Edición No.10 Junio 2016
En nuestra edición No.10 tenemos a Lucia Pastor que nos cuenta sobre la asociación rincón poétco del valle del Vinalopó
En nuestra edición No.10 tenemos a Lucia Pastor que nos cuenta sobre la asociación rincón poétco del valle del Vinalopó
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entrañas y que por más que lavase<br />
no quería salir. Hasta en<br />
la garganta se me agriaba a cada<br />
rato. Luego venía otro trago hueso,<br />
cuando nos metían en aquella<br />
furgoneta de nauseabundo olor a<br />
sentimientos quebrados y al poco<br />
de camino, nos dejaban aparcadas<br />
a cada dos o tres muchachas en<br />
una carretera con muchos árboles<br />
que sonaban de viento amenazadores.<br />
Allá a lo lejos cuando era de atardecida<br />
se podía ver gente, seguro<br />
que preñados todos de cosas<br />
lindas como decía mi amiga Aroa<br />
(siempre fue Juliana hasta que el<br />
país le abrió los brazos).<br />
Pero jamás se llegaron a acercar ni<br />
siquiera un poco, no sea que fuéramos<br />
a robarles esa felicidad que<br />
se les adivinaba en el gesto, claro y<br />
al no mediar palabra no llegaban<br />
a saber que éramos buena gente,<br />
extranjeras sí, pero con lo de la<br />
Madre Patria como que todo debía<br />
quedar en familia.<br />
A mí me daba envidia imaginar<br />
los bebitos que jugaban, pero no lo<br />
reclamaba en alto no fuera a servir<br />
de risión a las demás.<br />
Las noches de más invierno eran<br />
horribles, porque el trabajo ese si<br />
que nunca variaba: hablar melosas,<br />
dispuestas para el señor que<br />
frenase el auto, después un mal<br />
rato porque los hombres pedían<br />
cosas extrañas que a veces dolían o<br />
daban ganas de vomitar hasta dejar<br />
sana la barriga o como que se<br />
volvían violentos si no les gustaba<br />
el trabajo, pero eso jamás lo aprendimos<br />
en la escuela o en el fogón<br />
de nuestras madres.<br />
¿Qué querían si no? Pero de que<br />
llegaba la anochecida comenzaba<br />
la tiritera, los huesos se nos<br />
calaban con una sensación seca,<br />
cortante, igual que si te desgarraran<br />
de las carnes para dentro.<br />
/www.visionuniversal-magazine.com.mx<br />
Había dos chicas de piel blanquita,<br />
casi transparente que no<br />
le daban grandísima importancia<br />
al aire que se enredaba<br />
en nuestro pelo y nuestra<br />
garganta, decían que eran del<br />
este (no sé dónde quedaría ese<br />
lugar…) y que en su país el frío<br />
era mucho mayor y la nieve<br />
caía de seguido. Pero nosotras<br />
y las africanas de la vuelta de la<br />
curva lo pasábamos fatal. Luego<br />
si a alguna se nos ocurría<br />
echarnos la rebeca por lo alto,<br />
antes o después llegaba a oídos<br />
del rostro oscuro que se ponía<br />
furioso de veras. Decía que<br />
cómo iban a comprar el género<br />
si tapábamos los escaparates.<br />
A mí se me hacían odiosas las<br />
pantaletas minúsculas que llevábamos,<br />
las otras las llamaban<br />
“tangas” ya viste ni el nombre<br />
me llegaba a gustar…<br />
Yo soñaba entonces con aquel<br />
caldo de achicoria que mi<br />
abuela hacía hervir en el fogón.<br />
Me salían sus palabras hasta<br />
por los ojos. Aquella terneza<br />
con que me cobijaba entre<br />
sus faldas enormes de mulata<br />
arrugada, a poco podía paladear<br />
el sabor tibio del brebaje y<br />
cómo que me sentía aliviada al<br />
instante. Pero un auto frenaba<br />
de nuevo y las tres o cuatro<br />
asaltábamos la ventanilla para<br />
que la voz de dentro pudiera<br />
escoger mejor.<br />
Yo no sé si aquello era bueno<br />
o malo, en mi pueblo jamás lo<br />
vi. Solo alguna vez las viejas<br />
comadreando entre dientes<br />
decían chismes de alguna<br />
“mala mujer” pero creo que no<br />
habría de ser lo mismo, porque<br />
el rostro oscuro aseguraba que<br />
en Europa el trabajo nuestro<br />
era de lo más solicitado y que<br />
teníamos enorme suerte de<br />
50<br />
haberlo conocido, porque él era<br />
legal y cuando la deuda se hubiese<br />
rebajado, nos daría los papeles y<br />
ya sería cosa nuestra seguir en el<br />
oficio o mudar de faena.<br />
Ya ni me acuerdo como llegaba a<br />
ser de grande la obligación, porque<br />
los billetes no conseguían rozarme<br />
las manos. El decía que era<br />
mejor así, que ya avisaría cuando<br />
la fecha se acercase, que no era<br />
bueno que manejásemos plata,<br />
porque alguien de mala fe podía<br />
engañarnos y lo decía así como serio,<br />
como hombre. Pero yo le veía<br />
en los ojos burbujas mentirosas<br />
que nunca se disipaban.<br />
Si hubiera estado aquí la Chabela,<br />
la “mujer santa” de mi pueblo, de<br />
seguro habría mirado en el fondo,<br />
bien en el fondo de sus palabras<br />
y hubiera conocido al instante si<br />
mentía o decía la verdad. ¡La vieja<br />
dichosa! Tanto miedo que nos<br />
daba cuando pasaba cerca nuestro<br />
con una retahíla de oraciones hilvanadas<br />
en la boca, que solo ella<br />
aprendió en otra vida decían.<br />
Aunque nunca comprendí para<br />
qué quiere una persona más de<br />
una vida, si sólo tiene una cara,<br />
unos brazos, qué sé yo… para<br />
gastarlos en ella. Pero sí, si Chabela<br />
hubiera visto lo que el hombre<br />
sin rostro callaba, ¡pero yo! ¿Qué<br />
podía hacer? Esperar quizás al<br />
cumplir los catorce (sólo faltaban<br />
dos meses). Ya sería una mujer y<br />
entonces las luces de cuando chica<br />
regresasen y yo no tendría esa<br />
comezón en la boca del estómago,<br />
que me roe como un gusano<br />
hambriento cada vez que la tarde<br />
se me acaba y las sonrisas de los<br />
hombres como que me quieren<br />
amenazar.<br />
Y a veces por el día que es cuando<br />
se duerme en este oficio, se me<br />
agolpan negras en los sueños y me<br />
duelen, me duelen de verás, ¿qué<br />
no les dará pena que sólo soy una<br />
niña?