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Bolet%C3%ADn-63-Julio-2016
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La mujer en la historia de la Biología Vegetal<br />
Barbara McClintock, ejemplo de v ocación y brillantez<br />
Carolina Martínez Pulido<br />
E-mail: camapu@ull.es<br />
Dejamos de temer aquello que se ha aprendido a<br />
entender<br />
Marie Curie<br />
En agosto de 1931, una joven y<br />
desconocida inv estigadora, Barbara McClintock,<br />
f irmaba, en colaboración con su estudiante de<br />
doctorado Harriet Creighton, un extraordinario<br />
artículo sobre biología v egetal que llamó<br />
poderosamente la atención de la comunidad<br />
científica de aquellos años. Se trataba de un<br />
innov ador trabajo, realizado con plantas de maíz,<br />
Zea mays, que demostraba con notable claridad la<br />
base cromosómica de la herencia.<br />
La conmoción generada es comprensible si<br />
tenemos en cuenta que en la década de 1920 los<br />
biólogos sí sabían y a que los genes estaban<br />
localizados en los cromosomas, pero nadie había<br />
sido todavía capaz de demostrarlo empíricamente<br />
vinculando cromosomas específicos con genes<br />
concretos. El mérito de McClintock y Creighton<br />
estaba en que, tras una meticulosa inv estigación<br />
mediante nov edosas técnicas que permitían<br />
observ ar con claridad al microscopio los<br />
cromosomas del maíz, lograran proporcionar por<br />
primera v ez una conexión visual entre ciertos rasgos<br />
hereditarios y su base en los cromosomas.<br />
La labor en citogenética que McClintock<br />
iniciaba, y que según expertos posteriores alcanzó<br />
gran perf ección y rigor, abrió en aquellos años una<br />
nuev a frontera para la biología en general y la<br />
v egetal, en particular. Fue un descubrimiento<br />
primordial que permitió establecer uno de los<br />
principales pilares de la genética moderna. Sin<br />
embargo, para la jov en Barbara McClintock, nacida<br />
en 1902 en Connecticut, sólo constituyó el principio<br />
de una larga carrera que a la postre se rev eló<br />
extraordinaria.<br />
A principios de la década de de 1940,<br />
McClintock continuaba incansable sus<br />
inv estigaciones en torno a la genética del maíz.<br />
Había conseguido un trabajo en el f amoso<br />
laboratorio de Cold Spring Harbor, un centro de<br />
inv estigación biológica básica situado a unos 60<br />
kilómetros al este de Manhattan, donde permanecería<br />
por el resto de su v ida. Allí, además de una parcela<br />
para cultivar maíz, disponía de un amplio laboratorio<br />
en el que llevar a cabo sus múltiples experimentos.<br />
Para la singular inv estigadora, la cuestión<br />
de cómo un organismo es capaz de regular la acción<br />
génica gozaba en aquellos momentos de total<br />
prioridad. El que las semillas de maíz diesen lugar a<br />
plantas completas era un hecho que, según su<br />
criterio, no puede explicarse plenamente sólo porque<br />
se inicien a partir de una célula con la dotación<br />
apropiada de cromosomas. El proceso mediante el<br />
cual las células se multiplican y especializan para<br />
constituir las distintas clases de tejidos que forman<br />
un organismo completo, le parecía una incógnita<br />
primaria f undamental.<br />
Por aquellos años, sin embargo, los<br />
biólogos estaban mucho más preocupados por las<br />
vicisitudes del genoma. Y lo que aún es más<br />
ilustrativo, a la mayor parte de ellos la<br />
especialización celular no les concernía. Las nuevas<br />
generaciones de biólogos, bajo la inf luencia de los<br />
físicos y de la metodología reduccionista, estaban<br />
explorando el camino de la biología molecular. Los<br />
conceptos de regulación y control, hoy tan f amiliares,<br />
ni tan siquiera se tenían en cuenta, pero para<br />
McClintock la cuestión de cómo llega cada organismo<br />
a su propia forma era parte esencial del interés más<br />
incentivadorcomo bióloga.<br />
Fueron sus esfuerzos para explicar porqué<br />
se producían variaciones en el modelo de<br />
pigmentación de los granos del maíz, los que<br />
traspasaron las puertas a nuevos detalles sobre el<br />
control de los genes. Tras una ardua inv estigación,<br />
empezó a comprender que el material genético es<br />
mucho más complejo y f lexible de lo que<br />
may oritariamente se asumía por esas fechas: no se<br />
trataba de una entidad estática, sino de una<br />
estructura dinámica con una asombrosa capacidad<br />
para reorganizarse a sí misma.<br />
Por este camino, la bióloga alcanzó el más<br />
trascendente de sus logros: el descubrimiento de la<br />
transposición, un f enómeno totalmente inesperado<br />
que ponía de manif iesto que los genes no siempre<br />
ocupan el mismo lugar en los cromosomas, sino que<br />
pueden cambiar de posición. Ese es el motivo por el<br />
que también se hay an designado como elementos<br />
móv iles o «genes saltadores». Su interpretación<br />
básica consistió en asumir que, cuando un elemento<br />
móv il se inserta en un gen, o en sus proximidades,<br />
induce una mutación que puede afectar a la<br />
estructura y expresión de ese gen, y anular o<br />
estimular su actividad. Con el f enómeno de la<br />
transposición, entre otras cosas, presentaba la<br />
primera prueba de que ciertos genes pueden regular<br />
a otros genes.<br />
Es oportuno resaltar que Bárbara McClintock<br />
fue la primera bióloga en observ ar la presencia de<br />
elementos móviles en el material genético. Al<br />
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