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RevistaDestiempos52

Revista de divulgación académica y cultural

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destiempos


Revista destiempos<br />

Revista de curiosidad Cultural<br />

destiempos.com Año 10 N°52 Agosto-<br />

Septiembre de 2016. Es una publicación<br />

bimestral editada por Grupo Destiempos<br />

S. R. L. de C.V.<br />

Av. Insurgentes 1863 301B - C.P. (01020)<br />

Col. Guadalupe Inn, CDMX, México<br />

www.editorialdestiempos.com<br />

Directora General y editora responsable:<br />

Mariel Reinoso Ingliso<br />

Reserva de derecho al Uso Exclusivo: N°<br />

04-2013-101814413100-102 otorgado por<br />

el Instituto Nacional del Derecho de Autor.<br />

Responsable de la última actualización de<br />

este número: Mariel Reinoso I.<br />

Av. Insurgentes 1863 301B C.P. (01020)<br />

Col. Guadalupe Inn, Del. Álvaro Obregón,<br />

Ciudad de México, México.<br />

Fecha de la última actualización: Agosto<br />

de 2016 -ISSN: 2007-7483<br />

Portada: Mariel Reinoso I.<br />

Las opiniones expresadas por los autores<br />

no necesariamente reflejan la postura de<br />

la editorial de la publicación.<br />

Queda estrictamente prohibida la<br />

reproducción total o parcial de los<br />

contenidos e imágenes de la publicación<br />

sin previa autorización de Grupo<br />

Destiempos S.R.L. de CV<br />

©Todos los derechos reservados.<br />

Título de Registro de Marca: 1424503<br />

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www.destiempos.com.com<br />

www.editorialdestiempos.com<br />

Revista destiempos N°52<br />

Consejo Editorial<br />

Directora General:<br />

Mariel Reinoso I.<br />

Comité Editorial:<br />

Axayácatl Campos García-Rojas<br />

(Universidad Nacional Autónoma de México)<br />

Graciela Cándano Fierro<br />

(Universidad Nacional Autónoma de México)<br />

Alicia de Colombí-Monguió<br />

(State University of New York, Albany)<br />

Aralia López González<br />

(Universidad Autónoma Metropolitana)<br />

Sandra Lorenzano<br />

(Universidad Claustro de Sor Juana)<br />

Mariana Masera<br />

(Universidad Nacional Autónoma de México)<br />

Pilar Máynez<br />

(Universidad Nacional Autónoma de México)<br />

Antonio Rubial<br />

(Universidad Nacional Autónoma de México)<br />

Lillian von der Walde M.<br />

(Universidad Autónoma Metropolitana)<br />

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Revista destiempos N°52<br />

Revista indexada en:<br />

LATINOAMERICANA. Asociación de Revistas Literarias y Culturales<br />

Agosto-Septiembre 2016 ISSN: 2007-7483<br />

©2016 Derechos Reservados


Revista destiempos N°52<br />

ÍNDICE<br />

ARTÍCULOS Y RESEÑAS<br />

FORMAS DE TRATAMIENTO, AUTOREMAS Y POÉTICAS<br />

EN EL DISCURSO EPISTOLAR DE OLIVERIO GIRONDO<br />

Omar Alejandro Ángel Cortés<br />

EL MITO DE ORFEO COMO SUSTRATO TEXTUAL EN “EL<br />

PERSEGUIDOR” DE JULIO CORTÁZAR<br />

Gabriel A. Meza Alegría<br />

“AQUÍ CAYO UN RAYO”<br />

UN DISCURSO ENTRE LA LUZ Y LA SOMBRA<br />

Andrea Naranjo Merino<br />

CASTILLOS EN LA TIERRA:<br />

NARRATION OF SPIRITUAL EXILE<br />

Catherine Caufield<br />

LA EXPECTATIVA DE LECTURA:<br />

UN PUNTO DE QUIEBRE ENTRE LOS GÉNEROS<br />

Fernando Beltrán<br />

LA PROFUNDIDAD DE LA PIEL:<br />

UNA NOVELA DE ESCRITURA FEMENINA<br />

Ramón Alvarado Ruiz<br />

7<br />

19<br />

31<br />

36<br />

59<br />

70<br />

CREACIÓN LITERARIA<br />

DE NUEVO EL EXILIO<br />

Andrea Naranjo Merino<br />

FINIS<br />

Gabriel Desmar<br />

ALGO ASÍ<br />

Miguel Rodríguez Otero<br />

EL AMANUENSE<br />

Juan Carlos Hernández Cuevas<br />

87<br />

88<br />

89<br />

90<br />

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Agosto-Septiembre 2016 ISSN: 2007-7483<br />

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Revista destiempos N°52<br />

ARTÍCULOS Y RESEÑAS<br />

Nueva época ISSN: 2007-7483<br />

www.revistadestiempos.com


Revista destiempos N°52<br />

FORMAS DE TRATAMIENTO, AUTOREMAS Y POÉTICAS<br />

EN EL DISCURSO EPISTOLAR DE OLIVERIO GIRONDO<br />

A Rosalva Alamillo Olivas, con gratitud<br />

Omar Alejandro Ángel Cortés<br />

University of Houston<br />

Recepción: 31 de julio de 2016<br />

Aprobación: 5 de agosto de 2016<br />

Si bien la obra del poeta más representativo del movimiento<br />

martinfierrista ha sido abordada desde diversas ópticas, existen aún<br />

pequeñas rendijas mediante las cuales pueden realizarse nuevas<br />

(re)visiones académicas. Por tal motivo y gracias al<br />

esencial trabajo recopilatorio de J. Schwartz en<br />

Oliverio. Nuevo homenaje a Girondo, la correspondencia<br />

mantenida entre “el Peter Pan” 1 de la vanguardia<br />

argentina y diversas personalidades del<br />

ámbito literario hispanoamericano y latinoamericano,<br />

permite conocer y abrir el análisis a una<br />

manera más de producción, así como mostrar la<br />

consciencia poética del autor. Aunado a esto y con<br />

base en la propuesta de L. Swiderski (2012), el discurso epistolar<br />

dará cabida a los autoremas, es decir, a un puente entre el lenguaje<br />

artístico, el personal o intimista y la sociedad.<br />

Formas de tratamiento<br />

Como punto de partida, cabe señalar las formas de tratamiento<br />

empleadas por Oliverio Girondo. Balestra (2008), mediante la<br />

metodología de la sociolingüística histórica, ha observado “las motivaciones<br />

sociales que promueven el uso de determinadas fórmulas<br />

y pronombres de tratamiento” (76). En ese sentido, en el corpus de<br />

diecinueve cartas que oscilan entre 1923 y 1957, distingo formas de<br />

tratamiento nominales y pronominales, entendiendo las primeras<br />

como “las fórmulas que se usa [sic] como apertura de la<br />

correspondencia” (Balestra 2008: 76): “‘Mi distinguido amigo’,<br />

‘Estimado y distinguido amigo’, ‘Querido Policho’” (Schwartz 2007:<br />

351, 354, 375), entre otras. En cuanto a las segundas, de mayor<br />

relevancia, he encontrado un vaivén entre el empleo de tú y usted,<br />

así como una sola ocasión del voseo (véase el cuadro al final de este<br />

trabajo). Aunado a esto, propongo clasificar la correspondencia<br />

girondana en parangón con su producción poética. Así, y en apego<br />

a lo señalado por diversos críticos, como E. Molina (1968), para<br />

1 Mote atribuido por Delfina Muschietti.<br />

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estudiar a Oliverio Girondo de acuerdo a “etapas”, los diversos<br />

poemarios –los estadios girondanos– servirán como propuesta de<br />

lectura a los estadios epistolares. Distingo, por tanto, seis clasificaciones:<br />

a)Veinte poemas para ser leídos en el tranvía y<br />

Calcomanías (1923-1927), b)Espantapájaros… al alcance de todos<br />

(1932-1934), c)Interlunio (1937-1941), d)Persuasión de los días<br />

(1942), e)Campo nuestro (1947-1955) y e)En la masmédula (1956-<br />

1957).<br />

He señalado que la motivación social puede ser, en este caso,<br />

la médula de las formas de tratamiento empleadas en las cartas<br />

enviadas por Girondo. Por lo anterior, no llama la atención que en<br />

la primera categoría, el uso de usted sea el más empleado para<br />

comunicarse. Como el poeta mismo señala en su primera carta a<br />

Pedro Figari, “Bien sé –y acaso mi único valor sea este sincero<br />

convencimiento– que sólo soy un hombre que comienza” (Schwartz<br />

2007: 351), estas producciones corresponden a un creador en<br />

ciernes; de ahí, tal vez, el empleo de usted como forma de respeto y<br />

admiración. Caso contrario ocurre, por ejemplo, en el otro polo de<br />

las clasificaciones: desde la época de Interlunio hasta las cartas<br />

paralelas a En la masmédula, el empleo de usted es, a mi parecer,<br />

una forma de respeto y, más que nada, como diplomacia. Aunado a<br />

esto, cabe resaltar que, para la época, la forma de tratamiento en<br />

cuestión era empleada cuando no existía una relación de amistad<br />

íntima o de familia. Incluso el uso de usted se daba en la clase<br />

socioeconómica alta, cuando los adultos trataban a los niños.<br />

Para sustentar la hipótesis expuesta me remito al trabajo de<br />

Fontanella de Weinberg (1970), quien señala:<br />

La posibilidad de combinación entre las formas familiares y de<br />

cortesía ofrece tres alternativas: trato recíproco familiar (fr. tutu,<br />

por ejemplo), trato simétrico de cortesía (vous-vous) o<br />

tratamiento asimétrico (tu-vous). La elección de cada una de<br />

estas posibilidades para una determinada relación no es fortuita,<br />

sino que está determinada por las pautas sociolingüísticas vigentes<br />

en cada núcleo social (12)<br />

En ese sentido, en las cartas de diplomacia, así como en<br />

aquellas en las que Girondo expresa respeto y admiración, encuentro<br />

un trato simétrico de cortesía (usted-usted) y, por el contrario,<br />

en las expresiones de trato familiar, como expondré a continuación,<br />

existe un trato recíproco familiar. Como puede notarse, las directrices<br />

de la elección por una u otra forma de tratamiento están<br />

basadas en dimensiones de solidaridad y poder. De igual manera, y<br />

respecto al uso de usted, Fontanella de Weinberg (1970) aclara que<br />

en la época en la que escribe Girondo, en la Argentina, “el trato<br />

entre jóvenes de igual edad y sexo era corriente el uso de ustedusted,<br />

salvo que existiera una relación más o menos prolongada”<br />

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(21). Es por tal motivo, también, que las cartas en cuestión poseen<br />

en su mayoría el trato simétrico de cortesía: la relación del poeta<br />

martinfierrista con sus destinatarios era poética, diplomática; la<br />

cercanía, no obstante, resultaba una excepción.<br />

En trabajos previos, 2 me he ocupado de las excepciones o<br />

casos curiosos en la obra girondana como fuentes de total relevancia.<br />

En ese sentido, destacan las cartas al Padre Antonio Vallejo<br />

y a Norah Lange, por resultar las más intimistas. En el primer caso,<br />

debido al viaje de Jacobo Fijman, solventado por Girondo y en<br />

compañía de Antonio Vallejo, el autor de Calcomanías escribe:<br />

Efectivamente, es injusto que viva de esa manera y que no pueda<br />

beneficiarse con una experiencia cultural que él aprovecharía<br />

mucho mejor que otros. Ya había pensado en ofrecerle mi ayuda.<br />

Pero en Fijman se dan dos condiciones que se complementan<br />

desastrosamente: una irremediable incapacidad para ganar dinero<br />

y una facilidad vertiginosa para gastarlo. La ayuda<br />

monetaria no sería suficiente: debería acompañarse de cierto<br />

control, de una tutoría inteligente y discreta. Y aquí surge otra<br />

dificultad: la convivencia con Fijman. Durante cuatro, cinco, seis<br />

horas; alguna vez durante el día entero, yo puedo viajar,<br />

conversar, discutir, comer, beber y divertirme en compañía de<br />

Fijman; pero llega un momento en que ya no doy más. A partir<br />

de ese momento, cada minuto que pasa me exige un esfuerzo<br />

heroico. Vos, a lo que parece, aguantás mucho más que yo. Por<br />

eso me alegra la noticia de tu viaje; y que tengas asegurada una<br />

larga estadía. Podríamos compartir la tarea. Yo me hago cargo<br />

del sostenimiento económico de Fijman; y el gravamen de su<br />

convivencia lo repartimos equitativamente, es decir, a<br />

proporción de nuestros aguantes respectivos (Schwartz 2007:<br />

360) 3<br />

Como referí, es el voseo lo que llama mi atención dentro del<br />

corpus establecido. Núñez Méndez (2012) ha señalado que en latín<br />

clásico “VOS significaba ‘vosotros’ o ‘ustedes’ para la segunda<br />

persona plural, del mismo modo que NOS significaba ‘nosotros’. En<br />

cambio, para la segunda persona singular sólo existía el pronombre<br />

TÚ, de la misma manera que en inglés moderno sólo se da you. […]<br />

Ya en latín tardío y vulgar se sintió la necesidad de crear una forma<br />

de respeto para dirigirse a los superiores con cierto protocolo y para<br />

eso se utilizó el VOS” (228). Sin embargo, ese vos de segunda<br />

2 “Los dos tranvías de Veinte poemas”, “Hacia un perfil del lector de Veinte poemas para ser<br />

leídos en el tranvía (1925)”. Véase la bibliografía de este trabajo.<br />

3 El énfasis, en todas las citas, es mío. Schwartz (2007) proporciona, en nota al pie, lo<br />

siguiente: [Reproducida sin fecha en la revista Panorama, octubre 7, 1969, p. 48. En la “Breve<br />

crónica biográfica de Jacobo Fijman”, firmada por Alberto A. Arias:<br />

(http://www.jacobofijman.com.ar) encontramos la siguiente información: “En enero de<br />

1927 [Fijman] viaja a Europa (con el apoyo de Oliverio Girondo) En compañía de Antonio<br />

Vallejo”.]<br />

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persona del singular, a manera que la lengua española evolucionaba,<br />

adquirió los valores del tú, “es decir que pasó de ser un vos<br />

de cortesía a un vos familiar, de confianza, que se utilizaba entre<br />

iguales” (Núñez Méndez 2012: 229). Tal es el contexto en el que<br />

Girondo lo emplea con el Padre Antonio Vallejo. Asimismo,<br />

entiendo que el voseo en Girondo, como ocurre en toda la población<br />

voseante, se debe a “sentimientos de pertenencia a determinada<br />

lengua, o como sentimientos de identificación con esa lengua y con<br />

los otros hablantes, participantes todos de una lengua común”<br />

(López García 2009: 66). Cabe aclarar, también, que en la carta en<br />

cuestión el voseo ocurre de forma pronominal y verbal y que,<br />

respecto al segundo, en palabras de Carricaburo (citado por López<br />

García 2009: 37), éste corresponde a un voseo tipo II: voseo<br />

monoptongado con vocal abierta (vos tenés).<br />

Con base en la cercanía con el interlocutor, aventuro la<br />

hipótesis de que el único contexto sintáctico en el que Girondo<br />

emplea formas netamente pronominales como término de preposición<br />

(e.g. en ti, para ti) es cuando le escribe a su esposa y que la<br />

razón de ello, aunque evidente, está en la expresión –consciente o<br />

no– de un lazo afectivo íntimo. Así, en una carta sin fecha,<br />

aludiendo a su paso por el Brasil, el poeta escribe:<br />

[On board the “Lloyd Sabaudo”]<br />

Flota SS. Conte Biancamano<br />

SS. Conte Verde<br />

SS. Conte Rosso<br />

Dic. 7<br />

Aunque el calor estrangula mis ímpetus epistolares, no<br />

quiero pasar por esta ciudad de estuco y caramelo sin dejarte<br />

algunas palabras.<br />

Desde que floto he pensado en ti con mucha intensidad,<br />

en ciertos momentos. Por primera vez me preocupa el recuerdo,<br />

en visión de mí, que pude haber dejado, y que dejé, y me<br />

reprocho mi despreocupación, el poco empeño que puse en cultivarlo<br />

aunque en otros momentos lo quisiera desbastado,<br />

inexistente. Quizás fuera mejor para los dos y sobre todo para ti<br />

que has de sufrirme más y que no sabes hasta donde yo debo de<br />

ser algo sin ninguna importancia para ti.<br />

Ya tenemos el “Pan de Azúcar” en las narices. Mañana,<br />

pasado mañana te escribiré más. Hoy lo único que deseaba era<br />

darte la seguridad de que no te olvido. (Schwartz 2007: 365).<br />

De lo anterior, considero pertinente destacar que no existen<br />

formas pronominales en posición de sujeto ni en forma posesiva y<br />

que el emisor se expresa únicamente –en lo inherente al tratamiento–<br />

con objetos de preposición. Esto, como he señalado, con la<br />

intención de expresar cercanía.<br />

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Por otro lado, en la correspondencia en cuestión ocurre un<br />

caso curioso. Como refleja el cuadro al final de este trabajo, existen<br />

formas posesivas que funcionan también como términos de<br />

preposición, las cuales he marcado con asterisco. Por referir algunas,<br />

destaca la carta a Evar Méndez, editor martinfierrista, en<br />

donde Girondo expresa “como una prueba de tu amistad […] y los<br />

secretos de tu ‘Jardín Secreto’” (Schwartz 2007: 356) y la enviada a<br />

Pedro Figari el 3 de marzo de 1934 en donde se lee: “Ud. sabe –y<br />

ello es tan solo lo que me tranquiliza un poco– todo lo que pienso<br />

sobre Ud. sobre su pureza, sobre su generosidad, sobre su<br />

desinterés, sobre su talento” (Schwartz 2007: 362). Además, las<br />

formas pronominales en posición de sujeto funcionan también<br />

como términos de preposición: “La única disculpa que puedo invocar<br />

ante Ud. […] Muchas, muchísimas veces lo he recordado, he<br />

preguntado por Ud.” (Schwartz 2007: 362).<br />

El cuadro anexo refleja las formas de tratamiento empleadas<br />

por Girondo. Como señalé, el empleo de usted es común en las<br />

etapas iniciales y finales. Las primeras, por ser un poeta primerizo<br />

y las segundas, entiendo, por diplomacia. Ahora bien, en cuanto a<br />

las excepciones (uso del tuteo y del voseo), esto se debe a relaciones<br />

de confianza: Evar Méndez, P. Antonio Vallejo, Enrique Amorim,<br />

Federico García Lorca, Norah Lange y Córdova Iturburu son los<br />

interlocutores tuteados. Por otro lado, destaca que, en el uso de<br />

usted, la cantidad de las formas posesivas sea mayor a las del tuteo:<br />

en la primera carta a Pedro Figari, existen cinco usted y ocho formas<br />

posesivas (su); en contraste, en la carta a Enrique Amorim, por<br />

ejemplo, se prescinde de la forma pronominal en calidad de sujeto<br />

y existe solamente una forma posesiva que, por cierto, funge<br />

también como término de preposición. De igual manera, en la<br />

segunda carta a Pedro Figari el empleo de las formas pronominales<br />

como objeto de preposición es excesivo. Sentencias como: ante<br />

usted, por usted, sobre usted, por usted, sobre su persona, sobre su<br />

obra, a sus cartas, sobre su pureza, sobre su generosidad, entre<br />

otras, no hacen más que expresar el gran respeto y admiración que<br />

Girondo profesaba al escritor uruguayo. Además, cabe señalar que<br />

la educación de Oliverio Girondo se realizó, en gran parte, en<br />

Europa, lo cual resulta un motivo más para el empleo casi<br />

generalizado del usted. De igual manera, entiendo que la elección<br />

por esta forma de tratamiento ocurre debido, además del trato<br />

simétrico de cortesía en palabras de Fontanella de Weinberg, a la<br />

búsqueda de una forma de tratamiento neutral y de respeto pues,<br />

recordemos, los interlocutores de Girondo son de diversas<br />

nacionalidades. Dejo entonces el cuadro apéndice para que el lector<br />

caiga en la cuenta del uso de las formas pronominales en el discurso<br />

epistolar girondano.<br />

El uso juguetón del lenguaje, pienso, no puede ser inconsciente.<br />

En ese sentido, propongo que incluso en las cartas, Girondo<br />

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se expresa con el estilo propio de cada una de sus etapas poéticas.<br />

Lo que sigue, entonces, será dar voz a los autoremas.<br />

Una posible forma de abordaje: los autoremas 4<br />

Swiderski (2012), en Pessoa y Antonio Machado: autores en<br />

tensión, los autoremas como enlaces entre literatura y sociedad,<br />

propone una metodología tentativa para el abordaje de la articulación<br />

entre sociedad y literatura; ésta, señala, “se sostiene en las<br />

declaraciones programáticas y metapoéticas del escritor […] se<br />

apoya prioritariamente en los textos, campo de trabajo por<br />

excelencia de la crítica; y, finalmente, hace foco en el autor,<br />

reconocida figura de enlace entre los componentes intra y extratextuales”<br />

(36). En lo inherente a este trabajo, propongo que el<br />

puente se establece entre sociedad (discurso epistolar) y creación<br />

pura o poética. De esa manera, la historia cultural y la teoría<br />

literaria convergen y dejan de ser bloques disociados.<br />

Los autoremas, en un sentido estricto, son “marcas discursivas<br />

que emanan de la posición del autor en calidad de tal […]<br />

constituyen, más bien, los puntos de enlace o nodos entre la poética<br />

y la sociedad […] En otras palabras: son los ‘índices de autor’ en los<br />

que resulta perceptible el enlace con el contexto social” 5 (Swiderski<br />

2012: 37). Etimológicamente, la académica argentina señala, con<br />

base en Pharies, que “el sufijo ‘-ma’, de origen griego […] se emplea<br />

para derivar sustantivos que designan el resultado de una acción,<br />

como ‘dogma’ (lo opinado) o ‘drama’ (lo realizado). [Por tanto],<br />

podemos afirmar que el autorema constituye una unidad discursiva<br />

delimitada […] que da cuenta de una praxis” (Swiderski 2012: 38).<br />

Ahora, si bien el autorema puede presentarse mediante 1)La<br />

autorepresentación autoral y 2)El diseño de una figura de lector, es<br />

en la tercera manera propuesta por Swiderski (2012) en la que las<br />

cartas girondanas manifiestan esta metodología. Hablo, entonces<br />

de 3)La formulación de cláusulas programáticas y que corresponden<br />

a<br />

Sentencias o frases que manifiestan opiniones del autor con<br />

incidencia en su programa de escritura, que operan como hipótesis<br />

de base para el desarrollo de su ideario y están ligadas a<br />

propuestas de acción. Suelen destacarse por su recurrencia y por<br />

su concentración (muchas veces, a modo de lemas o slogans). Su<br />

presencia es más frecuente en ensayo, artículo periodísticos y<br />

epistolarios (39).<br />

4 Retomo el nombre del acápite de L. Swiderski, Pessoa y Antonio Machado: autores en<br />

tensión…<br />

5 En las citas de Swiderski, los énfasis corresponden a la autora.<br />

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En ese sentido, por referir algunos ejemplos, sentencias<br />

como “A fuerza de dar vuelta a las ideas, fuimos anestesiando, poco<br />

a poco, nuestra sensibilidad” (Schwartz 2007: 351), de la primera<br />

carta a Pedro Figari, traen al recuerdo al Girondo martinfierrista:<br />

“‘MARTÍN FIERRO’ siente la necesidad imprescindible de definirse<br />

y de llamar a cuantos sean capaces de percibir que nos hallamos en<br />

presencia de una NUEVA sensibilidad y de una NUEVA comprensión<br />

(Periódico Martín Fierro. Segunda época: Año I, No. 4), no<br />

solamente por el sema, sino por todo el ideario que éste acarrea.<br />

Un segundo autorema puede encontrarse en la carta a<br />

Guillermo de Torre (septiembre 19 de 1925) en donde el autor de<br />

Interlunio comenta: “la carta que jamás encontraré fuerzas para<br />

escribir nuevamente, se suicidó entre mis papeles, en vez de<br />

zambullirse en la cañería del buzón que llega hasta la puerta de su<br />

casa” (Schwartz 2007: 357) lo que empalma con la estética y con el<br />

uso metafórico de los Veinte poemas para ser leídos en el tranvía:<br />

“Y se encuentran ritmos al bajar la escalera, poemas tirados en<br />

medio de la calle, poemas que uno recoge como quien junta puchos<br />

en la vereda […] Al llegar a una esquina, mi sobra se separa de mí,<br />

y de pronto, se arroja entre la ruedas de un tranvía” (Girondo 1968:<br />

49, 63). Situación similar ocurre con la carta enviada a Federico<br />

García Lorca. En esa ocasión, Oliverio Girondo señala que “Tú<br />

[García Lorca] me sorprendiste en un momento en que tenía un<br />

cerebro de piedra pómez, un cuerpo y un tono de ventrílocuo”<br />

(Schwartz 2007: 364), en donde pueden detectarse resabios de las<br />

estéticas de los Veinte poemas para ser leídos en el tranvía y de<br />

Espantapájaros, principalmente.<br />

De manera más tangible, la carta a Ricardo Paseyro (enero<br />

29 de 1957),<br />

Todo lo que se refiere al idioma y más aún, a mi afán de<br />

restituirle, celestinescamente, una nueva virginidad, demuestra<br />

hasta qué punto le es familiar el eterno e ineludible problema de<br />

la expresión y hasta qué punto ha calado mis intenciones. Viejas<br />

prostitutas con olor a mercado o perfumadas hasta la náusea<br />

(Schwartz 2007: 381).<br />

muestra la totalidad del proyecto creativo girondano. Así, como<br />

autoremas, distingo la sintonía con “Confecciónate una nueva virginidad<br />

cada cinco minutos y escucha estos consejos como si te los<br />

diera una moldura” (Girondo 1968: 184), de Espantapájaros y a la<br />

construcción grotesca de los primeros poemas. En ese sentido,<br />

Gaspar Pío del Corro (1976) señala que “como que es un desacato<br />

jovial, tanto lo que [Girondo] narra cuanto lo que describe cae bajo<br />

los signos dominantes de la calificación; es cierto que bajo la forma<br />

negativa de una descalificación de sus temas. Especialmente por<br />

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eso hemos elegido, de los significantes posibles dentro de la<br />

solidaridad de sus formas expresivas […] la manera de adjetivación”<br />

(27-28). Por lo anterior, viejas prostitutas con olor a mercado<br />

puede provocar en el lector la alusión a “un pedazo de mar, / con un<br />

olor a sexo que desmaya” (Girondo 1968: 53), de “Paisaje Bretón”;<br />

así como, de una manera más lejana, a “mientras las viejecitas, /<br />

con sus gorritos de dormir, /entran a la nave / para emborracharse<br />

de oraciones” (Girondo 1968: 54), del mismo poema. De igual<br />

manera, B. de Nóbile (1972) habla sobre lo grotesco en Girondo: “la<br />

desmesura en el poeta es más que una simple óptica, es toda una<br />

actitud que se define como ‘grotesco’, o sea, como una específica<br />

categoría estética que funciona, según la distinción de la crítica<br />

moderna, como estructura” 6 (49). Finalmente, y con lo hasta ahora<br />

mencionado, quisiera señalar que entiendo al autorema también<br />

como una suerte de paráfrasis extra-textual: el lenguaje epistolar en<br />

el poético y viceversa. Además de la peculiaridad de las formas de<br />

tratamiento y el lenguaje poético en la correspondencia enviada por<br />

Girondo, existe un tercer elemento digno de ser comentado: hablo<br />

de las poéticas.<br />

Poéticas<br />

En su definición más amplia, el término poética puede entenderse<br />

como “la significación del lenguaje poético [que revela] en su interior<br />

una acumulación de elementos estructurales, una construcción<br />

compleja, un discurso sobreelaborado” (Beristáin 1995: 231)<br />

Así, lo expresado por Girondo en ciertas cartas, específicamente en<br />

las que habla sobre su último poemario, En la masmédula,<br />

manifiestan la firme intención del autor en cuanto a una estética.<br />

Sirvan las citas siguientes para esclarecer mi afirmación.<br />

En su carta a Córdova Iturburu (febrero 5 de 1955), se lee:<br />

No he pretendido helas! 7 crear un idioma propio. Los acoplamientos,<br />

incestos y pequeños monstruos idiomáticos que he<br />

conjurado responden, por una parte, a la necesidad de recurrir<br />

a medios más expresivos –más explosivos– y que concuerden<br />

mejor con el contenido emotivo –no sentimental, sino estético–<br />

del poema y, por la otra, a la urgencia de encontrar un antídoto<br />

contra el pudor y sus cuantiosas mordazas (Schwartz AÑO: 376).<br />

Tales presupuestos estéticos se corresponden con la práctica<br />

poética en, por ejemplo:<br />

6 El énfasis corresponde a la autora.<br />

7 Este énfasis corresponde a la edición de Schwartz<br />

14<br />

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Toco<br />

toco poros<br />

amarras<br />

calas toco<br />

teclas de nervios<br />

muelles<br />

tejidos que me tocan<br />

cicatrices<br />

cenizas<br />

trópicos vientres toco<br />

solos solos<br />

resacas<br />

estertores<br />

toco y mastoco<br />

y nada<br />

Prefiguras de ausencia<br />

inconsistentes tropos<br />

(Girondo 1968: 427).<br />

versos de “Tropos”. En una segunda carta, al escribirle a Ricardo<br />

Paseyro, el 8 de enero de 1957, señala que:<br />

…las palabras nos traicionan con tanta frecuencia que hay que<br />

consentir en que cornifiquen o cometer, con ellas, todos los adulterios<br />

y todos los incestos imaginables (Schwartz: 381).<br />

Lo que refleja, en palabras de F. Masiello (1977), la asociación<br />

fonética y la concatenación de imágenes desarticuladas que constituirán<br />

las unidades mínimas del juego literario (16). Esto, a mi<br />

parecer, encuentra la mejor expresión poética en “Hay que<br />

buscarlo”:<br />

Hay que buscarlo ignífero superimpuro leso<br />

lúcido beodo<br />

inobvio<br />

entre epitelios de alba o resacas insomnes de soledad en<br />

creciente<br />

antes que se dilate la pupila del cero<br />

mientras lo endoinefable encandece los labios de subvoces que<br />

brotan del intrafondo eufónico<br />

con un pezgrifo arco iris en la mínima plaza de la frente<br />

hay que buscarlo<br />

al poema<br />

(Girondo 1986: 411).<br />

Con los señalamientos previos, resulta claro que Oliverio Girondo<br />

era un hombre plenamente poético: su preocupación por el verso y<br />

por el lenguaje le acompañó hasta el final de sus días y ésta, además,<br />

era expresada intra y extra poéticamente.<br />

15<br />

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En síntesis, con este primer trabajo sobre la correspondencia<br />

