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Revista Destiempos n39 Revista de divulgación académica y cultural www.destiempos.com

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39<br />

Junio-julio 2014 I Publicación bimestral de la Editorial Grupo Destiempos I<br />

ISSN: 2007-7483 I Reservas de Derechos al Uso Exlusivo: 04-2013-101814413100-1021 I


Revista destiempos N°39<br />

Revista destiempos<br />

Revista de curiosidad Cultural<br />

destiempos.com Año 8 N°39 Junio-julio de<br />

2014. Es una publicación bimestral<br />

gratuita editada por Grupo Destiempos S.<br />

R. L. de C.V.<br />

Av. Insurgentes 1863 301B - C.P. (01020)<br />

Col. Guadalupe Inn, México, Distrito<br />

Federal. www.editorialdestiempos.com<br />

Directora y editora responsable: Mariel<br />

Reinoso I. Reservan de derecho al Uso<br />

Exclusivo: N° 04-2013-101814413100-102<br />

otorgado por el Instituto Nacional del<br />

Derecho de Autor. Responsable de la<br />

última actualización de este número:<br />

Mariel Reinoso I. Av. Insurgentes 1863<br />

301B C.P. (01020) Col. Guadalupe Inn,<br />

Del. Álvaro Obregón, México, D.F.<br />

Fecha de la última actualización:<br />

Junio de 2014<br />

ISSN: 2007-7483<br />

Las opiniones expresadas por los autores<br />

no necesariamente reflejan la postura de<br />

la editorial de la publicación.<br />

Queda estrictamente prohibida la<br />

reproducción total o parcial de los<br />

contenidos e imágenes de la publicación<br />

sin previa autorización de Grupo<br />

Destiempos S.R.L. de CV<br />

©Todos los derechos reservados.<br />

Título de Registro de Marca: 1424503<br />

www.revistadestiempos.com<br />

Consejo Editorial<br />

Directora General:<br />

Mariel Reinoso I.<br />

Comité Editorial:<br />

Axayácatl Campos García-Rojas<br />

(Universidad Nacional Autónoma de México)<br />

Graciela Cándano Fierro<br />

(Universidad Nacional Autónoma de México)<br />

Alicia de Colombí-Monguió<br />

(State University of New York, Albany)<br />

Aralia López González<br />

(Universidad Autónoma Metropolitana)<br />

Ana Rosa Domenella<br />

(Universidad Autónoma Metropolitana)<br />

Sandra Lorenzano<br />

(Universidad Claustro de Sor Juana)<br />

Mariana Masera<br />

(Universidad Nacional Autónoma de México)<br />

Pilar Máynez<br />

(Universidad Nacional Autónoma de México)<br />

Antonio Rubial<br />

(Universidad Nacional Autónoma de México)<br />

Lillian von der Walde M.<br />

(Universidad Autónoma Metropolitana)<br />

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Revista destiempos N°39<br />

Revista indexada en:<br />

Junio-Julio 2014 ISSN: 2007-7483<br />

©2014 Derechos Reservados


Revista destiempos N°39<br />

ART ÍCULOS Y RESEÑAS<br />

EN TORNO AL GOLEM. CAVILACIONES<br />

Silvana Rabinovich<br />

MESTIZAJE ALIMENTICIO DE GUANAJUATO<br />

DURANTE EL VIRREINATO<br />

Graciela Velázquez Delgado Javier Ayala Calderón<br />

MEMORIA, HISTORIA Y NOVELA: BALUN-CANAN DE ROSARIO CASTELLANOS<br />

Aralia López González<br />

EL INFINITO PODER DEL AMOR, EN LA NOVELA SAYONARA, MIO DE TAKUJI<br />

ICHIKAWA<br />

Orlando Betancor<br />

Reseña: WHY THIS WORLD. A BIOGRAPHY OF CLARICE LISPECTOR DE<br />

BENJAMIN MOSER<br />

Michel Torres<br />

Reseña: JOSÉ MANUEL LUCÍA MEGÍAS, ELOGIO DEL TEXTO DIGITAL, CLAVES<br />

PARA INTERPRETAR EL CAMBIO DE PARADIGMA<br />

Emanuel Aguilar<br />

6<br />

13<br />

26<br />

59<br />

67<br />

73<br />

LA PELOTA<br />

Juventino Sevilla Pineda<br />

AGAMENÓN<br />

Belén Nassini<br />

VERBUM<br />

Rossy Lima<br />

CREACIÓN LIT ERARIA<br />

79<br />

82<br />

85<br />

ÁGUILA DEL SOL<br />

Washington Daniel Gorosito Pérez<br />

FIDEOS PARA OTRO ANOCHECER<br />

Leonardo Alezones Lau<br />

86<br />

88<br />

Junio-Julio 2014 ISSN: 2007-7483<br />

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Revista destiempos N°39<br />

ARTÍCULOS Y RESEÑAS<br />

Nueva época ISSN: 2007-7483<br />

www.revistadestiempos.com


Revista destiempos N°39<br />

Silvana Rabinovich 1<br />

Universidad Nacional Autónoma de México<br />

<br />

Es conocida la intimidad con las letras que mantienen esos osados lectores<br />

conocidos como cabalistas. Capaces de leer las partes blancas del Libro,<br />

aquellos hombres escuchan las negras letras como voces, y al deslizar el<br />

dedo de plata entre las coronas, auscultan en ellas el pulso de la palabra<br />

divina. Los místicos se detienen en un hemistiquio y cavilan, aguzan los<br />

sentidos y perciben el aliento divino:<br />

Isaías 14:14 “sobre las alturas de las nubes subiré, y seré<br />

semejante al Altísimo”<br />

‏.אֶ‏ עֱלֶה עַל בָּ‏ מֳתֵ‏ י עָּב אֶ‏ דַּ‏ מֶ‏ ה לְ‏ עֶלְ‏ יֹון<br />

La apuesta es tentadora y ambiciosa: ¿cómo entender el segundo<br />

verbo (seré semejante)? Tal vez no sólo de manera moral y metafórica…<br />

Para los cabalistas las letras son cuerpos vivientes. El texto original, tallado<br />

en el rollo, carece de vocales: el verbo se desata, atravesado por una<br />

ráfaga de alientos.<br />

edaméh, seré semejante ‏:אֶ‏ דַּ‏ מֶ‏ ה<br />

adamáh, tierra ‏:אֲדָ‏ מָ‏ ה<br />

Adám, 2 hombre ‏:אָ‏ דָ‏ ם<br />

En clave de Génesis 2:7: elevarse a las alturas podría entenderse<br />

(a través de la grafía consonántica) como asemejarse al Altísimo haciendo<br />

un hombre de tierra…<br />

El procedimiento es narrado por Scholem 3 , traductor de los<br />

mundos cabalísticos hasta entonces vedados al mundo académico. Refiere<br />

1<br />

Investigadora del Seminario de Hermenéutica del Instituto de Investigaciones Filológicas, Universidad Nacional<br />

Autónoma de México.<br />

2<br />

La letra cuadrada al final de la palabra Adám es la misma letra mem cuya grafía se modifica al final de una<br />

palabra (semejante a la A mayúscula del nombre transliterado que en nuestras lenguas es la misma letra que<br />

se escribe de esta manera al inicio de un nombre propio).<br />

3<br />

Scholem, Gershom, “La idea del Gólem en sus relaciones telúricas y mágicas”, en La Cábala y su simbolismo,<br />

Milá Editor, Buenos Aires, 1988, pp. 173-222<br />

6<br />

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al procedimiento para construir un Golem siguiendo al Sefer Yetsiráh (Libro<br />

de la Creación) 4 , que en su capítulo II dice:<br />

1- Veintidós letras fundamentales[…]<br />

2- Veintidós letras [fundamentales]:<br />

Trázalas, diséñalas,<br />

Combínalas, permútalas<br />

Y forma con ellas el alma de toda creatura<br />

Y de todo lo que será creado en el futuro.<br />

3- Veintidós letras<br />

Trazadas por la voz,<br />

Diseñadas en el aire,<br />

Fijadas [en la boca]<br />

[…]<br />

4- Veintidós letras fundamentales:<br />

Fijadas en la esfera por doscientas treinta y una puertas.<br />

La esfera gira adelante y atrás. […]<br />

5- ¿Cómo? Pésalas y combínalas.<br />

Álef con todas y todas con álef.<br />

Bet con todas y todas con bet.<br />

Y así todas se repiten en un ciclo.<br />

He aquí que resultan doscientas treinta y una puertas.<br />

He aquí que cada creatura<br />

Y cada palabra<br />

Emanó de un mismo Nombre.<br />

6- Forma de la nada lo que es,<br />

y haz que exista lo que no existe.<br />

Esculpe grandes columnas<br />

A partir del aire que no puede ser asido.<br />

Él prevé y transpone,<br />

Forma toda creatura<br />

Y todas las palabras en un solo Nombre.<br />

Y un signo de esto:<br />

Veintidós propósitos en un solo cuerpo.<br />

El historiador narra que hacia finales del siglo XII, hasidim 5 de las regiones<br />

que actualmente son Alemania y Francia, practicaban la creación por<br />

medio del poder mágico de una figura hominoide llamada Golem (primero<br />

como narración apócrifa, luego como iniciación mística hasta caer más<br />

4<br />

Obra de autor desconocido que podría datar aproximadamente de los siglos II al IV de nuestra era. Libro de<br />

la Creación. Edición y traducción del hebreo de Manuel Forcano, Fragmenta, Barcelona, 2013. Pp. 63-67 de la<br />

recensión corta.<br />

5<br />

Movimiento místico judío que puede traducirse por “piadosos” que hacía frente al intelectualismo imperante<br />

en la tradición judía. Poniendo el acento en la “intención”, los hasidim consideran que es posible acercarse a<br />

Dios por otras vías que no se reducen a la lectura de los textos. El papel del cuerpo (por la danza, la música)<br />

pasa a un primer plano. La transmisión se da por leyendas que señalan la piedad en gestos no rituales.<br />

7<br />

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tarde en mito telúrico). 6 La palabra hebrea Golem designa a la materia sin<br />

forma (guélem ‏,(גלם cuerpo sin alma ni entendimiento. Las connotaciones<br />

aristotélicas, platónicas y kantianas del relato brillan en el poema<br />

homónimo de Jorge Luis Borges que se anexa. El poeta considera al<br />

Golem un simulacro en el sentido platónico de ser copia redoblada, que<br />

carece de categorías para “ordenar formas y colores”.<br />

Las instrucciones para construir un Golem (según el comentario al<br />

Séfer Yetsirá de Eleazar de Worms) 7 consistían en amasar tierra virgen<br />

con agua corriente hasta formar la figura hominoide. Luego se debían<br />

permutar las veintidós letras del alfabeto hebreo (fijadas en 231 “puertas”<br />

o combinaciones, o 221 según este<br />

comentarista). El Pseudo-Saadia lee<br />

literalmente la línea de II-4 del Libro<br />

de la Creación que indica: “La esfera<br />

gira adelante y atrás”. Así, las<br />

combinaciones de letras se producen<br />

en un círculo que se traza 442 o<br />

462 veces en torno a la figura de<br />

barro: “Al marchar hacia adelante, la<br />

criatura se incorpora con vida, a<br />

causa de la fuerza inherente a la<br />

recitación de las letras. Pero si quiere<br />

destruir lo creado, ha de marchar<br />

hacia atrás, recitando los mismos<br />

alfabetos del final al principio.<br />

Entonces la criatura se hunde en el<br />

suelo y muere”. 8 La figura creada<br />

despierta a la vida tras la correcta<br />

pronunciación del tetra-grama lograda<br />

luego de las permutaciones de<br />

letras. Hasta aquí, el reto de Isaías 14:14 parece logrado: a semejanza del<br />

