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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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Sufrían mucho <strong>por</strong>que se les confundía con los fanáticos de Munster. Y sin embargo, a pesar de todo, era<br />

muy grande el número de los que eran convertidos <strong>por</strong> su ministerio.<br />

En ninguna parte fueron recibidas <strong>la</strong>s doctrinas reformadas de un modo tan g<strong>en</strong>eral como <strong>en</strong> los<br />

Países Bajos. Y <strong>en</strong> pocos países sufrieron sus adher<strong>en</strong>tes tan espantosas persecuciones. En Alemania<br />

Carlos V había publicado edictos contra <strong>la</strong> Reforma, y de bu<strong>en</strong>a gana hubiera llevado a <strong>la</strong> hoguera a todos<br />

los partidarios de el<strong>la</strong>; pero allí estaban los príncipes oponi<strong>en</strong>do una barrera a su tiranía. En los Países<br />

Bajos su poder era mayor, y los edictos de persecución se seguían unos a otros <strong>en</strong> rápida sucesión. Leer<br />

<strong>la</strong> Biblia, oír<strong>la</strong> leer, predicar<strong>la</strong>, o aun referirse a el<strong>la</strong> <strong>en</strong> <strong>la</strong> conversación, era incurrir <strong>en</strong> <strong>la</strong> p<strong>en</strong>a de muerte<br />

<strong>por</strong> <strong>la</strong> hoguera. Orar a Dios <strong>en</strong> secreto, abst<strong>en</strong>erse de inclinarse ante <strong>la</strong>s imág<strong>en</strong>es, o cantar un salmo, eran<br />

otros tantos hechos castigados también con <strong>la</strong> muerte. Aun los que abjuraban de sus errores eran<br />

cond<strong>en</strong>ados, si eran hombres, a ser degol<strong>la</strong>dos, y si eran mujeres, a ser <strong>en</strong>terradas vivas. Mil<strong>la</strong>res<br />

perecieron durante los reinados de Carlos y de Felipe II.<br />

En cierta ocasión llevaron ante los inquisidores a toda una familia acusada de no oír misa y de<br />

adorar a Dios <strong>en</strong> su casa. Interrogado el hijo m<strong>en</strong>or respecto de <strong>la</strong>s prácticas de <strong>la</strong> familia, contestó: “Nos<br />

hincamos de rodil<strong>la</strong>s y pedimos a Dios que ilumine nuestra m<strong>en</strong>te y nos perdone nuestros pecados.<br />

Rogamos <strong>por</strong> nuestro soberano, <strong>por</strong>que su reinado sea próspero y su vida feliz. Pedimos también a Dios<br />

que guarde a nuestros magistrados” (Wylie, lib. 18, cap. 6). Algunos de los jueces quedaron hondam<strong>en</strong>te<br />

conmovidos, pero, no obstante, el padre y uno de los hijos fueron cond<strong>en</strong>ados a <strong>la</strong> hoguera.<br />

La ira de los perseguidores era igua<strong>la</strong>da <strong>por</strong> <strong>la</strong> fe de los mártires. No solo los hombres sino aun<br />

delicadas señoras y doncel<strong>la</strong>s desplegaron un valor inquebrantable. “Las esposas se colocaban al <strong>la</strong>do de<br />

sus maridos <strong>en</strong> <strong>la</strong> hoguera y mi<strong>en</strong>tras estos eran <strong>en</strong>vueltos <strong>en</strong> <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>mas, el<strong>la</strong>s los animaban con pa<strong>la</strong>bras<br />

de consuelo, o cantándoles” salmos. “Las doncel<strong>la</strong>s, al ser <strong>en</strong>terradas vivas, se acostaban <strong>en</strong> sus tumbas<br />

con <strong>la</strong> tranquilidad con que hubieran <strong>en</strong>trado <strong>en</strong> sus apos<strong>en</strong>tos o subían a <strong>la</strong> hoguera y se <strong>en</strong>tregaban a <strong>la</strong>s<br />

l<strong>la</strong>mas, vestidas con sus mejores ga<strong>la</strong>s, lo mismo que si fueran a sus bodas” (ibíd.).<br />

Así como <strong>en</strong> los tiempos <strong>en</strong> que el paganismo procuró aniqui<strong>la</strong>r el evangelio, <strong>la</strong> sangre de los<br />

cristianos era simi<strong>en</strong>te (véase Tertuliano, Apología, párr. 50). La persecución no servía más que para<br />

aum<strong>en</strong>tar el número de los testigos de <strong>la</strong> verdad. Año tras año, el monarca <strong>en</strong>loquecido de ira al comprobar<br />

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