br />

llorar día y noche <strong>por</strong> los muertos de <strong>la</strong> hija de su pueblo y <strong>por</strong> el rebaño del Señor que fue llevado cautivo.<br />

Jeremías 9:1; 13:17. ¡Cuál no sería <strong>en</strong>tonces <strong>la</strong> angustia de Aquel cuya mirada profética abarcaba, no unos<br />

pocos años, sino muchos siglos! Veía al ángel exterminador b<strong>la</strong>ndir su espada sobre <strong>la</strong> ciudad que <strong>por</strong><br />

tanto tiempo fuera morada de Jehová. Desde <strong>la</strong> cumbre del Monte de los Olivos, <strong>en</strong> el lugar mismo que<br />

más tarde iba a ser ocupado <strong>por</strong> Tito y sus soldados, miró a través del valle los atrios y pórticos sagrados,<br />

y con los ojos nub<strong>la</strong>dos <strong>por</strong> <strong>la</strong>s lágrimas, vio <strong>en</strong> horroroso anticipo los muros de <strong>la</strong> ciudad circundados<br />

<strong>por</strong> tropas extranjeras; oyó el estrépito de <strong>la</strong>s legiones que marchaban <strong>en</strong> son de guerra, y los tristes<br />

<strong>la</strong>m<strong>en</strong>tos de <strong>la</strong>s madres y de los niños que lloraban <strong>por</strong> pan <strong>en</strong> <strong>la</strong> ciudad sitiada. Vio el templo santo y<br />

hermoso, los pa<strong>la</strong>cios y <strong>la</strong>s torres devorados <strong>por</strong> <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>mas, dejando <strong>en</strong> su lugar tan solo un montón de<br />

humeantes ruinas.<br />

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