Altísimo, el hombre logra hacer un hombre de tierra. Sin embargo, la<br />

criatura hace honor a su nombre: materia sin forma, hylé aristotélica,<br />

cuerpo sin alma insuflada por Dios, al Golem le están vedados el entendimiento<br />

y la palabra; sin embargo, es capaz de obedecer y ejecutar las<br />

tareas domésticas (criado mágico o famulus). 9 Tiene otro defecto: crece sin<br />

cesar, al cabo de un tiempo el tamaño de la creatura supera a la de su<br />

creador (hay distintas versiones, pero el número bíblico de 40 días, como<br />

los que tomó el diluvio luego de que el Creador se arrepintiera de haberle<br />

6<br />

Cf. Scholem, op. cit., pp. 189 y ss.<br />

7<br />

Cf. Scholem, op. cit., pp. 202 y ss-<br />

8<br />

Íbid. p.207<br />

9<br />

‘Ibid. p. 201<br />

8<br />

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dado vida al hombre, es el más conocido). La advertencia se graba en la<br />

frente: allí lleva escrita la palabra emét ‏,אמת que significa “verdad”. La<br />

verdad de que la semejanza del hombre a Dios no es pensable en<br />

categorías humanas hace recordar al humano su deber de destruir el<br />

ensayo. El dominio del hombre sobre la criatura reside en la posibilidad de<br />

borrar la álef א inicial de la palabra ‏.אמת Esa letra, que semeja a un hombre<br />

inclinado que con una mano señala el cielo y con la otra el suelo, indica el<br />

infinito. Borrarla deja al descubierto la palabra met ‏,מת que significa<br />

“muerto”. La performatividad de la escritura es implacable: el Golem de<br />

desmorona y habrá que construir otro si así se desea.<br />

Ahora bien: si se trata de preservar la vida de la especie, no hay<br />

manera de evitar la destrucción de la humana creación cuando es golémica<br />

(mímica del acto creador de Dios), hay narraciones acerca de la inexorable<br />

limitación humana en comparación con la omnipotencia divina y el castigo<br />

a quien pretende transgredirla, Scholem relata varios casos de criaturas<br />

golémicas que superaron la fuerza de sus creadores. La tecnología, en<br />

cuanto afán de dominio del hombre sobre la naturaleza y de superación de<br />

las propias limitaciones humanas, necesita de la caducidad… la techné<br />

tiene un componente sisífico.<br />

Esta última parte que narra las amenazas del Golem sobre su<br />

creador es la más importante y constituye una vez más la misma enseñanza<br />

del relato de Babel que reconoce el inevitable afán tecnológico del<br />

hombre que es tan inexorable como su limitación para dominarlo. Borges<br />

lo condensó magistralmente en unas líneas de su poema: “los artificios y<br />

el candor del hombre/ no tienen fin”. El final, ironía borgeana alusiva al<br />

relato del Rabí Judá León de Praga, es un tributo a la Enseñanza de la<br />

humildad humana (y un llamado a recordar aquel momento previo al diluvio,<br />

en Génesis 6:5-6, cuando el Dios de corazón doliente se arrepintió de<br />

haber creado al hombre).<br />

El rabí lo miraba con ternura<br />

y con algún horror. '¿Cómo' (se dijo)<br />

'pude engendrar este penoso hijo<br />

y la inacción dejé, que es la cordura?'<br />

'¿Por qué di en agregar a la infinita<br />

serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana<br />

madeja que en lo eterno se devana,<br />

di otra causa, otro efecto y otra cuita?'<br />

En la hora de angustia y de luz vaga,<br />

en su Golem los ojos detenía.<br />

¿Quién nos dirá las cosas que sentía<br />

Dios, al mirar a su rabino en Praga?<br />

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“En torno al Golem” titulé estas cavilaciones, porque parece que seguimos<br />

girando a su alrededor: hacia adelante con nuestros avances tecnológicos<br />

(que se obstinan en afirmar el poderío humano); pero cuando olvidamos<br />

borrar la infinita alef de la palabra “verdad” (porque creemos poseerla), la<br />

criatura destruye a su creador. Entonces, como aquellos místicos, es<br />

necesario desandar de espaldas lo combinado, retroceder girando para<br />

deshacer la amenaza. Porque el conocimiento tecnológico y su correspondiente<br />

ambición son tan grandes como el candor, que es la fragilidad<br />

humana: saber y perplejidad, poder e impotencia, siempre son ―y<br />

serán―directamente proporcionales.<br />

El Golem – Jorge Luis Borges.<br />

Si (como afirma el griego en el Cratilo)<br />

el nombre es arquetipo de la cosa<br />

en las letras de 'rosa' está la rosa<br />

y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.<br />

Y, hecho de consonantes y vocales,<br />

habrá un terrible Nombre, que la esencia<br />

cifre de Dios y que la Omnipotencia<br />

guarde en letras y sílabas cabales.<br />

Adán y las estrellas lo supieron<br />

en el Jardín. La herrumbre del pecado<br />

(dicen los cabalistas) lo ha borrado<br />

y las generaciones lo perdieron.<br />

Los artificios y el candor del hombre<br />

no tienen fin. Sabemos que hubo un día<br />

en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre<br />

en las vigilias de la judería.<br />

No a la manera de otras que una vaga<br />

sombra insinúan en la vaga historia,<br />

aún está verde y viva la memoria<br />

de Judá León, que era rabino en Praga.<br />

Sediento de saber lo que Dios sabe,<br />

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Judá León se dio a permutaciones<br />

de letras y a complejas variaciones<br />

y al fin pronunció el Nombre que es la Clave,<br />

la Puerta, el Eco, el Huésped y el Palacio,<br />

sobre un muñeco que con torpes manos<br />

labró, para enseñarle los arcanos<br />

de las Letras, del Tiempo y del Espacio.<br />

El simulacro alzó los soñolientos<br />

párpados y vio formas y colores<br />

que no entendió, perdidos en rumores<br />

y ensayó temerosos movimientos.<br />

Gradualmente se vio (como nosotros)<br />

aprisionado en esta red sonora<br />

de Antes, Después, Ayer, Mientras, Ahora,<br />

Derecha, Izquierda, Yo, Tú, Aquellos, Otros.<br />

(El cabalista que ofició de numen<br />

a la vasta criatura apodó Golem;<br />

estas verdades las refiere Scholem<br />

en un docto lugar de su volumen.)<br />

El rabí le explicaba el universo<br />

"esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga."<br />

y logró, al cabo de años, que el perverso<br />

barriera bien o mal la sinagoga.<br />

Tal vez hubo un error en la grafía<br />

o en la articulación del Sacro Nombre;<br />

a pesar de tan alta hechicería,<br />

no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.<br />

Sus ojos, menos de hombre que de perro<br />

y harto menos de perro que de cosa,<br />

seguían al rabí por la dudosa<br />

penumbra de las piezas del encierro.<br />

Algo anormal y tosco hubo en el Golem,<br />

ya que a su paso el gato del rabino<br />

se escondía. (Ese gato no está en Scholem<br />

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pero, a través del tiempo, lo adivino.)<br />

Elevando a su Dios manos filiales,<br />

las devociones de su Dios copiaba<br />

o, estúpido y sonriente, se ahuecaba<br />

en cóncavas zalemas orientales.<br />

El rabí lo miraba con ternura<br />

y con algún horror. '¿Cómo' (se dijo)<br />

'pude engendrar este penoso hijo<br />

y la inacción dejé, que es la cordura?'<br />

'¿Por qué di en agregar a la infinita<br />

serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana<br />

madeja que en lo eterno se devana,<br />

di otra causa, otro efecto y otra cuita?'<br />

En la hora de angustia y de luz vaga,<br />

en su Golem los ojos detenía.<br />

¿Quién nos dirá las cosas que sentía<br />

Dios, al mirar a su rabino en Praga?<br />

12<br />

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Graciela Velázquez Delgado<br />

Javier Ayala Calderón<br />

Universidad de Guanajuato, México<br />

CONQUIST A Y EXPANSIÓN<br />

<br />

<br />

Las primeras incursiones españolas hacia el norte del río Lerma en la zona<br />

que conocemos actualmente como Guanajuato se iniciaron poco después<br />

de la caída de Tenochtitlan durante las exploraciones dispuestas por<br />

Hernán Cortés para conocer las posibilidades económicas de las tierras<br />

que hasta ese momento se encontraban bajo el dominio de grupos humanos<br />

conocidos en la época con el término genérico de chichimecas debido<br />

a su vida nómada y supuestamente incivilizada. El término “chichimeca”,<br />

que podría traducirse como linaje de perros o perro que lleva arrastrando<br />

la cuerda (del náhuatl chichi-perro y mecatl-cuerda) era utilizado para<br />

referirse despectivamente a ellos por parte de los grupos de habla nahua<br />

presentándolos como animales vagos y cubiertos de pieles por la cos -<br />

tumbre de contar éstas como una de sus formas de vestir al no practicar el<br />

tejido de telas.<br />

No obstante estas primeras incursiones, que dieron como resultado<br />

el control de las zonas más sureñas como eran los pueblos de<br />

Yuririapúndaro y Acámbaro, inmediatamente al sur del río, en 1522, 1 no<br />

sería sino hasta el periodo de gobierno de la primera Audiencia que se<br />

realizaría una penetración lo suficientemente amplia a cargo de su pre -<br />

sidente, Nuño de Guzmán, con miras a conquistar nuevas zonas de aquel<br />

territorio. El avance hacia el norte quedaría posteriormente en manos de<br />

los ganaderos que, buscando nuevos pastos lejos de las zonas agrícolas<br />

del valle de México, deseaban criar su ganado en la frontera de las tierras<br />

chichimecas lejos de los conflictos con los indios del altiplano central por<br />

las milpas o sementeras devoradas por sus animales. El mismo virrey<br />

Antonio de Mendoza promovió durante su mandato la penetración en dicho<br />

territorio mediante concesiones de tierras para cría en las fronteras, donde<br />

1 Relaciones geográficas del siglo XVI, Acámbaro y Yurirapúndaro, pp. 59 y 68.<br />

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las reses se reprodujeron a un ritmo sorprendente gracias a los pastos<br />

vírgenes del mismo. 2<br />

Entre 1543 y 1544 gran cantidad de tierras fueron concedidas ya<br />

en la región de chichimecas, y en el obispado de Michoacán, como zona<br />

colindante con aquella, se crearon estancias con el fin de atraer a los<br />

indígenas para intentar convertirlos a la fe católica y ponerlos a trabajar en<br />

las estancias. 3<br />

Los indios, ignorantes de las intenciones colonizadoras de los<br />

españoles, se mostraron “conversadores y afables” en tanto éstos no<br />

representaron una amenaza para su forma de vida dependiente de la<br />

producción silvestre de la tierra, permitiéndoles el libre paso por ella. Esta<br />

paz, sin embargo, no iba a durar mucho, pues cuando los europeos vieron<br />

que la tierra estaba sin sembrar decidieron que no pertenecía a nadie<br />

negándose a aceptar una posesión tácita delatada por la presencia de<br />

grupos humanos en ella 4 .<br />

Así pues, con el argumento de que los chichimecas no utilizaban<br />

las tierras donde habitaban, los españoles decidieron tomarlas sin el<br />

consentimiento de sus ocupantes.<br />

ALIMENT ACIÓN CHICHIMECA<br />

De los chichimecas que habitaban la zona del actual Guanajuato en el siglo<br />

XVI, los españoles afirmaban que, pese a tener sus rancherías arrimadas<br />

a peñascos y sobre barrancos, estos preferían vivir apartados unos de los<br />

otros para mejor encontrar sus alimentos puesto que se trataba de grupos<br />

nómadas que no cultivaban ningún género de legumbre ni árbol. De<br />

acuerdo con el agustino fray Guillermo de Santamaría en el texto mayor de<br />

la Guerra de los chichimecos, la comida típica de los chichimecas consistía<br />

en frutas silvestres y raíces aunque también contaran para ello con los<br />

productos de la caza e incluso a veces de la pesca.<br />

Viviendo en el territorio árido que caracterizaba el norte de<br />

Mesoamérica es lógico que entre los alimentos consumidos por los chichimecas<br />

se contaran las tunas de todo tipo que tan grandemente se daban<br />

en él, y que lo mismo ocurriera con las pencas tiernas de nopal, ya fuera<br />

que se comieran cocidas o asadas al fuego, con o sin sal. Tampoco faltaban<br />

en la comida las vainillas de mezquite, de las cuales hacían un pan<br />

oloroso y dulce que, gracias a su sequedad, podían guardar durante largos<br />

2<br />

María de los Ángeles Romero, “La agricultura en la época colonial”, p. 189.<br />

3<br />

Philip W. Pow ell, La guerra chichimeca (1550-1600), p. 23<br />

4<br />

“Las Siete Partidas, el código castellano que constituyó la base de las leyes ibéricas y tuvo un mayor impacto<br />

incluso sobre modernos códigos legales, argüía que toda la tierra debería tener un propietario y que si la tierra<br />

no era poseída por personas particulares, debía ser poseída por el estado. [...] Partiendo de lo anterior, la idea<br />

de una tierra que no fuera una propiedad privada era inconcebible” (Traducción libre sobre John Thornton, Africa<br />

and Africans in the Making of the Atlantic World, 1400-1680, pp. 76-77).<br />

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periodos y comer cuando ya no quedaban frutas frescas en el monte. Por<br />

su parte, las raíces mencionadas en los documentos de la época son<br />

variedades de los tubérculos que ahora conocemos como camotes (del<br />

náhuatl camohtli), un alimento de gran importancia que debía cocinarse<br />

previamente en un horno rudimentario y subterráneo para suavizarlo y<br />

permitir su consumo humano.<br />

Otro de los alimentos de los chichimecas era el mezcal, que consistía<br />

en el corazón del maguey asado bajo tierra y que podía ser masticado<br />

para extraerle el jugo. Su proceso de elaboración no podía ser más simple,<br />

pues consistía en que la “piña” (el tallo desprovisto de pencas) de ciertos<br />

tipos de maguey se enterraba alrededor de tres días en un hoyo sobre un<br />

lecho de piedras de río previamente calentadas al rojo blanco a base de<br />

leña, y luego se cubría, probablemente con bagazo de la misma planta y<br />

con tierra, hasta que se reblandecía con la cocción adecuada y adquiría un<br />

sabor dulce y agradable.<br />

No obstante la riqueza de plantas de que podían echar mano para<br />

su alimentación y que mayoritariamente era aportada por las mujeres, los<br />

hombres también participaban en la obtención de comida recurriendo a la<br />

cacería, que tenía un prestigio y un nivel especial por encima de la<br />

recolección:<br />

… lo más común es mantenerse de caza, porque todos los<br />

días la suelen buscar. Matan liebres, que aún corriendo las<br />

enclavan con los arcos, y venados, y aves, y otras churcherías<br />

que andan por el campo, que hasta los ratones no<br />

perdonan… Si acaece matar algún venado, ha de ir la m ujer<br />

por él, que [el varón] no le ha de traer a cuestas. 5<br />

Las “chucherías” de las que nos habla fray Guillermo podían incluir tanto<br />

los ratones y las ratas de campo, como las serpientes y las lagartijas, que<br />

por su pequeño tamaño bien podían ser consideradas como golosinas.<br />

Todos estos productos de caza eran comidos en guisos, pero principalmente<br />

asados, los cuales eran preparados por las mujeres para tener lista<br />

la comida cuando los varones lo requirieran. 6<br />

Aunque por su fama de belicosos uno pudiera esperar lo contrario,<br />

en el momento de la conquista la frontera chichimeca con los tarascos y<br />

los otomíes parece más bien haber sido de tipo blando, 7 en donde se<br />

realizaban intercambios de productos obtenidos por medio de la cacería y<br />

la recolección a cambio de los productos agrícolas de estos pueblos<br />

5<br />

Guillermo de Santa María, Guerra de los chichimecas (México 1575-Zirosto 1580) pp. 105-106.<br />

