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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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Valiéndose Roma de <strong>la</strong> ambición de los reyes y de <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses dominantes, había ejercido su<br />

influ<strong>en</strong>cia para sujetar al pueblo <strong>en</strong> <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>vitud, pues compr<strong>en</strong>día que de ese modo el estado se debilitaría<br />

y el<strong>la</strong> podría dominar completam<strong>en</strong>te gobiernos y súbditos. Por su previsora política advirtió que para<br />

esc<strong>la</strong>vizar eficazm<strong>en</strong>te a los hombres necesitaba subyugar sus almas y que el medio más seguro para evitar<br />

que escapas<strong>en</strong> de su dominio era convertirlos <strong>en</strong> seres impropios para <strong>la</strong> libertad. Mil veces más terrible<br />

que el padecimi<strong>en</strong>to físico que resultó de su política, fue <strong>la</strong> degradación moral que prevaleció <strong>en</strong> todas<br />

partes. Despojado el pueblo de <strong>la</strong> Biblia y sin más <strong>en</strong>señanzas que <strong>la</strong> del fanatismo y <strong>la</strong> del egoísmo, quedó<br />

sumido <strong>en</strong> <strong>la</strong> ignorancia y <strong>en</strong> <strong>la</strong> superstición y tan degradado <strong>por</strong> los vicios que resultaba incapaz de<br />

gobernarse <strong>por</strong> sí solo.<br />

Empero los resultados fueron muy difer<strong>en</strong>tes de lo que Roma había procurado. En vez de que <strong>la</strong>s<br />

masas se sujetaran ciegam<strong>en</strong>te a sus dogmas, su obra <strong>la</strong>s volvió incrédu<strong>la</strong>s y revolucionarias; odiaron al<br />

romanismo y al sacerdocio a los que consideraban cómplices <strong>en</strong> <strong>la</strong> opresión. El único Dios que el pueblo<br />

conocía era el de Roma, y <strong>la</strong> <strong>en</strong>señanza de esta su única religión. Considerando <strong>la</strong> crueldad y <strong>la</strong> iniquidad<br />

de Roma como fruto legítimo de <strong>la</strong>s <strong>en</strong>señanzas de <strong>la</strong> Biblia, no quería saber nada de estas.<br />

Roma había dado a los hombres una idea falsa del carácter de Dios, y pervertido sus<br />

requerimi<strong>en</strong>tos. En consecu<strong>en</strong>cia, al fin el pueblo rechazó <strong>la</strong> Biblia y a su Autor. Roma había exigido que<br />

se creyese ciegam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> sus dogmas, que dec<strong>la</strong>raba sancionados <strong>por</strong> <strong>la</strong>s Escrituras. En <strong>la</strong> reacción que<br />

se produjo, Voltaire y sus compañeros desecharon <strong>en</strong> absoluto <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Dios e hicieron cundir <strong>por</strong><br />

todas partes el v<strong>en</strong><strong>en</strong>o de <strong>la</strong> incredulidad. Roma había hol<strong>la</strong>do al pueblo con su pie de hierro, y <strong>la</strong>s masas<br />

degradadas y embrutecidas, al sublevarse contra tamaña tiranía, desconocieron toda sujeción. Se<br />

<strong>en</strong>furecieron al ver que <strong>por</strong> mucho tiempo habían aceptado tan descarados embustes y rechazaron <strong>la</strong><br />

verdad juntam<strong>en</strong>te con <strong>la</strong> m<strong>en</strong>tira; y confundi<strong>en</strong>do <strong>la</strong> libertad con el libertinaje, los esc<strong>la</strong>vos del vicio se<br />

regocijaron con una libertad imaginaria.<br />

Al estal<strong>la</strong>r <strong>la</strong> Revolución el rey concedió al pueblo que lo repres<strong>en</strong>tara <strong>en</strong> <strong>la</strong> asamblea nacional un<br />

número de delegados superior al del clero y al de los nobles juntos. Era pues el pueblo dueño de <strong>la</strong><br />

situación; pero no estaba preparado para hacer uso de su poder con sabiduría y moderación. Ansioso de<br />

reparar los agravios que había sufrido, decidió reconstituir <strong>la</strong> sociedad. Un popu<strong>la</strong>cho <strong>en</strong>colerizado que<br />

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