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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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universal del papa desde los primeros tiempos. Y <strong>la</strong> iglesia que había rechazado <strong>la</strong> verdad, aceptó con<br />

avidez estas imposturas (véase el Apéndice).<br />

Los pocos fieles que edificaban sobre el cimi<strong>en</strong>to verdadero (1 Corintios 3:10, 11) estaban<br />

perplejos y trabados, pues los escombros de <strong>la</strong>s falsas doctrinas <strong>en</strong>torpecían el trabajo. Como los<br />

constructores de los muros de Jerusalén <strong>en</strong> tiempo de Nehemías, algunos estaban <strong>por</strong> exc<strong>la</strong>mar: “Las<br />

fuerzas de los acarreadores se han <strong>en</strong>f<strong>la</strong>quecido, y el escombro es mucho, y no podemos edificar el muro”.<br />

Nehemías 4:10. Debilitados <strong>por</strong> el constante esfuerzo que hacían contra <strong>la</strong> persecución, el <strong>en</strong>gaño, <strong>la</strong><br />

iniquidad y todos los demás obstáculos que Satanás inv<strong>en</strong>tara para det<strong>en</strong>er su avance, algunos de los que<br />

habían sido fieles edificadores llegaron a desanimarse; y <strong>por</strong> amor a <strong>la</strong> paz y a <strong>la</strong> seguridad de sus<br />

propiedades y de sus vidas se apartaron del fundam<strong>en</strong>to verdadero. Otros, sin dejarse desal<strong>en</strong>tar <strong>por</strong> <strong>la</strong><br />

oposición de sus <strong>en</strong>emigos, dec<strong>la</strong>raron sin temor: “No temáis de<strong>la</strong>nte de ellos: acordaos del Señor grande<br />

y terrible” (Vers. 14), y cada uno de los que trabajaban t<strong>en</strong>ía <strong>la</strong> espada ceñida. Efesios 6:17.<br />

En todo tiempo el mismo espíritu de odio y de oposición a <strong>la</strong> verdad inspiró a los <strong>en</strong>emigos de<br />

Dios, y los siervos de él necesitaron <strong>la</strong> misma vigi<strong>la</strong>ncia y fidelidad. Las pa<strong>la</strong>bras de Cristo a sus primeros<br />

discípulos se aplicarán a cuantos le sigan, hasta el fin de los tiempos: “Y lo que os digo a vosotros, a todos<br />

lo digo: ¡Ve<strong>la</strong>d!” Marcos 13:37 (VM). Las tinieb<strong>la</strong>s parecían hacerse más d<strong>en</strong>sas. La adoración de <strong>la</strong>s<br />

imág<strong>en</strong>es se hizo más g<strong>en</strong>eral. Se les <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dían ve<strong>la</strong>s y se les ofrecían oraciones. Llegaron a prevalecer<br />

<strong>la</strong>s costumbres más absurdas y supersticiosas. Los espíritus estaban tan completam<strong>en</strong>te dominados <strong>por</strong> <strong>la</strong><br />

superstición, que <strong>la</strong> razón misma parecía haber perdido su poder. Mi<strong>en</strong>tras que los sacerdotes y los obispos<br />

eran amantes de los p<strong>la</strong>ceres, s<strong>en</strong>suales y corrompidos, solo podía esperarse del pueblo que acudía a ellos<br />

<strong>en</strong> busca de dirección, que siguiera sumido <strong>en</strong> <strong>la</strong> ignorancia y <strong>en</strong> los vicios.<br />

Las pret<strong>en</strong>siones papales dieron otro paso más cuando <strong>en</strong> el siglo XI el papa Gregorio VII<br />

proc<strong>la</strong>mó <strong>la</strong> perfección de <strong>la</strong> iglesia romana. Entre <strong>la</strong>s proposiciones que él expuso había una que<br />

dec<strong>la</strong>raba que <strong>la</strong> iglesia no había errado nunca ni podía errar, según <strong>la</strong>s Santas Escrituras. Pero <strong>la</strong>s pruebas<br />

de <strong>la</strong> Escritura faltaban para apoyar el aserto. El altivo pontífice rec<strong>la</strong>maba además para sí el derecho de<br />

deponer emperadores, y dec<strong>la</strong>raba que ninguna s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia pronunciada <strong>por</strong> él podía ser revocada <strong>por</strong><br />

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