6<br />

Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España, lib. X, cap. XXIX, § 2, p. 600.<br />

7<br />

A diferencia de la frontera dura, v alorizada y separadora, la frontera blanda presenta un límite flácido y<br />

dev aluado, y tiene una función transitiv a, es decir, de intercambio entre ambos lados de la misma (Kaldone G.<br />

Nw eihed, Frontera y límite en su marco mundial: una aproximación a la "fronterología", p. 66.<br />

15<br />

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sedentarios, que ya tenían una larga tradición mesoamericana en el cultivo<br />

de maíz, frijol, calabaza, chile y otras plantas alimenticias.<br />

Confirmando la observación de fray Guillermo de Santa María<br />

acerca de que hasta ese día no se conocía nación alguna que se contentara<br />

con beber sólo agua, al igual que los indios mesoamericanos, los<br />

chichimecas utilizaban el pulque derivado del maguey, pero aparte de éste<br />

habían aprendido a fermentar el jugo de tunas p ara fabricar el licor dulce<br />

que ahora denominamos colonche, y gustaban asimismo de fermentar<br />

mezquites con la misma finalidad. 8<br />

Conocido en todo Mesoamérica, el pulque es un licor lechoso<br />

producido por la fermentación de la savia del maguey. Para obtenerla era<br />

necesario eliminar el quiote o brote floral que sale del centro de la planta y<br />

hacer enseguida una cavidad en el corazón del maguey para que en ella<br />

se acumulara este líquido en cantidades que pueden llegar a seis litros<br />

diarios durante tres meses. Esta savia o aguamiel podía consumirse<br />

directamente, cruda o hervida, pues se trata de una bebida de sabor agradable<br />

y azucarada, pero el pulque propiamente dicho se obtenía sólo<br />

después de que se dejaba reposar durante un día completo en un<br />

recipiente donde se lleva a cabo la fermentación provocada por la flora<br />

natural del aguamiel. 9<br />

Por su parte, el colonche (tal vez del náhuatl tolontsin ―de tolontic,<br />

redondo― por el girar de los borrachos) 10 era un licor dulce que se obtenía<br />

a partir de la fermentación de tunas de diversos nopales, especialmente la<br />

tuna cardona. Es una bebida antigua y autóctona de las zonas áridas y su<br />

elaboración ha estado siempre sujeta a la época del año en que los nopales<br />

producen frutos. El procedimiento para su elaboración era también<br />

esencialmente una labor femenina y consistía en la fermentación del jugo<br />

de tuna, ya cocido y frío, la cual se lleva a cabo de manera espontánea o<br />

bien es facilitada mediante la adición de colonche viejo o cáscaras de<br />

tuna. 11<br />

Dependiendo de manera tan estrecha de su entorno natural, con<br />

el paso del tiempo, las estancias ganaderas perjudicaron grandemente a<br />

los grupos nómadas, que de pronto vieron a las reses invadir el hábitat en<br />

el que se desenvolvían compitiendo con los animales de los que solían<br />

alimentarse y arrasar las plantas de las que recolectaban algún producto<br />

para su manutención. Y lo que era peor: los indios comenzaron a ser<br />

considerados por los recién llegados como invasores en las tierras que<br />

habían sido suyas desde tiempos inmemoriales. Naturalmente que al ver<br />

8<br />

Guillermo de Santa María, Guerra de los chichimecas (México 1575-Zirosto 1580), p. 106.<br />

9<br />

Alfonso Romo,Química, universo, tierra y vida, edición electrónica consultada el 25 de noviembre de 2009 en:<br />

http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx /sites/ciencia/v olumen1/ciencia2/51/htm/quimica.htm .<br />

10<br />

Elisabeth Beniers Jacobs, “Algunas observaciones sobre creación léxica en el español de México”, p. 70-71.<br />

11<br />

Thelma Alcántara A., Bebidas fermentadas, consultada el 25 de nov iembre de 2009 en:<br />

http://sepiensa.org.mx /contenidos/fermentaciones/bebidas/fermenta3.htm<br />

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la vegetación diezmada al grado de no poder sustentarse adecuadamente<br />

por culpa del ganado y los cultivos de los estancieros, varios grupos de<br />

chichimecas optaron por flechar reses para alimentarse de ellas, con el<br />

consiguiente disgusto de los ganaderos. Es en ese momento que se realizan<br />

varias ilustraciones en donde aparecen los indios desnudos por los<br />

montes matando vacas y amenazando los caminos al asalto de los grupos<br />

españoles en su afán por sacarlos de sus territorios.<br />

Guillermo de Santa María, en una carta dirigida hacia 1580 al prior<br />

de Yuriria, Alonso de Alvarado, a pesar de reconocer que el ganado destruía<br />

las rancherías, tunas y mezquitales de los indígenas, ase guraba que<br />

aquellos habían comenzado la guerra antes de que los españoles los<br />

agredieran, si bien estaba consciente de que la quema de haciendas y la<br />

matanza de ganados no era para lastimar al estanciero, sino para obligarlo<br />

a salir de la tierra. 12<br />

Si antes de aquel momento los informes coincidían al hablar de un<br />

indígena “inculto” pero humano, a partir de entonces la necesidad de<br />

desprestigiar al enemigo abarcó prácticamente todas las facetas de su vida<br />

en discursos que pretendían justificar el ataque del q ue fueron objeto para<br />

apropiarse de sus dominios y de su mano de obra.<br />

ALIMENT ACIÓN PURÉPECHA<br />

Al sur del territorio chichimeca, el reino de Michoacán tenía una porción<br />

dentro de lo que actualmente es el estado de Guanajuato, la cual estaba<br />

constituida por lo que ahora se conoce como zona de lagos y ciénegas.<br />

Exploradas por los españoles al mismo tiempo que los territorios<br />

chichimecas, estas regiones ya habían sido “descubiertas y conquistadas”<br />

desde 1522, fecha en la que las Relaciones Geográficas del siglo XVI<br />

manejan la llegada de las huestes de Hernán Cortes a la provincia de<br />

Michoacán después de la rendición de la ciudad de México.<br />

De acuerdo con estas mismas Relaciones, la alimentación de la<br />

zona consistía, como entre los chichimecas, en la recolección de<br />

mezquites, 13 tunas, pitahayas, xoconoxtles, etc., así como la pesca y la<br />

caza. Estas actividades eran posibles gracias a que el clima permitía la<br />

existencia de grandes tunales y bosques xerófitos entre los que pululaba<br />

la vida animal desde los venados, las liebres y los conejos, hasta las<br />

gallinas de la tierra, gallinas de castilla, codornices y una gran diversidad<br />

de otros pequeños animales comestibles. 14 Por su parte, en el río Grande<br />

(el Lerma) y en las lagunas de la zona había grandes cantidades de ranas<br />

12<br />

Carta de fray Guillermo de Santa María en Relaciones geográficas del siglo XVI: Tiripitío: pp. 372-373.<br />

13<br />

Relaciones geográficas del siglo XVI, Acámbaro, pp. 66.<br />

14<br />

Ibid., p. 67. Junto con los otros animales, los conejos aparecen también en la Relación de Yurirapúndiro,<br />

Relaciones geográficas del siglo XVI, Yurirapúndiro, p. 71.<br />

17<br />

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y, sobre todo, del pescado que le daba nombre al reino en lengua náhuatl<br />

(Michoacán, lugar donde abunda el pescado), entre bagres, charales y<br />

sardinas que se comerciaban entre los pueblos tanto hacia adentro como<br />

hacia fuera del reino.<br />

Sin embargo, lo cual marcaba una gran diferencia en la<br />

alimentación, aparte de esto, los purépecha eran ya sedentarios y<br />

practicaban una agricultura que ―con un poco de suerte― les permitía una<br />

subsistencia más segura sin tener que depender exclusivamente de las<br />

plantas y los animales silvestres. Como resultado de ello, contaban con<br />

cultivos de frijol, calabaza, jitomates, “pimienta de las indias” (chile), y<br />

particularmente de maíz, con el que elaboraban tamales triangulares,<br />

cónicos o piramidales que constituían la comida típica de la región 15<br />

aderezados con salsas de jitomate y chile. Estos tamales, hechos de maíz<br />

hervido con ceniza en lugar de cal, recibían el nombre de corundas, eran<br />

más pequeños que los tamales comunes del altiplano central, y en lugar de<br />

ser envueltos en la hoja de la mazorca de maíz se envolvían en las hojas<br />

de esta misma planta o bien en hojas de carrizo.<br />

Aparte de esto, los purépechas también cultivaban el maguey, del<br />

que sacaban “muchos provechos”, 16 es decir, por lo menos mezcal para<br />

masticar, aguamiel, pulque y fibras textiles, y utilizaban recursos menores<br />

como podían ser algunos insectos y gusanillos que se criaban en el agua<br />

o debajo de las piedras, los cuales se consumían de maneras diversas.<br />

LA COMIDA MEST IZA EN GUANAJUAT O DURANT E LA COLONIA<br />

Consumadas las tres conquistas políticas de la Nueva España (lviolenta la<br />

de México Tenochtitlan, pacífica la del reino purépecha, y a base de<br />

dádivas la de los chichimecas) para finales del siglo XVI, y durante toda la<br />

colonia, el territorio que luego constituiría el Guanajuato del siglo XIX<br />

formaba parte del Obispado de Michoacán, el cual tenía su sede en la<br />

ciudad de Valladolid.<br />

Al dejar de lado la explotación del mundo silvestre, la mayor parte<br />

de las poblaciones de la zona del actual Guanajuato se dedicaban principalmente<br />

al cultivo de cereales y a la ganadería. Por consiguiente, los<br />

productos de estas actividades eran lo que constituía el fundamento de su<br />

alimentación, si bien en algunos puntos se daba también gran importancia<br />

al cultivo de frutales y, como ya hemos mencionado, hasta existían las<br />

condiciones adecuadas para realizar un cierto tipo de pesca de<br />

subsistencia.<br />

15<br />

Ibid., p. 70.<br />

16<br />

Relaciones geográficas del siglo XVI, Acámbaro, pp. 59 y 63.<br />

18<br />

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Joseph Antonio de Villaseñor y Sánchez en el Theatro americano.<br />

Descripción general de los reynos y provincias de la Nueva España y sus<br />

jurisdicciones, publicado en 1745, menciona algunos de los productos de<br />

lo que posteriormente sería la intendencia de Guanajuato, con lo que<br />

puede notarse no sólo el auge económico de esta tierra, sino también la<br />

variedad alimenticia en la que vivían quienes tuvieran acceso a estas<br />

viandas. De esta manera, anotaba, en la ciudad de Celaya y su jurisdicción,<br />

se daba mucha uva y los olivos producían aceitunas de todos los tamaños<br />

con los que se hacía un aceite generoso. De la misma forma, mientras en<br />

Celaya las aceitunas terminaban convertidas en aceite, en San Luis de la<br />

Paz, las magníficas viñas eran aprovechadas para hacer vinos y aguardientes.<br />

En Salvatierra, por su parte, continuaba el orgulloso comentarista,<br />

se comerciaban semillas y frutas como melones y sandías, en tanto que en<br />

otros lugares del bajío lo que podía verse eran grandes cantidades de<br />

haciendas de labor con todo tipo de granos, como en Acámbaro, pese a lo<br />

salitroso de su tierra, o Irapuato, en donde las haciendas y ranchos<br />

cultivaban el maíz, el trigo, el frijol y el chile con que se abastecían los<br />

reales de minas. Finalmente, el asunto de la carne no era tampoco<br />

despreciable, y grandes haciendas ganaderas como las de la villa de San<br />

Miguel el Grande y su jurisdicción se encargaban de aportar este elemento<br />

a la dieta regional. 17<br />

Como era de esperarse, dada la necesidad de alimentos y materia<br />

prima para la industria, en la zona de Guanajuato había una tendencia a<br />

que los asentamientos humanos más grandes y de economía diversificada<br />

absorbieran la producción de los más pequeños, dedicados casi exclusivamente<br />

a la agricultura y la ganadería.<br />

Por lo que toca a los productos alimenticios de consumo<br />

generalizado, en general las ciudades podían abastecerse<br />

de ellos desde su propio entorno productivo; ese motivo<br />

limitó su radio de comercialización. Esto estimuló, en primer<br />

término, el establecimiento y desarrollo de relaciones de<br />

producción, distribución y consumo dentro de un área más<br />

o menos limitada ―cercana a los centros urbanos―lo que<br />

permitió la conformación de economías regionales relativamente<br />

autosuficientes.<br />

Para alimentarse y procurarse los medios materiales<br />

necesarios para subsistir, las ciudades tuvieron que recurrir<br />

al campo que las circundaba. Estos cinturones de abastecimiento<br />

satisfacían la demanda inmediata de la población.<br />

Desde el entorno vital eran suministrados artículos alimenticios<br />

tales como maíz, frijol y chile, lo mismo que productos<br />

17<br />

Joseph Antonio de Villaseñor y Sánchez, Theatro americano.<br />

19<br />

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perecederos y manufacturados. 18<br />

