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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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Después de varios meses de vida errante llegó al fin a oril<strong>la</strong>s de <strong>la</strong> bahía de Narragansett, donde<br />

echó los cimi<strong>en</strong>tos del primer estado de los tiempos modernos que reconoció <strong>en</strong> el pl<strong>en</strong>o s<strong>en</strong>tido de <strong>la</strong><br />

pa<strong>la</strong>bra los derechos de <strong>la</strong> libertad religiosa. El principio fundam<strong>en</strong>tal de <strong>la</strong> colonia de Roger Williams,<br />

era “que cada hombre debía t<strong>en</strong>er libertad para adorar a Dios según el dictado de su propia conci<strong>en</strong>cia”.<br />

Ibíd., 354. Su pequeño estado, Rhode Is<strong>la</strong>nd, vino a ser un lugar de refugio para los oprimidos, y siguió<br />

creci<strong>en</strong>do y prosperando hasta que su principio fundam<strong>en</strong>tal—<strong>la</strong> libertad civil y religiosa—llegó a ser <strong>la</strong><br />

piedra angu<strong>la</strong>r de <strong>la</strong> república americana de los Estados Unidos. En el antiguo docum<strong>en</strong>to que nuestros<br />

antepasados expidieron como su carta de derechos—<strong>la</strong> Dec<strong>la</strong>ración de Indep<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia— dec<strong>la</strong>raban lo<br />

sigui<strong>en</strong>te: “Sost<strong>en</strong>emos como evid<strong>en</strong>tes estas verdades, a saber, que todos los hombres han sido creados<br />

iguales, que han sido investidos <strong>por</strong> su Creador con ciertos derechos inali<strong>en</strong>ables; que <strong>en</strong>tre estos están <strong>la</strong><br />

vida, <strong>la</strong> libertad y <strong>la</strong> búsqueda de <strong>la</strong> felicidad”. Y <strong>la</strong> Constitución garantiza <strong>en</strong> los términos más explícitos,<br />

<strong>la</strong> invio<strong>la</strong>bilidad de <strong>la</strong> conci<strong>en</strong>cia: “No se exigirá exam<strong>en</strong> alguno religioso como calificación para obt<strong>en</strong>er<br />

un puesto público de confianza <strong>en</strong> los Estados Unidos”. “El Congreso no dictará leyes para establecer una<br />

religión ni para estorbar el libre ejercicio de el<strong>la</strong>”.<br />

“Los que formu<strong>la</strong>ron <strong>la</strong> Constitución reconocieron el principio eterno de que <strong>la</strong> re<strong>la</strong>ción del<br />

hombre con Dios se hal<strong>la</strong> <strong>por</strong> sobre toda legis<strong>la</strong>ción humana y que los derechos de <strong>la</strong> conci<strong>en</strong>cia son<br />

inali<strong>en</strong>ables. No se necesitaba argum<strong>en</strong>tar para establecer esta verdad; pues <strong>la</strong> s<strong>en</strong>timos <strong>en</strong> nuestro mismo<br />

corazón. Fue este s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to el que, desafiando leyes humanas, sostuvo a tantos mártires <strong>en</strong> torm<strong>en</strong>tos y<br />

l<strong>la</strong>mas. Reconocían que su deber para con Dios era superior a los decretos de los hombres y que nadie<br />

podía ejercer autoridad sobre sus conci<strong>en</strong>cias. Es un principio innato que nada puede desarraigar”<br />

(Congressional Docum<strong>en</strong>ts, EE.UU., serie no 200, docum<strong>en</strong>to no 271).<br />

Cuando circuló <strong>por</strong> los países de Europa <strong>la</strong> noticia de que había una tierra donde cada hombre<br />

podía disfrutar del producto de su trabajo y obedecer a <strong>la</strong>s convicciones de su conci<strong>en</strong>cia, mil<strong>la</strong>res se<br />

apresuraron a v<strong>en</strong>ir al Nuevo Mundo. Las colonias se multiplicaron con rapidez. “Por una ley especial,<br />

Massachusetts ofreció bi<strong>en</strong>v<strong>en</strong>ida y ayuda, a costa del pueblo, a todos los cristianos de cualquiera<br />

nacionalidad que pudieran huir al través del Atlántico ‘para escapar de <strong>la</strong>s guerras, del hambre y de <strong>la</strong><br />

opresión de sus perseguidores’. De esa manera los fugitivos y oprimidos eran, <strong>por</strong> <strong>la</strong> ley, considerados<br />

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