girondana, pretendo abrir una nueva veta de la crítica circundante<br />

a tan emblemático autor. Desde la sociolingüística histórica,<br />

las cartas en cuestión permiten conocer el contexto socio-histórico<br />

del poeta martinfierrista y, además, las motivaciones sociales para<br />

el empleo de diversas formas de tratamiento, las cuales en Girondo,<br />

como he referido a lo largo de este comentario, responden a<br />

identidad lingüística, usanza de la época y cercanía con el interlocutor,<br />

principalmente. En el caso del español de la Argentina,<br />

como señala López García (2009),<br />

las actitudes de los hablantes son el peculiar resultado de la<br />

evolución de la lengua en la región, de los enfrentamientos de<br />

grupos políticos defensores de modelos diferentes (e incluso<br />

opuestos) de norma y estrategias de regulación lingüística, de las<br />

políticas efectivas o por defecto) del Estado e instituciones paraestatales,<br />

y de la penetración de medios de comunicación masiva<br />

(10).<br />

Aunado a ello, no huelga recordar que el empleo de usted en<br />

la correspondencia girondana se da, a mi parecer, principalmente<br />

por dos razones: una actitud de respeto y diplomacia, junto al<br />

común empleo de dicha forma de tratamiento entre los jóvenes de<br />

la época. Por otro lado, la cercanía que se tiene en las formas de<br />

tratamiento con personalidades como Norah Lange y Antonio<br />

Vallejo es motivada por una relación marital y otra de amistad<br />

íntima, respectivamente. Además de esto, el voseo pronominal y<br />

verbal ocurre por un sentido de pertenencia lingüística, tanto de<br />

emisor como receptor y por una identificación de los involucrados<br />

como miembros de un mismo grupo lingüístico.<br />

Por otro lado, las cartas han posibilitado –y espero aún<br />

más– encontrar y señalar los vasos comunicantes entre poesía y<br />

sociedad, así como la consciencia estética y técnica de Oliverio<br />

Girondo en lo inherente al trabajo poético. Nuevamente, después<br />

de haber juntado estas líneas como quien junta puchos en la vereda,<br />

las dejo al lector… y sonrío ante la inutilidad de mi gesto.<br />

Destinatario Fecha Sujeto Cantidad<br />

Término de<br />

preposición<br />

Forma<br />

posesiva<br />

Cantidad<br />

Cantidad<br />

Pedro<br />

Figari<br />

José Carlos<br />

Mariátegui<br />

Diciembre Usted 5 su 8 de su obra 3*<br />

31 de 1923<br />

de su esfuerzo<br />

1924 Usted 2 - 0 - 0<br />

Evar<br />

Méndez<br />

Enero 12 de<br />

1924<br />

- 0 tu 5 de tu amistad<br />

de tu “Jardín<br />

Secreto”<br />

2*<br />

16<br />

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Guillermo<br />

de Torre<br />

Septiembre<br />

19 de 1925<br />

Usted 1 su<br />

sus<br />

3<br />

1<br />

con Ud.<br />

a Ud.<br />

2<br />

P. Antonio<br />

Vallejo<br />

Enrique<br />

Amorim<br />

Pedro<br />

Figari<br />

de sus “densas<br />

literaturas”<br />

3*<br />

de su crítica<br />

por su crítica<br />

S/F Vos 1 tu 1 de tu viaje 1*<br />

S/F - 0 tu 1 de tu 1*<br />

Marzo 3 de<br />

1934<br />

Usted 5 su<br />

sus<br />

suya<br />

7<br />

1<br />

1<br />

ante Ud.<br />

por Ud.<br />

sobre Ud.<br />

por Ud.<br />

4<br />

sobre su<br />

persona<br />

sobre su obra<br />

a sus cartas<br />

sobre su<br />

pureza<br />

sobre su<br />

generosidad<br />

sobre su<br />

desinterés<br />

sobre su<br />

talento<br />

con su mano<br />

8*<br />

Federico<br />

García<br />

Lorca<br />

Norah<br />

Lange<br />

Eduardo<br />

Mallea<br />

José Planas<br />

Casas<br />

Macedonio<br />

Fernández<br />

Alberto<br />

Zum Felde<br />

Oswald de<br />

Andrade<br />

Córdova<br />

Iturburu<br />

Juan Carlos<br />

Ghiano<br />

Ricardo<br />

Paseyro<br />

Ricardo<br />

Paseyro<br />

Marzo 25<br />

de 1934<br />

Tú 2 tu 1 - 0<br />

S/F - 0 - 0 en ti<br />

para ti<br />

1<br />

2<br />

Febrero 8 Usted 6 - 0 - 0<br />

de 1937<br />

Enero 7 de<br />

3*<br />

1939<br />

Agosto 26<br />

de 1941<br />

Enero 2 de<br />

1942<br />

Aprox.<br />

1947<br />

Febrero 5<br />

de 1955<br />

Agosto 26<br />

de 1955<br />

Diciembre<br />

9 de 1956<br />

Enero 28 de<br />

1957<br />

Usted 1 suyos<br />

sus<br />

su<br />

1<br />

2<br />

1<br />

de sus conocimientos<br />

de sus méritos<br />

por su casa<br />

Usted 1 suya 1 - 0<br />

Usted 4 su<br />

suyas<br />

Usted 2 su<br />

sus<br />

1<br />

1<br />

1<br />

2<br />

- 0<br />

por Ud.<br />

por sus<br />

amistosos<br />

de sus<br />

- 0 tu 2 - 0<br />

Usted 2 - 0 - 0<br />

Usted 2 su 4 de su libro<br />

en su artículo<br />

- 0 su 3 de su artículo<br />

sus 1 de su libro<br />

1<br />

2*<br />

2*<br />

2*<br />

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Plata: EUDEM, 2012.<br />

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EL MITO DE ORFEO COMO SUSTRATO TEXTUAL EN “EL PERSEGUIDOR”<br />

DE JULIO CORTÁZAR 1<br />

Gabriel A. Meza Alegría<br />

Universidad de Concepción, Chile.<br />

Recepción: 22 de julio de 2016<br />

Aprobación: 4 de agosto de 2016<br />

Introducción<br />

En torno al relato “El Perseguidor” (1959) de Julio Cortázar se han<br />

establecido distintas lecturas e interpretaciones donde las más<br />

significativas parecieran ser, en primer término la<br />

perspectiva biografista, que busca relacionar los hechos<br />

narrados con la vida del músico Charlie Parker<br />

en quien está basada la historia, “Cortázar, con su<br />

honesta conciencia artística, señala que se trata de un<br />

homenaje a Charles Parker, the Bird, el famoso<br />

músico norteamericano de color nacido en Kansas<br />

City en 1920 y muerto en Nueva York en 1955. El<br />

relato está inspirado en numerosos detalles de la vida<br />

real de ese músico y en aspectos conocidos de su personalidad”<br />

(Borello, “Charlie Parker”, 574). Otro aspecto a considerar son las<br />

aproxi-maciones a las similitudes entre Charlie Parker y Dylan<br />

Thomas debido al hábito del protagonista del relato Johnny Carter<br />

de leer al poeta inglés, “No es extraño que Parker leyera en la<br />

realidad de su existencia o (da casi lo mismo) en el cuento citado,<br />

todo el día los poemas de Thomas. Se había encontrado con un<br />

hermano aguijoneado por los mismos problemas metafísicos”<br />

(Estrazulas, “Los perseguidores”, 427).<br />

Por otra parte, tenemos las propuestas analíticas que buscan<br />

resaltar la figura y el rol del crítico de arte a través de la imagen de<br />

Bruno, personaje desde cuya perspectiva nos es narrada la historia<br />

y quien se desempeña como crítico de jazz, ejemplo de esto es el<br />

caso de Samuel Gordon (1980) quien plantea que “El Perseguidor<br />

no es sólo un formidable relato, un magnífico intento de<br />

profundización en el arte y el artista y cuál sea la esencia de su<br />

naturaleza, sino también una agudísima aproximación a los «críticos<br />

artísticos» […] y al discutido papel que desempeñan en la<br />

marcha y comprensión del fenómeno artístico” (595).<br />

Otra lectura a considerar es la que centra el interés en el<br />

cuestionamiento del tiempo presente en la narración, esto a partir<br />

de las singulares percepciones espacio-temporales experimentadas<br />

por el protagonista del relato Johnny Carter, desde esta perspectiva<br />

1 Este artículo forma parte de uno de los capítulos de la tesis Doctoral “Julio Cortázar, Mario<br />

de Andrade, Pedro Aznar y Luis Alberto Spinetta: cuatro propuestas sobre relaciones y<br />

desplazamientos entre literatura y música en el contexto de la postmodernidad”, con el cual<br />

su autor obtuvo el grado de Doctor en Literatura Latinoamericana. 2016, Universidad de<br />

Concepción, Chile.<br />

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la idea de relativismo cobra especial interés: “En este cuento todo<br />

está inmerso dentro de un relativismo espacio-temporal, de tal<br />

modo que las situaciones varían súbita e improvisadamente según<br />

el prisma con que se juzgan o según la persona que las considera”<br />

(Cifo, “Relativismo”, 416).<br />

Por último, tenemos el enfoque interdisciplinario, cuya<br />

perspectiva es la más relevante para este estudio y la más vasta en<br />

términos cuantitativos, enfoque que busca resaltar los vínculos<br />

entre literatura y música, especialmente en lo que respecta a los<br />

procedimientos musicales que estarían presentes en la manera en<br />

que Cortázar construye el relato y en la inclinación del escritor<br />

argentino por el jazz. Ejemplo de esto es el estudio de Andrés González<br />

Riquelme (2003) quien aplicando la terminología postestructuralista<br />

de Deleuze y Guattari (1997) indica que “este relato<br />

−su escritura, sus personajes, su problemática− está bajo un fuerte<br />

influjo del jazz […] Más aún, podemos enunciar que este relato está<br />

maquinado por el jazz, está completamente atravesado por la<br />

máquina musical jazzística” (33), y, posteriormente concluye: “A<br />

través del relato ‘El perseguidor’ se produce un agenciamiento<br />

entre dos dominios diferentes: música y literatura” (44).<br />

En este aspecto también es posible encontrar observaciones<br />

que apelan a los procedimientos escriturales específicos<br />

que Cortázar habría desarrollado vinculando aspectos musicales<br />

provenientes del jazz con la escritura de sus relatos como es el caso<br />

de la improvisación: “a partir de El perseguidor (1959), el jazz cobra<br />

una importancia destacada en la obra de Julio Cortázar a diversos<br />

niveles de interpretación literaria. Si en el texto mencionado se<br />

utilizó como base para la persecución, dentro de la realidad<br />

concreta de otra realidad intersticial, en Rayuela (1963), el autor<br />

ensaya la improvisación jazzística como forma de acercarse a la<br />

autenticidad a través de formas discursivas determinadas” (Soren,<br />

“Improvisación musical”, 657)<br />

Estas últimas interpretaciones nos dan un panorama<br />

claro de lo que “El perseguidor” contiene en su matriz, una relación<br />

entre literatura y música que va más allá de lo meramente temático<br />

pues cruza todos los niveles del relato, y es desde este planteamiento<br />

que integramos el mito como elemento configurador del<br />

sustrato textual de la narración, estableciendo así una relación<br />

fundamental entre literatura, música y mito presente en éste y otros<br />

relatos del autor.<br />

Johnny Carter y la figura mítica de Orfeo<br />

Existe entre el protagonista de “El perseguidor” y la figura mítica de<br />

Orfeo una relación evidente: el carácter excepcional de su música;<br />

sin embargo, lo que no resulta tan evidente es que al profundizar en<br />

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las similitudes entre ambos personajes, es posible constatar que la<br />

figura de Johnny Carter está sustancialmente influida por el relato<br />

órfico de una manera subyacente, esto quiere decir que en la<br />

configuración básica del personaje protagonista del relato de<br />

Cortázar, los aspectos fundamentales del mito y del carácter de<br />

Orfeo se encuentran presentes de forma indirecta pero esencial, es<br />

decir, como un sustrato textual que nos permite lograr un mayor<br />

entendimiento del relato en su totalidad. Para desentrañar este<br />

planteamiento es necesario revisar los aspectos fundamentales del<br />

mito en cuanto a su historia, evolución y contenido, para luego<br />

establecer las relaciones pertinentes con la narración de Cortázar.<br />

Lo primero que se sabe de Orfeo es que ya en la época arcaica<br />

de la Grecia antigua era un personaje famoso arraigado en lo<br />

mitológico y lo religioso, pues además de su carácter heroico y<br />

divino en la tradición griega era visto como el fundador de una<br />

religión mistérica, la “doctrina órfica” también conocida desde la<br />

perspectiva filosófica como “Orfismo” (Ferrater Mora, Diccionario,<br />

340). La primera mención al músico la entrega el poeta Íbico que<br />

vivió en el siglo VI A.C. (Guthrie, Orfeo, 1), diversos estudios críticos<br />

coinciden en esta fecha como primera datación del mito, “hacia el<br />

siglo VI antes de J.C. Orfeo gozaba ya de una fama múltiple que<br />

tenía su origen en las más diversas tradiciones” (Cabañas, El mito,<br />

15), sin embargo, algunos estudios indican la posibilidad de que su<br />

historia fuera conocida con anterioridad, “la figura de Orfeo aparece<br />

en el arte griego bastante pronto, es decir, desde la primera mitad<br />

del siglo VI A.C., por lo menos. Quizá desde el siglo anterior, pues<br />

el músico que […] se ve, rodeado de animales, en un fragmento de<br />

vaso cretense del siglo VII, hallado en Fortetsa y conservado en el<br />

museo de Candía (Iraklion), bien podría ser el mágico cantor”<br />

(Panyagua, La figura, 11).<br />

Posteriormente existen alusiones generales a Orfeo en<br />

diversos autores griegos y latinos como Platón, Esquilo, Aristófanes,<br />

Eurípides, Aristóteles y Pausanias; Píndaro, Apolonio de<br />

Rodas y Valerio Flacco nos muestran su faceta como argonauta<br />

junto al héroe Jasón; pero no es hasta el siglo I D.C. que el mito de<br />

Orfeo y Eurídice es cifrado como narración literaria en “Las<br />

Geórgicas” de Virgilio y en las “Metamorfosis” de Publio Ovidio<br />

Nasón, mas como es sabido la figura de Orfeo en la literatura excede<br />

los límites de la antigüedad, pues desde la modernidad su poder<br />

simbólico y sugestivo ha sido material para variados artistas europeos<br />

que han visto en este mito una fuente de inspiración 2 , desde<br />

2 Al respecto Pierre Brunel (2002) señala que el mito de Orfeo se encuentra arraigado en la<br />

tradición europea, por lo tanto, más que ser un arquetipo universal sería un símbolo de la<br />

cultura europea: “Orfeo nacido al norte de Grecia, no puede transferirse a otro continente<br />

que no sea Europa y eso por razones que derivan no tanto de su religión como de su genio<br />

[…] puede estar presente en las obras literarias o artísticas surgidas fuera de Europa, pero en<br />

una lengua o en un contexto europeos” (55). sin embargo, en este estudio no compartimos<br />

este punto de vista ya que concebimos el mito desde la perspectiva de la transculturación.<br />

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Rilke, Valery, Apollinaire, Rimbaud, Mallarme, Calderón de la<br />

Barca, Garcilaso y Góngora; y, en Latinoamérica, autores como<br />

Rosamel del Valle, Vinícius de Moraes y Graciela Maturo.<br />

Los aspectos fundamentales del mito se pueden observar en<br />

la siguiente descripción realizada por Jean Chevalier y Alain<br />

Cheerbrant (1995) que por su claridad transcribimos completa:<br />

Personaje de un mito descrito de diferentes maneras por los<br />

poetas y oscurecido con numerosas leyendas. Orfeo, sin embargo,<br />

se destaca en todos lados como el músico por excelencia que<br />

con la lira o la cítara aplaca los elementos desencadenados de la<br />

tempestad, encanta a animales, plantas hombres y dioses. Gracias<br />

a esta magia de la música, llega a obtener de los dioses<br />

infernales la liberación de su mujer Eurídice, matada por una<br />

serpiente, cuando huía de los avances de Aristeo. Pero se le<br />

impone una condición: que no la mire antes de que vuelva a la<br />

claridad del día. Preso de la duda en medio del camino, Orfeo se<br />

da la vuelta: Eurídice desaparece para siempre. Inconsolable,<br />

Orfeo termina sus días acuchillado por las mujeres tracias cuyo<br />

amor él desdeñaba. (782)<br />

Cabe añadir a esta descripción el carácter divino de Orfeo, pues si<br />

bien algunos textos lo presentan como hijo de la musa Calíope y del<br />

rey Eagro de Tracia, Ovidio lo presenta como el “hijo […] del rubio<br />

Apolo” (99), al respecto Enrique Panyagua (1967) observa la<br />

influencia marcadamente apolínea de Orfeo en la tradición griega<br />

indicando que “No es sólo el carácter de su música. En las Argonáuticas<br />

de Apolonio de Rodas le vemos honrar a Apolo en<br />

repetidas ocasiones. Ya en la tragedia Bassarae de Esquilo aparecía<br />

Orfeo como un gran devoto de Helios-Apolo. Para autores más<br />

tardíos es incluso su hijo y discípulo” (16). De acuerdo con estas<br />

referencias es posible constatar entonces que el mito de Orfeo<br />

tendría como elementos fundamentales los siguientes aspectos: la<br />

figura de Orfeo como portador de un prodigioso poder a través de<br />

la música, el carácter divino del cantor, su gran dolor por la muerte<br />

de Eurídice, la bajada a los infiernos, la mirada prohibida que lo<br />

separa de su objeto de deseo, y su muerte en manos de las ménades.<br />

Luego de haber presentado el mito en sus aspectos fundamentales<br />

cabe repasar cuales son los vínculos que permiten<br />

considerarlo como un sustrato textual para el relato “El perseguidor”.<br />

En primer término, se observa la evidente relación entre<br />

Johnny Carter y Orfeo en cuanto ambos son portadores de una<br />

capacidad musical prodigiosa, al respecto el relato de Cortázar<br />

señala: “dueño de una música que no facilita los orgasmos ni las<br />

nostalgias, de una música que me gustaría poder llamar metafísica,<br />

Johnny parece contar con ella para explorarse, para morder en la<br />

realidad que se le escapa todos los días” (Cortázar, “El perseguidor”,<br />

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313) 3 . La cualidad de metafísica de la música de Johnny es lo que se<br />

impondrá en las observaciones musicales que Bruno, amigo y<br />

biógrafo del protagonista, nos irá presentando a través de la narración,<br />

puesto que concibe en ella una cualidad más elevada de la<br />

ordinaria que está por encima de los convencionalismos musicales<br />

tradicionales, y que, por el contrario, constituye una búsqueda<br />

dentro del espacio sonoro que termina por romper los límites entre<br />

la realidad ordinaria y una realidad trascendente donde tiempo y<br />

espacio se ven alterados. Por su parte, la música metafísica de Orfeo<br />

es capaz de los más grandes prodigios que también rompen con las<br />

leyes de la realidad ordinaria para dar paso a la manifestación de<br />

una realidad superior, como encantar los elementos de la naturaleza,<br />

hombres, dioses y dominar los peligros del inframundo, al<br />

respecto Virgilio señala, “Pasmáronse hasta el mismo averno y los<br />

hondos abismos del Leteo y las Euménides, crinadas de cerúleas<br />

serpientes; cesó en sus ladridos el trifauce Cerbero y se paró en el<br />

aire la rueda de Ixion” (146).<br />

En cuanto a la calidad de divino, es posible observar que la<br />

figura de Orfeo manifiesta una contradicción entre sus facetas<br />

divina y humana, puesto que, si bien sus poderes divinos le<br />

permiten acceder a realidades distintas de la ordinaria y a favores<br />

especiales de los dioses, como su ingreso al inframundo y la<br />

devolución de Eurídice, su debilidad humana le arrebata lo<br />

conseguido con sus cualidades divinas, esto expresado, principalmente,<br />

en la mirada que lo separa definitivamente de su mujer. En<br />

relación con este planteamiento es posible observar una similar<br />

contradicción en la figura del músico Johnny Carter, según explica<br />

Bruno “Johnny no es nada del otro mundo, pero apenas lo pienso<br />

me pregunto si precisamente no hay en Johnny algo del otro<br />

mundo” (322), y posteriormente, “en Johnny hay como el fantasma<br />

de otro Johnny que pudo ser, y ese otro Johnny está lleno de<br />

grandeza; al fantasma se le nota como la falta de esa dimensión que<br />

sin embargo negativamente evoca y contiene” (327). Como se puede<br />

observar para Bruno la genialidad musical de Johnny raya en lo<br />

divino, sin embargo, es la propia humanidad del músico la que<br />

sabotea esta cualidad, principalmente, a través de su condición de<br />

adicto y su carácter autodestructivo.<br />

En cuanto a la figura de Eurídice, que es fundamental para<br />

el desarrollo del relato mítico debido a las consecuencias que<br />

acarrea su muerte en el destino de Orfeo, en la narración de Cortázar,<br />

si bien no encontramos a Johnny Carter perdidamente<br />

enamorado de alguna de las mujeres que lo rodean, si es posible<br />

encontrar la muerte de una figura femenina que desencadena en el<br />

músico un dolor tan profundo como el de Orfeo por Eurídice, esta<br />

3 En adelante las citas a esta fuente serán señaladas sólo con el número de página<br />

correspondiente.<br />

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es la muerte de su pequeña hija Bee 4 . Al respecto el mismo Johnny<br />

señala: “Bruno, ella era como una piedrecita blanca en mi mano. Y<br />

yo no soy nada más que un pobre caballo amarillo, y nadie, nadie,<br />

limpiará las lágrimas de mis ojos” (329). En el contexto de la<br />

narración de Cortázar el hecho más trágico vivido por Johnny es la<br />

muerte de su hija, dolor que lo acompañará hasta su muerte, de la<br />

misma manera en que Orfeo muere lamentando la pérdida de su<br />

mujer, y es Bruno quien sin palabras será capaz de reconocer este<br />

dolor en lo profundo de Johnny:<br />

[…] de repente, sin nada que anuncie lo que va a suceder,<br />

veremos levantarse lentamente a Johnny, mirarnos y reconocernos,<br />

venir hacia nosotros […] y lo veremos arrodillarse frente<br />

a mí, con toda naturalidad se pondrá de rodillas y me mirará en<br />

los ojos, y yo veré que está llorando, y sabré sin palabras que<br />

Johnny está llorando por la pequeña Bee. (332)<br />

Uno de los aspectos más trascendentes del mito de Orfeo<br />

que se proyecta en la literatura posterior es la bajada al inframundo,<br />

morada de los muertos y reino de Hades. Las fuentes principales del<br />

mito brindan una clara importancia a este momento de la<br />

narración, pues tanto Ovidio como Virgilio describen detalladamente<br />

este pasaje. Según estos autores, la configuración del reino<br />

de Hades en la mitología griega se basa en tres aspectos fundamentales:<br />

ser un lugar subterráneo donde no llega la luz del sol, ser<br />

la morada de las almas de los difuntos y tener leyes inexorables,<br />

donde la que más destaca es su calidad de impenetrable para un ser<br />

humano común sin haber fallecido. A partir de estos tres elementos<br />

constitutivos del averno es posible establecer las relaciones<br />

pertinentes con el relato de Cortázar.<br />

Lo primero a considerar es el carácter subterráneo del<br />

averno, que en “El perseguidor” bien puede estar representado en<br />

la imagen del metro como un averno simbólico, pues figura en el<br />

relato como un espacio donde el protagonista Johnny Carter<br />

experimenta distorsiones temporales, “¿Cómo se puede pensar un<br />

cuarto de hora en un minuto y medio?” (300), y, posteriormente<br />

señala, “viajar en el metro es como estar metido en un reloj. Las<br />

estaciones son los minutos, comprendes, es ese tiempo de ustedes,<br />

de ahora; pero yo sé que hay otro, y he estado pensando, pensando”<br />

(300-1). De acuerdo con esto el metro sería un lugar regido por leyes<br />

metafísicas que comparte, además, las características de subterráneo<br />

y carente de luz solar propias del inframundo griego. Al<br />

respecto cabe mencionar que esta relación no es arbitraria ni<br />

antojadiza pues se repite en otro texto de Cortázar llamado “Manus-<br />

4 Cabe destacar que una situación parecida ocurre en la reescritura del mito que realiza la<br />

argentina Graciela Maturo en su libro de poemas Cantos de Orfeo y Eurídice (1996), donde<br />

una de las representaciones, en este caso la de Orfeo, es un niño que deambula por Paraná<br />

abrazado a un violín mientras una Eurídice adulta lo mira desde su balcón.<br />

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crito hallado en un bolsillo”, perteneciente a su libro Octaedro<br />

(1974) en el cual el narrador viaja en metro jugando un juego<br />

inventado por él mismo, que trata acerca de la búsqueda de una<br />

mujer que accidentalmente viaje junto a él para tratar de establecer<br />

un vínculo con ella mediante la mirada a través del vidrio. Es<br />

evidente aquí la relación que se puede establecer entre el metro y el<br />

inframundo, entre el narrador y Orfeo en busca de Eurídice y,<br />

además, la importancia de la mirada 5 . En relación con este<br />

planteamiento F. J. C. Gómez (2008) indica acerca de este relato:<br />

“Cortázar alteró el mito [de Orfeo]: en algunos mitemas lo modifica;<br />

en otros, lo invierte o subvierte; en unos pocos, casi lo conserva<br />

intacto, por razones puramente narrativas, de trama argumental”<br />

(198) 6 .<br />

Otro aspecto que permite vincular el inframundo mítico con<br />

el relato de Cortázar es la siguiente visión que Johnny experimenta<br />

en relación con la muerte:<br />

Campos llenos de urnas, Bruno. Montones de urnas invisibles,<br />

enterradas en un campo inmenso. Yo andaba por ahí y de cuando<br />

en cuando tropezaba con algo. Tú dirás que lo he soñado, eh. Era<br />

así, fíjate: de cuando en cuando tropezaba con una urna, hasta<br />

darme cuenta de que todo el campo estaba lleno de urnas, que<br />

había miles y miles, y que dentro de cada urna estaban las cenizas<br />

de un muerto. Entonces me acuerdo que me agaché y me<br />

puse a cavar con las uñas hasta que una de las urnas quedó a la<br />

vista. Sí, me acuerdo. Me acuerdo que pensé: «Esta va a estar<br />

vacía porque es la que me toca a mí.» Pero no, estaba llena de un<br />

polvo gris como sé muy bien que estaban las otras aunque no las<br />

había visto. (318)<br />

Esta imagen del campo de urnas experimentada por el músico, bien<br />

se puede relacionar con el inframundo órfico, especialmente, en su<br />

carácter de morada de los muertos, con lo cual se va perfilando la<br />

idea de que las visiones y percepciones metafísicas de Johnny<br />

Carter supondrían un ingreso a una realidad sobrehumana, un símil<br />

de la bajada de Orfeo al reino de Hades.<br />

Cabe agregar, respecto de la configuración del inframundo<br />

en la narración de Cortázar, que el averno mítico se caracteriza por<br />

las leyes inexorables impuestas por Hades, donde la entrada de Orfeo<br />

a rescatar a su mujer y la devolución de ésta, figuran como<br />

excepciones que el cantor se adjudica debido al poder de su música,<br />

aun así, estas excepciones no se encuentran exentas de condiciones<br />

que al ser violadas acarrean la inexorable desdicha, como sucede<br />

5 Cabe destacar igualmente la relación que se establece entre el Manuscrito hallado en un<br />

bolsillo y Rayuela, al respecto Laszlo Scholz (1976) indica: “Ahora con la creación de<br />

