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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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<strong>la</strong> fecha de <strong>la</strong> purificación del santuario—<strong>la</strong> cual se creía casi universalm<strong>en</strong>te que se verificaría <strong>en</strong> el<br />

segundo adv<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de Cristo—quedó definitivam<strong>en</strong>te establecida.<br />

Miller y sus co<strong>la</strong>boradores creyeron primero que los 2.300 días terminarían <strong>en</strong> <strong>la</strong> primavera de<br />

1.844, mi<strong>en</strong>tras que <strong>la</strong> profecía seña<strong>la</strong> el otoño de ese mismo año (véase el diagrama, p. 327, y el<br />

Apéndice). La ma<strong>la</strong> intelig<strong>en</strong>cia de este punto fue causa de des<strong>en</strong>gaño y perplejidad para los que habían<br />

fijado para <strong>la</strong> primavera de dicho año el tiempo de <strong>la</strong> v<strong>en</strong>ida del Señor. Pero esto no afectó <strong>en</strong> lo más<br />

mínimo <strong>la</strong> fuerza de <strong>la</strong> argum<strong>en</strong>tación que demuestra que los 2.300 días terminaron <strong>en</strong> el año 1844 y<br />

que el gran acontecimi<strong>en</strong>to repres<strong>en</strong>tado <strong>por</strong> <strong>la</strong> purificación del santuario debía verificarse <strong>en</strong>tonces.<br />

Al empezar a estudiar <strong>la</strong>s Sagradas Escrituras como lo hizo, para probar que son una reve<strong>la</strong>ción de<br />

Dios, Miller no t<strong>en</strong>ía <strong>la</strong> m<strong>en</strong>or idea de que llegaría a <strong>la</strong> conclusión a que había llegado. Ap<strong>en</strong>as podía<br />

él mismo creer <strong>en</strong> los resultados de su investigación. Pero <strong>la</strong>s pruebas de <strong>la</strong> Santa Escritura eran<br />

demasiado evid<strong>en</strong>tes y concluy<strong>en</strong>tes para rechazar<strong>la</strong>s.<br />

Había dedicado dos años al estudio de <strong>la</strong> Biblia, cuando, <strong>en</strong> 1818, llegó a t<strong>en</strong>er <strong>la</strong> solemne<br />

convicción de que unos veinticinco años después aparecería Cristo para redimir a su pueblo. “No<br />

necesito hab<strong>la</strong>r—dice Miller—del gozo que ll<strong>en</strong>ó mi corazón ante tan embelesadora perspectiva, ni de<br />

los ardi<strong>en</strong>tes anhelos de mi alma para participar del júbilo de los redimidos. La Biblia fue para mí<br />

<strong>en</strong>tonces un libro nuevo. Era esto <strong>en</strong> verdad una fiesta de <strong>la</strong> razón; todo lo que para mí había sido<br />

sombrío, místico u oscuro <strong>en</strong> sus <strong>en</strong>señanzas, había desaparecido de mi m<strong>en</strong>te ante <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ra luz que<br />

brotaba de sus sagradas páginas; y ¡oh! ¡cuán bril<strong>la</strong>nte y gloriosa aparecía <strong>la</strong> verdad! Todas <strong>la</strong>s<br />

contradicciones y disonancias que había <strong>en</strong>contrado antes <strong>en</strong> <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra desaparecieron; y si bi<strong>en</strong><br />

quedaban muchas partes que no compr<strong>en</strong>día del todo, era tanta <strong>la</strong> luz que de <strong>la</strong>s Escrituras manaba para<br />

alumbrar mi intelig<strong>en</strong>cia oscurecida, que al estudiar<strong>la</strong>s s<strong>en</strong>tía un deleite que nunca antes me hubiera<br />

figurado que podría sacar de sus <strong>en</strong>señanzas”. Bliss, 76, 77.<br />

“Solemnem<strong>en</strong>te conv<strong>en</strong>cido de que <strong>la</strong>s Santas Escrituras anunciaban el cumplimi<strong>en</strong>to de tan<br />

im<strong>por</strong>tantes acontecimi<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> tan corto espacio de tiempo, surgió con fuerza <strong>en</strong> mi alma <strong>la</strong> cuestión<br />

de saber cuál era mi deber para con el mundo, <strong>en</strong> vista de <strong>la</strong> evid<strong>en</strong>cia que había conmovido mi propio<br />

espíritu”. Ibíd., 81. No pudo m<strong>en</strong>os que s<strong>en</strong>tir que era deber suyo impartir a otros <strong>la</strong> luz que había<br />

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