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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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La gran doctrina de <strong>la</strong> justificación <strong>por</strong> <strong>la</strong> fe, tan c<strong>la</strong>ram<strong>en</strong>te <strong>en</strong>señada <strong>por</strong> Lutero, se había perdido<br />

casi totalm<strong>en</strong>te de vista, y ocupaban su lugar los principios del romanismo de confiar <strong>en</strong> <strong>la</strong>s bu<strong>en</strong>as obras<br />

para obt<strong>en</strong>er <strong>la</strong> salvación. <strong>White</strong>field y los Wesley, miembros de <strong>la</strong> iglesia establecida, buscaban con<br />

sinceridad el favor de Dios, que, según se les había <strong>en</strong>señado, se conseguía <strong>por</strong> medio de una vida virtuosa<br />

y <strong>por</strong> <strong>la</strong> observancia de los ritos religiosos. En cierta ocasión <strong>en</strong> que Carlos Wesley cayó <strong>en</strong>fermo y<br />

p<strong>en</strong>saba que estaba próximo su fin, se le preguntó <strong>en</strong> qué fundaba su esperanza de <strong>la</strong> vida eterna. Su<br />

respuesta fue: “He hecho cuanto he podido <strong>por</strong> servir a Dios”. Pero como el amigo que le dirigiera <strong>la</strong><br />

pregunta no parecía satisfecho con <strong>la</strong> contestación, Wesley p<strong>en</strong>só: “¡Qué! ¿No son sufici<strong>en</strong>tes mis<br />

esfuerzos para fundar mi esperanza?<br />

¿Me privaría de mis esfuerzos? No t<strong>en</strong>go otra cosa <strong>en</strong> que confiar”. John <strong>White</strong>head, Life of the<br />

Rev. Charles Wesley, 102. Tales eran <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s que habían caído sobre <strong>la</strong> iglesia, y ocultaban <strong>la</strong><br />

expiación, despojaban a Cristo de su gloria y desviaban <strong>la</strong> m<strong>en</strong>te de los hombres de su única esperanza de<br />

salvación: <strong>la</strong> sangre del Red<strong>en</strong>tor crucificado.<br />

Wesley y sus compañeros fueron inducidos a reconocer que <strong>la</strong> religión verdadera ti<strong>en</strong>e su asi<strong>en</strong>to<br />

<strong>en</strong> el corazón y que <strong>la</strong> ley de Dios abarca los p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos lo mismo que <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras y <strong>la</strong>s obras.<br />

Conv<strong>en</strong>cidos de <strong>la</strong> necesidad de t<strong>en</strong>er santidad <strong>en</strong> el corazón, así como de conducirse correctam<strong>en</strong>te,<br />

decidieron seriam<strong>en</strong>te iniciar una vida nueva. Por medio de esfuerzos dilig<strong>en</strong>tes acompañados de<br />

fervi<strong>en</strong>tes oraciones, se empeñaban <strong>en</strong> v<strong>en</strong>cer <strong>la</strong>s ma<strong>la</strong>s inclinaciones del corazón natural. Llevaban una<br />

vida de abnegación, de amor y de humil<strong>la</strong>ción, y observaban rigurosam<strong>en</strong>te todo aquello que a su parecer<br />

podría ayudarles a alcanzar lo que más deseaban: una santidad que pudiese asegurarles el favor de Dios.<br />

Pero no lograban lo que buscaban. Vanos eran sus esfuerzos para librarse de <strong>la</strong> cond<strong>en</strong>ación del pecado y<br />

para quebrantar su poder. Era <strong>la</strong> misma lucha que había t<strong>en</strong>ido que sost<strong>en</strong>er Lutero <strong>en</strong> su celda del<br />

conv<strong>en</strong>to <strong>en</strong> Erfurt. Era <strong>la</strong> misma pregunta que le había atorm<strong>en</strong>tado el alma: “¿Cómo puede el hombre<br />

ser justo para con Dios?” Job 9:2 (VM).<br />

El fuego de <strong>la</strong> verdad divina que se había extinguido casi <strong>por</strong> completo <strong>en</strong> los altares del<br />

protestantismo, iba a pr<strong>en</strong>der de nuevo al contacto de <strong>la</strong> antorcha antigua que al través de los siglos había<br />

quedado firme <strong>en</strong> manos de los cristianos de Bohemia. Después de <strong>la</strong> Reforma, el protestantismo había<br />

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