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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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<strong>la</strong> ord<strong>en</strong>: “¡Eleva tu voz como trompeta! ¡Dec<strong>la</strong>ra a mi pueblo su transgresión, a <strong>la</strong> casa de Jacob sus<br />

pecados!”<br />

En <strong>la</strong> medida de sus o<strong>por</strong>tunidades, pesa sobre todo aquel que recibió <strong>la</strong> verdad <strong>la</strong> misma solemne<br />

y terrible responsabilidad que pesara sobre el profeta a qui<strong>en</strong> el Señor dijo: “Hijo del hombre, yo te he<br />

puesto <strong>por</strong> ata<strong>la</strong>ya a <strong>la</strong> casa de Israel; <strong>por</strong> tanto, oirás de mi boca <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra, y les amonestarás de mi parte.<br />

Cuando yo digo al inicuo: ¡Oh hombre inicuo, ciertam<strong>en</strong>te morirás! si tú no hab<strong>la</strong>s para amonestar al<br />

inicuo de su camino, él, si<strong>en</strong>do inicuo, <strong>en</strong> su iniquidad morirá; mas su sangre yo <strong>la</strong> demandaré de tu mano.<br />

Pero cuando tú hubieres amonestado al inicuo de su camino, para que se vuelva de él, si no se volviere de<br />

su camino, <strong>por</strong> su culpa morirá; mas tú has librado a tu alma”. Ezequiel 33:7-9 (VM).<br />

El gran obstáculo que se opone a <strong>la</strong> aceptación y a <strong>la</strong> proc<strong>la</strong>mación de <strong>la</strong> verdad, es <strong>la</strong> circunstancia<br />

de que el<strong>la</strong> acarrea inconv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tes y oprobio. Este es el único argum<strong>en</strong>to contra <strong>la</strong> verdad que sus<br />

def<strong>en</strong>sores no han podido nunca refutar. Pero esto no arredra a los verdaderos siervos de Cristo. Ellos no<br />

esperan hasta que <strong>la</strong> verdad se haga popu<strong>la</strong>r. Conv<strong>en</strong>cidos como lo están de su deber, aceptan<br />

resueltam<strong>en</strong>te <strong>la</strong> cruz, confiados con el apóstol Pablo <strong>en</strong> que “lo mom<strong>en</strong>táneo y leve de nuestra tribu<strong>la</strong>ción,<br />

nos obra un sobremanera alto y eterno peso de gloria”, “t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do—como antaño Moisés—<strong>por</strong> mayores<br />

riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios”. 2 Corintios 4:17; Hebreos 11:26.<br />

Cualquiera que sea su profesión de fe, solo los que son esc<strong>la</strong>vos del mundo <strong>en</strong> sus corazones obran<br />

<strong>por</strong> política más bi<strong>en</strong> que <strong>por</strong> principio <strong>en</strong> asuntos religiosos. Debemos escoger lo justo <strong>por</strong>que es justo,<br />

y dejar a Dios <strong>la</strong>s consecu<strong>en</strong>cias. El mundo debe sus grandes reformas a los hombres de principios, fe y<br />

arrojo. Esos son los hombres capaces de llevar ade<strong>la</strong>nte <strong>la</strong> obra de reforma para nuestra época.<br />

Así dice el Señor: “¡Escuchadme, los que conocéis <strong>la</strong> justicia, pueblo <strong>en</strong> cuyo corazón está mi ley!<br />

no temáis el vituperio de los hombres, ni os acobardéis con motivo de sus ultrajes: <strong>por</strong>que como a un<br />

vestido, los consumirá <strong>la</strong> polil<strong>la</strong>, y, como a <strong>la</strong>na, los consumirá el gusano; mas mi justicia durará para<br />

siempre, y mi salvación de siglo <strong>en</strong> siglo”. Isaías 51:7, 8 (VM).<br />

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