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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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“Deseosos de respirar un ambi<strong>en</strong>te más sano, surgieron <strong>por</strong> todas partes evangelistas inspirados<br />

<strong>por</strong> una doctrina más pura” (ibíd., sec. 125). Muchos católicos cristianos, nobles y serios, <strong>en</strong>tre los que se<br />

contaban no pocos del clero español e italiano, se unieron a dicho movimi<strong>en</strong>to, que rápidam<strong>en</strong>te iba<br />

ext<strong>en</strong>diéndose <strong>por</strong> Alemania y Francia. Como lo dec<strong>la</strong>ró el sabio arzobispo de Toledo, Bartolomé de<br />

Carranza, <strong>en</strong> sus Com<strong>en</strong>tarios del Catecismo, aquellos piadosos pre<strong>la</strong>dos querían ver “revivir <strong>en</strong> su<br />

s<strong>en</strong>cillez y pureza el antiguo espíritu de nuestros antepasados y de <strong>la</strong> iglesia primitiva” (Bartolomé<br />

Carranza y Miranda, Com<strong>en</strong>tarios sobre el catecismo cristiano, Amberes, 1558, 233; citado <strong>por</strong> Kurtz,<br />

sec. 139).<br />

El clero de España era compet<strong>en</strong>te para tomar parte directiva <strong>en</strong> este retorno al cristianismo<br />

primitivo. Siempre amante de <strong>la</strong> libertad, el pueblo español durante los primeros siglos de <strong>la</strong> era cristiana<br />

se había negado resueltam<strong>en</strong>te a reconocer <strong>la</strong> supremacía de los obispos de Roma; y solo después de<br />

transcurridos ocho siglos le reconocieron al fin a Roma el derecho de <strong>en</strong>tremeterse con autoridad <strong>en</strong> sus<br />

asuntos internos. Fue precisam<strong>en</strong>te con el fin de aniqui<strong>la</strong>r ese espíritu de libertad, característico del pueblo<br />

español hasta <strong>en</strong> los siglos posteriores <strong>en</strong> que había reconocido ya <strong>la</strong> supremacía papal, con el que, <strong>en</strong><br />

1483, Fernando e Isabel, <strong>en</strong> hora fatal para España, permitieron el establecimi<strong>en</strong>to de <strong>la</strong> Inquisición como<br />

tribunal perman<strong>en</strong>te <strong>en</strong> Castil<strong>la</strong> y su restablecimi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> Aragón, con Tomás de Torquemada como<br />

inquisidor g<strong>en</strong>eral.<br />

Durante el reinado de Carlos Quinto “<strong>la</strong> represión de <strong>la</strong>s libertades del pueblo, que ya había ido<br />

tan lejos <strong>en</strong> tiempo de su abuelo, y que su hijo iba a reducir a sistema, siguió des<strong>en</strong>fr<strong>en</strong>adam<strong>en</strong>te, [...] no<br />

obstante <strong>la</strong>s ape<strong>la</strong>ciones de <strong>la</strong>s Cortes. Todas <strong>la</strong>s artes de su famoso ministro, el card<strong>en</strong>al Jiménez, fueron<br />

requeridas para impedir un rompimi<strong>en</strong>to manifiesto. Al principio del reinado del monarca (1520) <strong>la</strong>s<br />

ciudades de Castil<strong>la</strong> se vieron impulsadas a sublevarse para conservar sus antiguas libertades. Solo a duras<br />

p<strong>en</strong>as logró sofocarse <strong>la</strong> insurrección (1521)” (The New International Encyclopaedia, ed. de 1904, art.<br />

“Carlos Quinto”). La política de este soberano consistía, como había consistido <strong>la</strong> de su abuelo Fernando,<br />

<strong>en</strong> oponerse al espíritu de toda una época, considerando tanto <strong>la</strong>s almas como los cuerpos de <strong>la</strong>s<br />

muchedumbres como propiedad personal de un individuo (Motley, Introducción, X). Como lo ha dicho<br />

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