El principal abastecimiento de alimentos de las ciudades se<br />

organizó en dos circuitos: el de los cereales y el de la carne, los cuales<br />

abarcaban una mayor o menor extensión territorial dependiendo de las<br />

necesidades de las poblaciones principales.<br />

En el circuito de los cereales se ubicaban de manera sobresaliente<br />

el trigo y el maíz, si bien el destino de uno y otro eran muy distintos pues<br />

mientras el trigo se cultivaba principalmente para su comercialización en<br />

las ciudades y ser consumido por españoles, mestizos y mulatos, el maíz<br />

era un producto de consumo más local para las zonas rurales indias y<br />

mestizas donde se producía, y con él se mantenía a los animales de carga<br />

y se sustentaba la ganadería.<br />

En las épocas de carestía, tan frecuentes a finales del siglo XVIII<br />

debido a las sequías y heladas, el maíz era codiciado en to das las regiones.<br />

La reducción de las cosechas provocada por las alteraciones climáticas<br />

repercutía gravemente en las reservas alimenticias de los centros urbanos.<br />

Cuando eso ocurría, grupos de compradores recorrían las regiones aledañas<br />

en busca de alimentos que les permitieran abastecer sus<br />

hambrientos mercados. En algunos momentos la situación fue tan<br />

alarmante y la alimentación se tornaba precaria a grado tal, que la gente<br />

se veía en la necesidad de consumir alimentos “bajos” tales como pan o<br />

tamales de mezquite de los que todavía en 1801 nos habla fray Juan<br />

Navarro como alimento típico de los indios en el Bajío. 19<br />

Precisamente para evitar o al menos mitigar estos malos<br />

momentos había instituciones urbanas que controlaban el abastecimiento<br />

y la venta de cereales y harinas, las cuales eran las alhóndigas y los<br />

pósitos. La diferencia entre ellos era que mientras las alhóndigas tenían<br />

como propósito asegurar el abastecimiento y control del precio de los<br />

granos, los pósitos proveían de semillas a los grupos económicamente más<br />

débiles de las ciudades sin participar en el abastecimiento del comercio. 20<br />

El circuito de la carne se daba en gran medida en función del<br />

abasto de las ciudades y por consecuencia requería de una organización<br />

particular para mantener constante el aprovisionamiento y estables los<br />

precios del producto. Con esta finalidad los cabildos concedían un contrato<br />

de abasto o “asiento” que era puesto en subasta y se concedía a quien<br />

ofreciera la mayor cantidad de carne (principalmente de res y de carnero)<br />

a un precio razonable.<br />

18<br />

Antonio Armando Alv arado Gómez, Comercio interno en la Nueva España: el abasto en la ciudad de<br />

Guanajuato, 1777-1810, p. 46.<br />

19<br />

Fray Juan Nav arro, Historia natural o Jardín americano, p. 80.<br />

20<br />

Rosalía Aguilar Zamora y Rosa Ma. Sánchez de Tagle, De vetas, valles y veredas, La región económica<br />

guanajuatense entre 1730 y 1918, p. 117.<br />

20<br />

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Como puede verse en los libros de cocina de finales del siglo XVIII<br />

como el de Dominga de Guzmán, la mayor parte de los alimentos de<br />

españoles y del resto de la población incluían la carne en altas<br />

proporciones entre carneros, capones y gallinas, mientras que Luis L.<br />

Rodríguez menciona que se incluían en ella frutas que fueron introducidas<br />

a la región de Silao en el último tercio del siglo XVIII por iniciativa de don<br />

Juan Mariano de Sardaneta y Llorente, segundo marqués de San J uan de<br />

Rayas, tales como papas, habas, olivos, alfalfa, alcachofas, tunas de<br />

alfayucan y otras, además de algunas frutas como fresas, aguacates, peras<br />

y ciruelas, que hasta ese momento no se conocían por esos rumbos. 21<br />

Una mezcla equilibrada de estos alimentos animales y vegetales<br />

puede advertirse en el consumo que se hacía en el Colegio de la<br />

Enseñanza de Irapuato, en donde a las colegialas se les prometía…<br />

… una comida abundante y de buena calidad […] fuera de<br />

los casos de enfermedad; dividida en desayuno o almuerzo<br />

como chocolate y otro alimento sano. La comida compuesta<br />

de buenas sopas, buen cocido, un principio de ave o<br />

carnero, dulce o fruta del tiempo; merienda en la misma<br />

forma que el desayuno, y cena, consistente en ensalada, un<br />

asado de ave o carnero, y el plato de frijoles, que se<br />

acostumbra en el Reino... 22<br />

No obstante, en las malas épocas esta alimentación peligraba y mucha<br />

gente se veía obligada a recurrir a dietas de vegetales como las acelgas,<br />

mezquites, tunas, nopales sancochados y tortillas mezcladas con biznaga<br />

con tal de sobrevivir. 23 Los desastres naturales modificaban significativamente<br />

el patrón de consumo de alimentos, y esto pudo notarse<br />

perfectamente durante las sequías y heladas que acabaron con las cosechas<br />

de la Nueva España en 1785 y 1786 causando una horrible hambruna<br />

que dejó a su paso un sinnúmero de muertes, enfermedades y un<br />

“retroceso” notable en la alimentación hacia los modelos indígenas previos.<br />

América Molina del Villar comenta que en aquellos años las<br />

heladas afectaron severamente a la zona del Bajío y que aunque en<br />

Salvatierra se cosecharon y consumieron cultivos como cacahuate, camote<br />

jícama, hortalizas, cebada y legumbres, en el caso de Pénjamo, para evitar<br />

una tragedia aun mayor, el párroco tuvo que recomendar a sus feligreses<br />

21<br />

Luis L. Rodríguez, Lumbre brava de mi pueblo, pp. 55-65.<br />

22<br />

Carta al v irrey de Nueva España aprobando las constituciones formadas por el obispo de Michoacán, Fray<br />

Antonio de San Miguel, para el colegio de niñas educandas de Irapuato, con las modificaciones que se expresan.<br />

Aranjuez 22 de Febrero de 1806. Archiv o Histórico de la Compañía de María, Mex. D.F.: Serie 1F: 3. en José<br />

Alejandro Valadez Fernández, La Compañía de María en el Bajío: el convento colegio de Nuestra Señora de la<br />

Soledad y Enseñanza en Irapuato 1760-1860, s/p.<br />

23<br />

Lucio Marmolejo, Efemérides guanajuatenses, t. II, pp. 22 y 249.<br />

21<br />

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hacer tortillas con dos terceras partes de olote amasado con sal 24 y<br />

consumir mezquites frescos. La receta del mezquite era simple: las vainas<br />

secadas al sol se hervían con agua para obtener una pasta que se<br />

sazonaba al gusto, y una vez que ésta era triturada en el metate servía<br />

para preparar un aceptable atole. 25<br />

En otros tiempos, una dieta basada en las vainas de mezquites,<br />

los nopales, los cactus, los xoconostles, las tunas, los quelites, las acelgas<br />

y las verdolagas hubiera sido satisfactoria para los indios de la región, pero<br />

para finales del siglo XVIII, y en medio de una tradición alimenticia diferente<br />

centrada ya en la carne, el retorno a la flora comestible local era vista con<br />

desprecio por una gran porción de los habitantes de la intendencia: los<br />

mezquites eran un alimento consumido por los animales silvestres y el<br />

ganado, los nopales eran parte del paisaje, y las acelgas eran plantas<br />

nocivas para los cultivos civilizados: no era comida para seres humanos.<br />

Fuera de estos desastrosos periodos, es necesario decir que a<br />

pesar de la agregación de tradiciones culinarias, en la alimentación se dio<br />

un consumo diferenciado por razones sociales y económicas. Esto no<br />

implica necesariamente una separación cultural entre la comida de los ricos<br />

y los pobres, pues finalmente era conocida por todos los grupos, pero sí<br />

había diferencias en los modos de prepararla y esferas dentro de las cuales<br />

se consumía en función de sus variantes. 26 Valga para ilustrarlo la siguiente<br />

décima citada por el capuchino Francisco de Ajofrín (ya en el siglo XVIII)<br />

para mostrar que –aunque no de manera absoluta- había algunas<br />

diferencias en lo que consumían los distintos grupos sociales<br />

novohispanos:<br />

Pan, gallinas, buen carnero,<br />

queso, vino y aguardiente,<br />

hallará aquí prontamente<br />

el que trajese dinero;<br />

bien sazonado el puchero<br />

tendrá en aquesta posada,<br />

con más la paja y cebada;<br />

para sus mozos atole,<br />

pulque, tortillas, clemole.<br />

Sí señor ¡Ay, que no es nada! 27<br />

24<br />

Virginia García Acosta, Juan Manuel Pérez Cevallos y América Molina del Villar, Desastres agrícolas en<br />

México, t. 1, p. 327.<br />

25<br />

AGI, Audiencia de Quito, leg. 589, ff. 595v-596 según notación de América Molina del Villar, “Remedios contra<br />

la enfermedad y el hambre”, p. 199.<br />

26<br />

María del Carmen León García, El libro de Dominga de Guzmán, p. 23.<br />

27<br />

Francisco de Ajofrín, Diario del viaje a la Nueva España, p. 137.<br />

22<br />

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Esta décima la copió el incansable fraile de la pared de un mesón en Tepeji<br />

(en Querétaro) al volver de su viaje a la zona de Guanajuato. En ella se<br />

reflejan las expectativas de que el español o el patrón independientemente<br />

de su calidad consumiera alimentos caros y europeos de acuerdo con su<br />

estatus, mientras que sus servidores debían conformarse con alimentos<br />

americanos económicos y localmente populares.<br />

Aunque los pueblos indígenas del sur y el este de la intendencia de<br />

Guanajuato para finales del siglo XVIII y principios del XIX siguie ran<br />

consumiendo sus alimentos tradicionales, la flora y fauna silvestres ya no<br />

eran vistas con los mismos ojos. La misma vegetación que antes despertaba<br />

apetitos ya no pasaba de ser muchas veces sino alimento de segunda<br />

para el indio ladino, y apenas algo más que parte del paisaje para las<br />

castas, no acostumbradas a un consumo de esa naturaleza; los mismos<br />

animalillos como los conejos, ardillas, lagartijas y chapulines que se consumían<br />

siglos antes continuaban disponibles para quien pudiera tomarlos,<br />

sólo que la gente del campo no los veía ya tanto como alimentos cotidianos,<br />

sino como complementos esporádicos y no pocas veces incluso más bien<br />

como plagas que atentaban en contra de sus sementeras y competían con<br />

sus animales de corral.<br />

CONCLUSIONES<br />

Si como afirma Guy Rozat “la coexistencia de la república de españoles y<br />

la república de indios escondía la confrontación de dos sistemas culturales”<br />

bajo la forma de una guerra de baja intensidad entre dos sistemas de<br />

referencias gastronómicas, 28 la zona de Guanajuato, sin una gran exuberancia<br />

originaria de pueblos de indios que conservaran tradiciones locales,<br />

ni recién llegados con pasados y culturas uniformes que se impusieran<br />

sobre ellas, constituyó un escaparate en donde con el paso del tiempo se<br />

vincularon todas las tendencias. Aportes diversos de culturas contrastantes<br />

dieron como resultado una enorme riqueza de sabores, aromas y colores<br />

en los alimentos pero no una síntesis donde todas ellas dieran lugar a algo<br />

distinto y original.<br />

A lo largo de la colonia, la alimentación en la zona del actual<br />

Guanajuato fue cambiando y enriqueciéndose con la llegada de nuevas<br />

plantas, animales y formas de preparar lo previamente existente. De esta<br />

forma, a la dieta mesoamericana basada en cultivos como el maíz, el frijol<br />

y el chile, se fueron agregando elementos de la antigua comida española<br />

basada en trigo, vino, carnes y lácteos, así como la comida de raíces<br />

africanas centrada en plátanos, arroz y legumbres. Sin embargo, no podríamos<br />

decir que con ello se diera lugar al surgimiento de recetas mestizas<br />

28<br />

Guy Rozat, prólogo en María del Carmen León García, El libro de Dominga de Guzmán, p. 18<br />

23<br />

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locales, sino más bien a usos alimenticios creados por agregación de<br />

tradiciones previas provenientes de distintos lugares y culturas dentro y<br />

fuera de la Nueva España.<br />

Con la llegada de los españoles, la dieta de este territorio se había<br />

transformado notoriamente, pero si bien es cierto que la manera de<br />

preparar y consumir la nueva comida adquirió características particulares<br />

con el hecho de incluir chiles, ir acompañada de frijoles, comerse con<br />

tortillas y ser generosamente regada con pulque, estos cambios no eran<br />

específicos de la zona de Guanajuato, sino generales con respecto a los<br />

alimentos cotidianos de Mesoamérica que ya habían comenzado su<br />

mestizaje con los alimentos españoles y africanos desde los primeros años<br />

de la conquista en el altiplano central y se habían expandido por medio de<br />

los movimientos de poblamiento del bajío y hacia el norte a lo largo del<br />

camino de la plata.<br />

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Aralia López González<br />

Universidad Autónoma Metropolitana<br />

<br />

<br />

La nana pasa un pañuelo humedecido<br />

sobre mi frente. Es inútil. No logrará<br />

borrar lo que he visto. Quedará aquí<br />

adentro, como si lo hubieran grabado<br />

sobre una lápida. No hay olvido.<br />

Castellanos. Balún-Canán (p. 31).<br />

Se puede estar consciente de que no se<br />

posee la verdad y sin embargo no<br />

renunciar a buscarla. Puede ser un<br />

horizonte común…<br />

Tzvetan Todorov. Crítica de la crítica (p. 169).<br />

CONSIDERACIONES INTRODUCTORIAS<br />

Si observamos en conjunto la producción literaria de Rosario Castellanos<br />

(1925-1974), tanto la poesía como la narrativa, el teatro, el ensayo y la<br />

crítica literaria, es fácil advertir dos preocupaciones mayores: la condición<br />

social y existencial de la mujer y la del indígena en la sociedad mexicana;<br />

enlazados ambos sujetos sociales por su condición de subalternidad<br />

―incluso de servidumbre― en los espacios rurales y urbanos; localidad,<br />

región y nación. Con Balún-Canán (1957), 1 su primera novela, se inicia su<br />

producción narrativa que, junto con el volumen de cuentos Ciudad Real<br />

(1960) y su segunda novela Oficio de tinieblas (1962), forman parte de lo<br />

que se llamó Ciclo de Chiapas, en el que los escritores incluidos trataron<br />

la agraviada situación social de los indios, descendientes mayas, en<br />

Chiapas. 2 Por lo mismo a esta parte de su producción se la calificó como<br />

1<br />

México: Fondo de Cultura Económica, 1957 (Letras Mexicanas). Citaré de esta primera edición con páginas de<br />

referencia entre paréntesis.<br />

2<br />

Entre los narradores incluidos en el ciclo, contemporáneos a Castellanos, que recrearon la circunstancia<br />

indígena en Chiapas, están Antonio Castro con su primera novela Los hombres verdaderos (1959): el título<br />

corresponde al modo en que se autonombran los indígenas tzotziles y tzeltales; Eraclio Zepeda con el libro de<br />

cuentos Benzulul (1959); María Lombardo de Caso y su breve novela La culebra tapó el río (1962); aunque no<br />

