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El gran Ateniense

Descubre la grandeza ateniense visitando virtualmente el gran partenón de Atenas.

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Made by: Jafet Medina Solís


Tras la destrucción de la acrópolis por los persas en 480<br />

a.c., Pericles proyectó la construcción en la colina sagrada<br />

de un majestuoso templo a mayor gloria de Atenea<br />

Para conmemorar la victoria sobre los persas en Maratón en el año 490 a.C., los atenienses<br />

decidieron construir un templo a Atenea sobre la colina sagrada de la Acrópolis, que<br />

dominaba la ciudad. Diez años después, un nuevo ejército persa irrumpió en Grecia y, tras<br />

franquear el paso de las Termópilas, arrasó la ciudad de Atenas. Los vengativos persas se<br />

ensañaron especialmente con los edificios religiosos de la Acrópolis, de modo que el nuevo<br />

templo, que estaba todavía en fase de construcción, fue destruido hasta sus cimientos.<br />

Durante más de tres décadas, la Acrópolis permaneció en ruinas hasta que Pericles,<br />

aprovechando la buena situación militar y económica de Atenas, propuso a los atenienses su<br />

reconstrucción. La pieza clave del ambicioso proyecto era un nuevo templo a Atenea, la diosa<br />

tutelar de la ciudad, que iba a tener diversas funciones: custodiar el tesoro ateniense;<br />

conmemorar la gesta de Maratón o, en general, de las dos guerras libradas contra los persas,<br />

y, sobre todo, ser la residencia de una enorme estatua criselefantina (en oro y marfil) que<br />

debía realizar Fidias, amigo de Pericles y supervisor general de todo el proyecto. De hecho,<br />

se puede decir que templo y estatua estaban construidos el uno para la otra.<br />

Comienzan las obras<br />

Fidias se centró en la decoración escultórica del conjunto, mientras de la construcción se<br />

encargaban dos arquitectos, Ictino y Calícrates; el ingeniero romano Vitrubio, que escribió cuatro<br />

siglos más tarde, menciona a un tercer arquitecto llamado Carpión del que no tenemos más<br />

noticias. No sabemos el tipo de relación que mantenían los arquitectos y la forma en que se<br />

ocupaban de los trabajos. Las obras necesitaron, además, gentes dedicadas a los más variados<br />

oficios: canteros, albañiles, carpinteros, doradores, pintores, escultores, herreros, modeladores de<br />

cera, transportistas y operadores de<br />

poleas. Sabemos por las<br />

inscripciones que los trabajadores<br />

eran ciudadanos de Atenas, metecos<br />

(extranjeros con carta de residencia)<br />

y esclavos; y que todos cobraban lo<br />

mismo por el mismo trabajo. Las<br />

labores especializadas se retribuían a<br />

razón de un dracma por día. Por<br />

sorprendente que nos parezca, los<br />

arquitectos cobraban un dracma<br />

también, a pesar de su<br />

responsabilidad.<br />

De la cantera a la obra<br />

<strong>El</strong> templo se realizaría por entero con el mármol procedente del monte Pentélico, que se levantaba<br />

a unos 16 kilómetros al noreste de Atenas. Era un brillante mármol blanco que con el paso del<br />

tiempo adquiría una fina pátina dorada por las inclusiones de hierro y cuya dureza lo hacía


especialmente indicado para la construcción. Sobre la vertiente suroeste de la montaña todavía<br />

se puede reconocer la zona de la cantera donde se extrajo el mármol para los edificios de la<br />