‘Manuscrito’ disponemos de una obra cortazariana que no sólo sigue el camino ‘existencial,<br />

humano’, sino que, también, en muchos aspectos, conlleva una similitud con Rayuela, y de<br />

cierto modo, es la misma Rayuela” (447)<br />

6 El paréntesis es mío.<br />

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con el mandato de no mirar a Eurídice hasta salir completamente<br />

del inframundo, como indica Virgilio: “paróse ya casi en los mismos<br />

límites de la tierra, y olvidado, ¡ay!, del pacto y vencido de amor,<br />

miró a su Eurídice; con esto fueron perdidos todos sus afanes y<br />

quedaron rotos los tratos del cruel tirano” (146-7). Orfeo con su<br />

música logra abrir las puertas del inframundo, pero al violar el<br />

pacto de Hades pierde por segunda vez a su mujer y con esto las<br />

puertas del averno le son cerradas definitivamente. Hay en Orfeo,<br />

al igual que en Johnny Carter un carácter transgresor que en el<br />

personaje de Cortázar es mucho más evidente, sobre todo en el<br />

rechazo manifestado hacia la divinidad:<br />

Sobre todo no acepto a tu Dios […] y si realmente está del otro<br />

lado de la puerta, maldito si me importa. No tiene ningún mérito<br />

pasar al otro lado porque él te abra la puerta. Desfondarla a<br />

patadas, eso sí […] aquella vez en NuevaYork yo creo que abrí la<br />

puerta con mi música, hasta que tuve que parar y entonces el<br />

maldito me la cerró en la cara nada más que porque no le he<br />

rezado nunca, porque no le voy a rezar nunca. (344-5)<br />

Como se puede observar ambos personajes logran abrir la<br />

puerta hacia lo sobrehumano a través de su música, sin embargo,<br />

este ingreso es sólo fugaz pues ambos son desplazados debido a su<br />

rebeldía frente a las leyes impuestas por la divinidad, como indica<br />

Chevalier (1995), “Orfeo es el hombre que ha violado el entredicho<br />

y osado mirar lo invisible” (783). En este punto conectamos con el<br />

elemento más significativo del mito: la mirada de Orfeo.<br />

En el relato de Cortázar es posible encontrar una singular<br />

visión de Johnny Carter respecto de la mirada, “anoche se me<br />

ocurrió mirarme en este espejito, y te aseguro que era tan terriblemente<br />

difícil que casi me tiro de la cama. Imagínate que te estás<br />

viendo a ti mismo; eso tan sólo basta para quedarse frío durante<br />

media hora. Realmente ese tipo no soy yo, en el primer momento<br />

he sentido claramente que no era yo” (320). La mirada aquí parece<br />

entrañar un ingreso a un espacio indeterminado donde el individuo<br />

no es capaz de reconocerse, donde el sujeto se transforma en otro.<br />

Esta idea nos conecta con el concepto que Maurice Blanchot (1969)<br />

en El espacio literario señala como “La Noche”, al cual define como<br />

la presencia de la ausencia, refiriéndose a la relación entre el autor<br />

y la obra de arte donde el yo creador desaparece en una soledad<br />

esencial producida por la autonomía de la obra, cabe destacar la<br />

cercanía de la idea planteada en el relato de Cortázar con la definición<br />

que el teórico francés entrega, pues el concepto alude a un<br />

espacio en el cual todo desaparece, donde se aproximan la ausencia,<br />

el silencio y el reposo, esta Noche es el afuera, la otredad, dado que<br />

nunca se puede ingresar en ella, sólo es posible a través de ella<br />

alcanzar lo otro, “La noche es inaccesible porque tener acceso a ella<br />

es acceder al afuera, es permanecer fuera de ella y perder para<br />

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siempre la posibilidad de salir de ella” (154). Blanchot pareciera<br />

entregarnos la clave para la lectura que estamos planteando sobre<br />

“El perseguidor” y su relación con el mito de Orfeo, para indagar en<br />

esto cabe hacernos las siguientes preguntas fundamentales: ¿Qué<br />

es lo que persigue Johnny Carter?, y de tenerlo claro, ¿es su<br />

búsqueda similar a la de Orfeo? Tanto las experiencias del metro<br />

con sus distorsiones temporales, sus visiones sobre espacios<br />

mortuorios, sus “esto lo estoy tocando mañana” (292), sus momentos<br />

gloriosos a través de la música donde es capaz de abrir<br />

puertas hacia lo desconocido, parecen encerrar un misterio que va<br />

más allá de las explicaciones que su amigo Bruno logra concebir,<br />

“nadie puede saber qué es lo que persigue Johnny, pero es así, está<br />

ahí, en Amorous, en la marihuana, en sus absurdos discursos sobre<br />

tanta cosa, en las recaídas, en el librito de Dylan Thomas, en todo lo<br />

pobre diablo que es Johnny y que lo agranda y lo convierte en un<br />

absurdo viviente” (325). Desde esta perspectiva, es posible indicar<br />

que la búsqueda de Johnny pareciera ser el ingreso a una realidad<br />

trascendente donde el verdadero tiempo se hace presente y del cual<br />

el tiempo cronológico no es más que una máscara, “la música me<br />

sacaba del tiempo, aunque no es más que una manera de decirlo. Si<br />

quieres saber lo que realmente siento, yo creo que la música me<br />

metía en el tiempo” (295), pero la singularidad es que cuando<br />

Johnny logra ingresar es desplazado, situación que da lugar a su<br />

búsqueda y su condición de perseguidor, de ahí que el músico<br />

sienta la necesidad de volver a ese espacio, “Bruno, si yo pudiera<br />

solamente vivir como en esos momentos, o como cuando estoy<br />

tocando y también el tiempo cambia” (301).<br />

A su vez el mito del cantor de Tracia es para Blanchot el<br />

ejemplo vivo de cómo se manifiesta la Noche en el sujeto que<br />

intenta ingresar en ella, de ahí que señale que el centro de su estudio<br />

sea el capítulo dedicado a la narración mítica bajo el nombre de “La<br />

mirada de Orfeo”. En estas páginas el estudioso indica que Orfeo es<br />

quien desciende al hades en busca de Eurídice, y a pesar de que con<br />

su música todo le es posible en el inframundo hay algo que no puede<br />

evitar, mirar hacia atrás y perder para siempre la posibilidad de<br />

recobrar a su mujer. Para Blanchot es la Noche la que se abre gracias<br />

a la música divina del músico: “Cuando Orfeo desciende hacia<br />

Eurídice, el arte es el poder por el cual la noche se abre. La noche<br />

por la fuerza del arte, lo acoge, se vuelve la intimidad acogedora”<br />

(161). Blanchot pone especial atención en la falla de Orfeo al<br />

voltearse a mirar a Eurídice, pues esta acción resume la característica<br />

fundamental de la noche, la capacidad de desplazar al sujeto,<br />

de expulsarlo fuera de sí, tal como el hades expulsa a Orfeo de su<br />

morada y de su mujer: “Pero Orfeo desciende hacia Eurídice: para<br />

él, Eurídice es el extremo que el arte puede alcanzar, bajo un<br />

nombre que la disimula y bajo un velo que la cubre, es el punto<br />

profundamente oscuro hacia el cual parecen tender el arte, el deseo,<br />

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la muerte, la noche. Ella es el instante en que la esencia de la noche<br />

se acerca como la otra noche” (161).<br />

Como se observa, la búsqueda de Johnny Carter se asemeja<br />

a la de Orfeo en cuanto ambos logran ingresar a una realidad<br />

trascendente a través de su música, siendo los dos músicos igualmente<br />

desplazados por ésta, de la misma manera en que, según los<br />

términos de Blanchot, la Noche se manifiesta relegando al sujeto a<br />

la otredad.<br />

Por último, es posible cerrar este análisis haciendo mención<br />

a la muerte de los personajes y cómo la figura femenina está<br />

relacionada con ella. En el mito de Orfeo la muerte del músico llega<br />

por mano de las ménades, mujeres iniciadas en el culto a Baco, al<br />

respecto Virgilio señala, “Menospreciadas de él, por efecto de aquel<br />

tan grande amor, las mujeres de los Cicones despedazaron al<br />

mancebo en medio de los sacrificios de los dioses y de las nocturnas<br />

orgías de Baco” (148). Tanto Ovidio como Virgilio señalan que las<br />

mujeres tracias deseaban a Orfeo y buscaban su amor, sin embargo,<br />

el músico después de Eurídice no tomó mujer alguna. En cuanto al<br />

relato de Cortázar, es posible destacar que la figura de Johnny<br />

Carter estuvo rodeada de mujeres que se disputaban su compañía<br />

amorosa, o que lograron establecer un vínculo con él, como indica<br />

Bruno, “Las mujeres se pasan la vida dando vueltas alrededor de<br />

Johnny y de los que son como Johnny. No es extraño, no es<br />

necesario ser mujer para sentirse atraído por Johnny” (326), esta es<br />

la situación de Lan, Dédée, Tica y Baby, mientras Johnny por su<br />

parte sólo muestra sufrimiento y señales de un vínculo afectivo con<br />

una sola mujer, su hija Bee, como se indicó anteriormente, el<br />

personaje que se acerca a la representación de Eurídice en la<br />

narración.<br />

Es necesario destacar, además, otro relato de Cortázar que<br />

presenta el mismo pasaje mítico, el cuento titulado “Las Ménades”<br />

presente en el libro Final del juego (1956), donde consta que el<br />

escritor argentino manifiesta inclinación por la temática órfica. En<br />

dicha narración un maestro y su orquesta producen un desenfreno<br />

báquico a través de su música que da por resultado el ataque del<br />

público, se establece así un símil con el desmembramiento de Orfeo<br />

por las mujeres tracias, “la música del maestro de Cortázar<br />

responde provocando una excitación rabiosa, una ‘manía’ que<br />

impulsa al movimiento descontrolado y furioso en la audiencia”<br />

(Salzman y Tola, “El camino”, 305). Otra lectura de este cuento se<br />

enmarca en las asociaciones entre el desarrollo de la narración y el<br />

avance progresivo de la música teniendo el concierto como<br />

situación narrativa, “en dicho cuento se puede observar un singular<br />

paralelismo entre el hilo de la narración y la secuencia de ejecución<br />

de la música, pudiendo establecerse un continuo crescendo<br />

narrativo-musical que habrá de culminar en un formidable clímax”<br />

(De Celis, “Narración y música”, 609). Como se puede observar la<br />

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disciplina literaria y la musical tienen su encuentro en estas<br />

narraciones a través del relato mítico de Orfeo, y principalmente en<br />

“El perseguidor” es posible enunciar que de acuerdo con los<br />

vínculos establecidos entre ambas narraciones Johnny Carter y el<br />

famoso Orfeo comparten una misma naturaleza divina, humana y<br />

musical.<br />

Conclusiones<br />

A modo de conclusión es posible señalar que dentro de las lecturas<br />

posibles de “El perseguidor” de julio Cortázar, se encuentra la<br />

propuesta del mito de Orfeo como sustrato textual, debido a<br />

relaciones que se establecen entre los elementos principales del<br />

mito y las características que configuran el perfil de Johnny Carter<br />

descritas en la narración.<br />

La relación subyacente entre el mito y el relato de Cortázar<br />

permite establecer una recurrencia del tópico del mito órfico en este<br />

y otros relatos como el “Manuscrito hallado en un bolsillo” y “Las<br />

Ménades”, y también la recurrencia de la música, principalmente el<br />

jazz, como recurso que cruza distintos niveles de la obra narrativa,<br />

incluyendo los estructurales, situación que además de “El<br />

perseguidor” es observada en Rayuela.<br />

Conjuntamente es posible observar algunas circunstancias<br />

propias del ámbito musical convertidas en situaciones narrativas,<br />

como la ejecución de un instrumento musical, la improvisación o el<br />

concierto.<br />

Por último, cabe destacar que el presente análisis ilustra la<br />

manera en que literatura y música se entrelazan en el “Perseguidor”<br />

mediante el recurso del mito, combinando las tres dimensiones<br />

potenciando así el valor significante del relato y permitiendo una<br />

mayor riqueza simbólica y sugestiva.<br />

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“AQUÍ CAYO UN RAYO”<br />

UN DISCURSO ENTRE LA LUZ Y LA SOMBRA<br />

Andrea Naranjo Merino<br />

Recepción: 6 de Julio de 2016<br />

Aprobación: 29 de julio de 2016<br />

Omar Rayo Reyes, pintor, escultor y creador vivió en “Rolda-York”,<br />

como lo afirmaba él cuando en ocasiones se le preguntaba por su<br />

lugar de residencia. Es recordado como “El Maestro” en especial<br />

por las poetas que cada año asisten al museo, en<br />

razón al Encuentro de Mujeres Poetas que se realiza<br />

durante el mes de julio. Museo que él mismo creó y<br />

que lleva su apellido, así como lo hizo con innumerables<br />

obras de arte que cobran importancia no<br />

sólo en el ámbito nacional sino internacional.<br />

Vivió 82 años convencido de que el camino que eligió,<br />

el arte, era un camino arduo que debía llevarse con<br />

disciplina, “el pintor debe pintar todos los días...”<br />

solía decir y admiraba inmensamente la poesía; también era<br />

intelectual y eso lo demostraba en sus conversaciones con un gran<br />

sentido del humor.<br />

Nació en Roldanillo, Valle y desde temprana edad y por el<br />

azar de la vida se descubrió como artista. Estando en su casa cuando<br />

sólo tenía 3 años de edad, vio de repente la sombra del gato de la<br />

casa reflejada en una pared. El decidió dibujarle la silueta con un<br />

carbón. Esta fue su sentencia, el lápiz y las ideas creadoras sobre un<br />

instante en blanco, jugando siempre con la luz y la sombra. Más<br />

adelante, la vida le seguiría mostrando el camino que no fue<br />

siempre fácil pero que luchó por él hasta el final y hoy, lo recordamos<br />

como ejemplo de esa marcha incansable por perpetuar el<br />

arte, la poesía y su “discurso estético personal” 1 .<br />

Alrededor del año 1954, cuando ya había empezado su<br />

trasegar artístico y después de haber tomado un curso de dibujo por<br />

correspondencia, el Embajador de España quiso otorgarle una beca<br />

para que estudiara pintura en la Escuela de San Jerónimo en<br />

Madrid. En vez de aceptar la oferta, Rayo decidió emprender un<br />

viaje hacia América del Sur. En su camino se encontró con la técnica<br />

y el arte de los maestros indígenas y conoció una tierra llena de<br />

colores y formas, una tierra que reafirmó como suya y que plasmó<br />

en su obra pictórica. A su paso, conoció también la nieve y se sintió<br />

maravillado, era otra vez la luz.<br />

El arte precolombino fue para Rayo su punto de partida y su<br />

más grande influencia. El origen de su trazo perfecto, el manejo de<br />

la luz y la sombra y los colores blanco, rojo y negro, caracterizan la<br />

1 Entrevista a Omar Rayo por Patricio Lerzundi. Youtube/Cunny.tv<br />

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mayor parte de su obra. En sus inicios como artista, Rayo desarrolló<br />

diversas técnicas que todavía perduran y que conforman el haber<br />

artístico del país. Omar Rayo relata en una entrevista hecha por el<br />

Dr. Patricio Lerzundi en Nueva York:<br />

Los (indígenas) que vivieron en estas tierras de América Latina<br />

hacían paisajes, hacían retratos, hacían rostros y fueron haciendo<br />

hojas, hacían flores y fueron evolucionando de tal manera con<br />

su creatividad que se volvieron abstractos y después de la abstracción<br />

se volvieron geométricos. 2<br />

Para estudiar mejor su obra, podemos dividirla de la<br />

siguiente manera; la caricatura, los grabados, la pintura y la<br />

escultura. Estas etapas se desarrollan de forma cronológica y en<br />

cada una de ellas observamos claramente la influencia que se<br />

menciona en el párrafo anterior, el arte precolombino.<br />

La caricatura, “como la afirma Álvaro Montoya Gómez, es<br />

una manera misteriosa de diseñar un rostro” 3 . Rayo, desarrolla<br />

todos los rasgos particulares de la caricatura con real destreza:<br />

La exageración (capacidad de distorsionar un rostro sin afectar<br />

la singularidad del personaje), la síntesis (la máxima información<br />

con el menor número de elementos) y la caracterización<br />

(capacidad para traducir en trazos la personalidad de un<br />

sujeto) 4 .<br />

Para Rayo, esta fue su primera etapa como artista, la<br />

caricatura. Dibujó personajes colombianos e internacionales a<br />

quienes tuvo la oportunidad de conocer. Se destacan una serie de<br />

20 caricaturas dibujadas en el café El Automático de la ciudad de<br />

Bogotá. Durante este tiempo acudían personalidades de la esfera<br />

intelectual de Colombia y allí, Rayo empezó a compartir su obra<br />

artística, sorprendiéndolos también con el maderismo. Con esta<br />

técnica, dibujaba rostros que parecían hechos con trozos de madera<br />

unidos con puntillas o clavos y que se observan en cualquiera de las<br />

obras que pertenecen a esta etapa. La madera avejentaba los rostros<br />

y les daba una expresión milenaria, además del uso de colores<br />

oscuros. Lo que él pretendía con esta nueva técnica, era distinguir<br />

sus rostros de los demás, que fueran dibujos únicos y auténticos. Así<br />

sería toda su obra. Rostros como el de Ramón del Valle Inclán,<br />

Profirio Barbajacob, Laureano Gómez, George Bernard Shaw, José<br />

2 Entrevista a Omar Rayo por Patricio Lerzundi. Youtube/Cunny.tv<br />

3 Aportes teóricos para un nuevo paradigma de la caricatura. Carlos Alberto Villegas Uribe,<br />

Profesor de la Universidad Javeriana de Cali. El autor habla de la “fisonomía caricatográfica”.<br />

4 Aportes teóricos para un nuevo paradigma de la caricatura. Carlos Alberto Villegas Uribe,<br />

Profesor de la Universidad Javeriana de Cali.<br />

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Asunción Silva, Guillermo León Valencia o Cantinflas, componen<br />

esta colección.<br />

Dentro de la caricatura, El bejuquismo fue otra de sus<br />

creaciones autóctonas. En esta ocasión, Rayo reemplaza los trozos<br />

de madera por bejucos, dándole más movilidad a sus dibujos. Las<br />

caricaturas de esta etapa aparecen con vida, son más volubles y<br />

ligeras en el espacio que las presentan. Las figuras imploran y<br />

desfallecen en trasfondos por lo general desérticos y desolados. Los<br />

colores tierra que utiliza están acorde con los dibujos, armonizando<br />

las obras y como ejemplo, mencionamos las siguientes: Negras en<br />

la playa, Bailadora, Mulata o Enamoramiento.<br />

Aparecen en el siguiente ciclo, los intaglios. Intaglio es una<br />

palabra de origen italiano y es utilizada especialmente por los<br />

grabadores, se refiere a todo tipo de grabados. En sus grabados<br />

representa objetos cotidianos como una bicicleta o una manzana,<br />

un clip o un par de zapatos. La razón nos la da él mismo: “En Nueva<br />

York quedo fascinado por la sociedad de consumo, sus objetos y<br />

productos de distinto tipo y decido involucrarlos en mi obra<br />

gráfica” 5 . Utiliza varias técnicas que son el agua fuerte, la punta seca<br />

y la mezzo-tinta. Sus grabados se resaltan en el blanco, hay una<br />

sombra implícita en ellos y algunas veces, estos objetos son<br />

decorados con gotas de color rojo que pueden ser una o más. Estas<br />

gotas de color rojo están dispuestas de manera perfecta y ordenada,<br />

no existe arbitrariedad pero pensamos al mismo tiempo, en un<br />

papel herido después de haber sido doblegado y punzado por el<br />

artista.<br />

Entre la luz y la sombra nace la geometría, como discurso<br />

pictórico único; su obra más característica y representativa. El<br />

blanco y el negro, otra vez la luz y la sombra. También el rojo, el azul<br />

y el amarillo, como los colores primigenios y padres de las líneas<br />

que Rayo dibujó. Las pintó abisales y rubíes concertando el mar o<br />

la sangre, las criaturas que se pueden hallar en lo más profundo del<br />

mar o el amor. Amarillas o verdes como el oro de la tierra que habitó<br />

o como el camino que se abre zigzagueante entre dos líneas<br />

paralelas que jamás se unen. Los pliegues de las líneas que se<br />

alargan y retraen son el verso geométrico y la ilusión óptica de cada<br />

cuadratura es “la síntesis (...) y encontrar la síntesis es encontrar el<br />

cielo” 6 , decía. Probablemente, su obra lo llevó entre laberintos por<br />

años hasta encontrar la salida que le mostró la luz y lo empujó a ella.<br />

Entre las líneas se alberga la poesía, representación de una<br />

tierra ancestral. Las formas que parecen ser siempre las mismas,<br />

recrean una cultura gráfica basada en los pigmentos utilizados por<br />

los primeros pobladores. El verso toma otras formas que se doblan<br />

5 Tomado de la página web: http://omarayo.s5.com/Intaglios.htm<br />

6 Entrevista a Omar Rayo por Patricio Lerzundi. Youtube/Cunny.tv<br />

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y se desdoblan; de él dijo Octavio Paz: “Omar Rayo es el artista de<br />

la sensibilidad geométrica, de la poesía en línea” 7 .<br />

Dentro de las esculturas que hizo Rayo durante los últimos<br />

años de su vida, podemos destacar las Aves del Río y Palíndrome<br />

entre muchas otras. La primera de ellas se sitúa en la ciudad Cali y<br />

son dos aves que destacan de nuevo la geometría y los colores<br />

blanco y negro. Una de ellas señala el suelo mientras que la otra<br />

señala el cielo y se yergue como antítesis de la primera. Son los<br />

opuestos, las aves que se pueden mirar desde dos ángulos, el de<br />

arriba y el de abajo para dar como resultado la misma imagen. Un<br />

ave que se acerca y la otra que se aleja. Dos lecturas diferentes con<br />

el mismo resultado, como sucede con Palíndrome. Escultura<br />

donada a la Universidad Tecnológica de Pereira. Sobre esta<br />

escultura dijo su esposa y poeta Águeda Pizarro, en la ceremonia de<br />

inauguración en la que fue donada la escultura:<br />

Me atrevería a decir que recrea en esqueleto de acero tanto su<br />

pensamiento creativo como su presencia física. Palíndorme es<br />

también algo así como una espiral de ADN de la obra y la persona<br />

de Omar Rayo. El título ilustra y refuerza varias de sus preocupaciones<br />

estéticas. Primero, la poesía −la lectura al derecho y<br />

al revés como una invocación, un hechizo, un encatamiento, un<br />

conjuro−. Omar Rayo escribía, jugaba con las palabras, buscaba<br />

los palíndromos y los recreaba en la plástica.<br />

Con estas palabras queda una vez más comprobado que en<br />

la obra de Omar Rayo predomina la geometría y la poesía o mejor<br />

la poesía en la geometría, el blanco y el negro que a su vez son la luz<br />

y la sombra. La antítesis en el espacio, las diversas lecturas que se<br />

pueden hacer de una misma obra, dando como resultado una sola<br />

imagen. Los laberintos, los caminos formados por las líneas que en<br />

cada obra parecen ser sólo un tramo de vida, una recreación del<br />

pasado o del presente. Es también un elemento lúdico en donde se<br />

sintetiza su propio pensamiento y sentir. Pero al final, son las raíces<br />

que le dieron la vida y que están presentes a través de toda su obra<br />

con los mismos colores con los que él mismo las descubrió un día.<br />

7 Tomado del blog: http://omarayoarte.blogspot.com.es/2012/02/la-obra-grafica-ypictorica.html<br />

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Bibliografía<br />

CENTRO VIRTUAL JORGE ISAACS. Portal cultural del pacifico. Biografía de<br />

Omar Rayo.<br />

http://dintev.univalle.edu.co/cvisaacs/index.php?option=com_c<br />

ontent&task=view&id=427&Itemid=5.<br />

Fecha de consulta: 4 de septiembre de 2012.<br />

GONZALEZ ANGEL, FABIOLA GALERÍA. Artista Omar Rayo.<br />

http://www.gastaldiweb.com/prueba/fga/artistas/pqrs_rayo_o.<br />

htm.<br />

Fecha de consulta; 13 de septiembre de 2012.<br />

LERZUNDI, PATRICIO. Cunnytv. Entrevista.<br />

http://www.youtube.com/watch?v=I1MkxfnGJaM.<br />

PIZARRO, ÁGUEDA. Inauguración de Escultura Palíndrome, Universidad<br />

Tecnológica de Pereira.<br />

http://www.museorayo.co/palindrome/.<br />

Fecha de consulta; 27 de septiembre de 2012.<br />

QUINTERO RESTREPO, MONICA. Encontrado un cuadro de Rayo en la pared<br />

de una anticuaria.<br />

http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/U/un_cuad<br />

ro_de_rayo_en_la_pared_de_una_anticuaria/un_cuad<br />

ro_de_rayo_en_la_pared_de_una_anticuaria.asp.<br />

Fecha de consulta:13 de septiembre de 2012.<br />

Red Gráfica Latinoamérica. “Omar Rayo el pintor errante”.<br />

http://redgrafica.com/Omar-Rayo-el-pintor-errante.<br />

Fecha de consulta: 4 de septiembre de 2012.<br />

Villegas, Carlos A. “Aportes teóricos para un nuevo paradigma de la<br />

caricatura”. Online Posting.<br />

https://docs.google.com/gview?url=http://festinhumour.org/IM<br />

G/doc/<br />

Fecha de consulta: 12 de septiembre de 2012<br />

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CASTILLOS EN LA TIERRA:<br />

NARRATION OF SPIRITUAL EXILE<br />

Catherine Caufield<br />

University of Alberta<br />

Recepción: 15 de junio de 2016<br />

Aprobación: 14 de julio de 2016<br />

The literary corpus of Angelina Muñiz-Huberman is the expression<br />

of thoughtful and erudite exploration of the historically located<br />

human soul (re)integrating with the light. Each individual work is a<br />

particular voyage and adventure in that exploration.<br />

As a whole, the oeuvre demonstrates an intense<br />

desire for clarity, an empassioned struggle to dispel<br />

fog and understand the world. The experience of<br />

exile, so closely associated with the work of this<br />

author, is often explained and understood by<br />

commentators in physical and psychological terms. 1<br />

This paper too, examines exile, as narrated in<br />

Castillos en la tierra (Castles on Earth), the fifth novel of Muñiz-<br />

Huberman (1995). However, it pays particular attention to<br />

narrative techniques utilized to express and elucidate the spiritual<br />

dimension of the lived experience of exile. Tracing the childhood of<br />

the protagonist from six years old to about ten years of age from<br />

Cuba to Mexico in the shadow of the Spanish Civil War, it is a book<br />

about physical and spiritual growth (Patán 8). Castillos en la tierra<br />

is testimony of historic events, explored as part of the human<br />

condition (cf Patán 6).<br />

Muñiz-Huberman’s fiction is recognized as transgressing<br />

genre boundaries. She has introduced into Hispanic letters the<br />

genre of neomysticism, referencing mystical themes 2 and medieval<br />

narrative form 3 in her work. The creative act of narration, as Malva<br />

1 See for example: Infante, J. R. "Las Novelas De Angelina Muniz: Obras De Un Exilio<br />

Heredado." Congreso Internacional Sobre Escritores, Editoriales y Revistas Del Exilio<br />

Republicano De 1939. Barcelona, Spain, November 2003; Infante-Voelker, Josefina. Las<br />

novelas de Angelina Muniz: Obras de un exilio heredado. Ph.D. City University of New York,<br />

2003; Mateo Gambarte, Eduardo. "Angelina Muñiz-Huberman: Escritora hispanomexicana."<br />

Cuadernos de Investigacion Filologica 18.1-2 (1992): 65-83; Payne, Judith A. "A<br />

World of Her Own: Exilic Metafiction in Angelina Muñiz-Huberman's Morada Interior and<br />

Dulcinea Encantada." Revista Canadiense de Estudios Hispánicos. 22.1 (1997): 45-63;<br />

Payne, Judith A. "Writing and Reconciling Exile: The Novels of Angelina Muñiz-Huberman."<br />

Bulletin of Hispanic Studies. 74.4 (1997): 431-59; Sullivan, Rosemary. "Language is the Only<br />

Country: An Interview with Angelina Muñiz-Huberman." Paragraph: The Canadian Fiction<br />

Review. 18.2 (1996): 10-5; Zamudio, Luz Elena. El exilio de Dulcinea encantada: Angelina<br />

Muñiz-Huberman escritora de dos mundos.” Casa Juan Pablos/UAM, 2003.<br />

2 See Caufield, Catherine. “The Moradas of Muniz Huberman, Seligson and Teresa of Avila:<br />

Exile as Spiritual Experience.” Women in Judaism: A Multidisciplinary Journal. 6.2 (2009):<br />

1-13 and my forthcoming monograph Exploring Neomysticism in Contemporary Jewish-<br />

Mexican Fiction.<br />

3 See Friedman, Edward. “Angelina Muñiz's Tierra adentro: (Re)creating the Subject.” In<br />

Tradition and Innovation: Reflections on Latin American Jewish Writing, edited by Robert<br />

DiAntonio and Nora Glickman. New York: State University of New York, 1993. 179-192.<br />

