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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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no perderá nunca su im<strong>por</strong>tancia ni debe caer nunca <strong>en</strong> el olvido” (J. N. Andrews, History of the<br />

Sabbath, cap. 27). Por eso, es decir, para que esta verdad no se borrara nunca de <strong>la</strong> m<strong>en</strong>te de los<br />

hombres, instituyó Dios el sábado <strong>en</strong> el Edén y mi<strong>en</strong>tras el ser él nuestro Creador siga si<strong>en</strong>do motivo<br />

para que le adoremos, el sábado seguirá si<strong>en</strong>do señal conmemorativa de ello. Si el sábado se hubiese<br />

observado universalm<strong>en</strong>te, los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos e inclinaciones de los hombres se habrían dirigido hacia<br />

el Creador como objeto de rever<strong>en</strong>cia y adoración, y nunca habría habido un idó<strong>la</strong>tra, un ateo, o un<br />

incrédulo. La observancia del sábado es señal de lealtad al verdadero Dios, “que hizo el cielo y <strong>la</strong> tierra,<br />

y el mar y <strong>la</strong>s fu<strong>en</strong>tes de agua”. Resulta pues que el m<strong>en</strong>saje que manda a los hombres adorar a Dios y<br />

guardar sus mandami<strong>en</strong>tos, los ha de invitar especialm<strong>en</strong>te a observar el cuarto mandami<strong>en</strong>to.<br />

En contraposición con los que guardan los mandami<strong>en</strong>tos de Dios y ti<strong>en</strong><strong>en</strong> <strong>la</strong> fe de Jesús, el<br />

tercer ángel seña<strong>la</strong> otra c<strong>la</strong>se de seres humanos contra cuyos errores va dirigido solemne y terrible<br />

aviso: “¡Si alguno adora a <strong>la</strong> bestia y a su imag<strong>en</strong>, y recibe su marca <strong>en</strong> su fr<strong>en</strong>te, o <strong>en</strong> su mano, él<br />

también beberá del vino de <strong>la</strong> ira de Dios!” Apocalipsis 14:9, 10 (VM). Para compr<strong>en</strong>der este m<strong>en</strong>saje<br />

hay que interpretar correctam<strong>en</strong>te sus símbolos. ¿Qué repres<strong>en</strong>tan <strong>la</strong> bestia, <strong>la</strong> imag<strong>en</strong>, <strong>la</strong> marca?<br />

La i<strong>la</strong>ción profética <strong>en</strong> <strong>la</strong> que se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran estos símbolos empieza <strong>en</strong> el capítulo 12 del<br />

Apocalipsis, con el dragón que trató de destruir a Cristo cuando nació. En dicho capítulo vemos que el<br />

dragón es Satanás (Apocalipsis 12:9); fue él qui<strong>en</strong> indujo a Herodes a procurar <strong>la</strong> muerte del Salvador.<br />

Pero el ag<strong>en</strong>te principal de Satanás al guerrear contra Cristo y su pueblo durante los primeros siglos de<br />

<strong>la</strong> era cristiana, fue el Imperio Romano, <strong>en</strong> el cual prevalecía <strong>la</strong> religión pagana. Así que si bi<strong>en</strong> el<br />

dragón repres<strong>en</strong>ta primero a Satanás, <strong>en</strong> s<strong>en</strong>tido derivado es un símbolo de <strong>la</strong> Roma pagana.<br />

En el capítulo 13 (versículos 1-10, VM), se describe otra bestia, “parecida a un leopardo”, a <strong>la</strong><br />

cual el dragón dio “su poder y su trono, y grande autoridad”. Este símbolo, como lo han creído <strong>la</strong><br />

mayoría de los protestantes, repres<strong>en</strong>ta al papado, el cual heredó el poder y <strong>la</strong> autoridad del antiguo<br />

Imperio Romano. Se dice de <strong>la</strong> bestia parecida a un leopardo: “Le fue dada una boca que hab<strong>la</strong>ba cosas<br />

grandes, y b<strong>la</strong>sfemias [...]. Y abrió su boca para decir b<strong>la</strong>sfemias contra Dios, para b<strong>la</strong>sfemar su<br />

nombre, y su tabernáculo, y a los que habitan <strong>en</strong> el cielo. Y le fue permitido hacer guerra contra los<br />

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