Acrópolis; sólo para el Partenón se utilizaron 22.000 toneladas. Los canteros separaban bloques<br />

de la misma altura por medio de canales tallados con cincel. Luego se hacían agujeros alargados<br />

paralelos a la veta del mármol y se introducían en ellos cuñas de madera. Cuando éstas se<br />

mojaban, se hinchaban y desprendían el bloque de mármol del resto de la roca. <strong>El</strong> bloque se<br />

trabajaba en la misma cantera hasta casi darle la<br />

forma definitiva; sólo se dejaba por pulir una capa de<br />

pocos centímetros. La pieza resultante debía ser lo<br />

más ligera posible para facilitar el transporte.<br />

Una vez terminadas, las piezas descendían ladera<br />

abajo a bordo de trineos que discurrían por una<br />

especie de pista visible aún hoy. A ambos lados de la<br />

pista había unos agujeros cuadrados donde encajaban<br />

unas estacas de madera por donde se pasaban unas<br />

cuerdas atadas al trineo para controlar la velocidad<br />

de descenso. Al pie de la montaña se cargaban los<br />

bloques en unos carros tirados por bueyes y se<br />

llevaban a la ciudad en un viaje que podía durar hasta<br />

dos días. En la obra, los bloques se alzaban por medio<br />

de poleas y grúas; las piezas del Partenón no eran de<br />

<strong>gran</strong>des dimensiones, precisamente para facilitar su<br />

manejo.<br />

Los arquitectos aprovecharon los cimientos del<br />

antiguo templo destruido por los persas, pero hubo que ampliarlos hacia el lado norte de la<br />

explanada de la Acrópolis. <strong>El</strong> nuevo templo iba a ser más ancho, y contaría con ocho columnas<br />

en las dos fachadas o lados cortos y 17 en los lados largos. A continuación, se elevaron tres<br />

escalones y sobre el superior, llamado estilóbato, se<br />

levantó la columnata exterior o peristilo.<br />

Cada columna estaba formada por diez o doce tambores.<br />

Como el estilóbato no era totalmente plano había que<br />

hacer cuidadosos ajustes para asentar los tambores de las<br />

columnas. Apoyados en ellas se colocaron los<br />

arquitrabes, bloques de mármol dispuestos en forma<br />

horizontal. Y sobre ellos se añadió el friso, en cuya<br />

decoración se alternaban triglifos y metopas. Los<br />

triglifos eran rectángulos de mármol decorados con<br />

acanaladuras: se trataba de una representación en piedra<br />

del final de una viga, que recordaba los primitivos<br />

templos de madera. Las metopas, con figuras esculpidas<br />

en altorrelieve, se situaban entre los triglifos. Había 92<br />

metopas, que rodeaban todo el templo. Puesto que las<br />

metopas eran parte de la estructura que debía soportar el<br />

techo fueron las primeras esculturas realizadas para el edificio y, seguramente, la necesidad de<br />

acabarlas rápidamente explica que Fidias tuviera numerosos colaboradores.


La magnífica estancia de la diosa<br />

A continuación se levantaron los muros del templo. Los sillares se ponían uno sobre otro sin<br />

argamasa y se enlazaban por medio de abrazaderas de hierro que luego se recubrían de plomo<br />

para evitar la oxidación. Dentro del templo se crearon dos estancias totalmente separadas por un<br />

muro interior. En la más amplia, la naos (a la que se accedía por el pórtico delantero, el principal),<br />

se alojaría la monumental estatua criselefantina que estaba realizando Fidias. Quien entrase en la<br />

naos, iluminada por unas ventanas a los lados de la puerta, quedaría sobrecogido ante la imagen<br />

de Atenea. La escultura de la diosa se alzaba en medio de un marco escenográfico imponente,<br />

formado por dos pisos de columnas dóricas que recorrían las paredes laterales y el fondo de la<br />

estancia. Esta innovación, tal vez concebida por Fidias, fue copiada posteriormente en otros<br />

templos, como el dedicado a Hefesto en el ágora ateniense, o el de Basas en el Peloponeso, obra<br />

de Ictino, uno de los arquitectos del Partenón. La anchura del edificio, con sus ocho columnas en<br />

las fachadas, contribuía al mismo propósito: conseguir un espacio excepcionalmente amplio, más<br />

