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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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y <strong>la</strong> compañía a <strong>la</strong> cual pert<strong>en</strong>ecían estos demonios correspondía el<strong>la</strong> so<strong>la</strong> <strong>en</strong> número <strong>por</strong> lo m<strong>en</strong>os a una<br />

legión.<br />

Al mandato de Jesús, los espíritus malignos abandonaron sus víctimas, dejándo<strong>la</strong>s s<strong>en</strong>tadas <strong>en</strong><br />

calma a los pies del Señor, sumisas, intelig<strong>en</strong>tes y afables. Pero a los demonios se les permitió despeñar<br />

una manada de cerdos <strong>en</strong> el mar; y los habitantes de Gádara, estimando de más valor sus puercos que <strong>la</strong>s<br />

b<strong>en</strong>diciones que Dios había concedido, rogaron al divino Médico que se alejara. Tal era el resultado que<br />

Satanás deseaba conseguir. Echando <strong>la</strong> culpa de <strong>la</strong> pérdida sobre Jesús, despertó los temores egoístas del<br />

pueblo, y les impidió escuchar sus pa<strong>la</strong>bras. Satanás acusa continuam<strong>en</strong>te a los cristianos de ser causa de<br />

pérdidas, desgracias y padecimi<strong>en</strong>tos, <strong>en</strong> lugar de dejar recaer el oprobio sobre qui<strong>en</strong>es lo merec<strong>en</strong>, es<br />

decir, sobre sí mismo y sus ag<strong>en</strong>tes.<br />

Pero los propósitos de Cristo no quedaron frustrados. Permitió a los espíritus malignos que<br />

destruyes<strong>en</strong> <strong>la</strong> manada de cerdos, como c<strong>en</strong>sura contra aquellos judíos que, <strong>por</strong> amor al lucro, criaban<br />

esos animales inmundos. Si Cristo no hubiese cont<strong>en</strong>ido a los demonios, habrían precipitado al mar no<br />

solo los cerdos sino también a los dueños y <strong>por</strong>queros. La inmunidad de estos fue tan solo debida a <strong>la</strong><br />

interv<strong>en</strong>ción misericordiosa de Jesús. Por otra parte, el suceso fue permitido para que los discípulos vies<strong>en</strong><br />

el poder malévolo de Satanás sobre hombres y animales, pues quería que sus discípulos conocies<strong>en</strong> al<br />

<strong>en</strong>emigo al que iban a afrontar, para que no fues<strong>en</strong> <strong>en</strong>gañados y v<strong>en</strong>cidos <strong>por</strong> sus artificios. Quería,<br />

además, que el pueblo de aquel<strong>la</strong> región viese que él, Jesús, t<strong>en</strong>ía el poder de romper <strong>la</strong>s ligaduras de<br />

Satanás y libertar a sus cautivos. Y aunque Jesús se alejó, los hombres tan mi<strong>la</strong>grosam<strong>en</strong>te libertados<br />

quedaron para proc<strong>la</strong>mar <strong>la</strong> misericordia de su Bi<strong>en</strong>hechor.<br />

Las Escrituras <strong>en</strong>cierran otros ejemplos semejantes. La hija de <strong>la</strong> mujer sirof<strong>en</strong>icia estaba<br />

atorm<strong>en</strong>tada de un demonio al que Jesús echó fuera <strong>por</strong> su pa<strong>la</strong>bra. Marcos 7:26-30. “Un <strong>en</strong>demoniado,<br />

ciego y mudo” (Mateo 12:22); un jov<strong>en</strong> que t<strong>en</strong>ía un espíritu mudo, que a m<strong>en</strong>udo le arrojaba “<strong>en</strong> el fuego<br />

y <strong>en</strong> aguas, para matarle” (Marcos 9:17-27); el maníaco que, atorm<strong>en</strong>tado <strong>por</strong> el “espíritu de un demonio<br />

inmundo” (Lucas 4:33-36), perturbaba <strong>la</strong> tranquilidad del sábado <strong>en</strong> <strong>la</strong> sinagoga de Capernaúm; todos<br />

ellos fueron curados <strong>por</strong> el compasivo Salvador. En casi todos los casos Cristo se dirigía al demonio como<br />

a un ser intelig<strong>en</strong>te, ord<strong>en</strong>ándole salir de su víctima y no atorm<strong>en</strong>tar<strong>la</strong> más. Al ver su gran poder, los<br />

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