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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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“En Sevil<strong>la</strong> y Val<strong>la</strong>dolid los protestantes llegaron a contar con el mayor número de adeptos”. Pero<br />

como “los que adoptaron <strong>la</strong> interpretación reformada del evangelio, se cont<strong>en</strong>taron <strong>por</strong> reg<strong>la</strong> g<strong>en</strong>eral con<br />

su promulgación, sin atacar abiertam<strong>en</strong>te <strong>la</strong> teología o <strong>la</strong> Iglesia Católica” (Fisher, La Historia de <strong>la</strong><br />

Red<strong>en</strong>ción, 361), solo a duras p<strong>en</strong>as podían los crey<strong>en</strong>tes reconocerse unos a otros, pues temían reve<strong>la</strong>r<br />

sus verdaderos s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos a los que no les parecían dignos de confianza. En <strong>la</strong> provid<strong>en</strong>cia de Dios, fue<br />

un golpe dado <strong>por</strong> <strong>la</strong> misma Inquisición el que rompió <strong>en</strong> Val<strong>la</strong>dolid aquel<strong>la</strong> val<strong>la</strong> de retraimi<strong>en</strong>to, y el<br />

que les hizo posible a los crey<strong>en</strong>tes reconocerse y hab<strong>la</strong>r unos con otros.<br />

Francisco San Román, natural de Burgos, e hijo del alcalde mayor de Bribiesca, <strong>en</strong> el curso de sus<br />

viajes comerciales tuvo o<strong>por</strong>tunidad de visitar a Brem<strong>en</strong>, donde oyó predicar <strong>la</strong>s doctrinas evangélicas.<br />

De regreso a Amberes fue <strong>en</strong>carce<strong>la</strong>do durante ocho meses, pasados los cuales se le permitió proseguir su<br />

viaje a España, donde se creía que guardaría sil<strong>en</strong>cio. Pero, cual aconteciera con los apóstoles de antaño,<br />

no pudo “dejar de hab<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s cosas que había visto y oído” debido a lo cual no tardó <strong>en</strong> ser “<strong>en</strong>tregado a <strong>la</strong><br />

Inquisición <strong>en</strong> Val<strong>la</strong>dolid”.<br />

“Corto fue su proceso [...]. Confesó abiertam<strong>en</strong>te su fe <strong>en</strong> <strong>la</strong>s principales doctrinas de <strong>la</strong> Reforma,<br />

es a saber que nadie se salva <strong>por</strong> sus propias obras, méritos o fuerzas, sino únicam<strong>en</strong>te debido a <strong>la</strong> gracia<br />

de Dios, mediante el sacrificio de un solo Medianero”. Ni con súplicas ni con torturas pudo inducírsele a<br />

que se retractara; se le s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ció, pues, a <strong>la</strong> hoguera, y sufrió el martirio <strong>en</strong> un notable auto de fe, <strong>en</strong> 1544.<br />

Hacía cerca de un cuarto de siglo que <strong>la</strong> doctrina reformada había llegado <strong>por</strong> primera vez a<br />

Val<strong>la</strong>dolid, empero durante dicho período “sus discípulos se habían cont<strong>en</strong>tado con guardar<strong>la</strong> <strong>en</strong> sus<br />

corazones o hab<strong>la</strong>r de el<strong>la</strong> con <strong>la</strong> mayor caute<strong>la</strong> a sus amigos de confianza. El estudio y <strong>la</strong> meditación,<br />

avivados <strong>por</strong> el martirio de San Román, pusieron fin a tal retraimi<strong>en</strong>to. Expresiones de simpatía <strong>por</strong> su<br />

suerte, o de admiración <strong>por</strong> sus opiniones, dieron lugar a conversaciones, <strong>en</strong> cuyo curso los que favorecían<br />

<strong>la</strong> nueva fe, como se <strong>la</strong> l<strong>la</strong>maba, pudieron fácilm<strong>en</strong>te reconocerse unos a otros. El celo y <strong>la</strong> magnanimidad<br />

de que dio prueba el mártir al arrostrar el odio g<strong>en</strong>eral y al sufrir tan horrible muerte <strong>por</strong> causa de <strong>la</strong><br />

verdad, provocó <strong>la</strong> emu<strong>la</strong>ción hasta de los más tímidos de aquellos; de suerte que, pocos años después de<br />

aquel auto, se organizaron formando una iglesia que se reunía con regu<strong>la</strong>ridad, <strong>en</strong> privado, para <strong>la</strong><br />

instrucción y el culto religioso” (M’Crie, cap. 4).<br />

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