America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]
Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos. Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.
teólogos apelaban a las preocupaciones del pueblo al declarar que las doctrinas protestantes “seducen a los hombres hacia las novedades y la locura; roban así al rey el afecto leal de sus súbditos y destruyen la iglesia y el estado al mismo tiempo”. De ese modo logró Roma predisponer a Francia contra la Reforma. “Y la espada de la persecución se desenvainó por primera vez en Francia para sostener el trono, resguardar a los nobles y conservar las leyes” (Wylie, lib. 13, cap. 4). Poco previeron los reyes cuán fatales iban a ser los resultados de tan odiosa política. Las enseñanzas de la Biblia eran las que hubieran podido implantar en las mentes y en los corazones de los hombres aquellos principios de justicia, de templanza, de verdad, de equidad y de benevolencia, que son la piedra angular del edificio de la prosperidad de un pueblo. “La justicia engrandece la nación”. Y con ella “será afirmado el trono”. Proverbios 14:34; 16:12. “El efecto de la justicia será paz; y la labor de justicia, reposo y seguridad para siempre”. Isaías 32:17. El que obedece las leyes divinas es el que mejor respetará y acatará las leyes de su país. El que teme a Dios honrará al rey en el ejercicio de su autoridad justa y legítima. Pero por desgracia Francia prohibió la Biblia y desterró a sus discípulos. Siglo tras siglo hubo hombres de principios e integridad, de gran inteligencia y de fuerza moral, que tuvieron valor para confesar sus convicciones y fe suficiente para sufrir por la verdad, siglo tras siglo estos hombres penaron como esclavos en las galeras, y perecieron en la hoguera o los dejaron que se pudrieran en tenebrosas e inmundas mazmorras. Miles y miles se pusieron a salvo huyendo; y esto duró doscientos cincuenta años después de iniciada la Reforma. “Casi no hubo generación de franceses durante ese largo período de tiempo que no fuera testigo de la fuga de los discípulos del evangelio que huían para escapar de la furia insensata de sus perseguidores, llevándose consigo la inteligencia, las artes, la industria y el carácter ordenado que por lo general los distinguían y contribuían luego a enriquecer a los países donde encontraban refugio. Pero en la medida en que enriquecían otros países con sus preciosos dones, despojaban al suyo propio. Si hubieran permanecido en Francia todos los que la abandonaron; si por espacio de trescientos años la pericia industrial de aquellos hubiera sido empleada en cultivar el suelo de su país, en hacer progresar las manufacturas; si durante estos trescientos años el genio creador de los mismos, junto con su poder analítico, hubiera seguido enriqueciendo la literatura y cultivando las ciencias de Francia; si hubiera sido dedicada la sabiduría de 241
tan nobles hijos a dirigir sus asambleas, su valor a pelear sus batallas, y su equidad a formular las leyes, y la religión de la Biblia a robustecer la inteligencia y dirigir las conciencias del pueblo, ¡qué inmensa gloria no tendría Francia hoy! ¡Qué grande, qué próspera y qué dichoso país no sería! [...] ¡Toda una nación modelo! “Pero un fanatismo ciego e inexorable echó de su suelo a todos los que enseñaban la virtud, a los campeones del orden y a los honrados defensores del trono; dijo a los que hubieran podido dar a su país ‘renombre y gloria’: Escoged entre la hoguera o el destierro. Al fin la ruina del estado fue completa; ya no quedaba en el país conciencia que proscribir, religión que arrastrar a la hoguera ni patriotismo que desterrar” (Wylie, lib. 13, cap. 20). Todo lo cual dio por resultado la Revolución con sus horrores. “Con la huida de los hugonotes quedó Francia sumida en general decadencia. Florecientes ciudades manufactureras quedaron arruinadas; los distritos más fértiles volvieron a quedar baldíos, el entorpecimiento intelectual y el decaimiento de la moralidad sucedieron al notable progreso que antes imperara. París quedó convertido en un vasto asilo: se calcula que precisamente antes de estallar la Revolución doscientos mil indigentes dependían de los socorros del rey. Únicamente los jesuitas prosperaban en la nación decaída, y gobernaban con infame tiranía sobre las iglesias y las escuelas, las cárceles y las galeras”. El evangelio hubiera dado a Francia la solución de estos problemas políticos y sociales que frustraron los propósitos de su clero, de su rey y de sus gobernantes, y arrastraron finalmente a la nación entera a la anarquía y a la ruina. Pero bajo el dominio de Roma el pueblo había perdido las benditas lecciones de sacrificio y de amor que diera el Salvador. Todos se habían apartado de la práctica de la abnegación en beneficio de los demás. Los ricos no tenían quien los reprendiera por la opresión con que trataban a los pobres, y a estos nadie los aliviaba de su degradación y servidumbre. El egoísmo de los ricos y de los poderosos se hacía más y más manifiesto y avasallador. Por varios siglos el libertinaje y la ambición de los nobles habían impuesto a los campesinos extorsiones agotadoras. El rico perjudicaba al pobre y este odiaba al rico. En muchas provincias sucedía que los nobles eran dueños del suelo y los de las clases trabajadoras simples arrendatarios; y de este modo, el pobre estaba a merced del rico, y se veía obligado a someterse a 242
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“Y <strong>la</strong> espada de <strong>la</strong> persecución se des<strong>en</strong>vainó <strong>por</strong> primera vez <strong>en</strong> Francia para sost<strong>en</strong>er el trono, resguardar<br />
a los nobles y conservar <strong>la</strong>s leyes” (Wylie, lib. 13, cap. 4).<br />
Poco previeron los reyes cuán fatales iban a ser los resultados de tan odiosa política. Las<br />
<strong>en</strong>señanzas de <strong>la</strong> Biblia eran <strong>la</strong>s que hubieran podido imp<strong>la</strong>ntar <strong>en</strong> <strong>la</strong>s m<strong>en</strong>tes y <strong>en</strong> los corazones de los<br />
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respetará y acatará <strong>la</strong>s leyes de su país. El que teme a Dios honrará al rey <strong>en</strong> el ejercicio de su autoridad<br />
justa y legítima. Pero <strong>por</strong> desgracia Francia prohibió <strong>la</strong> Biblia y desterró a sus discípulos. Siglo tras siglo<br />
hubo hombres de principios e integridad, de gran intelig<strong>en</strong>cia y de fuerza moral, que tuvieron valor para<br />
confesar sus convicciones y fe sufici<strong>en</strong>te para sufrir <strong>por</strong> <strong>la</strong> verdad, siglo tras siglo estos hombres p<strong>en</strong>aron<br />
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después de iniciada <strong>la</strong> Reforma.<br />
“Casi no hubo g<strong>en</strong>eración de franceses durante ese <strong>la</strong>rgo período de tiempo que no fuera testigo<br />
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distinguían y contribuían luego a <strong>en</strong>riquecer a los países donde <strong>en</strong>contraban refugio. Pero <strong>en</strong> <strong>la</strong> medida <strong>en</strong><br />
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<strong>en</strong> Francia todos los que <strong>la</strong> abandonaron; si <strong>por</strong> espacio de tresci<strong>en</strong>tos años <strong>la</strong> pericia industrial de aquellos<br />
hubiera sido empleada <strong>en</strong> cultivar el suelo de su país, <strong>en</strong> hacer progresar <strong>la</strong>s manufacturas; si durante estos<br />
tresci<strong>en</strong>tos años el g<strong>en</strong>io creador de los mismos, junto con su poder analítico, hubiera seguido<br />
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