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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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Terribles eran <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s de <strong>la</strong> nación que había rechazado <strong>la</strong> luz de <strong>la</strong> verdad. “La gracia que<br />

trae salvación” se había manifestado; pero Francia, después de haber comprobado su poder y su santidad,<br />

después que mil<strong>la</strong>res de sus hijos hubieron sido alumbrados <strong>por</strong> su belleza, después que su radiante luz se<br />

hubo esparcido <strong>por</strong> ciudades y pueblos, se desvió y escogió <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s <strong>en</strong> vez de <strong>la</strong> luz. Habían rehusado<br />

los franceses el don celestial cuando les fuera ofrecido. Habían l<strong>la</strong>mado a lo malo bu<strong>en</strong>o, y a lo bu<strong>en</strong>o<br />

malo, hasta llegar a ser víctimas de su propio <strong>en</strong>gaño. Y ahora, aunque creyeran de todo corazón que<br />

servían a Dios persigui<strong>en</strong>do a su pueblo, su sinceridad no los dejaba sin culpa. Habían rechazado<br />

precisam<strong>en</strong>te aquel<strong>la</strong> luz que los hubiera salvado del <strong>en</strong>gaño y librado sus almas del pecado de derramar<br />

sangre.<br />

Se juró solemnem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> <strong>la</strong> gran catedral que se extirparía <strong>la</strong> herejía, y <strong>en</strong> aquel mismo lugar, tres<br />

siglos más tarde iba a ser <strong>en</strong>tronizada <strong>la</strong> “diosa Razón” <strong>por</strong> un pueblo que se había olvidado del Dios<br />

vivi<strong>en</strong>te. Volvióse a formar <strong>la</strong> procesión y los repres<strong>en</strong>tantes de Francia se marcharon dispuestos a dar<br />

principio a <strong>la</strong> obra que habían jurado llevar a cabo. “De trecho <strong>en</strong> trecho, a lo <strong>la</strong>rgo del camino, se habían<br />

preparado hogueras para quemar vivos a ciertos cristianos protestantes, y <strong>la</strong>s cosas estaban arreg<strong>la</strong>das de<br />

modo que cuando se <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dieran aquel<strong>la</strong>s al acercarse el rey, debía det<strong>en</strong>erse <strong>la</strong> procesión para pres<strong>en</strong>ciar<br />

<strong>la</strong> ejecución” (Wylie, lib. 13, cap. 21). Los detalles de los torm<strong>en</strong>tos que sufrieron estos confesores de<br />

Cristo, no son para descritos; pero no hubo desfallecimi<strong>en</strong>to <strong>en</strong> <strong>la</strong>s víctimas. Al ser instado uno de esos<br />

hombres para que se retractase, dijo: “Yo solo creo <strong>en</strong> lo que los profetas y apóstoles predicaron <strong>en</strong> los<br />

tiempos antiguos, y <strong>en</strong> lo que <strong>la</strong> comunión de los santos ha creído. Mi fe confía de tal manera <strong>en</strong> Dios que<br />

puedo resistir a todos los poderes del infierno” (D’Aubigné, Histoire de <strong>la</strong> Réformation au temps de<br />

Calvin, lib. 4, cap. 12).<br />

La procesión se det<strong>en</strong>ía cada vez fr<strong>en</strong>te a los sitios de torm<strong>en</strong>to. Al volver al lugar de donde había<br />

partido, el pa<strong>la</strong>cio real, se dispersó <strong>la</strong> muchedumbre y se retiraron el rey y los pre<strong>la</strong>dos, satisfechos de los<br />

autos de aquel día y congratulándose <strong>en</strong>tre sí <strong>por</strong>que <strong>la</strong> obra así com<strong>en</strong>zada se proseguiría hasta lograrse<br />

<strong>la</strong> completa destrucción de <strong>la</strong> herejía. El evangelio de paz que Francia había rechazado iba a ser arrancado<br />

de raíz, lo que acarrearía terribles consecu<strong>en</strong>cias. El 21 de <strong>en</strong>ero de 1793, es decir, a los dosci<strong>en</strong>tos<br />

cincu<strong>en</strong>ta y ocho años cabales, contados desde aquel día <strong>en</strong> que Francia <strong>en</strong>tera se comprometiera a<br />

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