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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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de <strong>la</strong> cristiandad <strong>la</strong> libre investigación y <strong>la</strong> profesión de fe reformada serían <strong>en</strong>tonces crím<strong>en</strong>es dignos del<br />

ca<strong>la</strong>bozo o del patíbulo. ¿Se resignarían ellos a ver así localizada <strong>la</strong> libertad religiosa? ¿Dec<strong>la</strong>rarían con<br />

esto que <strong>la</strong> Reforma había hecho ya su último convertido y conquistado su última pulgada de terr<strong>en</strong>o? ¿Y<br />

que <strong>en</strong> <strong>la</strong>s regiones donde Roma dominaba, su dominio se perpetuaría? ¿Podrían los reformadores<br />

dec<strong>la</strong>rarse inoc<strong>en</strong>tes de <strong>la</strong> sangre de los c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares y miles de luchadores que, perseguidos <strong>por</strong> semejante<br />

edicto, t<strong>en</strong>drían que sucumbir <strong>en</strong> los países dominados <strong>por</strong> el papa? Esto hubiera sido traicionar <strong>en</strong> aquel<strong>la</strong><br />

hora suprema <strong>la</strong> causa del evangelio y <strong>la</strong>s libertades de <strong>la</strong> cristiandad” (Wylie, lib. 9, cap. 15).<br />

Más bi<strong>en</strong> “lo sacrificarían ellos todo, hasta sus posesiones, sus títulos y sus propias vidas”<br />

(D’Aubigné, lib. 13, cap. 5). “Rechacemos este decreto—dijeron los príncipes—. En asuntos de<br />

conci<strong>en</strong>cia <strong>la</strong> mayoría no ti<strong>en</strong>e poder”. Dec<strong>la</strong>raron los diputados: “Es al decreto de 1526 al que debemos<br />

<strong>la</strong> paz de que disfruta el imperio: su abolición ll<strong>en</strong>aría a Alemania de disturbios y facciones. Es<br />

incompet<strong>en</strong>te <strong>la</strong> dieta para hacer más que conservar <strong>la</strong> libertad religiosa hasta tanto que se reúna un<br />

concilio g<strong>en</strong>eral” (ibíd.). Proteger <strong>la</strong> libertad de conci<strong>en</strong>cia es un deber del estado, y es el límite de su<br />

autoridad <strong>en</strong> materia de religión. Todo gobierno secu<strong>la</strong>r que int<strong>en</strong>ta regir <strong>la</strong>s observancias religiosas o<br />

imponer<strong>la</strong>s <strong>por</strong> medio de <strong>la</strong> autoridad civil, sacrifica precisam<strong>en</strong>te el principio <strong>por</strong> el cual lucharon tan<br />

noblem<strong>en</strong>te los cristianos evangélicos.<br />

Los papistas resolvieron concluir con lo que l<strong>la</strong>maban una “atrevida obstinación”. Para principiar,<br />

procuraron sembrar dis<strong>en</strong>siones <strong>en</strong>tre los que sost<strong>en</strong>ían <strong>la</strong> causa de <strong>la</strong> Reforma e intimidar a qui<strong>en</strong>es<br />

todavía no se habían dec<strong>la</strong>rado abiertam<strong>en</strong>te <strong>por</strong> el<strong>la</strong>. Los repres<strong>en</strong>tantes de <strong>la</strong>s ciudades libres fueron<br />

citados a comparecer ante <strong>la</strong> dieta y se les exigió que dec<strong>la</strong>ras<strong>en</strong> si accederían a <strong>la</strong>s condiciones del edicto.<br />

Pidieron ellos que se les diera tiempo para contestar, lo que no les fue concedido. Al llegar el mom<strong>en</strong>to<br />

<strong>en</strong> que cada cual debía dar su opinión personal, casi <strong>la</strong> mitad de los circunstantes se dec<strong>la</strong>raron <strong>por</strong> los<br />

reformadores. Los que así se negaron a sacrificar <strong>la</strong> libertad de conci<strong>en</strong>cia y el derecho de seguir su juicio<br />

individual, harto sabían que su actitud les acarrearía <strong>la</strong>s críticas, <strong>la</strong> cond<strong>en</strong>ación y <strong>la</strong> persecución. Uno de<br />

los delegados dijo: “Debemos negar <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de Dios, o ser quemados” (ibíd.).<br />

El rey Fernando, repres<strong>en</strong>tante del emperador ante <strong>la</strong> dieta, vio que el decreto causaría serios<br />

disturbios, a m<strong>en</strong>os que se indujese a los príncipes a aceptarlo y apoyarlo. En vista de esto, apeló al arte<br />

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