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Filer argues, “is, for Muñiz, the art of joining the fragments and<br />

constructing from them the world that she inhabits. In her texts,<br />

she has domesticated, with discipline and intellectual rigor, the<br />

chaotic world to which she happened to be born, transforming the<br />

jungle into a cultivated garden” (276).<br />

In addition to crossing thematic and structural boundaries,<br />

Muñiz-Huberman blurs the lines between memoir, autobiography,<br />

and fiction by creating a genre which she refers to as “nemofiction”<br />

(Cuerpo 37). Nemofiction acknowledges the creative blending of<br />

memory (nemo) and invention (fiction) in artistic work. This<br />

technique is particularly applicable to the text Castillos en la tierra:<br />

pseudomemorias. In her dissertation, Emy Manini observes that<br />

“Muñiz-Huberman’s own use of the terms ‘nemofiction’ and<br />

‘seudomemorias’ underscores a project in which categories of<br />

imagination and memory, fiction and history are continually<br />

questioned and played against each other” (62). Yet within the text,<br />

the narrator comments that “En su sueño crea el espíritu y crea la<br />

vida” (“in her dream she creates spirit and she creates life” 225).<br />

Not only is there evidence of synchronic integration of<br />

mystical themes (kabbalism) in the contemporary setting of<br />

Castillos, there is also a collapsing of diachronic history. These<br />

synchonic and diachronic movements allow creative access to the<br />

role of the spiritual in the concept of exile. All of these narrative<br />

strategies allow Muñiz-Huberman to move the lived effects of exile<br />

to much deeper and broader levels of understanding.<br />

Muñiz-Huberman observes: “historia y pasado surgen como<br />

un presente modificable. Existen para ser transgredidos [. . .] no<br />

transcribo la realidad, sino la que hay más allá o lo que pueda<br />

imaginarse que es la realidad” (“history and the past emerge as a<br />

modifiable present. They exist to be violated [. . .] I do not transcribe<br />

reality, but rather that is which is beyond or that which one can<br />

imagine is reality” Cuerpo 37). Here the author notes a referent<br />

greater than that of temporal sociohistorial context. In this<br />

statement the extra-textual referent is one that is beyond our<br />

understandings of what constitutes reality. This impossible possible<br />

. . . can only be explored, in narrative form, by transgressing borders<br />

and leaping into the realm of the interdisciplinary.<br />

Commentaries on the development of fictionalized<br />

characters and their response to the chaotic-ness of the worlds into<br />

which they are thrown has been associated with the physical fact of<br />

exile and a concommitant psychological search for identity and<br />

belonging. To complement these analyses, exploration of religious<br />

references utilized in the fictional text can serve to broaden<br />

understanding of the phenomenon of exile. The kabbalistic referent<br />

in the text of Castillos en la tierra permits the utilization of this<br />

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theoretical theological perspective in the analysis of the novel.<br />

However, despite the referents to a particular sector of a particular<br />

religion, “para Angelina el exilio español forma parte de un exilio<br />

general del ser humano y si en el memorioso de cada individuo vive<br />

uno de ellos, el histórico, Angelina lo acepta, pero dándole otra<br />

dimensión al insértarlo [sic] en lo que llamaré una filosofía de la<br />

existencia (“for Angelina the Spanish exile forms part of a general<br />

exile of human beings and if in the memories of each individual lives<br />

one, the historical, Angelina accepts it, but giving it another<br />

dimension when inserting it into what I will call a philosophy of<br />

existence” (Patán 10). The referents serve to provide a language for<br />

that which there is essentially no language. The exploratory<br />

question in this paper is: What theophany does Alberina<br />

imaginatively create, from multiple referents, which assist in<br />

redeeming the sense of disconnection and brokenness inherent in<br />

the losses of the exiles that she has experienced.<br />

Through such exploration, this commentary plays with the<br />

idea that recognition of narration the spiritual aspect of exile, and<br />

the literary techniques utilized to express it, may be an important<br />

element in the domestication of chaotic jungles of disconnection<br />

and brokenness into cultivated gardens.<br />

Alberina no debe creer en nada ni en nadie. Los padres le<br />

aseguran que los demás están en el error. Que debe dudar de<br />

todo. En especial, si proviene de voz autoritaria. Que quien<br />

categoriza, quien dirige, quien legisla, quien domina, está<br />

equivocado. Que nunca debe seguir a la mayoría. Siempre<br />

aparte y entre iniciados: ése es el único camino.<br />

Alberina should not believe in anything or anyone. Her parents<br />

assure her that others are in error. That she should doubt<br />

everything. Especially, if it comes from an authoritative voice.<br />

That whoever categorizes, whoever manages, whoever<br />

legislates, whoever controls, is wrong. That she should never<br />

follow the crowd. Always separate and between initiates: that's<br />

the only way. (104)<br />

This is the message that the protagonist of Castillos en la<br />

tierra absorbed as a child coming of age in a diegetic, or narrative,<br />

context with a history of war and flight and death that should never<br />

have happened, but did. The child Alberina is somewhat protected<br />

from the chaotic-ness of the jungle by the presence of her parents.<br />

Yet disconnection and brokenness are woven into the text.<br />

Loneliness and melancholy, for example, underlie the longing for<br />

someone with whom to share in a deep and meaningful way.<br />

Alberina expresses this sentiment, and the narrator foreshadows<br />

some future alleviation of it through another:<br />

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Será Oriana quien oiga sus historias hechas de recuerdos.<br />

Oriana, a quien todavía no conoce. Que conocerá el día que vaya<br />

al colegio por primera vez. Que las dos están esperándose sin<br />

saberlo.<br />

Tras de un muro sin presentirse. En soledad y en<br />

melancolía. Sin amarse, ya dolientes. Mientras la versión final de<br />

los recuerdos se hace y rehace. Esa versión final que será para<br />

Oriana.<br />

It will be Oriana who will hear their stories made of memories.<br />

Oriana, whom she still has not met. Whom she will know the day<br />

she goes to school for the first time. That the two of them are<br />

waiting for each other without knowing it.<br />

Hidden behind a wall. In solitude and melancholy.<br />

Without self-love, already hurting. As the final version of<br />

memories are made and remade. This final version will be for<br />

Oriana. (50)<br />

Yet a protagonist realizing herself in relationship with an<br />

other person is not the main theme of Castillos en la tierra.<br />

Although these relationships are certainly a factor, it is the spiritual<br />

aspect of Alberina which deeply redeems her exile. Patán states: “las<br />

seudomemorias se inician con una afirmación rigurosa: ‘Así<br />

empieza la aventura de vivir para Alberina. En el Hotel Gillow. Una<br />

tarde lluviosa del mes de marzo de 1942.’ Lo cual significa que vivir<br />

es más que ver moverse las agujas del reloj de lo cotidiano. También<br />

significa que en su modo de percibir la existencia cada persona<br />

encuentra su razón de ser” (“the seudomemorias begin with a<br />

rigorous statement: ‘So begins the adventure of living for Albertina.<br />

In the Gillow Hotel. One rainy afternoon in the months of March<br />

1942.’ This means that living is more than watching the hands of the<br />

clock of the quotidian. It also means that in her way of perceiving<br />

existence each person finds her raison d'etre” 7).<br />

For Alberina this way of perceiving is rooted in Jewish<br />

religious tradition. The narrator describes a warm childhood scene<br />

in which “cada día, por las mañanas, la madre de Alberina le ha<br />

leído el Génesis. La historia invisible entre letra y letra, palabra y<br />

palabra. La gran aventura de Dios ha sido nombrar” (“every day, in<br />

the mornings, Alberina’s mother read Genesis to her. The invisible<br />

history between letter and letter, word and word. The great<br />

adventure of God has been named” 218). What is particularly of<br />

note is the questioning that this child learns, early on:<br />

Y después, la segunda gran aventura, han sido las nuevas<br />

versions.<br />

Agregadas.<br />

Diferentes.<br />

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Variada.<br />

Contrarias.<br />

¿La verdad?<br />

Con interrogantes.<br />

And then, the second great adventure, had been the new<br />

versions.<br />

Added.<br />

Different.<br />

Varied.<br />

Contrary.<br />

The truth?<br />

With questions. (218)<br />

The development of this character is rooted in an ability to<br />

question, rather than to absorb and obediently follow doctrine and<br />

teachings. “Sin embargo, a Alberina le gustaría creer. Quiere creer.<br />

Un acto de voluntad y de imaginación” (“Nevertheless, Alberina<br />

would like to believe. She wants to believe. An act of will and<br />

imagination” 218). Thus, it is apparent that lack of a single,<br />

authoritative, correct direction does not dissipate this character’s<br />

capacity to have faith. The light motif is present in the expression of<br />

faith in the fulfillment of the Covenant: “El sol recupera el cielo<br />

perdido. La iluminación. En medio de la lluvia los colores trazan su<br />

arco iris. En los extremos aguarda el tesoro escondido y la promesa<br />

de que el pacto entre lo humano y lo divino ha sido renovado” (“The<br />

sun recovers heaven. Illumination. In the middle of the rain the<br />

colours trace their rainbow. Waiting in the extremes is hidden<br />

treasure and the promise that the pact between human and divine<br />

has been renovated” 205).<br />

The significance of the Jewish (or any) religious tradition is<br />

that provides a paradigm, a language, through which this faith is<br />

expressed. Religious traditions serve not only to provide a specific<br />

language with which to express spirituality, but also ground<br />

adherents in historical time: “Alberina repite el gesto que repitieron<br />

sus padres y los padres de sus padres y los padres de los padres de<br />

sus padres. Que aprendió tras de largos siglos. Agazapada en los<br />

milenios. En la roca de la cueva” (“Alberina repeats the gesture that<br />

her parents and the parents of her parents and the parents of her<br />

forefathers repeated. That was learned over many long centuries.<br />

Crouched in millennia. In the rock of the cave” 224).<br />

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Although rooted in a particular tradition which she adds<br />

innovation in her diegetic present, “Alberina conjuga el pasado<br />

ancestral con el presente interior” (“Albertina conjugates her<br />

ancestral past with her interior present” 224), the protagonist is<br />

nevertheless not averse to exploring other paradigms. As do many<br />

Christians who have vacated church pews in large numbers, this<br />

fictional character expresses a sense of not-belonging within<br />

churches, of sensing a history of painful and bloody oppression<br />

more than a language to connect with spirit. The church itself is in<br />

exile. The narrator observes the protagonist:<br />

Por primera vez, Alberina entra en iglesia y catedrales. Por<br />

primera vez, con curiosidad. Con miedo. No puede evitar el<br />

miedo. Por dentro, una iglesia es un lugar en penumbra. Un<br />

lugar silencioso. Con un olor especial, ¿acumulado?, que<br />

también da miedo. Con velas encendidas, con imágenes, con<br />

retablos, con figuras de madera y ora, con ojos de cristal, con<br />

lágrimas, con rictus de dolor, con sangre. Es la casa de Dios. ¿De<br />

Dios?<br />

Alberina lo ve como un lugar prestado, un lugar en exilio<br />

que, en todo caso, debería ser ganado. [. . .]<br />

No es una la iglesia que ve: son muchas. En el centro, las<br />

iglesias abundan y los padres sienten curiosidad por visitarlas.<br />

Pero a Alberina no le gustan. No siente deseos de penetrar en<br />

ellas. En su interior persiste una sensación conjunta de miedo y<br />

de alivio por no pertenecer a mundos de tinieblas.<br />

For the first time, Alberina enters the church and cathedrals. For<br />

the first time, with curiousity. With fear. She cannot avoid fear.<br />

Inside, a church is a place in shadow. A quiet place. With a<br />

special smell, accumulated?, that is also scary. With lighted<br />

candles, pictures, altarpieces, with figures of wood and god, with<br />

glass eyes, with tears, rigid with pain, bloody. It is the house of<br />

God. Of God?<br />

Alberina sees it as a loaned place, a place in exile that, in<br />

any case, should be earned. [. . .]<br />

It is not a church that she sees: there are many. In the<br />

center, churches abound and curious parents visit them. But<br />

Alberina does not like them. She does not have any interest in<br />

entering them. A sense of fear and relief persists inside her for<br />

not belonging to worlds of fog. (20-21)<br />

Yet, nevertheless, Alberina finds connection, narrated<br />

through use of the technique of motif. The motif in Castillos en la<br />

tierra for the redemption of exile is light. Also within a church, this<br />

fictional character becomes conscious of light, commenting that<br />

“dentro de la catedral [frente al Zócalo] existe también un resquicio<br />

de luz calculada. La paloma anunciante irradia ángulos de oro y los<br />

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vitrales salen volando en rojos y azules. Alberina adivina un cielo<br />

tranquilo” (“inside the cathedral [facing the main square] there is<br />

also a glimmer of calculated light. The annunciating dove radiates<br />

angles of gold and the windows fly away in reds and blues. Alberina<br />

divines a peaceful heaven” 21). It is the dove, symbol of hope,<br />

through which shines the light, bringing to Alberina’s awareness of<br />

the calm of the sky<br />

“Alberina funde todas las historias en una sola, continua,<br />

perfecta, sin fin” (“Alberina melts all the stories into one,<br />

continuous, perfect, endless” 123). This coincides with Ricoeur’s<br />

notion of a prenarrative structure of experience (Temps et recit I,<br />

85). Considered this way, it is by employing a mode of narration<br />

that Alberina’s stories correlate with the temporality of human<br />

existence, and thus the story gains its significance. In this way,<br />

arising from a prenarrative structure of experience, the particular<br />

temporally and spacially located narration entitled Castillos en la<br />

tierra begins in 1942, with Alberina’s arrival in Mexico City at six<br />

years of age.<br />

Perhaps it is that this prenarrative structure of experience,<br />

the spiritual referent, is purely fiction:<br />

No importa en qué tiempo estén narrados, los acontecimientos<br />

serán siempre presentes, aunque nada tengan que ver con el<br />

presente de quien narra ni con el presente del lector; que entre<br />

tiempo gramatical y tiempo narrativo se interpone la dimensión<br />

de un sistema de referencia que es puramente ficcional.<br />

Events are always present, regardless of the time in which they<br />

are narrated, although they are neither related to the present of<br />

the person who narrates nor to the present of the reader;<br />

between grammatical time and narrated time a dimension of a<br />

system of reference that is purely fictional intervenes. (Pimentel<br />

1998 25)<br />

Despite the proper use of grammatical time, the narrative<br />

form of the text takes the attribute of time somewhat out of focus:<br />

the time of the story is not entirely ordered in chronological<br />

sequence. As noted above, the first chapter of the text, ostensibly<br />

the beginning of the story, narrates: “así empieza la aventura de<br />

vivir para Alberina. En el hotel Gillow. Una tarde lluviosa del mes<br />

de marzo de 1942;” the text then moves forward in time to<br />

Tamaulipas 185 . . . then there is a regression in time to Caimito del<br />

Guayabal, a narrative segment which begins “la historia de Alberina<br />

no empieza en Tamaulipas 185. Empieza antes: en Caimito del<br />

Guayabal, en la llanura habanera. Y puede que tampoco ahí. Sino<br />

antes aún, en tierras lejanas, al otro lado del mar, en alguna playa<br />

mediterránea.” The text moves forward again, to another time in<br />

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the diegetic past: the Oropesa and the arrival in Habana in 1939.<br />

There follows a series of chapters not specifically located in time,<br />

with no dates, but the references to space locate the action in<br />

Mexico City. Eighteen chapters into the text another time is fixed<br />

for the reader: the end of the Second World War. The remaining<br />

twelve chapters are again not specifically anchored in specific time.<br />

Narrative voice is the critical component mediating the<br />

telling of the tale. Castillos en la tierra is a third person narration,<br />

with sparse direct discourse by the child Alberina. In this text<br />

however, the third person voice functions as first person narration.<br />

The story is told wholly from the perspective of Alberina, albeit<br />

through the gaze of a linguistically sophisticated narrator. The<br />

question is: what consciousness is being communicated through<br />

narrative and on what criteria is interpretive understanding based?<br />

To connect this theoretical question with the orientation of this<br />

paper: is the author a kind of goddess who uses her characters to<br />

move her own agenda forward or is the story, once created, now an<br />

autonomous phenomenon that exists on its own terms and is<br />

accessible to multiple approaches?<br />

Magdalena Maíz-Peña comments on narrative voice in a<br />

selection of Jewish-Mexican fiction by women, focusing “on the<br />

‘narrated’ and ‘textualized’ child or adolescent in each work. Her<br />

focus is on the female subject who delineates zones of access to her<br />

Jewish reality, and invites the reader to decode textual markers as<br />

she recounts her life from a unique perspective by retelling stories<br />

that evoke her past and the construction of her identity. Such female<br />

characters reveal themselves through the voice and vision of a<br />

child/adolescent. This narrative strategy both allows and filters the<br />

character’s emotional, social, cultural, religious, psychological, and<br />

political perspective. The child/adolescent assigns names, spaces,<br />

locations, and time according to her unique vision in order to be<br />

able to comprehend and convey the underlying significance of ‘her’<br />

story” (20-21).<br />

The focus of this interpretive approach is on identity,<br />

identity formation, on making sense of where the author came from<br />

and who she is, as though the fictional text is written not out of a<br />

desire to engage in the creative act of telling a fictionalized story,<br />

but rather as an act of personal self-help. Pimentel notes that<br />

“aunque narrado en pasado, la significación temporal es la de un<br />

verdadero presente ficcional, el presente de la acción en proceso,<br />

referido no al enunciador del relato sino a la conciencia figural; es<br />

decir, al personaje” (“although narrated in the past, the temporal<br />

significance is that of a true fictional present, the present of action<br />

in progress, not referred to the narrator of the story but rather to<br />

the figural consciousness; that is, to the character” 1995 24). In<br />

other words, what is being analyzed in this textual commentary is<br />

not the psyche of the author, but rather the elaboration of the<br />

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consciousness of the character with attention to the religio-spiritual<br />

aspects of that fictional consciousness.<br />

Through the use of narrative voice, the text is structured as<br />

though the child Alberina is herself omnisciently observing the<br />

development of her own understanding of her diegetic world. As<br />

indicated by the use of future grammatical tense at some points in<br />

the novel, there is a future part of this character who knows already<br />

how the story unfolds. The foreshadowing of the future relationship<br />

with Oriana mentioned above is another example of the temporal<br />

distance between the narrated child Alberina and the perspective of<br />

the narrating Alberina. Therefore, the narrative structure of this<br />

story is in itself arguably religious in the sense that through reading<br />

it there is the possibility of reconnecting, re-ligare, tangible<br />

historical time and tangible historical space. This reconnection<br />

occurs in an “unreal,” non-tangible location: the imagination of the<br />

reader.<br />

Such locations are transient, there is no definitive location,<br />

in the sense that there is no definitive understanding:<br />

Tamaulipas 185 es una pausa. La pausa de Alberina. Nada ha<br />

terminado. No hay fin que sea fin.<br />

Sólo pausas.<br />

De pausa en pausa.<br />

De compás en compás.<br />

Tamaulipas 185 is a pause. Alberina’s pause. Nothing has ended.<br />

There is no end that is end.<br />

Only pauses.<br />

From pause to pause.<br />

From compass to compass. (221)<br />

As Tamaulipas 185 is a pause for Alberina, so too for the<br />

reader, Castillos en la tierra is a pause, one geographical point in<br />

understanding. But the compass shifts, another novel is read, and<br />

understanding shifts. Understanding never ends, it just moves from<br />

point to point. In the case of this fictional work, the reader is<br />

constantly drawn, through narrative strategy, to link the diegetic<br />

world with the material physical world. The reader is lead this way<br />

through the perceiving of the protagonist.<br />

A letter from coronel Trucharte included in Castillos en la<br />

tierra; however, other than this letter, no consciousness other than<br />

Alberina’s is narrated in the text. Oriana, Carlo, María, all of the<br />

characters do not speak in their own voice, nor is their perspective<br />

narrated. Their participation in the story is mediated through<br />

Alberina, although presented in the discursive act of writing by an<br />

ostensibly objective third person enunciator. Although the “I” of<br />

Alberina is generally absent, it is nonetheless clear that it is her<br />

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voice which is functioning as the enunciative one. This enunciative<br />

voice communicates the experience of the character Alberina, as<br />

though it is occurring in the moment of narration:<br />

En narración heterodiegética la referencia no es al aquí y ahora,<br />

ni a la experiencia del narrador, sino a la de los personajes; la<br />

deixis de referencia no es, pues, narratorial, sino figural (cfr.<br />

Stanzel, 1986). Esto tiene importantes consecuencias para la<br />

significación temporal de un relato, porque aun cuando esté<br />

narrado en tercera persona, aun cuando la forma de narración<br />

sea retrospectiva y el sistema de tiempos verbales elegido sea el<br />

perfecto, el sentido temporal no es el pasado sino, en realidad, el<br />

presente. Este presente, sin embargo, no tiene valor temporal en<br />

relación al narrador; no es, en ese sentido, un verdadero<br />

presente, puesto que lo es sólo para el personaje, quien se<br />

constituye en la deixis de referencia espacial, temporal, cognitiva<br />

y de experiencia de lo narrado.<br />

In heterodiegetic narration the reference is not to the here and<br />

now, nor to the experience of the narrator, but rather to the<br />

characters; the deixis of reference is not, therefore, narratorial,<br />

but rather figural (cf. Stanzel, 1986). This has important<br />

consequences for the temporal significance of a story, because<br />

even though it is narrated in the third person, even when the<br />

form of narration is retrospective and the chosen system of<br />

verbal tenses is perfect, the temporal sense is not the past but, in<br />

reality, the present. This present, however, has no time value in<br />

relation to the narrator; it is not, in that sense, a true present,<br />

given that it is only present for the character, who is constituted<br />

within the deixis of the spatial, temporal, cognitive, and<br />

experiential reference of that which is narrated. (Pimentel 1998<br />

23)<br />

However, in Castillos en la tierra not only is the presence of<br />

the “absent” narrator evident, the presence of the implicit author is<br />

also evidenced in the composition of the text. The subtitle of the<br />

novel, Seudomemorias, orients the way a reader approaches the<br />

story, prior to opening the cover of the book. The presence of the<br />

implicit author and the temporal distance between the time of the<br />

narration and the telling of it, is revealed in the use of the date 1942<br />

on the first page of the novel and the insertion of epigraph<br />

“Mixcoac, 1987” on the last page of the text. It is these two textual<br />

markers that connect the fictional story with an historical referent:<br />

the author. However, as Luz Aurora Pimentel writes:<br />

El problema respecto a la instancia de la narración es que autor<br />

y narrador no son asimilables. […] Lo que habitualmente<br />

llamamos una narración en primera persona describe, en realidad,<br />

una participación efectiva del narrador en el mundo<br />

narrado, ya sea como protagonista o como observador. […]<br />

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Ahora bien, si el narrador homodiegético se define por su<br />

participación en el mundo narrado, el narrador heterodiegético<br />

se define por su no participación, por su ‘ausencia.’ A diferencia<br />

del homodiegético, el narrador heterodiegético sólo tendría una<br />

función: la vocal.<br />

Si bien es cierto que sólo el narrador homodiegético puede estar<br />

presente en el mundo narrado, no es menos cierto que un<br />

narrador heterodiegético puede hacer sentir su presencia en el<br />

acto mismo de la narración; es decir, que si está ausente del<br />

universo diegético, no necesariamente lo está del acto de<br />

enunciación que construye el mundo de la ficción.<br />

The problem regarding the moment of the narrative is that<br />

author and narrator cannot be assimilated. […] What we usually<br />

call a first-person narrative describes, in fact, effective<br />

participation of the narrator in the narrated world, either as a<br />

protagonist or as an observer. […] Now, if the homodiegetic<br />

narrator is defined by her participation in the narrative world,<br />

the heterodiegetic narrator is defined by her non-participation,<br />

by her ‘absence.’ In contract to the homodiegetic, the<br />

heterodiegetic narrator only has one function: the vocal.<br />

While it is true that only homodiegetic narrator may be present<br />

in the narrative world, the fact remains that a heterodiegetic<br />

narrator can make their presence felt in the act of narration<br />

itself; that is, if she is absent from the diegetic universe, she is<br />

not necessarily absent from the enunciative act that creates the<br />

fictional world. (1995 18)<br />

This theoretical orientation explains the relationships<br />

between, author, narrator and protagonist in Castillos en la tierra.<br />

The existing human being who is the author of the story cannot be<br />

directely equated with the syntatical vocal function of the narrative<br />

voice within a fictional work. The narrator of Castillos is ostensibly<br />

heterodiegetic, yet it is the protagonist who has the closest<br />

participatory relationship with the story being told and it is her<br />

presence which is felt in the act of narration. The narratological<br />

understanding of events occurring in the moment of narration<br />

combined with the fictionality of the protagonist link the<br />

imaginative act of creating a diegetic space with the realm of<br />

spirituality. As Muñiz-Huberman comments, “mi única regla es ésa:<br />

es estar tan compenetrada con el mundo de la literatura que se<br />

convierte en mundo vivo. No creo que el mundo vivo es lo que pasa<br />

fuera. Quedarte en el exterior es un error porque no lo interiorizas,<br />

no lo haces tuyo” (“my only rule is that: is to be so attuned to the<br />

world of literature becomes the living world. I do not think that the<br />

living world is what happens outside. Staying abroad is a mistake<br />

because not internalize, you do not yours” Hind 127). Perhaps there<br />

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is a possibility that when these spaces are entered into, despite<br />

credulity, they can have a growth effect, an increase in<br />

understanding, or a broadening of horizons to use Hans-Georg<br />

Gadamer’s term.<br />

Manini discusses the referential spaces in Castillos en la<br />

tierra:<br />

There is a small, distinct collection of people and places that are<br />

specifically named in [Castillos en la tierra] […] Alberina is<br />

named, her parents are not. The Colonel Trucharte, a Spanish<br />

exile and friend of the family, is named, though most of the<br />

people who come into contact with Alberina’s family are not. A<br />

handful of friends and three specific places are names. Alberina’s<br />

world is populated by Carlo, María, and Oriana, and is made up<br />

of the hotel Gillow, her home at 185 Tamauliapas in Mexico City,<br />

and the edenic Cuban pueblo Caimito del Guayabal. The lack of<br />

consciously given historical detail makes the narrative voice of<br />

Castillos appear to come to us from some other, ludic, alternate<br />

reality. (Manini 53-54)<br />

As does Maíz-Peña, so too does Manini refer to tangible<br />

phenomena, “the author’s collection of autobiographical writings”<br />

for rational reassurance of the “‘historical reality’ of Muñiz-<br />

Huberman’s life” (54). It is as though the apparent concreteness of<br />

“historical reality” functions to give the story transmitted through<br />

the narrative discourse of Castillos en la tierra its verifiable<br />

meaning. But Manini draws on a paucity of named characters and<br />

specific historical reference to describe a sense of the narrative voice<br />

referring to “some other, ludic, alternate reality.” As noted above,<br />

there is an element in this text which engages a referent greater than<br />

that of temporal sociohistorial context. This extra-textual referent<br />

is that is one that is beyond our understandings of what constitutes<br />

reality, and it is ludic!<br />

No consciousness other than Alberina’s is narrated in the<br />

text and this causes an apparently heterodiegetic narrative voice to<br />

function as a homodiegetic narrator. Another example: Alberina<br />

experiences a story told to her by her mother as though Alberina<br />

herself lived the story, as though Alberina and her mother were one:<br />

“Que Alberina no existiera entonces no impide que le hubiera<br />

podido pasar a Alberina y no a la madre de Alberina. Esto le pasó a<br />

Alberina, no a la madre de Alberina” (“That Alberina did not exist<br />

does not preclude that it could happen to Alberina and not to the<br />

mother of Alberina. This happened to Alberina, not Alberina's<br />

mother” 177). In this example the narrative technique of the<br />

conflation of the mother’s own experience into Alberina’s is evident.<br />

But the other layer is a spiritual one in which Alberina and her<br />

mother are part of the same consciousness. This is reiterated, in one<br />

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of the few instances in which the complex narrating “I” reveals<br />

herself:<br />

‘Soy yo. Y soy las demás.’ Todas las Alberinas posibles. Las que<br />

se quedaron en España y las que vinieron a México. Las que<br />

vivieron en Caimito del Guayabal. Las que vivieron en el Hotel<br />

Gillow. Las que vivieron en Tamaulipas 185. Las que habrán de<br />

vivir en.<br />

‘Soy todas las versiones.’<br />

'I am I. And I am the others [feminine plural].’ All the possible<br />

Alberinas. Those who remained in Spain and those who came to<br />

Mexico. Those who lived in Caimito del Guayabal. Those who<br />

lived in the Hotel Gillow. Those who lived in Tamaulipas 185.<br />

Those who will be living in.<br />

'I am all of the versions.' (220)<br />

And again, in repetitive liturgical format, a theme first<br />

stated in first person, is now repeated in third:<br />

Alberina es todas las versiones. Alberina, además de Alberina y<br />

sus versiones, es su madre de niña y su padre de niño. Es Oriana<br />

y es Lisa. Es Carlo. Y María la enana. Y el coronel Trucharte.<br />

Alberina is all versions. Alberina, as well as Alberina and her<br />

versions, is the childhood mother and her childhood father. She<br />

is Oriana and Lisa. She is Carlo. And Miriam the dwarf. And<br />

Colonel Trucharte. (220)<br />

This literary strategy of layering the narrative voice supports<br />

a reading of the text from the philosophical position that the world<br />

is what the observer constructs it to be. 4 Alberina herself<br />

acknowledges this: “Dentro de Tamaulipas 185 Alberina reordena<br />

las palabras. Que es como si reordenara la vida. El mundo. Como si<br />

creara” (“Inside Tamaulipas Alberina 185 reorders words. It is as<br />

though she rearranged life. The world. As though she created” 217).<br />

However, this narrative layering also supports a reading of the text<br />

as a mimesis, a poetic creation, of a mystical position of unio<br />

mystica in which all beings are sparks of One Being. Alberina<br />

perceives herself as ascending towards the light of understanding<br />

that which is beyond what can be imagined as real by collecting<br />

words. By collecting words the protagonist engages her corporeal<br />

materiality and a non-tangible, impalpable aspect of that existence:<br />

“Alberina no habla. Recoge palabras que repite y guarda. Cada<br />

palabra nueva es una pregunta y es una incorporación. Es una<br />

4 See Chapter One of Mario J. Valdés’ Interpretación abierta for an insightful summary of<br />

this philosophical position.<br />

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animación. De cuerpo y ánima” (“Alberina does not speak. She<br />

collects words that she keeps repeating and saving. Each new word<br />

is a question and it is an integration. It is an animation. Of body and<br />

soul” 215).<br />

The opening paragraphs of Castillos en la tierra constitute<br />

an allegory of the text, and a spiritual reading of it. The ostensibly<br />

third person narrator observes:<br />

Hay historias que empiezan en un hotel. Que el recuerdo más<br />

antiguo de la infancia no parte de la salida o del abandono de un<br />

lugar, sino de la llegada, del arribo. Una puerta grande de<br />

maderas espesas. Los limpios cristales. Los porteros de<br />

uniforme. Muebles sólidos, oscuros, con el sosiego de lo<br />

desgastado.<br />

Y si la historia empieza en un hotel se trata de un lugar<br />

nuevo, al cual se entra de fuera hacia dentro. Que ofrece lo<br />

desconocido y lo diferente. Que no exige muchas reglas que<br />

cumplir. Que establece un refugio libre. Un horario inexistente.<br />

Un lugar mágico donde basta salir por un par de horas de la<br />

habitación para encontrarla al regreso en orden y recogida, con<br />

la colcha impecablemente estirada, con toallas blancas y<br />

bienolientes, con diminutos jabones envueltos en papel de color.<br />

There are stories that begin in a hotel. Where the oldest part of<br />

childhood does not begin with leaving or abandoning a place, but<br />

rather the arrival. A large door of thick wood. The clean windows.<br />

The uniformed porters. Furniture that is solid, dark, with the<br />

calm of that which is worn.<br />

And if the story begins in a hotel it is about a new place,<br />

one into which one enters from the outside in. That which offers<br />

the unknown and the different. That which does not have many<br />

rules to follow. That which establishes a free shelter. A<br />

nonexistent schedule. A magical place where it is enough to go<br />

out for a couple of hours in order to find it back in order and<br />

cleaned up, with the bedspread impeccably smoothed out, with<br />

towels that are clean and smell nice, with tiny soaps wrapped in<br />

color. (9)<br />

A hotel is a rented space, just as the human body is, in a<br />

sense, a “rented” space: we inhabit it for the duration of our<br />

terrestrial stay. 5 As Alberina lives within the Hotel Gillow, so too do<br />

we live within a rented physical space. For the protagonist “la<br />

historia empieza en un hotel se trata de un lugar nuevo, al cual se<br />

entra de fuera hacia dentro” (“the story begins in a hotel is a new<br />

5 The trope of countries as hotels, as places to stay temporarily, has intertextual referent; see<br />

for example, Spitzer, Leo. Hotel Bolivia: The Culture of Memory in a Refuge from Naziism.<br />

