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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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podido decir San Pablo que si no hay resurrección, “también los que murieron <strong>en</strong> Cristo, perecieron”? No<br />

habría necesidad de resurrección.<br />

El mártir Tyndale, refiriéndose al estado de los muertos, dec<strong>la</strong>ró: “Confieso francam<strong>en</strong>te que no<br />

estoy conv<strong>en</strong>cido de que ellos goc<strong>en</strong> ya de <strong>la</strong> pl<strong>en</strong>itud de gloria <strong>en</strong> que se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran Dios y los ángeles<br />

elegidos. Ni es tampoco artículo de mi fe; pues si así fuera, <strong>en</strong>tonces no puedo m<strong>en</strong>os que ver que sería<br />

vana <strong>la</strong> predicación de <strong>la</strong> resurrección de <strong>la</strong> carne” (W. Tyndale, <strong>en</strong> el prólogo de su traducción del Nuevo<br />

Testam<strong>en</strong>to, reimpreso <strong>en</strong> British Reformers: Tindal, Frith, Barnes, p. 349). Es un hecho incontestable<br />

que <strong>la</strong> esperanza de pasar al morir a <strong>la</strong> felicidad eterna ha llevado a un descuido g<strong>en</strong>eral de <strong>la</strong> doctrina<br />

bíblica de <strong>la</strong> resurrección. Esta t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia ha sido notada <strong>por</strong> el Dr. Adam C<strong>la</strong>rke, qui<strong>en</strong> escribió: “¡La<br />

doctrina de <strong>la</strong> resurrección parece haber sido mirada <strong>por</strong> los cristianos como si tuviera una im<strong>por</strong>tancia<br />

mucho mayor que <strong>la</strong> que se le concede hoy! ¿Cómo es eso? Los apóstoles insistían siempre <strong>en</strong> el<strong>la</strong> y <strong>por</strong><br />

medio de el<strong>la</strong> incitaban a los discípulos de Cristo a que fues<strong>en</strong> dilig<strong>en</strong>tes, obedi<strong>en</strong>tes y de bu<strong>en</strong> ánimo.<br />

Pero sus sucesores actuales casi nunca <strong>la</strong> m<strong>en</strong>cionan. Tal <strong>la</strong> predicación de los apóstoles, y tal <strong>la</strong> fe de los<br />

primitivos cristianos; tal nuestra predicación y tal <strong>la</strong> fe de los que nos escuchan. No hay doctrina <strong>en</strong> <strong>la</strong> que<br />

el evangelio insista más; y no hay doctrina que <strong>la</strong> predicación de nuestros días trate con mayor descuido”<br />

(Comm<strong>en</strong>tary on the New Testam<strong>en</strong>t, tomo II, com<strong>en</strong>tario g<strong>en</strong>eral de 1 Corintios 15, p. 3).<br />

Y así siguieron <strong>la</strong>s cosas hasta resultar <strong>en</strong> que <strong>la</strong> gloriosa verdad de <strong>la</strong> resurrección quedó casi<br />

completam<strong>en</strong>te oscurecida y perdida de vista <strong>por</strong> el mundo cristiano. Es así que un escritor religioso<br />

autorizado, com<strong>en</strong>tando <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras de San Pablo <strong>en</strong> 1 Tesalonic<strong>en</strong>ses 4:13-18, dice: “Para todos los fines<br />

prácticos de consuelo, <strong>la</strong> doctrina de <strong>la</strong> inmortalidad bi<strong>en</strong>av<strong>en</strong>turada de los justos reemp<strong>la</strong>za para nosotros<br />

cualquier doctrina dudosa de <strong>la</strong> segunda v<strong>en</strong>ida del Señor. Cuando morimos es cuando el Señor vi<strong>en</strong>e a<br />

buscarnos. Eso es lo que t<strong>en</strong>emos que esperar y para lo que debemos estar precavidos. Los muertos ya<br />

han <strong>en</strong>trado <strong>en</strong> <strong>la</strong> gloria. Ellos no esperan el sonido de <strong>la</strong> trompeta para comparecer <strong>en</strong> juicio y <strong>en</strong>trar <strong>en</strong><br />

<strong>la</strong> bi<strong>en</strong>av<strong>en</strong>turanza”.<br />

Pero cuando Jesús estaba a punto de dejar a sus discípulos, no les dijo que irían pronto a reunírsele.<br />

“Voy a prepararos el lugar— les dijo—. Y si yo fuere y os preparare el lugar, v<strong>en</strong>dré otra vez, y os recibiré<br />

conmigo”. Juan 14:2, 3 (VM). Y San Pablo nos dice además que “el mismo Señor con ac<strong>la</strong>mación, con<br />

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