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indigenista, aun sin la aprobación de la autora, quien en una conocida<br />

entrevista se expresó así de esa suposición crítica:<br />

Si me atengo a lo que he leído dentro de esta corriente que<br />

por otra parte no me interesa, mis novelas y cuentos no<br />

encajan en ella. Uno de sus defectos reside en considerar el<br />

mundo indígena como exótico en el que los personajes, por<br />

ser las víctimas, son poéticos y buenos. (…) Los indios no<br />

me parecen misteriosos ni poéticos. Lo que ocurre es que<br />

viven en una miseria atroz. 3<br />

Lo que la escritora rechaza es el maniqueísmo reivindicativo del indigenismo<br />

tradicional de las primeras décadas del siglo XX, tanto en América<br />

Latina como en México, impulsado en este último por el indigenismo oficial<br />

de la Revolución Mexicana. Sin embargo, a propósito de Balún-Canán, en<br />

la misma entrevista parece aceptar lo “poético” del indio, referido al<br />

animismo o pensamiento mágico recreado en la novela, cuando justifica<br />

así el lirismo en la expresión de la niña protagonista y narradora de la<br />

primera y tercera partes de la obra:<br />

… el mundo en el que se mueve es lo suficientemente<br />

fantástico como para que en él funcionen imágenes poéticas.<br />

Este mundo infantil es muy semejante al mundo de los<br />

indígenas, en el cual se sitúa la acción de la novela. (...) Así<br />

en estas dos partes la niña y los indios se ceden la palabra<br />

y las diferencias de tono no son mayúsculas. 4<br />

Argumento que no resuelve en sí el problema de la voz narrativa infantil al<br />

que se refiere aquí Castellanos, y que trataremos más adelante. A partir de<br />

Oficio de Tinieblas la autora abandona el asunto indígena y se concentra<br />

en el de la condición de la mujer provinciana en los cuentos de Convidados<br />

de agosto (1964); y en Álbum de familia (1971), libro también de cuentos,<br />

continúa con su peculiar “feminismo” pero ya en el ambiente de la clase<br />

pertenece estrictamente al campo literario, Ricardo Pozas con su muy influyente relato testimonial etnográfico,<br />

Juan Pérez Jolote (1948); Ramón Rubín con El callado dolor de los tzotziles (1949). Por parecerme interesante,<br />

aunque no pertenecen al ciclo, enumero la participación de algunas escritoras que, por la época, elaboraron<br />

novelas indigenistas. Entre ellas Magdalena Mondragón que en Más allá existe la tierra (1947), trata la situación<br />

de los indios yaquis en Sonora; Concha de Villarreal, quien en Tierra de Dios (1954) relata los despojos de tierras<br />

a campesinos mayas en Yucatán; y Rosa de Castaño con Fruto de sangre (1958), donde se refiere a la enorme<br />

pobreza de un pueblo indígena cercano a la Ciudad de México.<br />

3<br />

Emmanuel Carballo. “Rosario Castellanos” en Protagonistas de la literatura mexicana (1965), México:<br />

Ediciones del Ermitaño y SEP, 1986 (Lecturas Mexicanas 48), p. 531. Sin embargo, cuatro años después, acepta<br />

el calificativo de indigenista: “Yo he hecho hasta ahora un tipo de literatura que se llama indigenista. Este es un<br />

título que no me gusta, pero que tengo que aceptar, porque es el que le corresponde”. Luis Adolfo Domínguez,<br />

entrevista en Revista de Bellas Artes, abril de 1969, fragmento reproducido en Rosario Castellanos. Obras I<br />

Narrativa, México: Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 9.<br />

4<br />

Carballo. “Castellanos” en Op. cit., p. 528.<br />

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media del espacio urbano de la Ciudad de México. Sin duda la autora no<br />

había agotado todavía su interés literario en este tema, como puede<br />

apreciarse en la publicación póstuma de su pieza teatral El eterno femenino<br />

(1975), ambientada igualmente en la Ciudad de México. De cualquier<br />

manera, vale comentar que la situación de marginalidad de la mujer la<br />

había abordado, sin exclusividad, en el anterior ciclo “indigenista”. Sin<br />

olvidar que su tesis de Maestría en Filosofía Sobre cultura femenina (1950)<br />

la dedicó, mucho antes que en la ficción, al tratamiento pionero del<br />

problema de género.<br />

En el sistema de producción de la escritora chiapaneca, se aprecia<br />

una continua profundización y ampliación de situaciones y temas recurrentes,<br />

un tanto obsesivos, hasta que parece lograr expresarlos según su<br />

deseo. Ella misma explicó su quehacer escritural: “Lo que pasa es que yo<br />

escribo para mí. (...) Hay una serie de fenómenos en el mundo que no<br />

entiendo si no los expreso… y me interesa entenderlos. En la medida en<br />

que yo tengo una serie de semejanzas y de problemas que comparto con<br />

otro, se puede establecer la comunicación”. 5 Así en el expresar (escribir),<br />

está implicado el entender. Nada extraño, pues la escritura literaria permite<br />

organizar la propia experiencia de la realidad, que se vive confusamente:<br />

especialmente en las experiencias difíciles o traumáticas. Considerando la<br />

persistencia de ciertas preocupaciones y su desarrollo en la poesía, el<br />

teatro, la narrativa y la ensayística de la escritora, es que me atrevo a<br />

proponer sin negarle individualidad a Balún-Canán, que esta novela tiene<br />

mucho de ejercicio preparatorio para acometer literariamente, con mayor<br />

comprensión y madurez, el problema estructural de carácter multiétnico y<br />

multicultural que, desde la independencia, se manifestó ideológica y<br />

políticamente como lucha por el poder entre liberales y conservadores. Lo<br />

mismo se proyecta al presente, aunque en otras circunstancias y versiones<br />

partidarias más actuales. Ejercicio preparatorio, que asimismo, vino a ser<br />

el cuento “Primera revelación” con respecto a su primera novela: “Escribí<br />

dos cuentos: uno de ellos “Primera Revelación”, es el germen de<br />

Balún-Canán”. 6<br />

La nación, en cuanto marco referencial y preocupación supraregional<br />

en sus novelas, no ha sido percibida por la crítica como relevante,<br />

pero late embrionariamente en Balún-Canán y se plasma, con énfasis en<br />

lo intercultural y lingüístico (lo comunicacional), en Oficio de Tinieblas. En<br />

esta novela, además, se incorporan personajes y situaciones semejantes<br />

a los de Balún-Canán, 7 pero con más desarrollo narrativo, densidad<br />

5<br />

Domínguez. “entrevista de 1969”, en Castellanos. Obras -I- Narrativa, Op. cit, p. 9. Antes, en la entrevista con<br />

Carballo consignada en la nota 3, también había planteado que escribir era para ella explicarse las cosas que<br />

no entendía, pero no agregaba que también intentaba compartirlas y comunicarse con los demás. (Cfr. P. 530).<br />

6<br />

Carballo. “Castellanos”, op. cit., p.527-<br />

7<br />

El esquema de relación entre la niña y la nana en Balún-Canán se repite en Oficio de Tinieblas, en el de la<br />

joven Idolina y su nana Teresa, aunque ahora más activa en el desarrollo de la historia en su totalidad. De la<br />

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histórica, y ya no se ambienta en Comitán, sino que se va ampliando a<br />

otros espacios de Chiapas como son Ciudad Real (San Cristóbal de las<br />

Casas) y el paraje de San Juan Chamula. En Oficio de Tinieblas, de modo<br />

más categórico que en Balún-Canán, el elemento “extraño” que dispara el<br />

conflicto y su trágico desenlace, viene de afuera (Ciudad de México) en la<br />

figura de un funcionario del gobierno central, Fernando Ulloa, agente en la<br />

novela del cambio social investido de la representación nacional. 8<br />

Por lo anterior, Castellanos no se reconocía en la etiqueta<br />

indigenista ―como tampoco en la de feminista―, porque su perspectiva<br />

socio-histórica y cultural implicaba un mayor horizonte de comprensión,<br />

destacando la “nación” excluida en los diversos proyectos nacionales: los<br />

indígenas y las mujeres de cualquier etnia o sector social. Para comprobarlo,<br />

vale acudir al siguiente comentario de la autora en 1966, publicado<br />

recientemente, a propósito de Los ríos profundos (1958) y de Todas las<br />

sangres (1964) del escritor peruano José María Arguedas:<br />

Un día pude, al fin, leer Los ríos profundos, y confieso que<br />

me decepcioné un poco. El problema indígena (si es que se<br />

le puede llamar así) había sido tratado de una manera muy<br />

similar a como yo lo intenté en otra novela de cuyo nombre<br />

no quiero acordarme. Es decir, desde la infancia, desde<br />

antes de tener acceso a la razón. Que se describían con más<br />

lirismo que verdad ciertas condiciones de vida y que ante el<br />

horror que resultaba de todos esos elementos que se<br />

quisieron, en vano, embellecer, no se encontraba más salida<br />

que una compasión tan desgarradora como estéril. Pero<br />

ahora [refiriéndose a Todas las sangres] José María Arguedas<br />

ha tomado conciencia plena no del problema indígena,<br />

que es apenas un factor, sino de lo que es su patria: el Perú.”<br />

(El énfasis es mío). 9<br />

misma forma, sucede con Felipe Carranza Pech y Pedro González Winiktón en cada una de las novelas. Ambos<br />

son líderes de la rebelión de los indígenas en contra de los terratenientes; ambos también tuvieron que salir de<br />

sus comunidades y trabajaron en Tapachula, donde adquirieron el idioma español como segunda lengua y<br />

escucharon a Lázaro Cárdenas, lo que los motivó a abanderar las acciones reivindicativas de los trabajadores<br />

indígenas en su comunidad. Sus esposas, en el primer caso Juana, es estéril y antagoniza a Felipe; en el<br />

segundo, Catalina, también es estéril y antagoniza a Pedro más radicalmente, convirtiéndose en dirigente<br />

religiosa (ILOL) de la comunidad y protagonista de los acontecimientos al interior de la misma. El funcionario que<br />

llegó de México para instrumentar la Reforma Agraria, está esbozado en Balún-Canán, Utrillo, germen del<br />

Fernando Ulloa de Oficio de Tinieblas. En esta última la pareja de terratenientes, padrastro y madre de Idolina<br />

(Leonardo Cifuentes e Isabel Zebadúa), es un desarrollo de la de César Argüello y Zoraida Solís en Balún-<br />

Canán. Existen otras concurrencias, pero baste con las mencionadas.<br />

8<br />

En ocasiones se alude a él como “extranjero”, haciendo referencia al separatismo prevaleciente todavía en el<br />

Estado chiapaneco; ya que éste había pertenecido a Guatemala, con cierto carácter independiente, antes de<br />

que su gobierno local eligiera, al principio del siglo XIX, constituirse en parte de México. Caso semejante fue el<br />

de Yucatán.<br />

9<br />

Rosario Castellanos. “La novela como historia: Perú ante Arguedas”, en Andrea Reyes (comp.).Mujer de<br />

palabras. Artículos rescatados de Rosario Castellanos, Vol. I, México: Conaculta, 2004 (Lecturas Mexicanas), p.<br />

