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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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<strong>la</strong>s cosas para nuestra propia salvación? Él es Dios y nosotros somos sus criaturas; él es el Señor y nosotros<br />

sus siervos; él es el Dueño del mundo y nosotros somos viles mortales, ¡y sin embargo sufrió! ¿Por qué,<br />

<strong>en</strong>tonces, no habríamos de padecer nosotros también, y más cuando sabemos que <strong>la</strong> tribu<strong>la</strong>ción purifica?<br />

Por lo tanto, amados míos, si mi muerte ha de contribuir a su gloria, rogad que el<strong>la</strong> v<strong>en</strong>ga pronto<br />

y que él me dé fuerzas para so<strong>por</strong>tar con ser<strong>en</strong>idad todas <strong>la</strong>s ca<strong>la</strong>midades que me esperan. Empero, si es<br />

mejor que yo regrese para vivir otra vez <strong>en</strong>tre vosotros, pidamos a Dios que yo vuelva sin mancha, es<br />

decir, que no suprima un tilde de <strong>la</strong> verdad del evangelio, para poder dejar a mis hermanos un bu<strong>en</strong><br />

ejemplo que imitar. Es muy probable que nunca más volváis a ver mi cara <strong>en</strong> Praga; pero si fuese <strong>la</strong><br />

voluntad del Dios todopoderoso traerme de nuevo a vosotros, avanzaremos con un corazón más firme <strong>en</strong><br />

el conocimi<strong>en</strong>to y <strong>en</strong> el amor de su ley”. Bonnechose 2:162, 163. En otra carta que escribió a un sacerdote<br />

que se había convertido al evangelio, Hus habló con profunda humildad de sus propios errores, acusándose<br />

“de haber sido afecto a llevar hermosos trajes y de haber perdido mucho tiempo <strong>en</strong> cosas frívo<strong>la</strong>s”. Añadía<br />

después estas conmovedoras amonestaciones: “Que tu espíritu se preocupe de <strong>la</strong> gloria de Dios y de <strong>la</strong><br />

salvación de <strong>la</strong>s almas y no de <strong>la</strong>s comodidades y bi<strong>en</strong>es tem<strong>por</strong>ales. Cuida de no adornar tu casa más que<br />

tu alma; y sobre todo cuida del edificio espiritual.<br />

Sé humilde y piadoso con los pobres; no gastes tu haci<strong>en</strong>da <strong>en</strong> banquetes; si no te perfeccionas y<br />

no te absti<strong>en</strong>es de superfluidades temo que seas severam<strong>en</strong>te castigado, como yo lo soy [...]. Conoces mi<br />

doctrina <strong>por</strong>que de el<strong>la</strong> te he instruido desde que eras niño; es inútil, pues, que te escriba más. Pero te<br />

ruego <strong>en</strong>carecidam<strong>en</strong>te, <strong>por</strong> <strong>la</strong> misericordia de nuestro Señor, que no me imites <strong>en</strong> ninguna de <strong>la</strong>s<br />

vanidades <strong>en</strong> que me has visto caer”. En <strong>la</strong> cubierta de <strong>la</strong> carta, añadió: “Te ruego mucho, amigo mío, que<br />

no rompas este sello sino cuando t<strong>en</strong>gas <strong>la</strong> seguridad de que yo haya muerto”. Ibíd., 163, 164.<br />

En el curso de su viaje vio Hus <strong>por</strong> todas partes señales de <strong>la</strong> propagación de sus doctrinas y de <strong>la</strong><br />

bu<strong>en</strong>a acogida de que gozaba su causa. Las g<strong>en</strong>tes se agolpaban para ir a su <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro, y <strong>en</strong> algunos<br />

pueblos le acompañaban los magistrados <strong>por</strong> <strong>la</strong>s calles. Al llegar a Constanza, Hus fue dejado <strong>en</strong> completa<br />

libertad. Además del salvoconducto del emperador, se le dio una garantía personal que le aseguraba <strong>la</strong><br />

protección del papa. Pero esas solemnes y repetidas promesas de seguridad fueron vio<strong>la</strong>das, y pronto el<br />

reformador fue arrestado <strong>por</strong> ord<strong>en</strong> del pontífice y de los card<strong>en</strong>ales, y <strong>en</strong>cerrado <strong>en</strong> un inmundo ca<strong>la</strong>bozo.<br />

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