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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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El testimonio de <strong>la</strong>s profecías que parecían seña<strong>la</strong>r <strong>la</strong> fecha de <strong>la</strong> v<strong>en</strong>ida de Cristo para <strong>la</strong><br />

primavera de 1844 se arraigó profundam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> <strong>la</strong> m<strong>en</strong>te del pueblo. Al pasar de un estado a otro, el<br />

m<strong>en</strong>saje despertaba vivo interés <strong>por</strong> todas partes. Muchos estaban conv<strong>en</strong>cidos de que los argum<strong>en</strong>tos<br />

de los pasajes proféticos eran correctos, y, sacrificando el orgullo de <strong>la</strong> opinión propia, aceptaban<br />

alegrem<strong>en</strong>te <strong>la</strong> verdad. Algunos ministros dejaron también a un <strong>la</strong>do sus opiniones y s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos<br />

sectarios y con ellos sus mismos sueldos y sus iglesias, y se pusieron a proc<strong>la</strong>mar <strong>la</strong> v<strong>en</strong>ida de Jesús.<br />

Fueron sin embargo comparativam<strong>en</strong>te pocos los ministros que aceptaron este m<strong>en</strong>saje; <strong>por</strong> eso <strong>la</strong><br />

proc<strong>la</strong>mación de este fue confiada <strong>en</strong> gran parte a humildes <strong>la</strong>icos. Los agricultores abandonaban sus<br />

campos, los artesanos sus herrami<strong>en</strong>tas, los comerciantes sus negocios, los profesionales sus puestos,<br />

y no obstante el número de los obreros era pequeño comparado con <strong>la</strong> obra que había que hacer. La<br />

condición de una iglesia impía y de un mundo sumergido <strong>en</strong> <strong>la</strong> maldad, oprimía el alma de los<br />

verdaderos c<strong>en</strong>tine<strong>la</strong>s, que sufrían voluntariam<strong>en</strong>te trabajos y privaciones para invitar a los hombres a<br />

arrep<strong>en</strong>tirse para salvarse. A pesar de <strong>la</strong> oposición de Satanás, <strong>la</strong> obra siguió ade<strong>la</strong>nte, y <strong>la</strong> verdad del<br />

adv<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to fue aceptada <strong>por</strong> muchos miles.<br />

Por todas partes se oía el testimonio escrutador que amonestaba a los pecadores, tanto<br />

mundanos como miembros de iglesia, para que huyes<strong>en</strong> de <strong>la</strong> ira v<strong>en</strong>idera. Como Juan el Bautista, el<br />

precursor de Cristo, los predicadores ponían <strong>la</strong> segur a <strong>la</strong> raíz del árbol e instaban a todos a que hicies<strong>en</strong><br />

frutos dignos de arrep<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to. Sus l<strong>la</strong>mami<strong>en</strong>tos conmovedores contrastaban notablem<strong>en</strong>te con <strong>la</strong>s<br />

seguridades de paz y salvación que se oían desde los púlpitos popu<strong>la</strong>res; y dondequiera que se<br />

proc<strong>la</strong>maba el m<strong>en</strong>saje, conmovía al pueblo. El testimonio s<strong>en</strong>cillo y directo de <strong>la</strong>s Sagradas Escrituras,<br />

inculcado <strong>en</strong> el corazón de los hombres <strong>por</strong> el poder del Espíritu Santo, producía una fuerza de<br />

convicción a <strong>la</strong> que solo pocos podían resistir. Personas que profesaban cierta religiosidad fueron<br />

despertadas de su falsa seguridad. Vieron sus apostasías, su mundanalidad y poca fe, su orgullo y<br />

egoísmo. Muchos buscaron al Señor con arrep<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to y humil<strong>la</strong>ción. El apego que <strong>por</strong> tanto tiempo<br />

se había dejado s<strong>en</strong>tir <strong>por</strong> <strong>la</strong>s cosas terr<strong>en</strong>ales se dejó <strong>en</strong>tonces s<strong>en</strong>tir <strong>por</strong> <strong>la</strong>s cosas del cielo. El Espíritu<br />

de Dios descansaba sobre ellos, y con corazones ab<strong>la</strong>ndados y subyugados se unían para exc<strong>la</strong>mar:<br />

“¡Temed a Dios y dadle gloria; <strong>por</strong>que ha llegado <strong>la</strong> hora de su juicio!”<br />

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