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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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sus exorbitantes exig<strong>en</strong>cias. La carga del sost<strong>en</strong>imi<strong>en</strong>to de <strong>la</strong> iglesia y del estado pesaba sobre los hombros<br />

de <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses media y baja del pueblo, <strong>la</strong>s cuales eran recargadas con tributos <strong>por</strong> <strong>la</strong>s autoridades civiles y<br />

<strong>por</strong> el clero. “El p<strong>la</strong>cer de los nobles era considerado como ley suprema; y que el <strong>la</strong>briego y el campesino<br />

perecies<strong>en</strong> de hambre no era para conmover a sus opresores [...]. En todo mom<strong>en</strong>to el pueblo debía ve<strong>la</strong>r<br />

exclusivam<strong>en</strong>te <strong>por</strong> los intereses del propietario. Los agricultores llevaban una vida de trabajo duro y<br />

continuo, y de una miseria sin alivio; y si alguna vez osaban quejarse se les trataba con insol<strong>en</strong>te desprecio.<br />

En los tribunales siempre se fal<strong>la</strong>ba <strong>en</strong> favor del noble y <strong>en</strong> contra del campesino; los jueces aceptaban<br />

sin escrúpulo el cohecho; <strong>en</strong> virtud de este sistema de corrupción universal, cualquier capricho de <strong>la</strong><br />

aristocracia t<strong>en</strong>ía fuerza de ley. De los impuestos exigidos a <strong>la</strong> g<strong>en</strong>te común <strong>por</strong> los magnates secu<strong>la</strong>res y<br />

<strong>por</strong> el clero, no llegaba ni <strong>la</strong> mitad al tesoro del reino, ni al arca episcopal, pues <strong>la</strong> mayor parte de lo que<br />

cobraban lo gastaban los recaudadores <strong>en</strong> <strong>la</strong> disipación y <strong>en</strong> francache<strong>la</strong>s. Y los que de esta manera<br />

despojaban a sus consúbditos estaban libres de impuestos y con derecho <strong>por</strong> <strong>la</strong> ley o <strong>por</strong> <strong>la</strong> costumbre a<br />

ocupar todos los puestos del gobierno. La c<strong>la</strong>se privilegiada estaba formada <strong>por</strong> ci<strong>en</strong>to cincu<strong>en</strong>ta mil<br />

personas, y para rega<strong>la</strong>r a esta g<strong>en</strong>te se cond<strong>en</strong>aba a millones de seres a una vida de degradación<br />

irremediable” (véase el Apéndice).<br />

La corte estaba completam<strong>en</strong>te <strong>en</strong>tregada a <strong>la</strong> lujuria y al libertinaje. El pueblo y sus gobernantes<br />

se veían con desconfianza. Se sospechaba de todas <strong>la</strong>s medidas que dictaba el gobierno, <strong>por</strong>que se le<br />

consideraba intrigante y egoísta. Por más de medio siglo antes de <strong>la</strong> Revolución, ocupó el trono Luis XV,<br />

qui<strong>en</strong> aun <strong>en</strong> aquellos tiempos corrompidos sobresalió <strong>en</strong> su frivolidad, su indol<strong>en</strong>cia y su lujuria. Al<br />

observar aquel<strong>la</strong> depravada y cruel aristocracia y <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se humilde sumergida <strong>en</strong> <strong>la</strong> ignorancia y <strong>en</strong> <strong>la</strong><br />

miseria, al estado <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a crisis financiera y al pueblo exasperado, no se necesitaba t<strong>en</strong>er ojo de profeta<br />

para ver de antemano una inmin<strong>en</strong>te insurrección. A <strong>la</strong>s amonestaciones que le daban sus consejeros, solía<br />

contestar el rey: “Procurad que todo siga así mi<strong>en</strong>tras yo viva; después de mi muerte, suceda lo que<br />

quiera”. En vano se le hizo ver <strong>la</strong> necesidad que había de una reforma. Bi<strong>en</strong> compr<strong>en</strong>día él el mal estado<br />

de <strong>la</strong>s cosas, pero no t<strong>en</strong>ía ni valor ni poder sufici<strong>en</strong>te para remediarlo. Con acierto describía él <strong>la</strong> suerte<br />

de Francia con su respuesta tan egoísta como indol<strong>en</strong>te: “¡Después de mí el diluvio!”<br />

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