578.<br />

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Lo citado confirma también lo que he venido planteando en anteriores<br />

trabajos. 10 En ellos, entre otras cosas, sugerí la filiación neoindigenista<br />

para sus dos novelas, considerando que sus obras superaban la corriente<br />

indigenista por ampliar su reflexión al espacio y a la historia nacional.<br />

Superación que se evidencia, además, en el tratamiento no ideologizado<br />

de indios y blancos; tanto como en las desviaciones de la orientación<br />

estética realista mediante manejos discursivos ambiguos o poco transparentes,<br />

que apelan a la desautomatización interpretativa del lector(a), lo<br />

que trataré posteriormente.<br />

Pero, independientemente de la asignación indigenista o neoindigenista<br />

que sólo permite distinguir a estas novelas, razonablemente, de<br />

las del indigenismo tradicional, Rosario Castellanos y José María Arguedas<br />

coincidieron en el uso de algunos elementos narrativos y, finalmente, en la<br />

concepción del “problema indígena” como un problema de la nación. Lo<br />

que merece, en rigor, un estudio comparativo entre los dos escritores<br />

latinoamericanos. Sobre todo si tenemos en cuenta que la escritora<br />

chiapaneca se adelantó al Arguedas de Los ríos profundos (1958) un año<br />

antes en Balún-Canán (1957); y, especialmente, dos años antes al de<br />

Todas las sangres (1964) en Oficio de Tinieblas (1962).<br />

Aunque las etiquetas clasificatorias y las anticipaciones cronológicas<br />

no son los criterios determinantes para juzgar los valores literarios,<br />

esto viene a cuento porque la crítica mexicana mantuvo a Castellanos en<br />

entredicho ―aun reconocida con premios significativos―, en comparación<br />

con la valoración concedida en América Latina a Arguedas; 11 y, en México,<br />

con la concedida al Carlos Fuentes de La región más transparente (1958)<br />

y al de La muerte de Artemio Cruz (1962), novelas inmediatamente<br />

contemporáneas a las de la escritora. No desconozco la deslumbrante<br />

creación verbal de Arguedas. Tampoco la de Fuentes y sus innovadoras<br />

contribuciones a la novela mexicana, por lo que fue saludado merecidamente<br />

como el novelista nacional de la época. Sin embargo, no me parecen<br />

equitativos los siguientes comentarios de Emmanuel Carballo con respecto<br />

a Fuentes y a Castellanos en su ya citado libro de entrevistas. El crítico dijo<br />

del primero: “Arreola y Rulfo son nuestro pasado inmediato; Fuentes, el<br />

profeta de la nueva literatura”. 12 En contraste, calificando como el mejor<br />

libro de la segunda a Convidados de agosto (1964), juzgó de esta manera<br />

al texto y a la autora:<br />

10<br />

Aralia López González. La espiral parece un círculo: narrativa de Rosario Castellanos, México: Universidad<br />

Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 1991 (Texto y Contexto, 3), y “Oficio de Tinieblas: novela de la nación<br />

mexicana” en Revista La Palabra y el Hombre, México: Universidad Veracruzana, enero-marzo, 2000 (No. 113),<br />

pp. 119 a 126.<br />

11<br />

Aunque es bueno recordar la poca importancia que en la década de los años sesenta, le dieron a su obra<br />

importantes críticos como Emir Rodríguez Monegal y Luis Harss, igual por su regionalismo e indigenismo. Más<br />

que nada, también, por su adhesión a una literatura “comprometida” lo que ya tenía mala reputación en las<br />

proximidades del boom, con su despliegue de innovaciones formales y experimentaciones con el lenguaje.<br />

12<br />

Carballo, “Fuentes”, Op. cit., p. 539.<br />

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… aún no arrincona en el olvido una de nuestras mayores<br />

deficiencias narrativas: el propósito didáctico. Hasta ahora<br />

Rosario Castellanos ha sido en cuentos y novelas una<br />

ensayista más que una narradora. Su inteligencia la ha<br />

traicionado: comenta y juzga con tanta pasión lo que está<br />

narrando que se olvida del lector, (...) A los tres cuentos y a<br />

la novela corta que recoge en este volumen les sobra<br />

univocidad y les falta, en igual medida, la equivocidad de las<br />

auténticas obras de arte”. 13 (El énfasis es mío)<br />

Y con respecto a su prosa narrativa en general, en la misma entrevista<br />

comentó lo que sigue:<br />

Entre la prosa de sus compañeros de promoción, la de<br />

Rosario Castellanos es la mejor construida e ideológicamente<br />

la mejor orientada. (No puede decirse, en cambio,<br />

que sea la más hermosa, la más significativa ni la más<br />

innovadora.) El ensayo y la crítica de libros (actividades que<br />

ejerce en forma esporádica) le permiten reafirmar dones que<br />

todos le reconocemos: la sagacidad y la ironía… 14 (El<br />

énfasis es mío)<br />

Quizás el proyecto narrativo mismo de Castellanos, planteado<br />

como el de escribir para entender y hacer entender los fenómenos que la<br />

rodeaban, sin tomarlo literalmente pero sí admitiendo dentro de su actitud<br />

estética otras en íntima relación de tipo epistemológico y ético ―tal como<br />

ella entendía su propia práctica literaria y la función de la literatura―, se<br />

percibió como un rezago en contraste con el ímpetu experimental que<br />

surgía en las Letras del país y en las de Latinoamérica. Sin dejar de<br />

destacar el peso crítico de Carballo en ese periodo. Por eso no puedo pasar<br />

por alto algunas de sus valoraciones sobre Castellanos: 1) Es “más<br />

ensayista que narradora”, ignorando los extensos pasajes ensayísticos de<br />

Fuentes en La región más transparente. 2) “Su inteligencia la ha<br />

traicionado”, refiriéndose a lo valorativo y conceptual de su narrativa, pero<br />

creo que es bastante obvio que eso no se diría de un hombre. Es evidente<br />

que las irremediables actitudes patriarcales y sexistas, ponen su huella en<br />

la apreciación crítica de Carballo, ya que como lo trató Castellanos en<br />

Sobre cultura femenina, la cultura masculina juzgaba la inteligencia en la<br />

mujer como anomalía (¿traición?) y proclividad al error. 3) [a sus obras<br />

narrativas] “les sobra univocidad y (...) le falta la equivocidad” del arte y,<br />

además, son didácticas. Afirmar esto implica no haber leído con atención<br />

13<br />

Carballo, “Castellanos”, Ibid., p. 533.<br />

14<br />

Ibid., pp. 519-520.<br />

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a la autora, como se verá posteriormente, porque si algo no le falta a su<br />

discurso narrativo es equivocidad o ambigüedad artística. 4) Cuando dice,<br />

“El ensayo y la crítica de libros (… que ejerce esporádicamente)”, “lo<br />

esporádico” resulta discrepante ―aun considerando que la entrevista está<br />

fechada en 1962―, porque para 1965, año de publicación del libro de<br />

Carballo, la escritora tenía a su haber Sobre cultura femenina (1950),<br />

Novela picaresca española (1962), los ensayos literarios que se reunieron<br />

en Juicios Sumarios (1966) ―libro de 434 páginas―, y muchos de los<br />

comentarios periodísticos que recopiló Andrea Reyes en la reciente edición<br />

de Mujer de palabras (2004).<br />

Por otra parte, poco favorecía a la misma Castellanos la severa<br />

autocrítica que ejerció sobre su obra. En el comentario con respecto a<br />

Arguedas, se refiere implícitamente a Balún-Canán como “una novela de<br />

cuyo nombre no quiero acordarme”. Y en la entrevista con Carballo, años<br />

antes, además de que se dedica a enumerar los defectos de sus<br />

poemarios, también la juzga fallida por su estructuración; por la disonancia<br />

lógica entre el discurso en primera persona y la edad de quien supuestamente<br />

lo emite; y por la ruptura en el estilo debido a la discursividad<br />

repartida entre dos narradores con puntos de vista distintos. Tal parece que<br />

no consideró la legitimidad del procedimiento en función de que en la<br />

novela se cuentan dos historias con propósitos distintos, aunque se<br />

relacionan y se explican entre sí:<br />

Está dividida en tres partes. La primera y la tercera, escritas<br />

en primera persona, contadas desde el punto de vista de<br />

una niña de siete años. Este hecho trajo consigo dificultades<br />

insuperables. Una niña de esos años es incapaz de observar<br />

muchas cosas y sobre todo expresarlas. (...) El núcleo de la<br />

acción, que por objetivo corresponde al punto de vista de los<br />

adultos, está contado por el autor en tercera persona. La<br />

estructura desconcierta a los lectores. Hay una ruptura en el<br />

estilo, en la manera de ver y pensar. Esa es, supongo, la<br />

falla principal del libro. Lo confieso: no pude estructurar la<br />

novela de otra manera. 15<br />

En el contexto literario de la época, y desde la exigencia de rigor<br />

de la filósofa y la docente académica que convivían en Castellanos, es<br />

posible que por una concepción no despegada del todo de la normatividad<br />

de los géneros, la estructura de Balún-Canán pareciera desconcertante.<br />

En la actualidad no creo que así lo parezca. En cuanto al problema de la<br />

focalización en una niña-personaje en quien se deposita, proyectivamente,<br />

la voz y la memoria de una narradora que se identifica con ella como medio<br />

15<br />

Ibid., pp. 527-528.<br />

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para evocar la infancia (de ahí el tono lírico propio del recuerdo),<br />

Castellanos reprueba el recurso tanto en su novela como en la de<br />

Arguedas: quien funde también al narrador y al personaje, apenas<br />

adolescente, en Los ríos profundos. Sin embargo, que yo sepa, en el caso<br />

del escritor peruano los críticos no manifestaron extrañeza alguna. Al<br />

contrario, Arguedas se convirtió en un escritor canónico gracias a esa<br />

novela. En el discurso lírico del narrador-protagonista, no se subrayó la<br />

discrepancia lógica o inverosimilitud entre la edad del personaje y el<br />

discurso narrativo, seguramente se entendió como licencia “poética” de la<br />

ficción. Asimismo, se apreció como lograda síntesis lingüística y cultural de<br />

lo quechua y de lo español, con base en la biografía de Arguedas y su<br />

adhesión cultural identitaria al mundo indígena. No ignoro las diferencias<br />

entre ambos escritores, pero a los efectos de este trabajo, sólo intento<br />

destacar las coincidencias en comparación con la autocrítica de<br />

Castellanos, y con el tratamiento crítico –todavía influyente– de sus<br />

contemporáneos.<br />

Lo extraño para mí es que Castellanos no advirtiera, con más<br />

atención, su relativa afinidad con el escritor peruano y mucho menos su<br />

anticipación a él. Tampoco advirtió la innovación que representaba<br />

entonces su abordaje multiétnico, multicultural y de género (perspectiva<br />

multirreferencial) en la visión de lo nacional y en la narrativa mexicana en<br />

particular. Desde luego, no podía suponer que se había anticipado también<br />

a lo que muchos años después ―dentro de la llamada posmodernidad―,<br />

iban a ser los estudios culturales, los de la subalternidad, los postcoloniales<br />

y los de género. Debido a esta lucidez “profética” del horizonte conceptual<br />

de la chiapaneca, sus novelas “regionales” se redescubren actualmente y<br />

reciben una especial atención de la crítica, en particular de la femenina y<br />

feminista. Tal vez esta concepción multirreferencial, incluso transdisciplinaria,<br />

explica el antimaniqueísmo y la distancia crítica en el tratamiento de<br />

los sujetos y conflictos sociales representados en sus obras. 16<br />

ORIENTACIÓN REALISTA: DIVERSAS LECTURAS<br />

En general, la narrativa de Castellanos ha sido ubicada dentro de la<br />

estética realista sin más diferenciaciones. Ella misma sólo especificó que<br />

se trataba de realismo crítico. Sin duda, Balún-Canán y Oficio de Tinieblas<br />

tienen vocación realista, por lo mismo admiten diversas lecturas extralite-<br />

16<br />

Es cierto que Castellanos no se identificó, como Arguedas, con la sociedad indígena; pero tampoco se<br />

reconoció en su clase criolla. Como la niña de Balún-Canán, se instaló en un desarraigo desde donde observaba<br />

crítica y existencialmente. Pero trató al “indio vivo” en interacción con el todo social en presente. En cambio, en<br />

La región más transparente, Fuentes abordó lo indígena desde una distancia mítica: son los casos de los<br />

personajes Teódula Moctezuma e Ixca Cienfuegos.<br />

33<br />

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rarias con base en aproximaciones críticas de carácter sociológico,<br />

antropológico y cultural, histórico, político y económico, comunicacional,<br />

feminista o psicoanalítico. Pero en el caso de Balún-Canán, considerando<br />

especialmente las partes primera y tercera, también se puede hacer una<br />

lectura en términos de novela de aprendizaje, con evidentes contenidos<br />

autobiográficos. 17 Igualmente, admite un enfoque comunicacional, de<br />

acuerdo a la importancia que adquiere en la novela la incomunicación<br />

lingüística y cultural entre la comunidad indígena y la sociedad criolla<br />

(ladina). Estas formas de lecturas son las que privilegio, porque permiten<br />

hacer relevante la relación afectiva y comunicativa entre la nana y la niña,<br />

mediante la cual ésta tiene la oportunidad de reconocer al otro ―los<br />

otros―, posibilitando el desarrollo de su conciencia social e histórica. En<br />

contraste, la niña-personaje va advirtiendo la incomunicación que divide en<br />

dos a la sociedad comiteca (por extensión a la regional y a la nacional):<br />

escisión entre lo que podríamos llamar una nación imaginaria proyectada<br />

a la europea, y la nación real, predominantemente indígena y mestiza, cuya<br />

mitad es femenina, excluida de los beneficios y derechos de la primera.<br />

Esta disociación entre lo que se desea e imagina, y lo que es realmente,<br />

se ha interiorizado en lo individual y colectivo con efectos desastrosos para<br />

el logro de una nación democrática capaz de asumir creativamente, su<br />

historia y sus diferencias étnicas como “capital” humano y cultural.<br />

En cuanto al tratamiento realista de Balún-Canán, éste se ve<br />

intervenido por variables simbólicas en sus tres partes. Tales son los<br />

sueños, los presagios, la imaginería cristiana e indígena que se entrecruza,<br />

animales totémicos como el venado (Cfr., pp. 68 y 69), y seres legendarios<br />

como el tzulúm: su nombre significa ansia de morir y se mueve sólo por<br />

voluntad de mando (Cfr. pp. 19 y 21); elementos naturales como el viento<br />

y el río que se personifican y adquieren matices simbólicos. Pero sólo me<br />

ocuparé más adelante de tres objetos comunes que operan como claves<br />

17<br />

Tales son, en lo doméstico, la relación de la niña Castellanos con la nana Rufina, quien le contaba relatos en<br />

los que mezclaba contenidos míticos e históricos. Su cercanía con la servidumbre indígena. En la constitución<br />

familiar, el padre –César Castellanos– era finquero y descendiente de apellido de abolengo social en Comitán.<br />