apropiado para el lucimiento de la monumental estatua.<br />

La otra estancia, a la que<br />

se accedía por el pórtico<br />

trasero, era mucho más<br />

pequeña. En ella, los<br />

arquitectos decidieron<br />

usar cuatro esbeltas<br />

columnas jónicas para<br />

sostener el techo, en<br />

lugar de un doble piso de<br />

columnas dóricas. Esta<br />

sala, donde se guardaba<br />

el tesoro de la ciudad, era<br />

la que recibía el nombre<br />

de Partenón, «cámara de<br />

las doncellas», por ser,<br />

en principio, un espacio<br />

destinado a las jóvenes que cumplían un importante papel en el culto a Atenea. Ya en el siglo IV<br />

a.C., este nombre pasó a designar todo el edificio en su conjunto.<br />

En la parte exterior del muro se decidió añadir un friso, de un metro de altura, que rodearía el<br />

templo en su totalidad, con unos 160 metros de longitud. Parece que fue una alteración del<br />

proyecto decorativo inicial, y no se sabe con seguridad si se esculpió allí mismo o en el taller. En<br />

todo caso, representaba un considerable esfuerzo para un elemento que se situaba a doce metros<br />

del suelo y que no iba a ser especialmente visible desde fuera del templo. De nuevo podemos<br />

pensar que Fidias se encargó del diseño del conjunto que luego plasmaron en el mármol diversos<br />

artistas. <strong>El</strong> friso parece que representaba la procesión de las Panateneas, una procesión cívica que<br />

cada año subía a la Acrópolis para ofrecer un nuevo peplo o vestido a la estatua de la diosa.<br />

Los detalles finales<br />

Finalmente se construyó el techo, formado por un armazón de madera que sostenía las tejas. Éstas<br />

se solían hacer de barro cocido, pero en el Partenón se decidió usar también mármol. Las tejas


eran planas y en sus uniones, para conseguir que el tejado fuera impermeable, se colocaba otra,<br />

la «teja de cubierta», que en el alero del edificio se remataba con un elemento decorativo llamado<br />

antefija, con forma de cabeza o palmeta, para romper la monotonía de la línea recta del tejado.<br />

Cuando el templo estaba prácticamente terminado se eliminaron las protuberancias de los sillares<br />

y de los tambores –las que se habían empleado para elevarlos mediante sogas–, y se realizó el<br />

estriado de las columnas. Ésta era una tarea sumamente delicada, pero aportaba una <strong>gran</strong> belleza<br />

al monumento. Sólo el primer tambor de la columna, que se apoyaba sobre el estilóbato, se<br />

estriaba antes de su colocación para evitar que en el proceso se dañase el pavimento del templo.<br />

Finalmente, las superficies de las columnas se alisaron y pulieron con tal cuidado que apenas se<br />

pueden ver las junturas o uniones de las piezas.<br />

<strong>El</strong> templo, con la estatua en su interior, se inauguró en el festival de las Panateneas del año 438<br />

a.C., cuando aún faltaban las esculturas de los frontones. Por entonces, Fidias fue acusado de<br />

apropiarse de parte del oro destinado a la efigie de Atenea y de haberse representado en el escudo<br />

que portaba la diosa, por lo que tuvo que marchar al exilio. Los frontones se terminaron sin contar<br />

con su mano, aunque, sin duda, se siguieron los modelos que había preparado, y se colocaron en<br />

el año 433 a.C. En adelante, el Partenón, creado para demostrar la <strong>gran</strong>deza y el poder de Atenas,<br />

se convirtió, por su singular perfección y belleza, en el símbolo de la ciudad y de toda la<br />

civilización griega.<br />

La ciudad antigua. Peter Connolly. Acento, Madrid, 1998.<br />

<strong>El</strong> friso del Partenón. Ian Jenkins. <strong>El</strong>ecta, Barcelona, 2004.

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