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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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ecibido. Esperaba <strong>en</strong>contrar oposición de parte de los impíos, pero estaba seguro de que todos los<br />

cristianos se alegrarían <strong>en</strong> <strong>la</strong> esperanza de ir al <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro del Salvador a qui<strong>en</strong> profesaban amar. Lo<br />

único que temía era que <strong>en</strong> su gran júbilo <strong>por</strong> <strong>la</strong> perspectiva de <strong>la</strong> gloriosa liberación que debía<br />

cumplirse tan pronto, muchos recibies<strong>en</strong> <strong>la</strong> doctrina sin examinar det<strong>en</strong>idam<strong>en</strong>te <strong>la</strong>s Santas Escrituras<br />

para ver si era <strong>la</strong> verdad. De aquí que vaci<strong>la</strong>ra <strong>en</strong> pres<strong>en</strong>tar<strong>la</strong>, <strong>por</strong> temor de estar errado y de hacer<br />

descarriar a otros. Esto le indujo a revisar <strong>la</strong>s pruebas que apoyaban <strong>la</strong>s conclusiones a que había<br />

llegado, y a considerar cuidadosam<strong>en</strong>te cualquiera dificultad que se pres<strong>en</strong>tase a su espíritu. Encontró<br />

que <strong>la</strong>s objeciones se desvanecían ante <strong>la</strong> luz de <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Dios como <strong>la</strong> neblina ante los rayos del<br />

sol. Los cinco años que dedicó a esos estudios le dejaron <strong>en</strong>teram<strong>en</strong>te conv<strong>en</strong>cido de que su manera de<br />

ver era correcta.<br />

El deber de hacer conocer a otros lo que él creía estar tan c<strong>la</strong>ram<strong>en</strong>te <strong>en</strong>señado <strong>en</strong> <strong>la</strong>s Sagradas<br />

Escrituras, se le impuso <strong>en</strong>tonces con nueva fuerza. “Cuando estaba ocupado <strong>en</strong> mi trabajo—explicó—<br />

, sonaba continuam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> mis oídos el mandato: Anda y haz saber al mundo el peligro que corre.<br />

Recordaba constantem<strong>en</strong>te este pasaje: ‘Dici<strong>en</strong>do yo al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no<br />

hab<strong>la</strong>res para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá <strong>por</strong> su pecado, mas su sangre yo <strong>la</strong><br />

demandaré de tu mano. Y si tú avisares al impío de su camino para que de él se aparte, y él no se<br />

apartare de su camino, <strong>por</strong> su pecado morirá él, y tú libraste tu vida’. Ezequiel 33:8, 9. Me parecía que<br />

si los impíos podían ser amonestados eficazm<strong>en</strong>te, multitudes de ellos se arrep<strong>en</strong>tirían; y que si no eran<br />

amonestados, su sangre podía ser demandada de mi mano”. Bliss, 92.<br />

Empezó a pres<strong>en</strong>tar sus ideas <strong>en</strong> círculo privado siempre que se le ofrecía <strong>la</strong> o<strong>por</strong>tunidad,<br />

rogando a Dios que algún ministro sintiese <strong>la</strong> fuerza de el<strong>la</strong>s y se dedicase a proc<strong>la</strong>mar<strong>la</strong>s. Pero no<br />

podía librarse de <strong>la</strong> convicción de que t<strong>en</strong>ía un deber personal que cumplir dando el aviso. De continuo<br />

se pres<strong>en</strong>taban a su espíritu <strong>la</strong>s sigui<strong>en</strong>tes pa<strong>la</strong>bras: “Anda y anúncialo al mundo; su sangre demandaré<br />

de tu mano”. Esperó nueve años; y <strong>la</strong> carga continuaba pesando sobre su alma, hasta que <strong>en</strong> 1831<br />

expuso <strong>por</strong> primera vez <strong>en</strong> público <strong>la</strong>s razones de <strong>la</strong> fe que t<strong>en</strong>ía. Así como Eliseo fue l<strong>la</strong>mado cuando<br />

seguía a sus bueyes <strong>en</strong> el campo, para recibir el manto de <strong>la</strong> consagración al ministerio profético, así<br />

también Guillermo Miller fue l<strong>la</strong>mado a dejar su arado y reve<strong>la</strong>r al pueblo los misterios del reino de<br />

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