New York: Hill and Wang, 1998; Behar, Ruth. Adio Kerida. idea of hotel Cuba. The hotel<br />

metaphor as utilized in Castillos en la tierra is similar; however, the Hotel Gillow is equated<br />

here with corporality, rather than geography.<br />

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place, which is entered from the outside in” 9). The hotel is a<br />

metaphor for the body, for corporeal existence, and it is through the<br />

experience of living that one moves inward to greater<br />

understanding. Alberina is staying temporarily, and observing and<br />

describing her perceptions of her temporal bodily experience.<br />

Alberina, speaking in the third person, observes, “Alberina<br />

ama a Cuernavaca. Y, sobre todo, al extraño mundo de personas<br />

escapadas de los demás, menos de sí mismas” (“Alberina loves<br />

Cuernavaca. And above all, the strange world of people escaping<br />

from others, except from themselves” 125). In this example there<br />

can be escape, or exile, from the outside phenomenological world of<br />

a busy city to a quieter one, yet Alberina observes that even still the<br />

people cannot escape from themselves. This reiterates the idea of a<br />

symbolic, metaphorical, allegoric reading of the text. The character,<br />

as we do, inhabits a rented space, a tangible human body, within<br />

which a substantial amount of non-tangible perceptual processing<br />

occurs and from which we cannot escape. From where is the escape:<br />

from the outside phenomenological world, or from the shadowy<br />

interior world? This reading of the place of spiritual connection is<br />

reinforced in other instances in the text. The third person narrator<br />

comments:<br />

No le tiene apuro. Las páginas no se apresuran. Quien lee desconoce<br />

el tiempo. Le sorprende que sus padres le digan que van a<br />

salir. No es necesario salir. Todo está dentro.<br />

Y si sale ve otras cosas. No las que se muestran, sino las<br />

que están detrás. O en medio.<br />

Por eso no recuerda los lugares. No ha visto lo que había.<br />

Son las visiones animadas.<br />

She is not in a hurry. The pages do not pressure her. Whoever<br />

reads does not remember time. She is surprised that her parents<br />

tell her they are going to go out. It is not necessary to leave.<br />

Everything is inside.<br />

And if she leaves she sees other things. Not the things<br />

they show her, but rather what is behind them. Or in the middle.<br />

This is why she does not remember places. She has not<br />

seen what was there. They are animated visions. (222)<br />

In Alberina’s narrated perception, there is an inversion:<br />

what we consider to be the real world, the whole of tangible<br />

phenomena, is “animated visions.” Thus here again we have the<br />

idea that what goes on inside the hotel has greater significance than<br />

what goes on outside it.<br />

In addition to the intertextual reference to the hotel trope,<br />

there is utilization of reference to kabbalistic concepts. These<br />

theological references resonate with the separation expressed by<br />

the protagonist of Castillos, and the redemption of this longing<br />

within the interior space, the interior castle, of the “rented room.”<br />

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Maíz-Peña comments, “Alberina uses her marvelous imagination to<br />

fight death and the pain of separation, to resist nonsensical reality,<br />

to survive the craziness of war and exile” (21). The functionally<br />

homodiegetic narrator however, comments: “Alberina se siente<br />

llamada a grandes aventuras […] Alberina aún no lo descubre, pero<br />

reconocerá la seña. Es otro secreto que no sabe cómo descifrar. Pero<br />

que tranquilamente, un día, se le revelará. Como toda revelación:<br />

será la calma absoluta” (“Alberina feels called to great adventures<br />

[…] Alberina has not yet discovered them, but she recognizes the<br />

sign. It is another secret that she does not know how to decipher.<br />

But slowly, one day, it will be reveal itself to her. As all revelation: it<br />

will be absolute calm” 221). The narration itself evokes not a<br />

psychological reading, but rather a spiritual one. Consistent with<br />

kabbalist theology, the pain of separation that is felt in exile wells<br />

up from a disconnection with that which is referred to as the Divine.<br />

The language and paradigms drawn upon in Castillos to as<br />

the referent for the condition of exile can be located in a particular<br />

theological context, that of the deeply rooted mystical tradition of<br />

Kabbalah. Pre-Lurianic Kabbalah conceptualized spiritual exile in<br />

terms of the embodiment of Adam:<br />

Prior to Adam’s sin, there was no material world at all. Adam<br />

himself was of a purely spiritual nature. Moreover, the sefirot<br />

stood in a relationship of complete harmony with one another.<br />

This idyllic situation ended as a result of Adam’s transgression.<br />

Adam took on corporeal form and was no longer located in the<br />

upper world; the sefirotic relationship ceased to be one of perfect<br />

unity. Rather, a degree of disharmony was introduced into the<br />

life of divinity. (Fine 57)<br />

Thus, in this conceptualization, the materiality of human<br />

physicality is in itself an exile from an original location. In the<br />

kabbalistic conceptualization, embodiment is the cause of the<br />

separation from the original place of belonging. This separation<br />

produces a disequilibrium which is further understood in terms of<br />

a disconnection between the female emanation (Malkhut or<br />

Shekhinah) and the male emanation (Tiferet) of Ein-sof. Ein-sof is<br />

the Whole, which is beyond words. Humans seek, through<br />

communion with Shekhinah, to restore the original unity between<br />

the male and female emanations and thus heal the disharmony that<br />

was created when Adam took on corporeal form:<br />

Malkhut, or Shekhinah, is imagined in Kabbalah as the receptive<br />

female who posesses no divine light or vitality of Her own […]<br />

The Shekhinah is cut off from Her source of nourishment and<br />

remains separated or “exiled” from the rest of the sefirot […]<br />

[The Safed kabbalists] exhibited a deeply and personally felt<br />

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identification with the rupture within the life of God, and<br />

particularly the misery and torment of the Shekhinah. (Fine 59)<br />

The Sefer Yetzirah, the first fundamental book of Kabbalistic<br />

writings is dated at about 200 BCE; the Zohar appeared in the later<br />

twelfth century. Thus Fine notes that pre-Lurianic kabbalism took<br />

shape as the Inquistion spread in Europe (64). Luria’s work was<br />

influenced by the aftermath of the expulsion of the Jews from Spain.<br />

Out of fear many Jews had converted to Christianity; however,<br />

there was a desire in conversos to be able to openly be who they<br />

really were. This desire parallels Alberina’s exploration of her<br />

spiritual self, and it is a significant element contributing to<br />

redemption of her physical exile.<br />

During the expansion of the Ottoman empire into Palestine<br />

in the late medieval period, Lurianic Kabbalah proposed a more<br />

dramatic scenario: that the entire earthly realm was in exile,<br />

following the shattering of the wholeness of the Divine. Its<br />

fragments were scattered, little sparks of light continuing to glow.<br />

From Safed in the Holy Land, redemption from this galut (exile)<br />

was conceptualized as the reparation of the Divine brokenness<br />

through recovering the sparks of light.<br />

The understanding of exile as parts separated from the<br />

whole of the Divine and of redemption as a return to wholeness is<br />

echoed in the use of the technique of metaphor. The image of fog is<br />

utilized to describe Alberina’s movement in the lower rooms of her<br />

interior castle:<br />

Las brumas, aunque impalpables, son espesas para Alberina.<br />

Quisiera apartarlas. Vienen de la memoria, de los sueños, de las<br />

películas, de los libros, de las fotografías. Se le entremezclan. Se<br />

le yuxtaponen.<br />

Al no poder separar unas de otras va perfilando un<br />

paisaje de imágenes que mueve y acomoda según historias<br />

inventadas. Las brumas son como las historias de los tres<br />

caballitos de barro cocido, pintados de color, que guarda en una<br />

caja de camotes de Puebla. Los caballitos entran y salen de la caja<br />

en distinto orden: el café, el negro, el blanco. Como las brumas.<br />

Algunos recuerdos se desvanecen. Esos son las brumas.<br />

Otros recuerdos permanecen. Como los caballitos de barro<br />

cocido.<br />

Los caballitos existieron. Cada uno tiene un nombre:<br />

Magoyo, Trigoyo y Ligoyo. Van a dar comienzo a una serie de<br />

viajes y aventuras. Serán los compañeros fieles de Alberina.<br />

Alberina no sabe que está guardando, entre brumas y claridades,<br />

imágenes que habrán de resurgir en el momento oportuno.<br />

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The mists, though impalpable, are thick to Alberina. She wants<br />

to open them up. They come from memory, dreams, movies,<br />

books, photographs. They mix together. They juxtapose.<br />

Unable to separate one from another she shapes a<br />

landscape of images that move and accommodate according to<br />

invented stories. The mists are like the stories of the three little<br />

clay horses, painted in colors, that are stored in a box of Puebla<br />

potatoes. The little horses enter and leave the box in a particular<br />

order: the coffee-coloured one, the black, the white. Like the<br />

mists.<br />

Some memories dissipate. Those are the mists. Other<br />

memories remain. Like the little horses of cooked clay.<br />

The little horses existed. Each one has a name: Magoyo,<br />

Trigoyo and Ligoyo. They will be the beginning of a series of<br />

journeys and adventures. They will be the faithful companions<br />

of Alberina. Alberina does not know that she is saving, between<br />

mists and clearings, images that will resurface at the right time.<br />

(21-22)<br />

Although it is impalpable and thus not empirically<br />

verifiable, Alberina is conscious of thick fog. Light is obscured. She<br />

has fragments of memory, like shards of light, which at some<br />

moments coalesce into distinct images. When the fog does take<br />

form, Alberina can then move these images in orderly fashion, for a<br />

time. Yet each of the moments in which the fog does coalesce and<br />

part, is a movement towards wholeness:<br />

Alberina afina sus sensaciones. La llegada a México es el<br />

principio del conocimiento. Por los recuerdos y por las primeras<br />

imágenes en claroscuro se inicia para ella una vía de ascenso<br />

hacia la luz, un intenso deseo de claridades, una lucha<br />

apasionada por alejar brumas y comprender qué es el mundo a<br />

su alrededor.<br />

Alberina sharpens her feelings. The arrival in Mexico is the<br />

beginning of knowledge. Through memories and the first images<br />

in semi-darkness she begins a path up towards the light, an<br />

intense desire for clarities, a passionate struggle to distance<br />

mists and understand what the world around her. (21)<br />

This understanding is kabbalistic in its mystical approach to<br />

comprehending the material world. Alberina associates light and<br />

the Divine: “Dios puede tomar muchas formas. Deslizarse y<br />

acomodarse. Iluminar el interior. Aun en el cuerpo rechoncho de<br />

María la enana” (“God can take many forms. He can slip around and<br />

accommodate himself. Illuminate the interior. Even in Mary’s<br />

stubby dwarf body” 149). That which is signified as “God”<br />

illuminates the inside, and this light is flexibly comfortable in many<br />

human forms, even short fat ones.<br />

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Through dim memory and vague image, the protagonist’s<br />

consciousness ascends towards light. This ascension<br />

metaphorically depicts increasing spiritual consciousness or, in<br />

other terms, expanding consciousness. It is in this particular way<br />

that Alberina grows in her understanding of the world around her.<br />

This understanding is incomplete in the diegetic present, indicated<br />

by what is evidently a retrospective narrative perspective:<br />

Nunca sabrá los rezos Alberina. Parece que María tampoco los<br />

sabe. Alberina siente el peso de lo sagrado. María está contenta<br />

y casi sonríe. Alberina quiere escapar, pero sus pies no se<br />

despegan del suelo. María se mueve y pudiera acaso bailar.<br />

Alberina piensa que los santos y las santas la están<br />

mirando. Que el sacerdote la señalará. Que los feligreses<br />

advinarán su impiedad.<br />

Y, sin embargo, su acto no es sacrílego.<br />

Como tampoco es sacrílega María, riéndose y saltando.<br />

Son distintas maneras de acercarse a la inabarcable<br />

abstracción, al amor indefinible. Al Dios impronunciable. Al<br />

Dios único. Alberina en su descreimiento: y, no obstante, pavor.<br />

María en su estulticia: y, no obstante, comprensión.<br />

Alberina piensa que el pecado es entrar en la iglesia. Que<br />

ha traicionado. Que ha negado. Que habrá de callar y habrá de<br />

ocultar.<br />

No es terreno para ella. Engaña. Utiliza el recinto para<br />

otro propósito. Para recibir una paz propia: no la paz del<br />

universo. Sin darse cuenta que la paz propia es la paz del<br />

universo. Lo que no sabe Alberina.<br />

Alberina will never know the prayers. It seems that Mary does<br />

know know them either. Alberina feels the weight of the sacred.<br />

Mary is happy and almost smiles. Alberina wants to escape, but<br />

her feet are stuck to the ground. Maria moves and maybe could<br />

dance.<br />

Alberina thinks that the saints are watching her. That<br />

the priest is meaning her. That the parishioners will sense her<br />

impiety.<br />

And, yet, her act is not sacrilegious.<br />

Nor is Mary sacrilegious, laughing and jumping.<br />

They are different ways to approach the unfathomable<br />

abstraction, the indescribable love. The unpronounceable God.<br />

The one God. Alberina in her unbelief: and, nevertheless, dread.<br />

Mary in her folly: and, nevertheless, understanding.<br />

Alberina thinks that the sin is entering the church. That<br />

she has betrayed. That she has denied. That she must be silent<br />

and must hide.<br />

This is not the place for her. She deceives. She uses the<br />

grounds for another purpose. To receive peace for herself: not<br />

peace in the universe. She does not realize that personal peace is<br />

the peace of the universe. Alberina does not know that. (153)<br />

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As a Jewish girl in a Catholic church, Alberina feels some<br />

territorial discomfort. The narrator observes that a Jew being in a<br />

church, or laughing and jumping in a sanctified place, are not<br />

sacreligious acts. Rather, they are different ways of drawing closer<br />

to that indefinable, unpronounceable, singular, abstraction,<br />

signified as God. In that drawing closer, in the space of the church,<br />

an inner peace is felt. Here again is reconciliation of exile: the<br />

personal feeling of peace is connection with a greater peace.<br />

Alberina comments, “el espacio interno deja de ser espacio<br />

al perder sus límites. No hay fronteras y no hay principio ni fin. En<br />

la mente de Alberina el orden se crea por los descubrimientos y las<br />

maravillas. Los castillos se construyen en la tierra” (“internal space<br />

is no longer space when it loses its limits. There are no borders and<br />

there is no beginning and no end. In Alberina’s mind order is<br />

created by discoveries and wonders. Castles are created on earth”<br />

101). Here, with perhaps a reference to Morada interior (1972) and<br />

its intertext of Teresa of Avila’s Castillo interior (1588), Alberina<br />

aligns herself with the Lurianic idea that spiritual connection<br />

happens in historical time. It is here in this terrestrial world that the<br />

castle of the soul is located, it is here that the sparks of the Divine<br />

must be gathered and made whole once again. The transience of<br />

material place is nevertheless the centre of the universe, incarnated<br />

in material physicality: “Tamaulipas 185 es el universo: castillos en<br />

la tierra” (“Tamaulipas 185 is the universe: castles on earth” 226).<br />

In making academic commentary on her own fiction,<br />

Muñiz-Huberman comments that blank spaces in a text “son un<br />

llamado de atención: o bien, a la manera cabalista, se pueblan de<br />

los infinitos significados que el lector sepa agregarle” (“they are a<br />

call for attention: or, in the Kabbalist way, they are filled with<br />

infinite meanings that the reader knows how to add to them”<br />

Cuerpo 33). Spaces in kabbalistic texts signify the unrepresentable<br />

Divine. Muñiz-Huberman points out that these spaces remind the<br />

reader to focus their attention. She also observes that human<br />

conceptualizations tend to populate those spaces, creating<br />

significance. In Castillos en la tierra, blank spaces increase as the<br />

story progresses. This narrative technique conveys Alberina’s<br />

movement towards spiritual wholeness and a concommittant<br />

lessening of her capacity to express her experience of the<br />

reconciliation of her exile in words.<br />

The child Alberina makes reference to fairy tales and, from<br />

within the imagined space of her diegetic world, she describes an<br />

imaginary world (note the blank spaces in the text):<br />

Es un mundo protegido y contenido en la escencia de<br />

una almendra.<br />

Donde los rayos del sol son solamente tibios y la<br />

luminosidad se filtra entre hojarasca y ramaje.<br />

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Donde el concierto es de la pequeña vida grande.<br />

Donde Dios se manifiesta despreocupado.<br />

Sin remordimientos.<br />

Donde los atributos son la gota de miel y la gota de rocío.<br />

Donde el arco iris no necesita condiciones.<br />

Donde. Donde. Donde.<br />

It is a protected world and filled with the essence of an<br />

almond.<br />

Where the sun's rays are only lukewarm and the lightness filters<br />

through foliage and branches.<br />

Where the concert is of the small large life.<br />

Where God manifests carefree.<br />

Without regrets.<br />

Where attributes are the drop of honey and the drop of<br />

dew.<br />

Where the rainbow does not need conditions.<br />

Where. Where. Where. (211)<br />

Alberina longs for this protected world of warm sun and<br />

leaves and honey, and she is lamenting “where, where, where.” Here<br />

again there is the reference to light, to luminosity, now filtering<br />

through pristine nature. This world is contained in the aroma of an<br />

almond. It doesn’t have material physicality, except to the extent<br />

that it can be smelled. It is a world in which God is manifest, without<br />

worry and without guilt.<br />

The narrator observes Alberina at El Salto de San Antón<br />

when, as she follows on a path that she cannot turn off of, her<br />

metaphorical spiritual road, she has an experience of unio mystica.<br />

Although she desires light, the motif for the Divine, it seems that<br />

the darkness only increases. It is a great open space that illuminates<br />

her from within, and she feels silence and harmony. The<br />

redemption of exile:<br />

el camino no puede interrumpirse y Alberina siente que no es la<br />

voluntad la que la mueve, sino el terreno resbaladizo. Quisiera<br />

adivinar una luz como fin deseado, pero la oscuridad parece ir en<br />

aumento. El mundo a sus espaldas ha quedado en el olvido,<br />

borrado. Como si no existiera.<br />

El agua se filtra entre resquicios y musgos, suavemente,<br />

sin prisas. Con sonido que apacigua.<br />

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Alberina está envuelta en un capullo, en communión,<br />

entre un batir de alas de ángeles. Que apenas si rozan el aire<br />

cercano a su piel.<br />

Es un gran espacio abierto el que se ilumina en su<br />

interior. Es la inmersión en el todo abarcador. Es el olvido de<br />

cualquier otra situación que no sea la que está viviendo en ese<br />

preciso momento. Es una combinación de silencio y armonía.<br />

the path cannot be interrupted and Alberina feels that it is not<br />

will which moves her, but rather the slippery terrain. She wants<br />

to sense a light as the desired end, but the darkness seems to be<br />

increasing. The world at her back has been forgotten, erased. As<br />

if it did not exist.<br />

Water seeps between cracks and moss, softly, unhurried.<br />

With a sound that soothes her.<br />

Alberina is wrapped in a cocoon, in communion,<br />

between a beat of angel’s wings. That barely graze the air near<br />

her skin.<br />

It is a large open space that glows inside her. It is<br />

immersion in the all-encompassing. It is forgetfulness of any<br />

other situation that is not that which she is living in that precise<br />

moment. It is a combination of silence and harmony. (127)<br />

Castillos en la tierra is narration of disconnection,<br />

brokenness and redemption. For the protagonist, the experience of<br />

living in the intangible castle place, whilst located in tangible<br />

historical time and space, is redemptive. “Alberina vive en su propio<br />

centro. No ha sufrido la separación. (El exilio es una idea.)”<br />

(“Alberina lives in her own center. She has not suffered separation.<br />

[Exile is an idea.]” 226).<br />

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LA EXPECTATIVA DE LECTURA:<br />

UN PUNTO DE QUIEBRE ENTRE LOS GÉNEROS<br />

Fernando Beltrán<br />

Universidad Nacional Autónoma de México<br />

Recepción: 17 de junio de 2016<br />

Aprobación: 28 de julio de 2016<br />

Propone Ricardo Piglia que Jorge Luis Borges previó la suerte de<br />

nuestra época. El autor de Formas breves lo expuso en una reciente<br />

serie de charlas que ofreció en la Biblioteca Nacional Mariano<br />

Moreno y en colaboración con la televisión pública argentina. A<br />

propósito de la lectura en general y de los géneros en<br />

particular, no es ya la pregunta sobre si ahora se lee<br />

menos en papel o se lee más en los dispositivos<br />

digitales; o si los libros van a desaparecer. La pregunta<br />

es si se seguirá leyendo. Más aún, cómo se lee hoy.<br />

Borges no fue un «escritor de vanguardia». Goce<br />

verbal, juegos de ingenio, brevedad y prosa concentrada,<br />

quizás sus mejores apuestas escriturales. No<br />

hay cuento alguno que sobrepase las diez o doce<br />

cuartillas. Rechazó la novela por la demasía de su artificio. En<br />

cambio, fue un «lector de vanguardia». Aleatorio, discontinuo<br />

−muy de nuestra época a partir del hipertexto−, insatisfecho,<br />

arbitrario, hermeneuta, pródigo memorioso, como uno de sus<br />

personajes ficticios. Puso Borges en relación textos que no existieron.<br />

Borges no desconoció nunca que el lector es el lado anverso<br />

del escritor. Dos rostros de un menester llamado literatura. Ya se<br />

sabe que Borges se apreciaba más por lo leído que por lo escrito. Ha<br />

sugerido que si Shakespeare aburriera, el genio inglés no debería<br />

ser atendido por ciertos lectores.<br />

La lectura es algo más complejo que un ejercicio de los ojos.<br />

Busca ella y a veces encuentra. Más todavía. Una expectativa de<br />

lectura es el hallazgo donde se dice incluso no busque, no lea. ¿Qué<br />

espera un lector de un ensayo? ¿Qué espera de un cuento? ¿Qué se<br />

espera de un escritor? Desde luego, habrá que preguntarse ahora<br />

qué se espera de un tweet.<br />

El encuentro entre un lector y un autor, la expectativa de<br />

lectura, depende menos de las propiedades escriturales expuestas<br />

en los textos que de la forma en que el lector se acerca a ellos. Una<br />

usuaria de Twitter es mi mejor ejemplo aquí. «Dice “ya cambia”<br />

−twitteó @mintilux− y yo leo “Ya, cumbia”. Morning». En otro<br />

lugar: «Dice “basándonos”, leo “besándonos”. ¿Dónde estarás?». La<br />

misma disposición: «Dice “déjanos consentirte”, leí “te dejamos<br />

inconsciente”. Why?». ¿Qué clase de lecturas son éstas? ¿Lectura<br />

entrelíneas? ¿Mala lectura? ¿Una suerte de lectura criminal? Habrá<br />

que atender en otro lugar por qué el criminal siempre es más<br />

atractivo que el detective.<br />

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A propósito de «Pierre Ménard, autor del Quijote», Borges<br />

apuntó que la técnica de Ménard, el anacronismo deliberado y el de<br />

las atribuciones erróneas, había enriquecido el arte detenido y<br />

rudimentario de la lectura. Los usos desviados de la lectura. En<br />

efecto: una lectura es también aquella que lee mal, distorsiona,<br />

aquella que percibe confusamente; las propiedades escriturales no<br />

impiden la diáspora del sentido. Lo poetiza mejor George Steiner en<br />

La poesía del pensamiento: los relámpagos del significado se<br />

originan en las tinieblas.<br />

La lectura se nutre, sin duda, de la memoria, pero ¿dónde<br />

reside ella? ¿En dónde radican los cuarteles generales? La lectura<br />

se alimenta también de la invención, pero ¿cómo funciona esta<br />

suerte de técnica y de encuentro con las musas? La lectura abreva<br />

de la influencia, aunque ¿hasta dónde la influencia tiene influencia?<br />

Borges ha advertido en «Kafka y sus precursores» que descubrimos<br />

ya «su voz» en escritores previos a él. Se sostiene la lectura también<br />

de la vivencia. Fue Lukács quien propuso en El alma y las formas<br />

que el género ensayístico, por ejemplo, no era sino una suerte de<br />

vivencia intelectual. Acaso una de las mejores expresiones hoy día<br />

de esta «vivencia intelectual» lo muestra el ensayo de Vivian<br />

Abenshushan, Escritos para desocupados.<br />

En su «Nota sobre Bernard Shaw» de 1952, Borges sostiene<br />

que el diálogo entre un autor y un lector es infinito. Un libro no es<br />

un ente aislado, es una relación, una serie infinita de relaciones. Y<br />

añade Borges: «Una literatura difiere de otra, ulterior o anterior,<br />

menos por el texto que por la manera de ser leída».<br />

¿Cómo leemos ahora? ¿Cómo es la literatura de nuestro<br />

tiempo? Mi hipótesis es que es posible leer donde se dice, incluso,<br />

no lea. El horizonte no es sucinto. Un género literario, desde luego,<br />

no escapa de ningún modo. Sin embargo, ¿qué significa leer donde<br />

se dice, incluso, no lea? Sugiero lo siguiente.<br />

El agente encubierto Philip Jennings tiene cautivo a un espía<br />

de Israel en suelo norteamericano. El israelita protegía a un judío<br />

ruso que logró escapar hacía tiempo de la ex Unión Soviética.<br />

Además de desempeñarse en investigaciones informáticas, el judío<br />

ruso se dedicaba a la propaganda contra el comunismo. Las órdenes<br />

que recibe Philip es el intercambio del espía por el científico. La ex<br />

URSS lo quiere bajo su mando e Israel aceptó el trato. Philip lo lleva<br />

a cabo y recibe al ex prófugo. Esposado y sin mordaza, el científico<br />

va en el asiento trasero del auto. Philip maneja. De noche, lo<br />

conduce a un puerto en Washington. El científico intenta negociar<br />

con él. Le habla de dinero y de información útil que puede servir a<br />

los fines del espionaje de la KGB. Sin responderle, Philip lo observa<br />

con cuidado por medio del retrovisor. El judío no recibe respuesta.<br />

Comienza la súplica. Habla de sus hijos y de su esposa. Ruega que<br />

lo deje ir. No quiere regresar a Moscú. Llora, gime, grita. Implora<br />

caridad. Demanda un trato humano. Sin hablar, Philip sólo lo mira.<br />

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El judío suplica en grado sumo. Le exclama que él, Philip, no tiene<br />

