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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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espantosa, y bajo <strong>la</strong> terrible cond<strong>en</strong>ación de <strong>la</strong> iglesia, daba el mártir pruebas de una fe y de un valor que<br />

el jov<strong>en</strong> estudiante comparaba con dolor con su propia desesperación y con <strong>la</strong>s tinieb<strong>la</strong>s <strong>en</strong> que vivía a<br />

pesar de su estricta obedi<strong>en</strong>cia a los mandami<strong>en</strong>tos de <strong>la</strong> iglesia. Sabía que los herejes fundaban su fe <strong>en</strong><br />

<strong>la</strong> Biblia; <strong>por</strong> lo tanto se decidió a estudiar<strong>la</strong> para descubrir, si posible fuera, el secreto del gozo del mártir.<br />

En <strong>la</strong> Biblia <strong>en</strong>contró a Cristo. “¡Oh! Padre exc<strong>la</strong>mó, su sacrificio ha calmado tu ira; su sangre ha<br />

<strong>la</strong>vado mis manchas; su cruz ha llevado mi maldición; su muerte ha hecho expiación <strong>por</strong> mí. Habíamos<br />

inv<strong>en</strong>tado muchas locuras inútiles, pero tú has puesto de<strong>la</strong>nte de mí tu Pa<strong>la</strong>bra como una antorcha y has<br />

conmovido mi corazón para que t<strong>en</strong>ga <strong>por</strong> abominables todos los méritos que no sean los de Jesús”<br />

(Martyn, tomo 3, cap. 13). Calvino había sido educado para el sacerdocio. No t<strong>en</strong>ía más que doce años<br />

cuando fue nombrado capellán de una pequeña iglesia y el obispo le tonsuró <strong>la</strong> cabeza para cumplir con<br />

el canon eclesiástico. No fue consagrado ni desempeñó los deberes del sacerdocio, pero sí fue hecho<br />

miembro del clero, se le dio el título de su cargo y percibía <strong>la</strong> r<strong>en</strong>ta correspondi<strong>en</strong>te.<br />

Vi<strong>en</strong>do <strong>en</strong>tonces que ya no podría jamás llegar a ser sacerdote, se dedicó <strong>por</strong> un tiempo a <strong>la</strong><br />

jurisprud<strong>en</strong>cia, y <strong>por</strong> último abandonó este estudio para consagrarse al evangelio. Pero no podía resolverse<br />

a dedicarse a <strong>la</strong> <strong>en</strong>señanza. Era tímido <strong>por</strong> naturaleza, le abrumaba el peso de <strong>la</strong> responsabilidad del cargo<br />

y deseaba seguir dedicándose aún al estudio. Las reiteradas súplicas de sus amigos lograron <strong>por</strong> fin<br />

conv<strong>en</strong>cerle. “Cuán maravilloso es—decía—que un hombre de tan bajo orig<strong>en</strong> llegue a ser elevado hasta<br />

tan alta dignidad” (Wylie, lib. 13, cap. 9). Calvino empezó su obra con ánimo tranquilo y sus pa<strong>la</strong>bras<br />

eran como el rocío que refresca <strong>la</strong> tierra. Se había alejado de París y ahora se <strong>en</strong>contraba <strong>en</strong> un pueblo de<br />

provincia bajo <strong>la</strong> protección de <strong>la</strong> princesa Margarita, <strong>la</strong> cual, amante como lo era del evangelio, ext<strong>en</strong>día<br />

su protección a los que lo profesaban. Calvino era jov<strong>en</strong> aún, de contin<strong>en</strong>te discreto y humilde. Com<strong>en</strong>zó<br />

su trabajo visitando a los lugareños <strong>en</strong> sus propias casas. Allí, rodeado de los miembros de <strong>la</strong> familia, leía<br />

<strong>la</strong> Biblia y exponía <strong>la</strong>s verdades de <strong>la</strong> salvación. Los que oían el m<strong>en</strong>saje, llevaban <strong>la</strong>s bu<strong>en</strong>as nuevas a<br />

otros, y pronto el maestro fue más allá, a otros lugares, predicando <strong>en</strong> los pueblos y villorrios. Se le abrían<br />

<strong>la</strong>s puertas de los castillos y de <strong>la</strong>s chozas, y con su obra colocaba los cimi<strong>en</strong>tos de iglesias de donde iban<br />

a salir más tarde los vali<strong>en</strong>tes testigos de <strong>la</strong> verdad.<br />

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