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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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Pero queda aún <strong>la</strong> pregunta más im<strong>por</strong>tante <strong>por</strong> contestar: ¿Qué es <strong>la</strong> purificación del santuario?<br />

En el Antiguo Testam<strong>en</strong>to se hace m<strong>en</strong>ción de un servicio tal con refer<strong>en</strong>cia al santuario terr<strong>en</strong>al. ¿Pero<br />

puede haber algo que purificar <strong>en</strong> el cielo? En el nov<strong>en</strong>o capítulo de <strong>la</strong> Epísto<strong>la</strong> a los Hebreos, se<br />

m<strong>en</strong>ciona c<strong>la</strong>ram<strong>en</strong>te <strong>la</strong> purificación de ambos santuarios, el terr<strong>en</strong>al y el celestial. “Según <strong>la</strong> ley, casi<br />

todas <strong>la</strong>s cosas son purificadas con sangre; y sin derramami<strong>en</strong>to de sangre no hay remisión. Fue pues<br />

necesario que <strong>la</strong>s repres<strong>en</strong>taciones de <strong>la</strong>s cosas celestiales fues<strong>en</strong> purificadas con estos sacrificios, pero<br />

<strong>la</strong>s mismas cosas celestiales, con mejores sacrificios que estos” (Hebreos 9:22, 23, VM), a saber, <strong>la</strong><br />

preciosa sangre de Cristo.<br />

En ambos servicios, el típico y el real, <strong>la</strong> purificación debe efectuarse con sangre; <strong>en</strong> aquel con<br />

sangre de animales; <strong>en</strong> este, con <strong>la</strong> sangre de Cristo. San Pablo dice que <strong>la</strong> razón <strong>por</strong> <strong>la</strong> cual esta<br />

purificación debe hacerse con sangre, es <strong>por</strong>que sin derramami<strong>en</strong>to de sangre no hay remisión. La<br />

remisión, o sea el acto de quitar los pecados, es <strong>la</strong> obra que debe realizarse. ¿Pero como podía<br />

re<strong>la</strong>cionarse el pecado con el santuario del cielo o con el de <strong>la</strong> tierra? Puede saberse esto estudiando el<br />

servicio simbólico, pues los sacerdotes que oficiaban <strong>en</strong> <strong>la</strong> tierra, ministraban “lo que es <strong>la</strong> mera<br />

repres<strong>en</strong>tación y sombra de <strong>la</strong>s cosas celestiales”. Hebreos 8:5 (VM).<br />

El servicio del santuario terr<strong>en</strong>al consistía <strong>en</strong> dos partes; los sacerdotes ministraban diariam<strong>en</strong>te<br />

<strong>en</strong> el lugar santo, mi<strong>en</strong>tras que una vez al año el sumo sacerdote efectuaba un servicio especial de<br />

expiación <strong>en</strong> el lugar santísimo, para purificar el santuario. Día tras día el pecador arrep<strong>en</strong>tido llevaba<br />

su ofr<strong>en</strong>da a <strong>la</strong> puerta del tabernáculo, y poni<strong>en</strong>do <strong>la</strong> mano sobre <strong>la</strong> cabeza de <strong>la</strong> víctima, confesaba sus<br />

pecados, transfiriéndolos así figurativam<strong>en</strong>te de sí mismo a <strong>la</strong> víctima inoc<strong>en</strong>te. Luego se mataba el<br />

animal. “Sin derramami<strong>en</strong>to de sangre”, dice el apóstol, no hay remisión de pecados. “La vida de <strong>la</strong><br />

carne <strong>en</strong> <strong>la</strong> sangre está”. Levítico 17:11.<br />

La ley de Dios quebrantada exigía <strong>la</strong> vida del transgresor. La sangre, que repres<strong>en</strong>taba <strong>la</strong> vida<br />

comprometida del pecador, cuya culpa cargaba <strong>la</strong> víctima, <strong>la</strong> llevaba el sacerdote al lugar santo y <strong>la</strong><br />

salpicaba ante el velo, detrás del cual estaba el arca que cont<strong>en</strong>ía <strong>la</strong> ley que el pecador había<br />

transgredido. Mediante esta ceremonia, el pecado era transferido figurativam<strong>en</strong>te, <strong>por</strong> intermedio de <strong>la</strong><br />

sangre, al santuario. En ciertos casos, <strong>la</strong> sangre no era llevada al lugar santo; pero el sacerdote debía<br />

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