piedad. Que es un monstruo. Por gestos visibles: la mirada<br />

contenida y el fruncido de las cejas, Philip experimenta algo grave,<br />

pero no cede. Lo entrega en un embarcadero. Vuelve a casa.<br />

Elizabeth, su esposa y también agente de la KGB, lo espera en el<br />

sofá. Está a punto de amanecer. Philip se recuesta y se acurruca al<br />

lado de ella. Quiere un abrazo. Escarban en sus recuerdos. Quiere<br />

sentirse humano después de lo que ha hecho.<br />

Philip y Elizabeth han sido entrenados en la Unión Soviética<br />

para el combate a cuerpo y el uso sofisticado de las armas, para el<br />

desciframiento de códigos y el ocultamiento de su verdadera identidad<br />

a través de múltiples y falsos nombres y personajes. Philip y<br />

Elizabeth, sin embargo, son un matrimonio y son padres de una<br />

jovencita y un chico. Son una familia estadounidense. Para los fines<br />

del espionaje, su coartada es perfecta. Aunque de día pueden<br />

desempeñar roles más o menos mundanos: la compra de víveres, la<br />

ida y vuelta al trabajo, la cena en la mesa familiar, de noche pueden<br />

o deben eliminar un blanco. Nada de lo anterior lo hacen como<br />

engranajes ni como autómatas. Los sentimientos están siempre<br />

encontrados. La causa comunista, no obstante, no siempre resuelve<br />

el conjuro de sus culpas ni sus remordimientos. Si bien ambos<br />

personajes oscilan en los extremos en cuanto a los comportamientos<br />

se refiere, entre el amor y la muerte, Philip y Elizabeth<br />

ilustran bien el sentido de la totalidad. El bien y el mal los contiene.<br />

Sus múltiples performances experimentan la dualidad del ser<br />

humano. En frase célebre ya advertía Montaigne que cada hombre<br />

contiene la entera condición humana.<br />

La serie Fox de televisión The Americans visita así el<br />

espionaje de la KGB en Estados Unidos de la guerra fría. Desde<br />

luego, la serie debe actualizar los conflictos y mantener o aumentar<br />

los grados de suspenso. Al día de hoy corren ya dos temporadas al<br />

aire. Avanzada ya la serie, esta escena me ha interesado traer a<br />

cuento aquí. No estoy seguro que esta lectura que yo hago de esta<br />

escena sea la única ni la más importante. Sin duda no lo es. Quizá<br />

los aspectos de la intriga y los meollos de las conspiraciones, a la<br />

manera de los pilares con los que se construye la narrativa policial,<br />

sean más sugerentes para otros lectores o espectadores. Estoy<br />

cierto, sin embargo, que a luz de la lectura de Sabato uno observa o<br />

se detiene o busca la totalidad y la dualidad. Como espectador de<br />

esta serie pero como lector de Sabato, aparece ante mí el problema<br />

del mal: Philip [Matthew Rhys] es un monstruo que no cede. Se<br />

revela ante mí también la dualidad: pese a lo que ha hecho, Philip<br />

busca comprensión de Elizabeth [Keri Russell]. Quiere sentirse<br />

humano.<br />

Se trata, en efecto, del «lector implícito» que construye<br />

Sabato en su obra. Un lector que Sabato ha incentivado con sus<br />

novelas. Dicho de otro modo, un lector que se haya detenido y<br />

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reflexionado en y con sus ficciones, de algún modo espera que<br />

ciertas problemáticas sean puestas en la mesa de disección y<br />

tratamiento quirúrgico. Problemas graves y de peso: el suicidio, la<br />

muerte, el mal, la existencia o la inexistencia de Dios. Que estas<br />

preocupaciones sean puestas desde ya en pantalla o en el texto y se<br />

eviten los rodeos o los juegos de ingenio. Más aún. Si no están<br />

puestas de manera clara y directa, como quizás podría ser el caso de<br />

esta serie de televisión, un lector de Sabato lee las problemáticas<br />

aludidas. Este es el horizonte de expectativa que sugiere la<br />

novelística de Sabato. Uno lee ciertas cosas en lugares incluso<br />

donde se dice no lea.<br />

Por supuesto, la guerra entre los críticos es imponer el modo<br />

de lectura. ¿Cómo se debe de leer hoy a Borges? ¿Cómo se debe de<br />

leer hoy a Sabato? El gran problema con los autores inéditos es que<br />

no se sabe aún el modo en que deben ser leídos.<br />

Evodio Escalante ha señalado algo de particular atención<br />

aquí. No pocos cuentos de Borges ensayan ideas. No es el único<br />

caso, desde luego. ¿Por qué habrá necesariamente que categorizarlos<br />

como cuentos si «hay algo más» que el preciso tránsito<br />

narrativo de un punto A hacia un punto B? ¿Qué pasaría si no pocos<br />

cuentos de Borges se encasillaran como ensayos? ¿Qué hay detrás<br />

en la toma de decisiones de editores como Herralde al clasificar de<br />

«narrativas» ciertos ensayos de Piglia? Advierte el crítico<br />

venezolano Gustavo Guerrero en un reciente congreso sobre el<br />

género ensayo en la Universidad Nacional Autónoma de México<br />

[octubre, 2015] que para abrir público al ensayo, los ensayistas<br />

están orientando su género hacia la narrativa y la brevedad, en<br />

tanto la noción de literatura se ha concentrado en las novelas. Obras<br />

de ensayistas importantes en Argentina como Sergio Pitol, Rossi y<br />

Piglia se han alineado en la «Colección Narrativas Hispanoamericanas»<br />

de Anagrama. Herralde Grau no las colocó en la<br />

«Colección de Ensayos». Esta es una estrategia, dicho sea de paso,<br />

que los editores hacen para ofertar el ensayo al público.<br />

Ahora, un lector acostumbrado al ensayo, en teoría, no<br />

sufriría dificultades en advertir que las dosis de ensayística no son<br />

diluidas en los cuentos de Borges. ¿Sería suficiente el reacomodo de<br />

las clasificaciones? ¿Bastará con el reajuste que efectúan editores?<br />

Quizás. No seguiré la sugerente hipótesis de Carlos Oliva de que el<br />

ensayo no vive sino a partir de otros géneros. El ensayo es una<br />

entidad ferozmente carnívora. Por tal razón, muy a menudo aparece<br />

y desaparece en la novela, en el cuento, en la crónica. No debe<br />

sorprendernos que los encuentros entre el ensayo y la ficción o el<br />

ensayo y la poesía adquieran un punto máximo, para el primero, en<br />

Borges; para el segundo, en Octavio Paz.<br />

Si la hipótesis de la expectativa de lectura no es falsa, se<br />

relegarían incluso las exigencias del propio autor. Puesto en<br />

circulación un texto, el autor queda impotente sobre los usos o las<br />

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expectativas de lectura. El caso de Operación masacre de Rodolfo<br />

Walsh es ilustrativo. En los albores de su treintena, en 1956, cuando<br />

la sangre lo salpicó a propósito del golpe a Perón de septiembre de<br />

1955 y no pudo la mente del argentino seguir moviendo más las<br />

piezas de ajedrez en los cafés de La Plata, lo escribió cuando su<br />

postura política residía en el ambiguo nacionalismo; pues lo ha<br />

habido de derechas y de izquierdas. Una posición compartida entre<br />

no pocos de sus contemporáneos. En la época en la que escribió por<br />

vez primera Operación… −se sabe que hubo tres reescrituras−, el<br />

también cuentista de policiales estaba lejos de comulgar con el<br />

peronismo. Por supuesto, legítimo derecho de un autor es la<br />

advertencia, la sugerencia, la recomendación. Como muchos otros,<br />

Walsh no se ahorró las suyas. Había advertido que si alguien quería<br />

leer sus textos −Operación, Caso Satanowsky, ¿Quién mató a<br />

Rosendo?− como «simples novelas policiales», era decisión de los<br />

lectores. No le hicieron caso. Casi veinte años después, en el meollo<br />

del tercer round político de Perón, digamos, las juventudes<br />

peronistas lo leyeron como fe de bautismo para el ataque y la<br />

resistencia. Una obligada lectura de conversión, la que se hizo de<br />

Walsh por parte de las generaciones juveniles de la década de 1970,<br />

al no menos equívoco «movimiento peronista». ¿Se leyó mal a<br />

Walsh? En absoluto. Más bien hubo un uso de los textos. Un «efecto<br />

productivo» que el uso provoca.<br />

La consideración sobre a quiénes se dirigen los escritores no<br />

tiene desperdicio alguno. Frente a cualquier escritor, advertía Jean-<br />

Paul Sartre, hay preguntas meta-históricas: ¿por qué escribir?,<br />

¿para qué escribir?, ¿para quién escribir? No son menores las<br />

interrogantes sobre el compromiso. ¿Compromiso con la literatura?<br />

¿Compromiso con la vida política? ¿Es posible la conjunción de lo<br />

uno con respecto a lo otro? ¿Debe juzgársele en función de la obra<br />

o a través de los efectos (políticos) que pone en acción? ¿Debe el<br />

escritor ocuparse de lo uno pero no de lo otro? En «El escritor<br />

argentino y la tradición», ya apuntaba Borges en 1932 que «el culto<br />

argentino del color local es un reciente culto europeo que los<br />

nacionalistas deberían rechazar por foráneo».<br />

El fenómeno es más turbio cuando los escritores sostienen<br />

que no se dirigen a ningún público, que su escritura es una<br />

necesidad muy suya de vida o de muerte. Si Ernesto Sabato hubiese<br />

sido una suerte de editor, no creo equivocarme en que demandaría<br />

si el autor que ha escrito, lo hizo porque de no hacerlo se hubiera<br />

muerto. «¡No, cómo cree, qué disparate!», supongamos una respuesta.<br />

Ya enfurecido o en la depresión, Sabato hubiera replicado<br />

que carece de sentido sentarse a escribir. Desde luego, la carta<br />

intitulada «Querido y remoto muchacho» [Abaddón El exterminador]<br />

ofrece un rostro más complejo y humano de un escritor<br />

hecho a los novatos. Pero la escritura por sí misma no supondría<br />

literatura alguna. ¿Dónde se halla el lector?<br />

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Fenómeno similar observa Piglia en El último lector a<br />

propósito de Kafka: alguien debe venir a rescatarlo para salir de la<br />

indecisión y tener algo que pasar en limpio. Kafka fue reacio a la<br />

publicación, por decir lo menos; bien sabido es que su última<br />

voluntad fue la destrucción de sus escritos. Alguien debía ayudarlo<br />

a transformarse de escritor en autor, a pasar de K. a Kafka, de la<br />

letra personal a la palabra pública. ¿La variable se reducía a un<br />

eficaz editor? En una más de sus provocaciones, Borges propuso<br />

que la publicación es una salida obligada porque en caso contrario<br />

las correcciones al borrador serían insaciables, del orden de lo<br />

interminable.<br />

Quizá el tiempo o la posterioridad sea la batalla decisiva de<br />

un autor. La verdadera legibilidad, escribe Emilio Renzi, siempre es<br />

póstuma. Quizá lo sea los ojos del extranjero, esa suerte de<br />

posterioridad contemporánea. El sociólogo estadounidense Randall<br />

Collins ha propuesto la emisión de un juicio sobre el tiempo si<br />

el autor sobrevive a dos generaciones. Por su parte, sugiere el crítico<br />

George Steiner que el tiempo, tanto el histórico como el de la vida<br />

personal, altera la opinión sobre una obra. No es una cuestión de<br />

ganadores, sino de una relación compleja, provisional, con el<br />

tiempo.<br />

¿Quién lee ahora la novela que escribió Sainte-Beuve? Por<br />

muchos fue considerado el máximo crítico del siglo diecinueve. Un<br />

reconocido crítico que se equivocó con Stendhal.<br />

No obstante, el hallazgo del sentido, el relámpago del significado,<br />

compete más bien al escrutinio y a las posibilidades del<br />

lector. Encuentra el lector donde se dice, incluso, no lea. Por<br />

ejemplo, a propósito de Crimen y castigo, Sabato se ha hecho de<br />

tres posibles modos de su lectura. Quizás fueron los suyos. Cuando<br />

muchacho, la novela se configura más como una policial. Avanzado<br />

en edad, el lector la encuentra como una novela psicológica. En la<br />

madurez, el meollo de Raskolnikov es un drama metafísico. Quien<br />

ha incursionado en las tinieblas, digamos, a la manera de un bote<br />

que se adentra de noche en un mar convulso, y se haya de este modo<br />

planteado con seriedad la existencia o la inexistencia de Dios, es<br />

difícil no concebir que las lecturas de Dostoiewski no giren en torno<br />

a las preguntas metafísicas: la existencia, la muerte, lo divino. Con<br />

todo y que el escritor ruso creía fervientemente en la idea del<br />

progreso y en los ferrocarriles.<br />

No ocurre algo disímil con la lectura de la Biblia. Al igual<br />

que con la filosofía, Borges propone leerla como literatura<br />

fantástica. Bajo este modo, por decir lo menos, hombres que viven<br />

cientos de años, apariciones y desapariciones de personajes<br />

fantasmagóricos, milagrosas acciones o conspiraciones de Dios y el<br />

demonio en contra de los hombres −como lo sugiere el Libro de<br />

Job−, serían mucho más verosímiles. En cambio, vale preguntarse,<br />

¿qué ha desencadenado su lectura realista? No podría entenderse<br />

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del todo, por ejemplo, el chiste que cuentan las mujeres yugoslavas:<br />

«Oh, María, tú que concebiste sin pecar, concédeme la gracia de<br />

pecar sin concebir».<br />

Debe llamar la atención, en otro orden de ideas, que sea el<br />

lector el gran ausente de las ciencias sociales. ¿Para quién escribe la<br />

sociología? Sean cuales sean sus avances y sus métodos, sus teorías<br />

y sus descubrimientos, sus apologías y sus rechazos, la cuota del<br />

desciframiento es alta. En una palabra, es necesaria la dolorosa<br />

adquisición de unas gafas de especialista, o una variante de esta<br />

variante, para desenmarañar sus significados. Aunado a lo anterior,<br />

la precaria o la inexistente atención al lector supone un rechazo<br />

implícito a la reflexión sobre lo que es la escritura y sus alcances<br />

para incentivar la lectura.<br />

Tal cual suelen escribirse las ciencias sociales, no debe<br />

perderse de vista que muy a menudo sufren sólo la crítica de los<br />

roedores porque depararon en un estante de biblioteca universitaria.<br />

No dudo de su importancia, de sus dificultades, de su razón<br />

de ser, como decía Leibniz. La lucha constante contra el error.<br />

Después de todo, las ciencias sociales se reivindican ciencias. Se<br />

encuentran todo el tiempo a prueba. Sin embargo, le observo cada<br />

vez más sus carencias que sus posibilidades. ¿Qué pasaría si a la<br />

sociología se la midiera en función de su entretenimiento? Para mí<br />

no está del todo claro para quién escribe la sociología. Si el objetivo<br />

son sólo los pares, una respuesta plausible, para muchos suficiente<br />

o ineludible, hay un rechazo explícito a una comunicación amplia.<br />

¿Qué sentido tiene escribir un texto durante cuatro años, la tesis<br />

doctoral, cuyo punto final es la lectura de cinco individuos? La<br />

academia ha impuesto fronteras muy claras: el lenguaje críptico y<br />

la autosuficiencia, el lenguaje gélido y la llamada objetividad.<br />

Muchos de sus recursos de financiamiento −quizá para bien− no<br />

responden a la venta de los libros. Bajo esta suerte de domo a la<br />

Stephen King: un pequeño mundo relativamente separado del<br />

mundo, ¿quién tendría o para qué habría que ocuparse de los<br />

lectores? Acaso pasen desapercibidos los lectores para la física o la<br />

biología. Los lectores, en cambio, son una cuestión pendiente y<br />

espinosa para las ciencias sociales; sus postulados o sus<br />

aseveraciones se fundamentan en las personas de carne y hueso.<br />

Molesto, Charles Wright Mills alertaba sobre la «jerigonza»<br />

con la que se escribía la sociología. «To overcome the academic<br />

prose, observaba Mills, you have first to overcome the academic<br />

pose». Tiempo después, uno de sus alumnos, Immanuel<br />

Wallerstein, lo subraya preocupado de nueva cuenta. Por sí mismo,<br />

lo evidenciaba el título de uno de sus libros colectivos: Abrir las<br />

ciencias sociales. Aunque el punto sobre las íes no era la forma de<br />

su expresión escrita, advertía Wallerstein que la sociología corría el<br />

riesgo de convertirse en una secta de monjes que profesa un culto a<br />

un dios olvidado. ¿Qué espera un lector de una sociología? El crítico<br />

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George Steiner comparte el juicio pero sube el tono al sostener que<br />

las humanidades no humanizan.<br />

¿Cuáles son las condiciones sociales que hacen posible que<br />

un autor rompa los cerrojos que ha impuesto la academia? A<br />

propósito del arte, una variante de la pregunta anterior sería la<br />

consideración de las condiciones sociales que hacen posible el arte.<br />

Esta cuestión la despacha Borges, siguiendo a Switf, de un solo<br />

trazo: Art happens. De esto modo, suele encontrarse la creencia<br />

−aunque es más que una creencia− que el escritor no se hace sino<br />

nace.<br />

La atención a los lectores y la reflexión sobre el usufructo de<br />

la literatura por parte de las ciencias sociales no responde, me<br />

parece, a un capricho individual de lo que esto escribe. Quizás Los<br />

hijos de Sánchez, texto bien conocido, pase como la referencia par<br />

excellence. En descargo de lo anterior, muy suyo de la etnografía ha<br />

sido el guiño literario. Los diarios de campo, la observación participante<br />

y los relatos de vida son espacios de intensa reflexión<br />

escrita. Aunque son contados, los siguientes esfuerzos cuestionan la<br />

hipótesis del supuesto capricho o ponen en entredicho el mero<br />

adorno por el adorno mismo: La sociedad de las esquinas de<br />

William Thomas; Entre las cuerdas. Notas de un aprendiz de<br />

boxeador de Loïc Wacquant; On the Run. Fugitive Life in an<br />

American City de Alice Goffman.<br />

Como lo muestran estos últimos sociólogos, es notable que<br />

la incorporación de recursos literarios en la exposición de<br />

investigaciones empíricas responda −mi hipótesis− a su lectura por<br />

parte de un público amplio. On the Run se vendió como bestseller.<br />

El meollo aquí es el usufructo de la escritura literaria, mas no el<br />

recurso a la ficción. Hoy día, sin embargo, un mundo inexplorado<br />

es planteársela como espacio escritural de análisis en sociología. Lo<br />

ha señalado Bernard Lahire y Howard Becker. El propio Max<br />

Weber, mucho antes que ellos, se interesó por el ejercicio. Él habló<br />

de las posibilidades históricas que no cuajaron; lo cual no impedía<br />

escarbar o deducir consecuencias analíticas: «qué pasaría si…»<br />

Hasta ahora, el usufructo de la literatura en ciencias sociales<br />

se configura más bien para mí como una reivindicación de la<br />

metáfora; el uso complejo del tiempo como lo sería la técnica del<br />

contrapunto; el recurso de la conjetura por medio, por ejemplo, del<br />

tiempo verbal del subjuntivo o una variante de esta variante; el<br />

preciosismo del lenguaje; la narrativa y la ensayística. De ésta<br />

última proviene la postulación de un yo escritural y la propuesta de<br />

un estilo. Que se lean las investigaciones como si fuesen novela. No<br />

es en absoluto una prescripción, es una posibilidad: una tal que sabe<br />

que una batalla decisiva es con un lector. Frente a él, que le haga<br />

valer el uso complejo de la escritura. Desde luego, quien quiera<br />

hacer caso omiso, nada ni nadie se los impide. Por supuesto, una<br />

sociología no se resuelve en atención sólo a los problemas escri-<br />

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turales.<br />

Lo notable, sin embargo, no deja de ser problemático. Que<br />

yo sepa, este puente entre los géneros no ha seguido estrategia clara<br />

ni posee una sola expresión. Pertenece al orden de los esfuerzos<br />

individuales, como la genialidad, la sensibilidad, la técnica escritural.<br />

Hay algo también de rebeldía, de hartazgo, de travesura en el<br />

gremio. Supone que el analista que escribe se conciba también o de<br />

algún modo como escritor profesional. Sin embargo, los ensayos al<br />

respecto, por mínimos, poseen el cariz de la herejía. Pasa como<br />

chiste que hasta el gobierno mexicano demandara a Oscar Lewis.<br />

Paco Ignacio Taibo II, escritor e historiador simultáneo, ha<br />

ofrecido una sentencia poderosa con respecto a sus pesquisas<br />

narrativas; yo echo de menos que evada el ropaje de la teoría. Una<br />

sentencia que pasa como algo más que un aliciente de trabajo<br />

colectivo. La consideración al lector, sostiene, es un texto de<br />

manufactura compleja pero de fácil lectura. ¿Cómo se produce esto?<br />

Ni él mismo lo sabe, aunque lo hace. Como cuando advertía San<br />

Agustín sobre el tiempo: si no me lo pregunto, sé lo que es; cuando<br />

me lo pregunto, no lo sé.<br />

La antropóloga estadounidense Ruth Behar, por su parte,<br />

contribuye en las demandas de apertura. «One foot in the academy,<br />

another foot outside. Not entirely satisfying the requirements of<br />

either, yet hopping for joint citizenship in both». La ciudadanía de<br />

dos tierras: el análisis y la literatura. Indistintas; más aún, el<br />

contenido de lo real y la forma de la expresión literaria.<br />

¿Qué esperaría un lector de una sociología presentada como<br />

literaria? Al día de hoy no existe un género como tal. En descargo<br />

de lo anterior, ocurre un fenómeno literario que lo sustituye. Si la<br />

hipótesis de la expectativa de lectura no es falsa, nada impide, por<br />

lo tanto, que la literatura −no ficcional− pase de contrabando como<br />

una suerte de sociología, que a este tipo de literatura se la lea como<br />

si fuese una suerte de sociología. La novela policial o la novela<br />

negra, en donde el crimen es el pretexto para ahondar en las<br />

intimidades más oscuras de un lugar, de un espacio, de una<br />

sociedad, contribuyen en grado sumo para el desciframiento, la<br />

interpretación, sin duda un tipo de explicación, de problemas<br />

fundamentales. Para hablar de la sociedad, intitula en español uno<br />

de los libros de Howard Becker, no basta la sociología. Problemas<br />

sociales que hace suyos la novela policial, por decir lo menos, como<br />

la violencia, el poder, la mafia, lo irracional, los riesgos, las pasiones<br />

y la incertidumbre. Tópicos todos ellos, inútil abundar en ello, de<br />

particular interés de las ciencias sociales.<br />

En suma, no ha sido nada nuevo acudir a la literatura −no<br />

ficcional− para adentrarse en problemáticas reales, para mostrarlas<br />

desde un ángulo más creativo. El hecho que se la use de muchos<br />

modos en sociología no es sino el reconocimiento de su poder y de<br />

su persuasión. Pierre Bourdieu sugirió la atención minuciosa a El<br />

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contrabajo de Patrick Süskind; Marx y Engels no dejaban de<br />

referirse a Balzac o citar a Shakespeare; Bernard Lahire admira la<br />

«sociología implícita» en las novelas de George Simenon. No me<br />

planteo este uso, que ha sido frecuente. Para decirlo con Hitchcock,<br />

se presenta ante nosotros una suerte de dimensión desconocida,<br />

explotada muy poco. ¿Cómo conciliar −se pregunta Gilda<br />

Waldman− la imaginación sociológica con la imaginación poética?<br />

Esta pregunta atañe, sin duda, no sólo a la técnica de escritura sino<br />

al fomento de la lectura de las ciencias sociales. Los ensayos que<br />

encaren con acierto la tensión que advierte Waldman, contribuirán<br />

a desenmarañar la espinosa incógnita de su lectura. Pese a todo,<br />

como suele escribirse en toda advertencia, ¿será el lector el que<br />

tiene la última palabra?<br />

Bibliografía<br />

ABENSHUSHAN, VIVIAN. Escritos para desocupados, Oaxaca: Surplus<br />

Ediciones, 2013.<br />

BECKER, HOWARD. Writing for social scientists. How to Start and Finish<br />

Your Thesis, Book or Acticle, Chicago: The University of Chicago<br />

Press, 2007.<br />

BEHAR, RUTH. «Believing in Anthropology as a Literature», en Alisse<br />

Waterston & Maria D. Vesperi, Anthropology off the Shelf,<br />

Oxford: Blackwell Publishing Ltd, 2009, 106-116.<br />

BELTRÁN NIEVES, Fernando. El texto híbrido en combate. Paco Taibo Dos<br />

y Rodolfo Walsh. Entre historia, política y literatura, tesis de<br />

Maestría en Estudios Políticos y Sociales, UNAM, 2015.<br />

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LA PROFUNDIDAD DE LA PIEL:<br />

UNA NOVELA DE ESCRITURA FEMENINA<br />

Introducción<br />

Ramón Alvarado Ruiz<br />

Universidad Autónoma de San Luis Potosí<br />

Recepción: 7 de julio de 2016<br />

Aprobación: 21 de julio de 2016<br />

Ante la realidad que avasalla al México del siglo XXI, hay ciertos<br />

ejes temáticos que predominan por sobre otros. Se habla mucho de<br />

una literatura producida en contextos donde la<br />

violencia se ha instalado y pareciera ser el gozne sobre<br />

el que gira una realidad cultural. Una observación<br />

derivada del trabajo de investigación sobre el panorama<br />

de la literatura mexicana en el siglo XXI,<br />

particularmente la producida por escritores nacidos a<br />

partir de 1960, es que resulta imposible hablar de un<br />

eje temático predominante. Para sorpresa nos hemos<br />

topado con obras que distan mucho de lo que mandan<br />

los mercados editoriales, abriendo así terrenos asombrosos. Uno de<br />

ellos, es el de la literatura erótica, que también pareciera alejarse de<br />

lo estrictamente literario ante todo en un contexto donde<br />

predomina lo visual.<br />

Más que determinar si hay o no una literatura erótica, se<br />

quiere hacer ver si la novela La profundidad de la piel, del escritor<br />

Pedro Ángel Palou (1966) podría entrar dentro de dicha categorización<br />

y de ser así qué características presenta. Es una obra que,<br />

aparentemente se sale de su producción actual enmarcada sobre<br />

todo dentro de la novela histórica, pero que en una revisión de su<br />

literatura anterior no es extraño ver que escriba novelas que traten<br />

sobre la complejidad de las relaciones humanas y que se extienden<br />

hasta el plano de la sexualidad.<br />

En un primer apartado trataremos la discusión respecto de<br />

la literatura erótica buscando llegar a precisiones tanto, en lo<br />

conceptual, como en la concreción por parte de los escritores. En un<br />

segundo momento, analizaremos la obra La profundidad de la piel,<br />

centrándonos ante todo en el manejo discursivo que recurre a una<br />

serie de simbolismos y comparte el lenguaje de otras disciplinas −la<br />

música en particular− para, finalmente, hablar de las sensaciones<br />

que se producen bajo la piel y poner de manifiesto una interioridad<br />

desgarrada desde donde emerge el deseo erótico, el deseo compartido<br />

por y con el otro.<br />

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Literatura y erotismo<br />

El erotismo parece seguir siendo, sino un tema vedado, sí un tema<br />

al que desde el ámbito académico se le trata con cautela. Las razones<br />

pueden ir desde textos que caen en el cliché de las historias sexuales<br />

o que son libros con descripciones burdas intentando dar mayor<br />

veracidad. Surgen algunas preguntas: ¿cómo establecer límites<br />

entre literatura pornográfica y/o literatura erótica?, ¿dónde lo<br />

estético del acto sexual y que tan posible es re-configurar mediante<br />

el lenguaje el encuentro carnal? Lo anterior sobre todo recién<br />

pasada la euforia de un texto pronto llevado al nivel de best-seller e<br />

inmediatamente denostado por muchos, 50 sombras de Grey sobre<br />

el que Rodríguez nos dice:<br />

[…] a mucha gente de mi generación no deja de desconcertarle<br />

que una mediocre novela repleta de orgasmos de opereta y<br />

pornografía aceptable por el mainstream, y que cuenta una<br />

historia de sumisión y esclavitud femenina (voluntariamente<br />

aceptada) haya conseguido apasionar a millones de lectoras del<br />

mundo anglosajón, que es, precisamente, donde más se ha<br />

desarrollado la libertad de la mujer (incluida, desde luego, la<br />

sexual) y menores son las diferencias profesionales y sociales<br />

entre sexos. (“Orgasmos vendidos y leídos”, 2008 s.p.)<br />

Un libro de esa naturaleza inmediatamente movió a propios y<br />

extraños a enlistar libros “eróticos” con mayor contenido literario<br />

en contraposición a la euforia causada por dicho texto. Todavía es<br />

posible rastrear esas listas, donde se pueden encontrar coincidencias<br />

respecto de libros clásicos sobre el tema en cuestión: los más<br />

socorridos son Las andanzas del Marqués de Sade, o la controvertida<br />

y ya clásica Lolita. Y, ¿de ahí en fuera qué? ¿qué hay más<br />

allá de los ya consabidos? ¿Hay libros recientes sobre dicho eje<br />

temático?, si buscamos precisar, ¿qué pasa en el ámbito literario de<br />

las letras del continente americano?<br />

Dos Santos Moreira y Marrero Fernández nos ofrecen un<br />

panorama interesante sobre el tratamiento erótico en la literatura<br />

en su artículo “Erotismo en la literatura: exacerbación en el amor”;<br />

donde rematan con algunas obras de autores representativos<br />

latinoamericanos. Establecen dos bloques en la narrativa latinoamericana:<br />

primero, el correspondiente a obras que tienen que ver<br />

con la producción de la década de los 60' ante todo por escritores<br />

del boom como La casa verde de Vargas Llosa o algunas obras de<br />

José Donoso. Un segundo bloque pertenece a una serie de novelas<br />

firmadas por mujeres inscritas en la década de los 80' y donde salen<br />

a colación nombres como el de Isabel Allende, Gioconda Belli,<br />

Laura Esquivel, etc.<br />

Se destaca como en el primer apartado encontramos hombres,<br />

hablando de género, y en el segundo mujeres. También, el trata-<br />

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miento varía; en el primero tenemos historias donde lo sexual se<br />

