30.08.2016 Views

America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Sus pa<strong>la</strong>bras fueron interrumpidas. Los pre<strong>la</strong>dos, temb<strong>la</strong>ndo de ira, exc<strong>la</strong>maron: “¿Qué necesidad<br />

hay de mayores pruebas? ¡Contemp<strong>la</strong>mos con nuestros propios ojos el más obstinado de los herejes!”<br />

Sin conmoverse ante <strong>la</strong> tempestad, repuso Jerónimo: “¡Qué! ¿imagináis que t<strong>en</strong>go miedo de morir? Por<br />

un año me habéis t<strong>en</strong>ido <strong>en</strong>cad<strong>en</strong>ado, <strong>en</strong>cerrado <strong>en</strong> un ca<strong>la</strong>bozo horrible, más espantoso que <strong>la</strong> misma<br />

muerte. Me habéis tratado con más crueldad que a un turco, judío o pagano, y mis carnes se han resecado<br />

hasta dejar los huesos descubiertos; pero no me quejo, <strong>por</strong>que <strong>la</strong>s <strong>la</strong>m<strong>en</strong>taciones si<strong>en</strong>tan mal <strong>en</strong> un hombre<br />

de corazón y de carácter; pero no puedo m<strong>en</strong>os que expresar mi asombro ante tamaña barbarie con que<br />

habéis tratado a un cristiano. Ibíd., 168, 169.<br />

Volvió con esto a estal<strong>la</strong>r <strong>la</strong> tempestad de ira y Jerónimo fue devuelto <strong>en</strong> el acto a su ca<strong>la</strong>bozo. A<br />

pesar de todo, hubo <strong>en</strong> <strong>la</strong> asamblea algunos que quedaron impresionados <strong>por</strong> sus pa<strong>la</strong>bras y que desearon<br />

salvarle <strong>la</strong> vida. Algunos dignatarios de <strong>la</strong> iglesia le visitaron y le instaron a que se sometiera al concilio.<br />

Se le hicieron <strong>la</strong>s más bril<strong>la</strong>ntes promesas si r<strong>en</strong>unciaba a su oposición contra Roma. Pero, a semejanza<br />

de su Maestro, cuando le ofrecieron <strong>la</strong> gloria del mundo, Jerónimo se mantuvo firme.<br />

“Probadme con <strong>la</strong>s Santas Escrituras que estoy <strong>en</strong> error—dijo él—y abjuraré de él”.<br />

“¡Las Santas Escrituras!—exc<strong>la</strong>mó uno de sus t<strong>en</strong>tadores—, ¿todo debe ser juzgado <strong>por</strong> el<strong>la</strong>s?<br />

¿Quién puede compr<strong>en</strong>der<strong>la</strong>s si <strong>la</strong> iglesia no <strong>la</strong>s interpreta?”<br />

“¿Son <strong>la</strong>s tradiciones de los hombres más dignas de fe que el evangelio de nuestro Salvador?—<br />

replicó Jerónimo—. Pablo no exhortó a aquellos a qui<strong>en</strong>es escribía a que escuchas<strong>en</strong> <strong>la</strong>s tradiciones de<br />

los hombres, sino que les dijo: ‘Escudriñad <strong>la</strong>s Escrituras’”. “Hereje—fue <strong>la</strong> respuesta—, me arrepi<strong>en</strong>to<br />

de haber estado alegando contigo tanto tiempo. Veo que es el diablo el que te impulsa” (Wylie, lib. 3, cap.<br />

10). En breve se falló s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia de muerte contra él. Le condujeron <strong>en</strong> seguida al mismo lugar donde Hus<br />

había dado su vida. Fue al suplicio cantando, iluminado el rostro de gozo y paz. Fijó <strong>en</strong> Cristo su mirada<br />

y <strong>la</strong> muerte ya no le infundía miedo alguno. Cuando el verdugo, a punto de pr<strong>en</strong>der <strong>la</strong> hoguera, se puso<br />

detrás de él, el mártir exc<strong>la</strong>mó: “V<strong>en</strong> <strong>por</strong> de<strong>la</strong>nte, sin vaci<strong>la</strong>r. Pr<strong>en</strong>de <strong>la</strong> hoguera <strong>en</strong> mi pres<strong>en</strong>cia. Si yo<br />

hubiera t<strong>en</strong>ido miedo, no estaría aquí”.<br />

Las últimas pa<strong>la</strong>bras que pronunció cuando <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>mas le <strong>en</strong>volvían fueron una oración. Dijo:<br />

“Señor, Padre todopoderoso, t<strong>en</strong> piedad de mí y perdóname mis pecados, <strong>por</strong>que tú sabes que siempre he<br />

86

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!