30.08.2016 Views

America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Uno de los principios que sost<strong>en</strong>ía Lutero con más firmeza, era que no se debía acudir al poder<br />

secu<strong>la</strong>r para apoyar <strong>la</strong> Reforma, ni recurrir a <strong>la</strong>s armas para def<strong>en</strong>der<strong>la</strong>. Se alegraba de <strong>la</strong> circunstancia de<br />

que los príncipes del imperio confesaran el evangelio; pero cuando estos mismos príncipes int<strong>en</strong>taron<br />

unirse <strong>en</strong> una liga def<strong>en</strong>siva, dec<strong>la</strong>ró que “<strong>la</strong> doctrina del evangelio debía ser def<strong>en</strong>dida so<strong>la</strong>m<strong>en</strong>te <strong>por</strong><br />

Dios [...]. Cuanto m<strong>en</strong>os intervinies<strong>en</strong> los hombres <strong>en</strong> esta obra, más notable sería <strong>la</strong> interv<strong>en</strong>ción de Dios<br />

<strong>en</strong> su favor. Todas <strong>la</strong>s precauciones políticas propuestas, eran, según su modo de ver, hijas de un temor<br />

indigno y de una desconfianza pecaminosa” (ibíd., lib. 10, cap. 14).<br />

Cuando <strong>en</strong>emigos poderosos se unían para destruir <strong>la</strong> fe reformada y mil<strong>la</strong>res de espadas parecían<br />

des<strong>en</strong>vainarse para combatir<strong>la</strong>, Lutero escribió: “Satanás manifiesta su ira; conspiran pontífices impíos; y<br />

nos am<strong>en</strong>aza <strong>la</strong> guerra. Exhortad al pueblo a que luche con fervor ante al trono de Dios, <strong>en</strong> fe y ruegos,<br />

para que nuestros adversarios, v<strong>en</strong>cidos <strong>por</strong> el Espíritu de Dios, se vean obligados a ser pacíficos. Nuestra<br />

más ing<strong>en</strong>te necesidad, <strong>la</strong> primera cosa que debemos hacer, es orar; haced saber al pueblo que <strong>en</strong> esta hora<br />

él mismo se hal<strong>la</strong> expuesto al filo de <strong>la</strong> espada y a <strong>la</strong> ira del diablo; haced que ore” (ibíd.).<br />

En otra ocasión, con fecha posterior, refiriéndose a <strong>la</strong> liga que trataban de organizar los príncipes<br />

reformados, Lutero dec<strong>la</strong>ró que <strong>la</strong> única arma que debería emplearse <strong>en</strong> esa causa era “<strong>la</strong> espada del<br />

Espíritu”. Escribió al elector de Sajonia: “No podemos <strong>en</strong> conci<strong>en</strong>cia aprobar <strong>la</strong> alianza propuesta.<br />

Preferiríamos morir diez veces antes que el evangelio fuese causa de derramar una gota de sangre. Nuestra<br />

parte es ser como ovejas del matadero. La cruz de Cristo hay que llevar<strong>la</strong>. No tema su alteza. Más podemos<br />

nosotros con nuestras oraciones que todos nuestros <strong>en</strong>emigos con sus jactancias. Más que nada evitad que<br />

se manch<strong>en</strong> vuestras manos con <strong>la</strong> sangre de vuestros hermanos. Si el emperador exige que seamos<br />

llevados ante sus tribunales, estamos listos para comparecer. No podéis def<strong>en</strong>der <strong>la</strong> fe: cada cual debe<br />

creer a costa suya” (ibíd., cap. 1).<br />

Del lugar secreto de oración fue de donde vino el poder que hizo estremecerse al mundo <strong>en</strong> los<br />

días de <strong>la</strong> gran Reforma. Allí, con santa calma, se mant<strong>en</strong>ían firmes los siervos de Dios sobre <strong>la</strong> roca de<br />

sus promesas. Durante <strong>la</strong> agitación de Augsburgo, Lutero “no dejó de dedicar tres horas al día a <strong>la</strong> oración;<br />

y este tiempo lo tomaba de <strong>la</strong>s horas del día más propicias al estudio”. En lo secreto de su vivi<strong>en</strong>da se le<br />

oía derramar su alma ante Dios con pa<strong>la</strong>bras “de adoración, de temor y de esperanza, como si hab<strong>la</strong>ra con<br />

164

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!