vierte en temáticas desde la prostitución hasta las relaciones<br />

homosexuales, y en el segundo hay un acercamiento más sutil<br />

respecto de dichos temas, donde una variante, que no la única,<br />

relaciona el placer de la comida con el placer carnal. ¿Tendrá razón<br />

Francesco Alberoni al hablar de “la pornografía masculina” y “las<br />

novelas rosas”?, ¿habrá una diferencia sustancial en el tratamiento<br />

de temas sexuales y amorosos, bien por parte de escritores y/o<br />

escritoras? ¿Cómo él dice será que “el erotismo masculino es más<br />

visual, más genital” (El erotismo, 14) y “el femenino, más táctil,<br />

muscular y auditivo, más ligado a los olores, la piel y el contacto”<br />

(El erotismo, 14)? Esta idea, queramos o no ha marcado la producción<br />

y el tratamiento de la literatura erótica, ya que como<br />

interroga Domenella: “¿cuentan del mismo modo una experiencia<br />

amatoria los hombres escritores y sus colegas féminas?” (“Canon<br />

de alcoba: texto de goce”, 81). De esta manera, pareciera ser que el<br />

género determina la forma narrativa y que la mirada del autor o<br />

autora ahora estará mediada por su sensibilidad.<br />

Es este punto donde nos queremos centrar: ¿qué tan<br />

determinante es el género del autor? Derivado ello de posturas, ante<br />

todo del campo feminista, donde la escritura masculina denigra y<br />

objetualiza a la mujer tratándose de sexualidad, por ende, nadie<br />

mejor que la mujer para hablar de un tema donde generalmente ha<br />

cumplido un papel sumiso. Así, al autor masculino se le acusa de un<br />

lenguaje burdo y cuya escritura permite entrever marcas discursivas<br />

de dominación sexual; lo que se produzca desde su pluma<br />

rayará más en lo pornográfico dadas las imágenes explícitas. ¿Qué<br />

tan imperativo es esto?, ¿será posible, como señala González-<br />

Ortega, «una escritura, precisamente, neutral “andrógina”,<br />

carente de ideología o marcas de género sexual» (“Teoría<br />

feminista”, 5).<br />

Al respecto Domenella responde: “La distinción es pertinente<br />

porque en los estudios de género se insiste en no reducirse a<br />

lo biológico; existen escrituras que pueden clasificarse como<br />

femeninas o masculinas no necesariamente vinculadas el sexo<br />

genético de sus autores” (“Canon de alcoba: texto de goce”, 82).<br />

Efectivamente, con lo anterior el acento parece estar más en lo<br />

genital, la sexualidad bajo la medida de quién posee y quién es<br />

poseído, quién detenta un dominio en el acto sexual y ello cómo se<br />

trasmite en un lenguaje literario. Recientemente Ana Clavel publicó<br />

un la antología titulada Yo es otr@. Cuentos narrados desde otro<br />

sexo, donde propone hablar de un “travestismo textual”: “[...] obras<br />

en las que el género del narrador en primera persona no corresponde<br />

con el género del autor [...]” (15). Se considera que es aquí<br />

donde se abre una veta interesante de estudio dado que se va contra<br />

los presupuestos enunciados al encontrar una escritura femenina<br />

escrita por varones y una escritura masculina elaborada por<br />

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mujeres. ¿Hasta dónde es posible lograr este parler femme, sobre<br />

todo desde el ámbito masculino evitando así marcas discursivas que<br />

denigren u objetualicen a la mujer?<br />

Creemos que puede ser posible desde el manejo del lenguaje<br />

y también al dar protagonismo a la voz femenina en su discurso<br />

para referir las experiencias amatorias. Al respecto, Dos Santos y<br />

Marrero, señalan:<br />

El erotismo se construye a través de formas narrativas que<br />

pueden ser poéticas, noveladas o ensayísticas, para convertirse<br />

en una escritura sobre el deseo, mostrándose en contradicción al<br />

expresarse como sensibilidad y belleza, o manifestarse como<br />

provocación y violencia, siempre en una actitud transgresora (5).<br />

¿Cuáles son esas formas narrativas? ¿Cómo se logra expresar esa<br />

sensibilidad? Para Vargas Llosa “Lo erótico consiste en dotar al acto<br />

sexual de un decorado, de una teatralidad para, sin escamotear el<br />

placer y el sexo, añadirle una dimensión artística” (“Erotismo,<br />

pornografía y literatura”, s.p.), añade: “Por eso el mejor erotismo es<br />

el que aparece en obras que no son sólo eróticas, aquéllas en las que<br />

lo erótico es un ingrediente dentro de un mundo diverso y<br />

complejo” (“Erotismo, pornografía y literatura”, s.p.).<br />

En La profundidad de la piel, no podemos saber si la<br />

intención del autor ha sido crear una novela bajo dicho eje temático;<br />

la historia y su lenguaje de entrada la posicionarían en el terreno de<br />

lo erótico. Pero, no es únicamente eso lo que resalta en la novela,<br />

sino también, cómo se establecen las relaciones personales en un<br />

mundo diverso y complejo donde los encuentros interpersonales<br />

están cargados de sexualidad y sensualidad, a la par que de desencuentros<br />

y dolores. Para lograrlo el autor busca recurrir a un<br />

soporte metafórico del lenguaje cargado de términos músicopictóricos;<br />

destaca también cómo la voz narrativa que impera es la<br />

del músico −quien además posee una sensiblidad femenina−, pero<br />

donde los encuentros más íntimos son narrados por la voz<br />

femenina, en un claro parle femme. Con el análisis de esos elementos<br />

buscamos establecer qué tanto se acerca el autor mexicano a una<br />

escritura femenina, donde las experiencias corpóreas y sensuales<br />

emergen desde los desencuentros de la pasión amorosa y el tránsito<br />

por la noche oscura, y para ello se requieren algo más que simples<br />

palabras. Es aquí donde cabe lo dicho por Bataille al afirmar que “El<br />

erotismo del hombre difiere de la sexualidad animal justamente en<br />

que pone en cuestión la vida interior” (El erotismo, 33)<br />

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Pedro Ángel Palau: La profundidad de la piel<br />

Pedro Angel Palou publica esta novela en 2010, dando un giro a las<br />

novelas de corte histórico que venía publicando; La profundidad de<br />

la piel más pareciera un paréntesis dentro de obras que se anclan<br />

en contextos históricos como, Zapata (2006), Morelos (2007),<br />

Cuauhtémoc (2008), ,lEl dinero del diablo (2009) o Varón de<br />

deseos (2012). Si se hace una revisión de conjunto del escritor<br />

mexicano nos encontramos con obras distantes de asuntos<br />

históricos, novelas que exploran la intimidad del ser humano y la<br />

complejidad de las relaciones con el otro. En Malheridos (2003),<br />

Philippe, un filólogo, se refugia en un isla ubicada en el Canal de la<br />

Mancha para terminar su libro sobre Ovidio; hasta ahí es seguida<br />

por su amante Vivianne con quien revivirá su romance y entablará<br />

amistad con el barón Lenz von Klitsche quien tiene sus propios<br />

secretos. Qliphoth (2003) es la historia de Andrés quien ha perdido<br />

a su amada y busca desde la escritura recuperarla: “Él la piensa y<br />

dibuja con palabras [...] Pero no es real, es memoria y Andrés no<br />

soporta la punzada de ese recuerdo. Entonces la escribe” (Qliphoth,<br />

11 y 12). Una más, en Casa de la Magnolia (2004) se adentra en los<br />

terrenos del amor lésbico; es la historia de la joven Maia quien es<br />

contratada como copista por Adriana Yorgatos, una mujer mayor<br />

por quien se siente atraida y nos narrara desde un presente ese<br />

amor efímero e intenso.<br />

Como se puede ver, el autor mexicano tiene ya un recorrido<br />

en temáticas que implican no sólo el amor carnal, sino también los<br />

caminos tortuosos de las relaciones humanas y donde La profundidad<br />

de la piel no es la excepción. La novela es narrada por un<br />

músico; él nos cuenta cómo acude al llamado de su amiga, una joven<br />

artista y aprendiz de pintora, quien en una primera comunicación<br />

sólo atina a expresar que le ha pasado “algo terrible, una experiencia<br />

agria” (La profundidad de la piel, 15). El personaje narrador<br />

emprende el viaje a un país distante y frío para ser receptor de la<br />

desgracia de su amiga quien le hará partícipe de la pasión amorosa<br />

vivida con el pintor del mundo flotante. La novela transcurre en ese<br />

compartir de experiencias, en el recuento de la relación amorosa y<br />

el término de la misma. La historia principal narrada en “dos<br />

cuadernos de notas” se ve enriquecida por un intermedio titulado<br />

“La canción del amor imperecedero”, una historia enmarcada que<br />

narra la milenaria tragedia amorosa de Yang Kuei-fei, la favorita del<br />

emperador chino y que dota a la historia principal de un telón de<br />

fondo que enriquece los encuentros y desencuentros amorosos.<br />

La fábula aparenta ser simple, pero como señala Pimentel<br />

[...] “para representar” —es decir, para significar— los lugares de<br />

un relato, los actores que lo pueblan, y los objetos que lo<br />

amueblan, el narrador-descriptor recurre a sistemas descrip-<br />

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tivos diversos que le permiten generar no sólo una “imagen” sino<br />

un cúmulo de efectos de sentido» (El relato en perspectiva, 25).<br />

Es lo que aquí ocurre, hablar del encuentro con el otro, de la<br />

pasión amorosa y sus implicaciones no es un simple decir “te amo”<br />

o “te deseo”. Sobre todo, en textos cuya carga erótica es fundamental<br />

y es más importante lo que no se dice o lo que se expresa<br />

mediante un sistema complejo de símbolos, ya que ¿cómo expresar<br />

lo que está bajo la piel? Veamos cómo genera nuestro autor el<br />

sistema descriptivo.<br />

Las sensaciones bajo la piel: el lenguaje erótico<br />

Lo que llama la atención primero, respecto del texto, es la brevedad<br />

de la construcción discursiva así como la gran carga metafórica del<br />

lenguaje: “Entonces la imagino, a mi amiga del cuello largo,<br />

recostada en su cama, tocándose la piel húmeda, en medio de ese<br />

silencio de final de tormenta de su ciudad enana, de juguete, en su<br />

país frío” (Palou, La profundidad de la piel, 15) 1 . Quien cuenta la<br />

historia es el músico; tenemos un narrador homodiegético que nos<br />

hace partícipes sus experiencias y recibe la historia trágica de su<br />

amiga para hacérnosla saber: “Esta no es nuestra historia. Es la suya<br />

con el pintor del mundo flotante” (109). No hay muchos datos de él,<br />

es mayor de edad que su amiga y la amistad que guardan viene de<br />

tiempo atrás, “un tiempo fuera del tiempo y ni siquiera guardo<br />

memoria de su duración” (109). No hay mayores explicaciones que<br />

nos ayuden a entender la gran amistad que les une: “Nuestras<br />

almas, en cambio, aparentemente intactas, comenzaron a<br />

necesitarse desde entonces y se buscaron una y otra vez a lo largo<br />

de los años como hermanos” (109). Se trata de una narración<br />

íntima, de las confidencias de dos amigos y dos amantes.<br />

A lo largo del relato iremos encontrando diálogos intercalados,<br />

así como espacios donde da entrada a la voz de su amiga para<br />

que sea ella quien emita lo sucedido. Regresaremos a este punto<br />

más adelante, por ahora denotemos el soporte metafórico del<br />

lenguaje donde juegan un papel importante las alusiones al ámbito<br />

de la música y la pintura.<br />

Es relevante señalar, en primera instancia, que destacar el<br />

oficio del narrador es importante ya que hace acompañar la<br />

discursividad de su lenguaje con referencias de su profesión, la<br />

música, y es así como va externado sus pensamientos:<br />

Olvido el frío y pienso en su cuerpo de oboe. Un cuerpo que<br />

alguna vez creí tocar con cierta maestría. Hay cuerpos tensos<br />

1 De aquí en adelante se anotará solo el número de página para no ser reiterativo, si se<br />

interrumpe la secuencia de análisis se vuelve a citar.<br />

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como cuerdas en un fortíssimo, cuerpos de marfil y ébano que<br />

necesitan afinación constante, cuerpos de bronce que son<br />

impenetrables (16).<br />

La analogía de los cuerpos se realiza a partir del material de<br />

que están hechos los instrumentos musicales denotando sobre todo<br />

su cualidad para emitir el sonido para el que fueron elaborados.<br />

Cada uno produce una vibración acorde a su textura y para eso hay<br />

que tener la maestría de saber tocarlo y lograr que emita su sonido.<br />

El diálogo con la música es una constante y puede funcionar<br />

como un indicador de lectura como lo llama Pimentel. Por ejemplo:<br />

“Me he pasado la noche en vela, leyendo el Orfeo de Glück como si<br />

yo mismo regresará de los infiernos…” (45) o “Esta vez se trata del<br />

Perseo de Häendel, cuya entrada tiene algo de fantasmal, una vía de<br />

ingreso al mundo de las sombras” (46). Cada una de las citas alude<br />

a nuestro narrador y a la experiencia del encuentro con su amiga.<br />

Misma que como podemos ver no es nada grata, sabiendo que la<br />

historia que recibirá es dolorosa, “un mundo de sombras”.<br />

Otro ejemplo:<br />

Mis mandíbulas se aprietan y no las controlo, tensas como las<br />

cuerdas de un arpa. Como una tercera disonante que alguna vez<br />

llamaron con razón: Diabo-lus in música. Mis mandíbulas<br />

suenan mi-fa con un dolor in crescendo mientras escucho a mi<br />

amiga, dulcísima y triste, tendida en su cama (120).<br />

La referencia alude a un tritono melódico: “[…] el “Diabolus in<br />

musica” y su personificación en el intervalo de cuarta au-mentada,<br />

es decir, el Tritono melódico (el Fa y el Si conectados), quedó<br />

marcado, definitivamente, desde este momento de ascetismo<br />

severo, por un sentido mefistofélico, opuesto a la perfección<br />

divina de la quinta justa” (Guinovart, “Diabolus in música: historia<br />

de una nota infausta”, 1-2) Es un párrafo enmarcado en la antesala<br />

del despido, en el punto de la parte climática de su acre historia, las<br />

palabras manifiestan el nerviosismo de llegar al final, se acentúa el<br />

sufrimiento y están presentes los sentimientos encontrados<br />

representados por un sonido peculiar.<br />

Es en esta esfera significativa de lo musical cómo se nos<br />

construye la imagen del personaje femenino. El narrador en su<br />

primera intervención establece lo que es importante para cada uno:<br />

“[...] parloteamos de pintura —su vida— o de música —la mía” (15).<br />

No tenemos una nominación de los personajes, pero si son definidos<br />

desde lo que para ellos define su vida. El ser y el hacer de los<br />

personajes está fusionado, no se pueden entender sin lo que<br />

realizan y más que una profesión es su vida. La imagen física de ella<br />

es dada desde una construcción metafórica reiterativa a lo largo de<br />

la novela en la que destaca el atributo físico de su delgadez y su<br />

cuello largo:<br />

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“Mi amiga del cuello largo habla esta mañana y me<br />

pide que acuda a su país frío.” (15)<br />

“Es invierno en el país de mi amiga del cuello largo y<br />

el cuerpo de madera.” (18)<br />

“— dice mi amiga de cuerpo de oboe, dulce y triste<br />

como un adagio de Albinoni—.” (23)<br />

“Los ojos de arce de mi amiga se lamentaron hasta que se<br />

acabó las savia que los nutría.” (28)<br />

“Sólo miro a mi amiga del cuello largo, bellísima y<br />

rotunda como una sinfonía de Mahler. Mi amiga del<br />

cuello largo, casi siempre en allegro maestoso.” (36)<br />

(El resaltado es propio)<br />

Se refuerzan dos elementos; su cuello largo y su cuerpo delgado<br />

como un oboe. Para el narrador es la mejor figura para configurarla<br />

y precisa “el cuerpo de madera como de oboe da caccia, no<br />

d’amore” (92). Para entender esta relación, cabe decir que:<br />

El oboe es un instrumento de viento que pertenece a la familia<br />

de las maderas de cañas dobles, junto con el fagot. Existen varias<br />

clases de oboe: el oboe soprano o regular, el piccolo, el oboe de<br />

amor, el corno inglés, y el oboe barítono: el oboe soprano o<br />

regular está afinado en do, el oboe piccolo está afinado en mi<br />

bemol, el oboe de amor está afinado en la, el corno inglés está<br />

afinado en fa y el oboe barítono está afinado en do, una octava<br />

abajo del oboe soprano. (Surace et al., “Guía de iniciación al<br />

oboe”, 8)<br />

Ahora bien, el narrador precisa el tipo de oboe y lo hace<br />

dedicando un apartado para hacernos saber que ella es especial un<br />

oboe da caccia: “Y él, Johann Heinrich Eichentopf, le fabricó ese<br />

oboe especialísimo en 1724, que se curva perdiendo la rectitud de<br />

sus parientes [...] posee un pabellón de hojalata que le otorga un<br />

sonido aún más dulce, pero que en realidad es [...] una llamada a la<br />

cacería, alerta a la jauría sin asustarla, con dulzura y gravedad”.<br />

(93). Con ello nos hace ver lo particular y especial que es ella<br />

dotándola de cualidades capaces de despertar pasiones.<br />

La relación de ambos está enmarcada desde este lenguaje<br />

musical. Lo que nos deja ver, en una interpretación aventurada, es<br />

la importancia que guarda para él en el (des) concierto de su vida;<br />

hay una proximidad que puede parecer, hablando de lenguajes, la<br />

común de una posesión masculina delegándole a ella ser mero<br />

“instrumento”. Las múltiples marcas discursivas y el tratamiento<br />

particular que él a ella le da, ponen desde nuestro punto de vista<br />

más bien la pasión generada entre el instrumento y quien lo tañe:<br />

Al llegar, mi amiga me besa y abraza o me abraza y besa, no<br />

importa el orden. Sólo sé que el saludo se prolonga y cuando al<br />

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fin regresamos a nuestros cuerpos nos damos cuenta de que<br />

nada vale un “cómo estás” o un “nada has cambiado” (18).<br />

La metáfora establecida expresa muy bien la relación entre<br />

ambos, una relación de amistad no de posesión. Afirma Alberoni<br />

“La amistad, al igual que el erotismo, se establece por medio de<br />

encuentros, tiene una estructura amalgamada [...] el encuentro<br />

siempre es una revelación, el descubrimiento de algo de nosotros<br />

mismos y del mundo gracias al otro” (El erotismo, 170). El músico<br />

no duda en desplazarse miles de kilómetros a un país frío, ajeno<br />

completamente al suyo al recibir la llamada de auxilio de su amiga.<br />

Para alguien que “detesta a la humanidad” (Palou, La profundidad<br />

de la piel, 94) y vive en sus partituras, “en el refugio de mis maestros<br />

antiguos”, es de sorprender la disponibilidad para ir al encuentro<br />

de la otra persona y ser su confidente.<br />

La otra discursividad que se ofrece como marco de la otra<br />

historia es la desprendida desde el ser y quehacer del personaje<br />

femenino: la pintura. En una de sus primeras conversaciones obtenemos<br />

el siguiente dato: “Estuve en Kyoto seis meses, con él,<br />

aprendiendo Ukiyoe. Sí con el pintor del mundo flotante. [...] ¿Te<br />

imaginas trabajar con un heredero de la técnica del Hiroshigue?”<br />

Sale a colación el tercer personaje de nuestro entramado “el pintor<br />

del mundo flotante”, un virtuoso artista cuyo legado es el arte del<br />

grabado japonés: «La palabra japonesa ukiyoe se compone de tres<br />

caracteres, o kanji, que significan “flotante” (uki), “mundo” (yo) y<br />

pintura (e) y que se traducen como la “pintura o grabado del mundo<br />

flotante”. El término proviene originalmente del Budismo, como<br />

expresión peyorativa para referirse al ilusorio mundo efímero que<br />

es necesario trascender para alcanzar el verdadero conocimiento»<br />

(Almazán, “El grabado Ukiyoe”, 1-2) Tal como señala Pimentel, se<br />

produce una imbricación desde este nivel narrativo. ¿Por qué? En<br />

dicho periodo se genera una cultura del placer bajo la metáfora del<br />

mundo flotante; se trata de vivir el presente desde esas sensaciones<br />

placenteras que permiten olvidar, aunque sea temporalmente, el<br />

dolor y la miseria que se vive.<br />

Cuando acudimos al texto, la estancia del pintor es “Una<br />

casa que es una isla y que es un taller” (Palou, La profundidad de la<br />

piel, 29), su vida discurre entre la pintura y las atenciones a su<br />

mujer quien padece Alzheimer. Para la joven será tanto el aprendizaje<br />

del arte de grabar a la par que el arte de amar. Lo que<br />

sucederá entre ambos será una ardiente pasión y un aprendizaje del<br />

placer en medio de esas situaciones que resultan dolorosas y<br />

difíciles de sobrellevar.<br />

En esas confesiones a su amigo, es parte vital lo referente a<br />

los encuentros sexuales donde iremos viendo una progresión<br />

respecto de la sexualidad:<br />

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La primera vez fue casi una violación −me dice antes de dormir−,<br />

no porque yo no consintiera. No hubo resistencia [...] De hecho,<br />

no sentí sus manos nunca sobre mi cuerpo, ni toqué el suyo, ni<br />

vi su sexo erguido. [...] Sólo percibía sus labios húmedos y<br />

calientes que recorrían mi cuello, mis pezones (31).<br />

Este primer encuentro sexual es el más prolijo, un monólogo<br />

sin interrupciones, diferente a los otros, donde si bien se alude al<br />

encuentro carnal, se intercalan diálogos que denotan una progresión:<br />

“—Mete dos dedos en mi boca. Son alados, esos dedos. Yo<br />

lo dejo hacer. Pasmada. Ese es el verbo que describe mi rostro<br />

estupefacto, inmóvil, que recibe por segunda ocasión a un hombre<br />

que desconoce. [...] Es como si otra yo fuese quien o recibiera en la<br />

pequeña habitación” (35 y 36). Para un tercer momento lo que<br />

tenemos es “El silencio de los cuerpos que sólo pueden tocarse. Una<br />

de sus manos soltó la prisión de mi cintura y vino a mi sexo” (49).<br />

No es que desvié la atención del punto inicial. Decía que el<br />

aprendizaje de la pintura lo fue también el de adquirir el arte de la<br />

sexualidad que no sólo es carnalidad y genitalidad. Es cómo saber<br />

que “el arte ocurre con naturalidad extrema, que no se trata de<br />

forzarlo es yügen, lo mismo un misterio que una despersonalización”<br />

(56). La joven en un primer momento quisiera ser poseída<br />

y se desconcierta de la manera como el pintor la seduce: “Y<br />

naufragué con su lengua y gocé a gritos mientras sentía el silencio<br />

de él, su silencio de depredador sobre mi cuerpo devorado” (32). Su<br />

relato y pasión amorosa con el pintor del mundo flotante es un<br />

lienzo en el que se nos va plasmando un fresco que busca captar la<br />

esencia, eliminar los detalles que distraigan a quien observe el<br />

cuadro final. Se trata de aprehender, “Sólo un artista oriental puede<br />

estar tan obsesionado por el fondo de las cosas, como estoy yo<br />

después de haber conocido al pintor del mundo flotante. ¿Cómo<br />

trasladas al lienzo una nueva perspectiva?” (124). Dicha perspectiva<br />

final será la descubrir el amor en la separación, de llegar al clímax<br />

de una relación cuando esta se acaba, descubrir al amante cuando<br />

este se ausenta y para ello saber que el amor es también es dolor<br />

La historia se teje desde un lenguaje fuertemente cargado de<br />

símbolos lo cual es muy importante, ya que como señala Vargas<br />

Llosa: “Hoy escribir un libro erótico es mucho más difícil que en el<br />

pasado porque ya no es la censura lo que hay que flanquear, sino el<br />

escollo de la banalidad y del estereotipo. Hay una permisividad tal<br />

que todo es aceptable y aceptado” (“Erotismo, pornografía y<br />

literatura”, s.p.). En las novelas eróticas se debe contar, pues, con<br />

recursos “[...] cuyos mecanismos de creación están mucho más<br />

elaborados que los que usa el discurso sexualmente explícito” (Ríos,<br />

“La expresión erótica”, 19). Hay un tratamiento no solo metafórico<br />

si no también poético: “Hasta que los dos estallamos con toda la<br />

lava encendida de nuestros cuerpos, y así, ígneos aún, nos seguimos<br />

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moviendo absurdamente mientras él languidecía y yo le susurraba<br />

gracias [...]” (Palou, La profundidad de la piel, 52). La carga fuertemente<br />

erótica viene dada, como se pudo apreciar, desde las<br />

significaciones que se logran desde la discursividad pictórica y<br />

musical.<br />

Una novela de escritura femenina<br />

Señalabamos, para el caso de los estudios de género, que ya Ana<br />

Clavel plantea el término “trasvestismo textual”, aquí tenemos un<br />

ejemplo. Si bien, la voz narrativa es masculina y es quien desde su<br />

perspectiva cuenta, esa misma voz cede a su contraparte femenina<br />

el protagonismo para que su boca narre sus experiencias: “Todo mi<br />

cuerpo lo añora. Necesito sus palabras, su olor. Su cuerpo hecho de<br />

papel de arroz sobre el mío, penetrándome con dulzura y lentitud.<br />

Sus manos como mariposas, sus besos, su humedad” (Palou, La<br />

profundidad de la piel, 120). La verosimilitud de lo narrado se<br />

comprende desde la voz que lo narra, misma que manifiesta la<br />

sutileza femenina de los detalles. Lo aquí escrito contradice en parte<br />

a lo dicho por Alberoni: “Y los moralistas, que son hombres, se<br />

ocuparon siempre de las zonas erógenas individuadas por el ojo<br />

masculino: los senos, las nalgas, el pubis. Pero nunca se ocuparon<br />

de la piel porque no se les pasó por la cabeza que precisamente la<br />

piel fuera la zona erógena femenina por excelencia” (14).<br />

Pedro Ángel Palou, va más allá, se ocupa de la “profundidad<br />

de la piel”. El personaje narrador da muestras de una gran sensibilidad<br />

así como una empatía poco común desde la perspectiva<br />

masculina:<br />

Dedicaremos esta tarde a la belleza, anuncia al tiempo en que me<br />

embadurna la cara con mascarillas exfoliantes. Nos recortamos<br />

las uñas de los pies después de haberlos remojado en agua tibia.<br />

Ella me arranca antiguos pellejos. Me unta aceite y continua su<br />

historia [...] (35).<br />

El conocimiento que tiene de su amiga es tal que sabe hasta<br />

los detalles minuciosos de sus encuentros amorosos; son un<br />

circunloquio para poder expresar el dolor empozado, el desgarramiento<br />

de haber descubierto el amor justo cuando este se extingue,<br />

saber que no se puede poseer determinantemente al otro y que se<br />

debe comprender que “lo único permanente es lo perecedero” (83):<br />

Me pregunto cuánto más podré soportar sus revelaciones<br />

eróticas antes de que llegue a mostrarme ese sabor agrio que se<br />

esconde tan profundamente detrás de su experiencia con el<br />

pintor del mundo flotante. ¿O será que en realidad se halla a flor<br />

de piel, en la superficie, y mi amiga necesita dar ese largo rodeo<br />

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sexual para darse cuenta al fin de qué es lo que pasó con ella esos<br />