Otros apellidos de este tipo que aparecen en la novela, son Arguello, Rovelo y Mazariego. La madre, Adriana<br />

Figueroa –en la narración Zoraida Solís–, pertenecía a una familia sin bienes ni linaje. Para ella, el matrimonio<br />

con Castellanos casi veinte años mayor, supuso un ascenso social; y, en efecto, su hijo predilecto era el varón<br />

porque aseguraba la continuación del apellido y de la propiedad.<br />

El hermano –Mario Benjamín– era un año menor que Castellanos –hija primogénita también en la novela– poco<br />

apreciada por los padres en comparación con Mario. Este hermano murió a los 7 años, posiblemente de<br />

apendicitis. Su muerte provocó una gran alteración emocional en la madre quien llegó a desear la muerte de la<br />

hija y no la del hijo varón. En la novela, sin embargo, se alteran las edades reales en los niños personajes: la<br />

niña tiene 7 años y, cuando muere Mario, tiene 6, lo que se explicará más adelante.<br />

Las leyes de Reforma Agraria, por otra parte, afectaron la extensión de tierras que poseía el padre y, por tanto,<br />

el poder económico y social de la familia. Esto indujo a los padres a trasladarse a la Ciudad de México, lo que<br />

permitió a la joven Castellanos hacer estudios superiores. Existen otros elementos autobiográficos incluso en<br />

cuanto a las reacciones íntimas de la niña Castellanos frente a su situación familiar, pero baste con las<br />

mencionadas. V. “Rosario Castellanos” en Emmanuel Carballo. Los narradores ante el público, México: Mortiz,<br />

1966. Samuel Gordon. “El pasado y la ira”, Revista Cultura Sur, México, núm.13, 1991. Rosario Castellanos.<br />

Cartas a Ricardo. México: CNCA, 1996 (Memorias Mexicanas).<br />

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simbólicas en el relato: el cofre de la nana, las piedritas de Chactajal que<br />

la niña le regala a la nana y la llave que ésta roba del oratorio. Asimismo,<br />

en el discurso de disposición realista se intercalan otras formas discursivas<br />

de la cultura oral como canciones y cuentos populares; la versión libre del<br />

Popol Vuh y del Génesis en el relato cosmogónico de la nana (Cfr., pp. 28<br />

a 30); el cuaderno escrito en español por un indio castellanizado<br />

―memoria de la tribu―, que ¿prueba? la propiedad ¿legítima? de los<br />

Argüellos con respecto a Chactajal. (Cfr., pp. 56 a 60); la oración tutelar<br />

con la que la nana despide a la niña antes de su viaje a Chactajal: ¿viaje<br />

de iniciación? (Cfr., pp. 62 a 64); soliloquios en la segunda parte; las cartas<br />

del padre ―César Argüello―, en la tercera, etcétera. Todo lo anterior<br />

enriquece y amplía la realidad a la que se refiere el discurso, y rebasa su<br />

filiación realista otorgándole opacidad y ambigüedad semánticas.<br />

ORGANIZACIÓN DEL DISCURSO: NUMERACIÓN Y NUMEROLOGÍA<br />

Balún-Canán está organizada en tres partes: número perfecto de<br />

completamiento según Pitágoras, ya que indica principio, medio y fin.<br />

Número de la tríada familiar: padre, madre e hijo; y símbolo cristiano del<br />

uno ―Dios― en tres personas: padre, hijo y espíritu santo: la Trinidad.<br />

Pero en las culturas amerindias, también corresponde a la tríada<br />

rayo-trueno-relámpago, como símbolo de un Dios de las tormentas, huracanes<br />

y meteoros. 18 En los presagios de la nana, se advierte sobre futuras<br />

tormentas: “No es tiempo de diversiones, niña. Siente: en el aire se huele<br />

la tempestad.” (p. 19); la niña privilegia el viento y la palabra meteoro: “yo<br />

escogí, desde el principio, la palabra meteoro. Y desde entonces la tengo<br />

sobre la frente, pesando, triste de haber caído del cielo.”(p. 13).<br />

En la primera y tercera partes se cuenta, en primera persona, la<br />

historia de la niña protagonista, dentro de su núcleo familia, una historia<br />

infantil en la que va asumiendo la destrucción de su mundo y también el<br />

acabamiento de su infancia ―inconciencia―, para acceder a la conciencia<br />

existencial e histórica en un proceso de individuación que pasa por el<br />

enfrentamiento con la muerte, el sentimiento de culpa y la soledad (Cfr., p.<br />

292 y fin de la novela). Se acabaría, pues, una etapa de la vida y se iniciaría<br />

otra que lleva a la adultez. Esta narración está distribuida discursivamente<br />

en cada una de sus dos partes, en 24 capítulos, que en total agrupan 48<br />

capítulos. En la primera edición ―la que utilizo―, ambas partes suman<br />

139 páginas.<br />

La segunda parte se hace cargo de una historia colectiva de<br />

carácter épico, en cuanto se representa el conflicto y el desenlace de la<br />

18<br />

Cfr. Jean Chevalier/Alain Gheerbrant. “Trinidad”, Diccionario de Los Símbolos, Barcelona: Editorial HERDER,<br />

1993, pp. 1025 y 1026.<br />

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lucha social entre la “casa grande” del patrón terrateniente de Chactajal y<br />

los “siervos” indígenas. El desenlace apunta a la derrota del régimen<br />

señorial, que debe dar paso a un nuevo orden social. También implica la<br />

terminación de una etapa histórica en la región y en el país. Intercaladas,<br />

por medio de soliloquios, se relatan brevemente las historias personales y<br />

los pensamientos de César Arguello, Zoraida y Ernesto (el falso maestro).<br />

Asimismo se narra la relación de éste último (hijo “bastardo” del hermano<br />

difunto de César) con Matilde (prima “solterona” de Argüello), historia de<br />

incomunicación, desencuentro, malos entendidos y sadomasoquismo<br />

entre hombre y mujer, que culmina con la muerte de ambos. Lo narrado en<br />

la segunda parte, se distribuye en 18 capítulos a lo largo de 142 páginas.<br />

Casi las mismas que ocupan en total las partes primera y tercera ―la<br />

historia individual de la niña en el contexto familiar―, que enmarcan a la<br />

segunda ―la historia del conflicto colectivo entre su familia y la comunidad<br />

indígena. Aquí se trata de un tema nacional: el de la lucha por la tierra,<br />

núcleo de la acción revolucionaria bajo el liderazgo de Emiliano Zapata; y<br />

motivo recurrente de las muchas rebeliones indígenas en Chiapas desde<br />

el siglo XVIII. 19<br />

Sorprende el cuidadoso y equilibrado diseño distributivo que, por<br />

lo menos en su paginación, evidencia el mismo rango de importancia que<br />

le otorga la autora implícita a ambas historias. Pero, lo más sorprendente<br />

es la investidura simbólica que en términos paratextuales adquiere,<br />

numerológicamente, la distribución capitular del texto, en total 66 capítulos,<br />

dando lugar a un plano de significación en clave simbólica, en el que se<br />

mezclan las creencias cristianas y las indígenas: interculturalidad de las<br />

representaciones simbólicas que trascienden la dimensión histórica de los<br />

acontecimientos narrados en el texto, aunque sin excluirla, y al mismo<br />

tiempo apunta hacia otros niveles de sentido. Castellanos, como el peruano<br />

José Carlos Mariátegui ―pensador marxista antidogmático―, parece<br />

decirnos que no hay revolución o cambio social que valga, si no se atiende<br />

y entiende la dimensión cultural de los sujetos históricos y las representaciones<br />

simbólicas que los orientan, a modo de determinaciones ―también<br />

históricas― en sus reacciones y acciones. Es decir, si no se toma en<br />

consideración en el nivel existencial, el carácter cultural-simbólico de las<br />

subjetividades en lo individual y en lo colectivo. Lo que supone, a diferencia<br />

del racionalismo a ultranza, considerar la producción mítica, mágica,<br />

religiosa: simbólica, de los seres humanos, en el rango de “otra” racionalidad<br />

distinta pero no exenta de pensamiento y juicio. En esto, entre otras<br />

cosas, consistió la visión avanzada de Castellanos en términos de multirreferencialidad.<br />

Esto demuestra la densa equivocidad de su escritura, lo<br />

que llamo “acertijos” narrativos de la autora chiapaneca.<br />

19<br />

V. Antonio García de Léon. Resistencia y utopía, México: Era, 1985 (2 tomos).<br />

36<br />

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Con frecuencia se piensa que la función simbólica (imaginativa,<br />

trascendente), que opera analógicamente relacionando distintos planos de<br />

la realidad, es irreconciliable con el análisis objetivo de los hechos<br />

históricos. Pero no es así. Lo simbólico, connatural al fondo común del psiquismo<br />

humano, añade ciertos valores en el plano espiritual a los hechos<br />

concretos, sin anular sus valores propios en el plano de la realidad<br />

histórica. Cirlot lo explica de este modo:<br />

Este lenguaje de imágenes y emociones, basado en una<br />

condensación expresiva y precisa, que habla de las verdades<br />

trascendentes exteriores al hombre (orden cósmico) e<br />

interiores (pensamiento, orden moral, evolución anímica,<br />

destino del alma), presenta una condición (...) que le<br />

confiere indudable dramatismo. Efectivamente, la esencia<br />

del símbolo consiste en poder exponer simultáneamente los<br />

varios aspectos (tesis y antítesis) de la idea que expresa.<br />

Daremos de ello una explicación provisional; que el inconsciente,<br />

o “lugar” donde viven los símbolos, ignora los<br />

distingos de contraposición. O también, que la función simbólica<br />

hace su aparición justamente cuando hay una tensión<br />

de contrarios que la conciencia no puede resolver con sus<br />

solos medios. 20<br />

Bien, en la teoría simbólica los números adquieren significados, equivalentes<br />

a ideas, que se repiten a lo largo de las muy diversas épocas y<br />

culturas. Sin consideramos la división tripartita y capitular de Balún-Canán:<br />

24–18–24 (XXIV–XVIII–XXIV), salta a la vista que a 18 le faltan 6 para llegar<br />

a 24. O que a 24 le sobran 6 para equipararse con 18. La segunda parte<br />

es tan extensa como la suma de la primera y de la tercera. Incluso tiene<br />

capítulos muy largos en comparación con la brevedad de los capítulos de<br />

las otras dos. Con ese cuidado de la simetría que se observa en la<br />

distribución discursiva, no me pareció gratuita la diferenciación numérica<br />

entre las partes. Y, en efecto, si el núcleo de la acción es la segunda parte<br />

en cuanto ruptura del orden económico y social; en la tercera se asiste a la<br />

ruptura catastrófica del orden familiar de la niña por la muerte del hermano,<br />

el hijo varón preferido de los padres y depositario del linaje de los Argüellos.<br />

Mario muere en la novela a los seis años de edad, aunque sabemos que<br />

en la realidad muere a los siete. ¿Por qué el desajuste, en este caso, con<br />

lo autobiográfico? ¿Por qué la coincidencia de que falte o sobre un seis en<br />

los capítulos? ¿Falta el hijo y sobra la hija? Aunque, más bien, ¿qué<br />

significa simbólicamente el seis? En el Diccionario de los símbolos se dice<br />

que es la fuente de todas las ambivalencias, que inclina al bien y al mal, a<br />

20<br />

Juan-Eduardo Cirlot. Diccionario de símbolos, Barcelona: Editorial Labor, 1969, p. 35.<br />

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la unión y a la desunión. En la Biblia es el número de la Creación: terminación<br />

de la tarea divina, pero también significa la oposición entre la<br />

criatura y el creador. A modo del ángel caído, al ser humano le falta lo<br />

divino y le sobra Luzbel, o simplemente el bien y el mal conviven<br />

irremediablemente en la “criatura” acercándolo algunas veces y apartándolo<br />

casi siempre de su Creador. 21<br />

Por otra parte, en el mismo Diccionario, se afirma que en la<br />

simbólica maya el sexto día pertenece a los dioses de la lluvia y de la<br />

tormenta. Seis es un número nefasto: es también el día de la muerte. 22<br />

Balún-Canán está llena de augurios y presagios de muerte. En relación con<br />

la experiencia de la niña, en la primera parte, ésta entra en contacto con la<br />

muerte cuando llega a la casa el indio macheteado:<br />

Venía desde lejos. Desde Chactajal. (...) Y allí, él.<br />

Desangrándose sobre una parihuela que cuatro compañeros<br />

cargaban. (...) Y al moribundo le alcanzó el aliento<br />

para traspasar el umbral de nuestra casa. (p. 31).<br />

La niña quiere saber, “necesita saber” por qué lo mataron y la nana<br />

le contesta:<br />

Lo mataron porque era de la confianza de tu padre. Ahora<br />

hay división entre ellos y han quebrado la concordia como<br />

una vara contra las rodillas. El maligno atiza a los unos<br />

contra los otros. Unos quieren seguir, como hasta ahora, a<br />

la sombra de la casa grande. Otros ya no quieren tener<br />

patrón. (p. 32).<br />

La conmoción de la niña se expresa en una especie de alucinación en la<br />

que la madre deja caer a los pies de una mujer pobre (la tullida), la entraña<br />

sanguinolenta de una res sacrificada. Y el padre, indiferente, está rodeado<br />

de esqueletos sonrientes, con una risa silenciosa y sin fin. Mientras, la nana<br />

lava la ropa de la casa en un río rojo y turbulento. (Cfr., pp. 32 y 33). Es en<br />

este capítulo, el X, cuando la niña refiriéndose al indio asesinado y a los<br />

cuidados de la nana, dice: “Es inútil. No logrará borrar lo que he visto.<br />

Quedará aquí, adentro, como si lo hubieran grabado sobre una lápida. No<br />

hay olvido.” (p. 31).<br />

En esta misma primera parte, Ernesto mata al venado, animal<br />

sagrado de la comunidad indígena. La niña y Mario se acercan y la primera<br />

describe así la escena:<br />

21<br />

Chevalier. “Seis”, en Op. cit., p. 919.<br />

22<br />

Ibid., p. 921.<br />

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No sabíamos que fuera tan fácil morir y quedarse quieto.<br />

