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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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preparados para los redimidos del Señor. Allí <strong>la</strong>s vastas l<strong>la</strong>nuras alternan con bellísimas colinas y <strong>la</strong>s<br />

montañas de Dios elevan sus majestuosas cumbres. En aquel<strong>la</strong>s pacíficas l<strong>la</strong>nuras, al borde de aquel<strong>la</strong>s<br />

corri<strong>en</strong>tes vivas, es donde el pueblo de Dios que <strong>por</strong> tanto tiempo anduvo peregrino y errante, <strong>en</strong>contrará<br />

un hogar.<br />

“Mi pueblo habitará <strong>en</strong> mansión de paz, <strong>en</strong> moradas seguras, <strong>en</strong> descansaderos tranquilos”. “No<br />

se oirá más <strong>la</strong> viol<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> tu tierra, <strong>la</strong> deso<strong>la</strong>ción ni <strong>la</strong> destrucción d<strong>en</strong>tro de tus términos; sino que<br />

l<strong>la</strong>marás a tus muros Salvación, y a tus puertas A<strong>la</strong>banza”. “Edificarán casas también, y habitarán <strong>en</strong> el<strong>la</strong>s;<br />

p<strong>la</strong>ntarán viñas, y comerán su fruto. No edificarán más para que otro habite, ni p<strong>la</strong>ntarán para que otro<br />

coma; [...] mis escogidos agotarán el usufructo de <strong>la</strong> obra de sus manos”. Isaías 32:18; 60:18; 65:21, 22<br />

(VM). Allí “se alegrarán el desierto y el sequedal, y el yermo se regocijará y florecerá como <strong>la</strong> rosa”. “En<br />

vez del espino subirá el abeto, y <strong>en</strong> lugar de <strong>la</strong> zarza subirá el arrayán”. “Habitará el lobo con el cordero,<br />

y el leopardo sesteará junto con el cabrito; [...] y un niñito los conducirá”. “No dañarán, ni destruirán <strong>en</strong><br />

todo mi santo monte”, dice el Señor. Isaías 35:1; 55:13; 11:6, 9 (VM).<br />

El dolor no puede existir <strong>en</strong> el ambi<strong>en</strong>te del cielo. Allí no habrá más lágrimas, ni cortejos fúnebres,<br />

ni manifestaciones de duelo. “Y <strong>la</strong> muerte no será más; ni habrá más gemido ni c<strong>la</strong>mor, ni dolor; <strong>por</strong>que<br />

<strong>la</strong>s cosas de antes han pasado ya”. “No dirá más el habitante: Estoy <strong>en</strong>fermo; al pueblo que mora <strong>en</strong> el<strong>la</strong><br />

le habrá sido perdonada su iniquidad”. Apocalipsis 21:4; Isaías 33:24 (VM).<br />

Allí está <strong>la</strong> nueva Jerusalén, <strong>la</strong> metrópoli de <strong>la</strong> nueva tierra glorificada, “corona de hermosura <strong>en</strong><br />

<strong>la</strong> mano de Jehová, y una diadema real <strong>en</strong> <strong>la</strong> mano de nuestro Dios”. “Su luz era semejante a una piedra<br />

preciosísima, como piedra de jaspe, transpar<strong>en</strong>te como el cristal”. “Las naciones andarán a <strong>la</strong> luz de el<strong>la</strong>;<br />

y los reyes de <strong>la</strong> tierra tra<strong>en</strong> a el<strong>la</strong> su gloria”. El Señor dijo: “Yo me alegraré con Jerusalén, y me gozaré<br />

con mi pueblo”. “El tabernáculo de Dios está ahora con los hombres. Él morará con ellos, ellos serán su<br />

pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”. Isaías 62:3; Apocalipsis 21:11, 24; Isaías 65:19<br />

(RV95); Apocalipsis 21:3 (RV95).<br />

En <strong>la</strong> ciudad de Dios “no habrá ya más noche”. Nadie necesitará ni deseará descanso. No habrá<br />

qui<strong>en</strong> se canse haci<strong>en</strong>do <strong>la</strong> voluntad de Dios ni ofreci<strong>en</strong>do a<strong>la</strong>banzas a su nombre. S<strong>en</strong>tiremos siempre <strong>la</strong><br />

frescura de <strong>la</strong> mañana, que nunca se agostará. “No necesitan luz de lámpara, ni luz del sol; <strong>por</strong>que el Señor<br />

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