días? (53)<br />

La cita anterior nos lleva a un último apartado, a una<br />

segunda significación del texto, donde bien podemos engañarnos<br />

con la sexualidad explícita quedándonos sobre la dermis. Interesante<br />

que Alberoni lo haya propuesto: “El segundo mecanismo<br />

capaz de crear uniones sólidas es el de la pérdida. [...] Interviene en<br />

el erotismo porque es un factor fundamental para la elaboración y<br />

elección de nuestros objetos de amor” (El erotismo, 179). La historia<br />

narrada tiene como detonante un motivo que en las primeras<br />

páginas se presenta como un enigma: “Me ha pasado algo terrible,<br />

una experiencia agria” (Palou, La profundidad de la piel, 15).<br />

Esta expresión se reitera a lo largo de las páginas conformando<br />

un campo semántico que envuelve a la historia de cierta<br />

melancolía. El narrador sabe que su papel es el del confidente, el<br />

tratamiento hacia la joven como “amiga” y no como amante u otra<br />

nominación es peculiar. Al respecto ilustran las palabras de<br />

Alberoni:<br />

En la amistad, el erotismo se desarrolla con el tiempo y es,<br />

simultáneamente, revelación e inteligencia. El erotismo no es<br />

simple impulso, sexualidad, fantasía. Es atención, preparación<br />

[…] ambos crecen y se conocen cada vez más a sí mismos,<br />

mientras conocen cada vez mejor al otro (El erotismo, 219).<br />

Solo bajo estas palabras podemos entender la pasividad de nuestro<br />

músico: “No la apuro para que me cuente nada, para que exprima<br />

la acritud de lo que dice haberle ocurrido. Hago café mientras<br />

despierta y me doy un baño largo y beatífico” (Palou, La<br />

profundidad de la piel, 21). Las actitudes del personaje manifiestan<br />

una condescendencia a grado extremo de recibir las confidencias<br />

amorosas y sexuales de su amiga con el pintor del mundo flotante.<br />

Cada amanecer será un nuevo capítulo de la aventura de la<br />

joven con el pintor y él lo sabe: “Me pregunto cuánto más podré<br />

soportar sus revelaciones eróticas antes de que llegué a mostrarme<br />

ese sabor agrio que se esconde tan profundamente detrás de su<br />

experiencia con el pintor del mundo flotante” (53). Las revelaciones<br />

le producen dolor, no puede no salir ileso de esa batalla de<br />

intimidades “mientras en soledad intento sacar de mi cuerpo la<br />

daga que, innecesariamente, las palabras de mi amiga me clavaron,<br />

hondo como un ocaso” (53).<br />

Este manejo, de lo que aparente ser un triángulo amoroso,<br />

es una manera de hacer ver lo complejo que son las relaciones<br />

humanas. Tenemos la pasión amorosa entre la joven y el pintor, ella<br />

una aprendiz no sólo de las artes pictóricas sino también de las<br />

amatorias, él un consumado pintor cuya vida en pareja se apaga con<br />

la enfermedad de su mujer y la suya propia. También, el músico vive<br />

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su propio infierno, sumergido en las melodías que le dan sentido y<br />

acude al encuentro de su amiga no sólo para escuchar sus<br />

confidencias sino también para encontrarse en ese dolor y<br />

comprender su relación hecha de desencuentros y separación: “Tal<br />

vez amar sea olvidarse de uno mismo, y ante la usencia del otro uno<br />

regrese rotundo y odioso con su yo de siempre a habitar un cuerpo<br />

que le queda demasiado estrecho” (128).<br />

El deseo sexual se exacerba con la pérdida, hay una paradoja<br />

donde mientras más se va llegando al clímax amoroso más se asoma<br />

el fantasma de la ausencia, de la finitud, de lo que no puede<br />

consumirse en ese deseo:<br />

La verdadera tragedia no está en perder a quien amas. ¿Cuántas<br />

veces te ha pasado ya? No. La verdadera tragedia radica en la<br />

imposibilidad de la antropofagia amorosa: tu cuerpo no puede<br />

absorber nada de la piel del otro, de su belleza. No puedes<br />

beberte su sangre, comerte su carne, cocinar sus vísceras.<br />

–Te queda el placer.<br />

– No puedes fundirte en el cuerpo del otro. Es suyo. Será suyo<br />

siempre. El placer es siempre un simulacro. (102)<br />

Es el simulacro al que Pedro Ángel Palou nos conduce con la<br />

narración. Logra con ello un relato pleno en experiencias corpóreas,<br />

involucrando cada uno de nuestros sentidos e incorporando para<br />

ellos nuevos significados en una conjunción de lenguajes: “Se aferra<br />

a mi cuerpo como si quisiera romperlo, como si yo fuera un violín<br />

en manos de una virtuosa que se empeña en destruirlo con notas<br />

graves y stacattos profundos y vibratos imposibles” (100). Las<br />

recurrencias a otros lenguajes se hace para dotar al texto de una<br />

teatralidad y artificio que enmarquen al erotismo y no sea sólo<br />

burdo lenguaje corpóreo. “Un texto literario es más rico en la<br />

medida en que integra más niveles de experiencia” (Vargas Llosa,<br />

“Erotismo, pornografía y literatura”, s.p.)<br />

También encontraremos hondas cavilaciones respecto de las<br />

relaciones humanas, de lo que es e implica el amor: “El amor es una<br />

sustancia viva que mina, socava desde dentro, y en la que si se cree<br />

firmemente se termina no hechizado, sino vencido” (Palou, La<br />

profundidad de la piel, 52). El erotismo es cutáneo, la experiencia<br />

del amor y el desencuentro está bajo la piel; se requiere desprender<br />

la epidermis, dejar la carne viva, como vivo es el deseo.<br />

Quedó planteada una pregunta, ¿qué es la literatura erótica?<br />

Definirla es complejo dado los dos términos que en ello convergen.<br />

La literatura, creemos queda claro qué es, y el erotismo lo<br />

encontramos definido bajo el concepto de amor sensual, exaltación<br />

del amor físico en el arte. Desde el ejemplo de esta novela,<br />

podemos, si no responder la pregunta, sí denotar algunas características.<br />

Tiene que haber una sutilidad en el tratamiento de la<br />

genitalidad, de los encuentros sexuales cuidando de no presentarlos<br />

82<br />

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de manera burda. ¿Se puede lograr ello sin llegar al eufemismo que<br />

oculte lo que se pretende mostrar? Sí, el lenguaje burdo ha de ser<br />

acompañado de la metáfora y el símbolo y de ser preciso como en<br />

este caso recurrir a nuevos lenguajes que ayuden a lograr un mayor<br />

artificio.<br />

Así, por ejemplo, leemos en el texto: “Suave y firme entró en<br />

mi sexo y lo chupo y lo lamió y lo devoró como un caníbal. Vivíparo<br />

insaciable, el pintor del mundo flotante estuvo allí en mi espalda y<br />

en mis nalgas y en mis veinte dedos… En mi único y enloquecido<br />

clítoris que fue primero nube y luego lago y al final océano en medio<br />

de la tormenta” (Palou, La profundidad de la piel, 32). Pero,<br />

también. “Luego cerramos la boca y usamos otras partes del cuerpo<br />

para intentar comprendernos”. El lenguaje poético obtenido es<br />

fuerte en imágenes que asocian distintos sentidos, que ponen de<br />

manifiesto que la erociticidad, coincidiendo con Alberoni, es fruto<br />

de la comprensión del otro, de estar bajo su piel: “Sólo haciendo el<br />

amor, dándonos por entero, encontramos de nuevo nuestra fuerza…<br />

Las personas dotadas de una gran carga erótica viven así su<br />

sexualidad. Más dan, más reciben… Se apoya en la gran excitabilidad<br />

de todos los sentidos, la vista, el oído, el olfato, pero<br />

también el tacto, la sensibilidad muscular, cutánea” (259).<br />

Un texto erótico debería llenar esas expectativas. Es lo que<br />

aquí tenemos, los encuentros sexuales no son banales ni reiterativos.<br />

El hecho de encontrar historias imbrincadas, enmarcadas,<br />

genera un salto de sentido. Cuando el lector cree comprender lo que<br />

sucede suele venir un giro que le lleva a otro nivel de significación.<br />

El texto erótico requiere de teatralidad, de experimentación formal.<br />

Quizá un aspecto no enfatizado es también la contextualización en<br />

el oriente, donde por ejemplo no hay juicios moralinos en lo que al<br />

discurso de la novela se refiere, respecto de que el pintor tenga a su<br />

esposa y sea capaz de desear y poseer a otra mujer. O el trato afable<br />

de nuestros personajes, de la música y la pintura, en un maridaje<br />

extraño, sensible, comprensivo y altamente sensual y sexual.<br />

Lo es por la construcción vocal, si bien señalábamos hay un<br />

narrador homodiegético, que lleva el ritmo del texto, los diálogos<br />

son constantes y habría que ver en otro estudio más profundo la<br />

discursividad masculina y femenina en cuanto a descripción de<br />

escenas intimas y/o sexuales. A primera vista, la voz femenina<br />

conduce sus experiencias, expresa lo que siente y lo hace desde sus<br />

significantes. Como se precisaba, sería sugerente desde lo<br />

propuesto por Ana Clavel, ver qué importancia adquiere el género<br />

en la construcción de estas figuraciones, pensando en ese travéstismo<br />

textual.<br />

Un último aspecto, que de manera muy somera se ha<br />

señalado por no ser objeto de este artículo, es el de los relatos<br />

enmarcados y los diálogos que guarda con otras composiciones<br />

textuales como lo son los haikús, las piezas musicales, la tradición<br />

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oral, etc. La novela no es plana, es una superposición de estructuras<br />

textos, culturas, experiencias que logran tejer una estructura<br />

completa y abierta a múltiples lecturas. Eso resta la simpleza, los<br />

lugares comunes de las novelas en cuanto a erotismo y sexualidad<br />

se refiere para, desde un juicio crítico, generar una novela que<br />

habremos de leer una y otra vez.<br />

Finalmente, lo que sí se puede afirmar es que la novela de<br />

Pedro Ángel Palou es una novela erótica de escritura femenina, que<br />

arriesga al conducirnos a territorios que creemos explorados, donde<br />

cada encuentro de los amigos-amantes nos devela cuánta falta nos<br />

hace el silencio y no los gemidos profanadores de la intimidad,<br />

cuánto requerimos de ponernos en los pies y la piel del otr@, como<br />

bien lo dice el personaje quien cierra con un pasaje entrañable<br />

haciéndonos ver que “aún en el más cruel invierno hay un pequeño<br />

territorio que nunca es alcanzado por la nieve. Es el habitáculo de<br />

nuestra infinita fragilidad” (Palou, La profundidad de la piel, 131).<br />

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CREACIÓN LITERARIA<br />

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DE NUEVO EL EXILIO<br />

Andrea Naranjo Merino<br />

♣<br />

Hoy me exilio en el pensamiento<br />

de la tarde<br />

mientras miro detenidamente<br />

el acontecer lento de las cosas.<br />

Irme,<br />

es la opción que siempre contemplo<br />

cuando me extravío<br />

en ese alfabeto milenario,<br />

causante del verso y la sequía<br />

del silencio y de las lunas<br />

que sueñan con otra humanidad.<br />

Estar aquí,<br />

implica interrumpir la ficción<br />

de la infancia.<br />

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FINIS<br />

Gabriel Desmar<br />

♣<br />

Los días a veces son más cortos,<br />

llegan susurros desde rincones,<br />

la clepsidra ya se ha vaciado,<br />

y los ojos no se dieron cuenta.<br />

El tiempo sin más ha concluido,<br />

todo quedó estático en la tarde,<br />

un sopor cruza los umbrales,<br />

el silencio se instala en la pupila.<br />

Una sensación de fragilidad<br />

se disemina por los senderos,<br />

una finitud no prevista llega,<br />

golpeando sin más las puertas.<br />

Se empieza a retornar al origen,<br />

los espacios se diluyen,<br />

se produce una involución del ser,<br />

y todo desaparece de pronto.<br />

En aquel profundo y silencioso final,<br />

las preguntas danzan vacías,<br />

y solo queda al concluir el camino,<br />

pasto y arena y el sol de la tarde.<br />

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Revista destiempos N°52<br />

ALGO ASÍ<br />

Miguel Rodríguez Otero<br />

♣<br />

Un tono claro en las mejillas antes de marcar los pómulos, luego un<br />

poco de lápiz, un toque de sombra, pintalabios. El pelo alborotado<br />

y peinado a dedo. Yo te miraba a una distancia excesiva de tu<br />

aliento, y sin transición alguna ni proceso explicativo te hubiera<br />

bañado en cualquiera de los mares que no aparecen en los mapas y<br />

firmado mi vida en ese instante. Quizás tan solo porque me gusta<br />

ver cómo te peinas.<br />

Sabes, amor, siempre que tomo café pienso en ti y, de alguna<br />

manera, en el día en que nos conocimos, aunque para ser sincero no<br />

me acuerdo bien de si aquella vez alguno de los dos pidió espresso<br />

o suavito y templado, o si acaso tú llevabas vestido corto o de<br />

lunares. No es que eso me preocupe, claro, aunque tampoco recuerdo<br />

si llovía, si era lunes, o si simplemente nos hacía ilusión<br />

compartir paraguas y cintura al margen de legalismos y estupideces<br />

bíblicas. Verás: unas veces es un café apresurado entre reuniones,<br />

un llevarme el regusto en el habla, un paréntesis de un cuarto de<br />

hora antes de volver al trabajo; otras estoy en casa repasando y<br />

haciendo mía la vida común, con un par de bocetos delante al<br />

tiempo que preparo la comida. Pero lo que recuerdo perfectamente<br />

de aquel día es tu voz, unas pocas palabras leves y llenas de lunares,<br />

una llovizna de media tarde que me desabotonó la camisa y el<br />

párpado y me empapó la piel de norte a sur. A ver, las cosas claras:<br />

yo no soy muy dulzoso, y de largo prefiero aroma fuerte y sabor<br />

suave. Y aun así, desde aquel café con vestido corto o lo que fuera,<br />

no importa la circunstancia: todo lo que digo me sabe a lluvia.<br />

Algo así como aquella noche, amor, cuando te maquillabas<br />

en el espejo del coche frente al mar y sin mediar palabra ni edulcorante<br />

innecesario te hubiera invitado a café en todos y cada uno<br />

de esos lugares portuarios que no salen en las revistas de viajes, y<br />

en los que prescindiría de lápices y sombras para jugar así, sin más,<br />

un rato con tu pelo, y me dejaría desvestir, como esta noche, por tu<br />

voz sin calendario.<br />

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Revista destiempos N°52<br />

EL AMANUENSE<br />

Juan Carlos Hernández Cuevas<br />

♣<br />

Si la vida fuera justa, Charlie conduciría otra clase de convertible.<br />

Pero ahí va, empotrado en un trono rodante, cubriéndose la<br />

coronilla con una gorra de marinero. Viene desde el Piggly Wiggly,<br />

reflejándose otra vez en los cristales empolvados de la estación de<br />

autobuses. Dobla, acelerando con manos y brazos, hacia la orilla<br />

enlosada de la avenida. Sus anteojos atrapan momentáneamente al<br />

cielo azulísimo; circula rodeado por hileras de palmitos que lo ven<br />

desvanecerse entre las olas del calor. Huye, con toda probabilidad,<br />

de pensamientos inefables.<br />

—¡Charlie! − intento gritar− como si estuviésemos saludándonos<br />

en aquel domingo de Pascua. Lo vislumbro aún agarrado a la<br />

diestra de Ms. Bryant, engalanada con sombrero, bolso y un vestido<br />

de tono pastel suave. La existencia fluye alrededor, recordándonos<br />

nuestra efímera presencia.<br />

—Hey girl! −responde Ms. Bryant a su interlocutora−. Las<br />

conversaciones alegran la sobriedad del pórtico eclesiástico, estrujado<br />

por ladrillos rojizos y vigas. Debajo del estuco decimonónico,<br />

varias solteronas y viudas evocan fragmentos del sermón pronunciado<br />

por el pastor Watson. Las imágenes de la misa reaparecen en<br />

las mentes y charlas: ¡Aleluya, aleluya! −exclama la multitud−. El<br />

estruendo de la batería acompañada por el potente bajo opaca la<br />

algarabía. La luminosidad matutina irrumpe en el santuario;<br />

penetra las cristaleras incrustadas en marcos mudéjares. ¡Aleluya,<br />

aleluya! hermanos y hermanas. La batería cesa con brusquedad. El<br />

ritmo de las voces se difumina entre murmullos repentinos.<br />

—¡Nunca se sabe quién te dará el último trago de agua!<br />

—¡Amén!<br />

—El hielo es siempre más frío en los refrigeradores del<br />

Upper West.<br />

—¡Honrarás a tus padres…!<br />

—Culpa a mi memoria, pero nunca a mi corazón.<br />

Los feligreses se abrazan con sobriedad, despidiéndose para<br />

concluir la rutina dominical en cualquiera de los generosos bufets<br />

del pueblo. Familias enteras, muy bien vestidas, abordan automóviles<br />

y camionetas usadas. La gente mayor se desplaza con<br />

parsimonia, convencidos de haber reservado un lugar en el más allá.<br />

Fue en una de estas reuniones donde el señor Bryant conoció a la<br />

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señorita Mallet, poseedora de unas curvas enloquecedoras que los<br />

años y la alimentación excesiva transformaron en adiposidades<br />

prematuras. Ms. Bryant jamás lo perdonó, a pesar de los generosos<br />

cheques provenientes de arduas horas de trabajo en una aseguradora<br />

de Durham.<br />

Charlie nunca quiso entender su situación familiar, no<br />

obstante, lo encuentro solo en el vestíbulo, deseando ignorar el<br />

inmisericorde paso del tiempo. Me saluda con una sonrisa hipócrita.<br />

—Ya sabes que eres el único a quien le pido dinero. Percibo<br />

en su aliento una mezcla amarga de cerveza y tabaco.<br />

—El cheque es cada día más pequeño. Apenas y puedo pagar<br />

la renta o sufragar los gastos de la comida.<br />

Tose, aparenta mirarme; pero se encuentra muy distante.<br />

Salta y corre, cada vez más alejado, en búsqueda de los huevecillos<br />

de chocolate. Esto es el pasado, dice la imagen de su padre, y debes<br />

aprovechar el momento para hacerme las preguntas necesarias.<br />

Mañana, cuando pienses en este día, encontrarás las respuestas<br />

adecuadas.<br />

La proximidad del mediodía intensifica la sensación de<br />

humedad y hastío. Varios adultos charlan, añorando la presencia de<br />

los parientes asentados en Nueva York y otros espacios del norte.<br />

—Estuve en la Gran Manzana, y siempre extrañé las acelgas,<br />

el macarrón con queso y la ocra.<br />

—Los neoyorquinos no saben condimentar el pollo o cocinar<br />

la barbacoa en horno de carbón.<br />

—¡Así es hombre!<br />

—No hay lugar como la casa.<br />

—¿Entiendes lo que te digo?<br />

Un segmento del grupo observa la negativa del conductor, y<br />

a su pasajero amedrentado por una hilera de fusiles. Abandona el<br />

taxi. Un arroyo rojizo desciende hacia las tierras bajas.<br />

—¡Han sido esos cholos piojosos! Chirria una voz eléctrica.<br />

El viajero y su canasta de compras desaparecen en la estrecha<br />

pantalla del televisor adyacente.<br />

—¡Qué carajo! Ese cabrón acostumbra bañarse a todas<br />

horas. Su torpe desnudez logra filtrarse a través del maldito agujero<br />

sin reparar. ¡Splash, splash!, ahí tienes hermano, trescientas libras<br />

de grasa contenida en la estrechez de la tina.<br />

—¿Es el tipo del camioncito azul? Cuídate, no vaya a<br />

desplomarse con todo y mugre. Es lo único que te hace falta: quedar<br />

atrapado en este maldito edificio.<br />

La puerta del ascensor para en el tercer piso. Algo aparentemente<br />

inexplicable la bloquea. No es de extrañar. Según Mr.<br />

Smith, es el ex arrendatario del 35. El que se marchó en una<br />

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ambulancia. Algunos vecinos lo acusan de ser la causa de la supuesta<br />

orina de perro desparramada cada fin de semana en la<br />

escalera interior.<br />

—¿Y la enorme defecación encontrada hace meses?<br />

—Probablemente fue obra de un enemigo de Mr. Smith.<br />

—¿Un borracho?<br />

—Tal vez no fue nadie −contesta alguien que sustrae<br />

cupones de la basura situada al lado de los apartados de correo−.<br />

Una distracción habitual para los inquilinos, acostumbrados a las<br />

supuestas sorpresas, depositadas siempre por el mismo cartero. Lo<br />

única certeza es la muerte, comunica la mirada del empleado<br />

gubernamental a la correspondencia. A veces le gustaría enterrarla<br />

y emborracharse hasta perder el conocimiento.<br />

—¡Esto no da para más!, exclama una voz lejana. Desde la<br />

esquina derecha de la enorme lavandería, un individuo indaga la<br />

ropa depositada encima de una mesa. Trabaja en el supermercado,<br />

y no nos molesta su presencia.<br />

El silencio exterior se siente sobre nuestras pieles sudorosas.<br />

Sólo se oye el ruido incesante del aire acondicionado. Uno que otro<br />

graznido, proveniente de los abanicos adheridos a las melenas de<br />

palmitos, invade la plática. Los halcones zigzaguean retando a la<br />

tarde agonizante. Las ardillas y la mayoría de las aves se han desvanecido.<br />

Alguien inserta cuatro monedas en la ranura de la máquina<br />

de refrescos. Una hermosa lata cae, escuchándose un golpe seco.<br />

Mr. Smith exhala humo y coloca otro anuncio en el vestíbulo.<br />

“Ruego a los vecinos se abstengan de sorprenderme cuando trabajo<br />

en cualquiera de los apartamentos. Identifíquense. He sido diagnosticado<br />

con el síndrome de estrés postraumático.” Retira uno de<br />

los letreros anteriores. Sonríe, releyendo el contenido: “A veces<br />

sorprendo a mi hígado dándole de beber agua”. Emite una carcajada<br />

breve, y desprende con seriedad el siguiente cartel: “Cualquier<br />

inquilino que sea sorprendido dando abrigo a la señorita April<br />

Hightower, será echado del edificio”. Se retira entonando una<br />

combinación ruidosa de blues y góspel.<br />

La misma señora delgaducha se arregla la peluca y saluda al<br />

grupo. Uno de ellos levanta el bastón para dar paso al hombretón<br />

de la bicicleta. Ambos renguean. La causa de sus cojeras es un<br />

misterio ignorado hasta por sus mejores amigos, aposentados desde<br />

muy temprano en el rellano adjunto a la entrada principal del<br />

edificio. Las coloridas cachuchas disimulan sus múltiples arrugas.<br />

Desvían las miradas para dar la bienvenida al portador de una biblia<br />

decorada con una cruz dorada. Es la herencia de sus bisabuelos,<br />

comentan algunos. Otros, aseguran que es el regalo de su graduación<br />

universitaria. Él los ignora, asiendo la desgastada cubierta<br />

de piel autografiada.<br />

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—¡Mira qué bien me sienta el ejercicio! Toca mi bíceps.<br />

—El médico ha dicho que con otra operación podré deshacerme<br />

de este bastón.<br />

Charlie los mira con nostalgia y envidia. Conscientemente,<br />

sonríe y frota ambas palmas sobre sus muslos. De repente, se cubre<br />

las manos con unos guantes y maniobra para dirigirse al destino<br />

habitual: la entrada de Pigglie Wiggly. Allí, gracias al aire acondicionado<br />

está fresco, y podrá pasar la tarde mirando a las cajeras.<br />

Además, cuando el frío artificial arrecie, podrá disfrutar del patio<br />

exterior donde acostumbra reunirse con otro grupo de veteranos y<br />

jubilados. Le gusta escuchar nuevas versiones de chismes e historias<br />

acaecidas en Charleston, Santee, Columbia, Aiken,<br />

Greenville, Sumter, Spartanburg y otros lugares. Hablan del día en<br />

que las almas de los soldados sureños caídos en Aiken se posesionaron<br />

del enemigo yanqui en Atlanta. Uno de ellos reafirma que la<br />

casa donde pernoctó el general Sherman arde esporádicamente en<br />

la madrugada. Los viejos alardean de la participación de sus ancestros<br />

en la expulsión de los británicos. El más recatado del grupo, sin<br />

que lo sepan los demás, acarrea en su mochila una bala extraída a<br />

los cañones de la plaza central.<br />

Nadie lo sabe, pero Charlie posee una memoria prodigiosa,<br />

y suele escribir todo lo que le cuentan. Es un hábito adquirido<br />

durante su hospitalización en Fort Bragg. En aquellos días aciagos,<br />

la escritura se convirtió en la única distracción y escape del horror<br />

propio y ajeno. Aprendió a viajar y resistir el dolor moral por medio<br />

de la combinación eficaz de palabras. Evita el tema, y a veces suelta<br />

la lengua bajo los efectos del alcohol u otras sustancias. Su prosa es<br />

impecable y denota un estilo propio, a pesar de no haber cursado<br />

estudios universitarios. Lo visito y aprovecho su plática animada<br />

para inspirarme. No creo estar cometiendo ninguna falta. No es<br />

plagio, sobre todo si tomamos en consideración el origen común de<br />

la literatura. ¿No es así? Además, mi relativo éxito económico es<br />

compartido con préstamos sin intereses, y escribo con seudónimos<br />

y en español: dos hechos que imposibilitan ser descubierto. Charlie<br />

se niega a publicar y alaba la oralitura. Todo lo lleva al extremo. Por<br />

ejemplo, duerme con un cuchillo cebollero debajo de la almohada.<br />

La explicación es simple. Teme ser agredido y está dispuesto a<br />

defenderse en cualquier momento. Hace meses, en un estado de<br />

rabia etílica, se rebanó ligeramente el callo de la mano derecha. Fue<br />

una distracción provocada por el sonambulismo, pues suele<br />

deambular de piso en piso. Nadie se atreve a despertarlo, sobre todo<br />

cuando está conversando con el fantasma de Herbert:<br />

—¿Recuerdas que tu bisabuelo ayudó en la reubicación de la<br />

iglesia? Me contaste cómo utilizaron infinidad de troncos para<br />

trasladarla desde el cementerio de los confederados hasta la calle<br />

principal.<br />

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—Sí, ese fue el día en el que su pie izquierdo fue triturado<br />

por una de las esquinas del inmueble. Aquello no importó mucho,<br />

pues lo colgaron el siguiente año, allá donde está la gasolinera.<br />

Después de despedirse, regresa a su cama. Por la mañana<br />

jura no acordarse de nada. Admito haber aprovechado estas ocasiones<br />

para transcribir otras anécdotas:<br />

—¿Te acuerdas de aquel día lluvioso? Tu tío el fortachón<br />

conducía el camión, rumbo a la costa. En la carretera recogió a unas<br />

personas resguardadas por los robles. La llovizna no cesaba y te<br />

encontrabas dormido dentro de uno de los ataúdes que solíamos<br />

transportar a Charleston. Cuando despertaste, los pasajeros en<br />

tránsito huyeron despavoridos.<br />

—¿Oiga amigo, sigue lloviendo? −preguntabas, medio<br />

dormido, jalando ligeramente el pantalón de aquel infeliz.<br />

—¡Sí, sí! El galán de barba y cabellera teñidas fue el primero<br />

en saltar.<br />

Un nuevo anuncio indica que la reunión mensual de<br />

inquilinos incluye una sorpresa especial. No se arrepentirán,<br />

concluye.<br />

II<br />

Ha llegado el gran día. Y pese a la fama conquistada, ahí va Charlie,<br />

por la Gran Vía de Madrid, arremetiendo contra cualquier obstáculo.<br />

Mendigos de diversas nacionalidades, ante las miradas<br />

estupefactas de muchos vendedores ambulantes, arrastran sus<br />

deformidades hacia los cajeros y escaparates. Los más ágiles pepenan<br />

la morralla esparcida por los turistas. Unos y otros intentan<br />

proteger sus escasas pertenencias, resguardándose en casitas de<br />

cartón construidas en el filo de la acera. Un letrero amarillento<br />

vuela encima de los peatones y prostitutas africanas: “Tengo ocho<br />

hijos que necesitan comer. Apiádese de este pecador en paro.” La<br />

clientela de los limpiabotas mexicanos, sin entenderlo completamente<br />

sonríen, al igual que la foto de Cantinflas, frente a la<br />

multitud que se dispersa en calles y plazas con la prisa acostumbrada.<br />

Los contingentes improvisan corredores, otorgando<br />

paso al hombre motorizado. ¡Es Charlie! Durante la noche, recibí<br />

una llamada de la policía local. Aquel hombre me informó que el<br />

número le había sido facilitado por un americano, quien hasta ese<br />

momento se negaba a declarar. El arresto ocurrió en la Plaza Mayor,<br />

a un lado de la estatua ecuestre de Fernando III. El parte subraya<br />

que el señor Charlie (sin apellidos proporcionados), después de<br />

ingerir una cantidad indeterminada de vino, cerveza muy fría y<br />

jamón serrano, se desplazó por el Arco de Cuchilleros, hasta volcar<br />

encima de un número indeterminado de turistas ingleses y ger-<br />

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manos que ingerían cerveza tibia y tapas de chorizo en los mesones<br />

del Champiñón y La Tortilla. El imputado, después de darse a la<br />

fuga, se le encontró en compañía de un desempleado en huelga de<br />

hambre, un hippie de Ibiza, y muchos manteros que obstaculizaron,<br />

corriendo por toda la plaza, el desempeño de la policía. Charlie fue<br />

descubierto en el interior de un disfraz de cabra africana cuyo<br />

volumen desproporcionado y olor a porro le delataron. Manifestantes<br />

de la marcha del orgullo gay, trataron de impedir el<br />

arresto. Un mocetón de casi dos metros de estatura y pelucón rubio<br />

propinó zapatazos rojos al pedestal de la estatua ecuestre, profiriendo<br />

insultos a la monarquía. Simultáneamente, en una de las<br />

terrazas, una voz aguardentosa era acompañada por varios tunos<br />

embriagados. La estrategia improvisada del señor Sabina consistía<br />

en aglomerar a la romería y posibilitar la huida de Charlie entre los<br />

gritos de vendedores ambulantes y fuegos artificiales. Marías me<br />

contó su versión del suceso. Ahora, lo único que necesito es<br />

aprender a controlar la terrible sed de Charlie. Sin embargo, debo<br />

confesar a ustedes que mi mayor temor es que este sea el último<br />

relato.<br />

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Revista destiempos N°52<br />

Terminaste de leer el número 52<br />

de la REVISTA DESTIEMPOS.<br />

Correspondiente a:<br />

agosto-septiembre de 2016.<br />

Editada en la Ciudad de México<br />

Agosto-Septiembre 2016 ISSN: 2007-7483<br />

©2016 Derechos Reservados<br />

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