Uno de los indios, que está detrás de nosotros, se arrodilla<br />

y con la punta de una varita levanta el párpado del ciervo. Y<br />

aparece un ojo extinguido, opaco, igual a un charco de agua<br />

estancada donde fermenta la descomposición. (p. 68).<br />

Lo anterior, anticipa el desmoronamiento del orden señorial<br />

existente hasta entonces, rubricado en la segunda parte por el incendio del<br />

latifundio de César Argüello, y por el asesinato de Ernesto en venganza de<br />

la muerte del venado. En la tercera parte, muere Mario: ¿el sacrificado? Y<br />

la nana es despedida de la casa. ¿La muerte es la cifra del destino, la que<br />

falta o la que sobra en los deseos y proyectos humanos? ¿O es, por el<br />

contrario, el horizonte abierto a la renovación infinita de esos deseos y<br />

proyectos?<br />

Mario se malogra a los seis años, y con él también se malogra el<br />

futuro promisorio de los Argüellos. Para la niña-protagonista, se cancela la<br />

infancia ¿a los siete años? Es posible, por lo menos simbólicamente en el<br />

recuerdo. Con el enfrentamiento a la muerte, al derrumbe familiar y al del<br />

orden social, se esfuma la inocencia. Pero, al mismo tiempo, se abre una<br />

posibilidad “otra” aunque de signo incierto. ¿En esto consiste la existencia<br />

y la historicidad humanas? De cualquier manera, la niña ha dicho que “no<br />

hay olvido” y ha establecido, también, un pacto de reparación con la memoria<br />

agraviada de la nana indígena y con la de Mario: memoria<br />

comprometida de la cual la novela es un evidente resultado literario.<br />

Sin embargo, aún se pueden observar otros aspectos del manejo<br />

numerológico. El total de los capítulos de la novela, suman 66: en el 6 está<br />

implícito el 3 y en el 66 se dobletea el seis. Le falta otro seis para<br />

convertirse en 666: el número de la Bestia, del Anticristo en el Apocalipsis.<br />

Es una cifra de hombre, como el tzulúm, tal como lo describe la nana: es<br />

hermoso, nadie se le resiste si se topa con él. Este ser simboliza la voluntad<br />

de poder, de mando, y asociada al poder aparece la muerte según la<br />

creencia indígena. Es también la pasión sexual incapaz de ser satisfecha,<br />

por eso en la novela el tzulúm sólo se lleva, supuestamente, a Angélica y<br />

a Matilde –mujeres reprimidas a la sombra de los Argüellos (Cfr., pp. 20-<br />

21; y p. 219). En Balún-Canán, se mezcla el diablo de la mitología católica<br />

con el Catashaná ―el mismo diablo― de la mitología popular indígena.<br />

También lo representa el hermoso y maligno tzulúm. No son diferentes, en<br />

este caso, en el pensamiento mágico existente en las dos culturas, el<br />

diablo, Catashaná y el tzulúm: principio del mal, en contrapeso con un buen<br />

Dios-Padre ¿a quien le falta el hijo?<br />

Pero en el caso de la espiritualidad indígena, éstos también se han<br />

quedado sin dioses y sin su “palabra”, capaz de oponerse al mal. Motivo<br />

del acabamiento de su cultura, como lo indican los epígrafes en las tres<br />

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partes de la novela. Se trata de remontar esta pérdida de la palabra<br />

sagrada, la de la memoria, tal como se plantea al inicio de Balún-Canán,<br />

en la voz de la nana en diálogo con la niña; “… Y entonces, coléricos, nos<br />

desposeyeron, nos arrebataron lo que habíamos atesorado: la palabra, que<br />

es el arca de la memoria.” (p. 9). También como se aprecia en la palabra<br />

escrita por el indio, que atestigua la propiedad de Chactajal en manos de<br />

los Argüellos, cuaderno que la niña lee: “la herencia de Mario”:<br />

“Yo soy el hermano mayor de mi tribu. Su memoria. Estuve<br />

con los fundadores de las ciudades sagradas. (...) . Aquí, en<br />

el lugar llamado Chactajal, levantamos nuestras chozas; (...)<br />

Ay, nos regocijaba creer que nuestra existencia era<br />

agradable a sus ojos. Pero ellos, en su deliberación, nos<br />

tenían reservado el espanto. Hubo presagios. (...) Altaneros,<br />

duros de ademán, fuertes de voz. Así eran los instrumentos<br />

de nuestro castigo. (...) Vimos todo esto, y en verdad, no<br />

morimos. (...) Vino primero el que llamaban Abelardo<br />

Argüello… [luego] José Domingo Argüello… Josefa<br />

Argüello… Rodulfo Argüello… Estanislao Argüello…” (pp.<br />

56, 57 y 58, cap. XVIII, primera parte).<br />

Pero ¿cómo remontar esta pérdida de la memoria colectiva y de la<br />

palabra sagrada? Además de con la palabra jurídica (leyes) que debe<br />

reparar la larga serie de atropellos históricos, también con la palabra<br />

comunicativa en el ejercicio cotidiano de una sociedad que se acepte a sí<br />

misma como intercultural. Aprovecho para subrayar ahora, la intercomunicación<br />

que existe entre las partes y entre sus capítulos en Balún-<br />

Canán. No trataré estas correspondencias que, igualmente en el modo de<br />

distribuir el discurso e interrelacionar los capítulos con los mismos<br />

números, amplia el sentido de los acontecimientos narrados. Como<br />

ejemplo sólo señalaré la relación del cap. XVIII de la primera parte (el de<br />

lo citado anteriormente), con el XVIII que cierra la segunda, y en el cual<br />

Ernesto va en camino hacia Tuxtla para llevar la carta de César en la que<br />

denuncia la insubordinación de los indios y los daños causados. La carta<br />

no llega, pues todavía en Chactajal la rompe una mano anónima, la misma<br />

que antes le disparó al entrecejo, asesinándolo: así queda vengada la<br />

muerte imprudente del venado totémico, que Ernesto llevó a cabo (cap.<br />

XXII, primera parte); y su escarnio a los indígenas como falso maestro, en<br />

complicidad con Argüello para burlarlos y burlar las leyes. Relacionados<br />

con los anteriores, en el cap. XVIII de la tercera parte, muere Mario ―la<br />

voluntad de los brujos de Chactajal se ha cumplido―, no habrá más<br />

herederos de los Argüellos.<br />

Queda patente que la voz de los dioses parece haber regresado<br />

para los indígenas; voz que históricamente es la de Cárdenas, oída por<br />

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Felipe en Tapachula y trasmitida a la comunidad. Lo mismo que la “voz”<br />

escrita de las nuevas leyes. La memoria indígena despierta y, por lo menos<br />

en el texto, se interrumpe la “dinastía” de los Argüellos, enumerados en el<br />

escrito del indio: Abelardo, José Domingo, Josefa, Rodulfo, Estanislao,<br />

Otilia… Nombres que aparecen como fallecidos en la cripta de los<br />

Argüellos, donde sólo falta la inscripción del nombre de Mario, reciéntemente<br />

muerto (p. 290, tercera parte, cap. XXII relacionado con la muerte<br />

del venado en el XXII de la primera parte). No estará el de Ernesto: Argüello<br />

pero “bastardo”. Si se lee la novela no en dirección lineal continua, sino<br />

saltando entre los capítulos encabezados por el mismo número en las tres<br />

partes, se observará que no cambia en conjunto la historia relatada, pero<br />

se revelan distintos planos de realidad y de significación, así como la<br />

polivalencia del sentido global de la narración.<br />

En la familia de la novela, falta finalmente Mario: es una ausencia, un vacío<br />

de valor como en la significación del cero, descubrimiento de los mayas mil<br />

años antes de que este concepto matemático fuera conocido por los<br />

europeos. En el Diccionario de los símbolos ―parece que aludiera a<br />

Mario― se dice lo siguiente:<br />

En la mitología del Popol Vuh el cero corresponde al<br />

momento del sacrificio del dios héroe del maíz por inmersión<br />

en el río, antes de que resucite para subir al cielo y<br />

convertirse en sol (...) este momento es el de la desintegración<br />

de la semilla en la tierra, antes de que la vida se<br />

manifieste de nuevo. (...) En la glíptica maya, el cero se<br />

representa mediante la espiral, lo infinito abierto por lo<br />

infinito cerrado. 23<br />

Las coincidencias significativas de los números con algunos de los<br />

contenidos narrativos más significativos, me parecen demasiadas para ser<br />

obras del azar, sobre todo si nos lleva mediante un esfuerzo hermenéutico,<br />

al encuentro de otros planos no explícitos de significación que amplifican<br />

el sentido de la novela: vida y muerte, los términos del ciclo constante de<br />

regeneración y desaparición de la naturaleza en las culturas agrarias. Es<br />

esta también la rueda cíclica de las generaciones en la historia humana. La<br />

misma que va de las certificaciones de apellido y propiedades a la<br />

inscripción final de nombres sobre una lápida funeraria. Vida-muerte-vidamuerte-vida-muerte…<br />

sin fin, recordando a José Gorostiza, poeta significativo<br />

para Castellanos. 24 ¿Se trata de esperanza o de desesperanzada<br />

23<br />

Ibid., pp. 276 y 277.<br />

24<br />

De Gorostiza Castellanos dice lo siguiente: “…leí Muerte sin fin, que me produjo una conmoción de la que no<br />

me he repuesto nunca. (...) Es el poema mexicano por excelencia. (...) Este tipo de poesía, que lleva la<br />

inteligencia a una combustión próxima a la luz, es el que yo quisiera escribir. (...)” . Y agrega que le disgusta la<br />

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resignación? En la producción simbólica trascendente de las culturas y en<br />

sus literaturas, seguramente se encuentra la respuesta.<br />

MEMORIA(S): LO NARRADO Y LOS NARRADORES<br />

A cada historia corresponden dos voces narradoras y focalizaciones<br />

distintas. En las partes primera y tercera como ya se ha dicho, se cuenta<br />

la infancia de una niña de siete años, que no tiene nombre, narrada en<br />

primera persona y desde su punto de vista. Es la hija primogénita del<br />

matrimonio Argüello, que de la seguridad de un mundo familiar establecido<br />

―casi un paraíso―, descrito en la primera parte, transita ―pasando como<br />

testigo relativamente inconsciente de la segunda―, a una forzada madurez<br />

en la tercera donde afirma su deseo de sobrevivir: “Pero Mario no puede<br />

correr; está enfermo. Y yo no puedo esperar. No, me marcharé sola, me<br />

salvaré yo sola.”. (p. 280). En esta parte asume una realidad quebrada<br />

―expulsión del paraíso―, enfrentando separaciones que preludian la<br />

muerte y pérdidas irreparables: 1. La separación de la nodriza y nana india<br />

a quien despide la madre, también sin nombre en la novela, que es su<br />

fuente de amor y de conocimiento: “Entonces, como de costumbre cuando<br />

quiero saber algo, voy a preguntárselo a la nana.” (p. 27, cap. IX, primera<br />

parte). 2. La muerte del hermano –Mario– preferido de los padres por ser<br />

varón, el más querido, el más guapo, el más inteligente en comparación<br />

con ella. La niña tiene rivalidad y celos de Mario, lo que no excluye el amor,<br />

por eso el sentimiento de culpa a su muerte. (Cfr., pp. 281 a 283. cap. XVIII,<br />

tercera parte). 25 3. La ausencia del padre que se va a Tuxtla ―capital del<br />

Estado―; la ausencia de la madre que se recluye en su cuarto, por el dolor<br />

y el duelo a la muerte del hijo preferido. (Cfr. P, 285, cap. XX, tercera parte).<br />

El aspecto del hogar descrito por la niña hacia el final de la novela, es el<br />

de un sepulcro, el de la desolación y la muerte. La cocina, espacio por<br />

excelencia de la nana en su carácter nutricio, sin ella aparece congelada:<br />

Voy a la cocina. En el fogón el copo enfriado de ceniza. En<br />

las alacenas, durmiendo un sueño definitivo, los trastes. Las<br />

ollas con su gran panza de comadre satisfecha. Las tazas<br />

de ancha risa. Los tenedores con sus patitas de garza.<br />

Muertos.<br />

Y el comedor donde un orden frío impera. Y los muebles de<br />

la sala sobre cuyo dorso indefenso cae una lluvia de polvo.<br />

poesía sentimental, pues trata de experiencias que no se rescatan del devenir de la realidad. Carballo,<br />

“Castellanos”, Protagonistas…, p. 526.<br />

25<br />

– ¿No quieres ver a tu hermano por última vez? Vuelvo la cara con repugnancia. No, no lo podría soportar.<br />

Porque no es Mario, es mi culpa la que se está pudriendo en el fondo de ese cajón. (p. 283).<br />

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El oratorio con su puerta cerrada. (Loc. cit., el énfasis es<br />

mío).<br />

Después de estas pérdidas, ingresa a un mundo inhóspito, sin vínculos<br />

afectivos, al mundo del desarraigo: una forma de exilio. Esta trayectoria,<br />

desde la parte primera a la tercera, es la que leo como un relato de<br />

aprendizaje condensado en el recuerdo, cuyo término a los efectos de la<br />

novela se lo hace coincidir con la muerte del hermano. Es decir, el<br />

transcurso y fin de una iniciación, se dramatiza como situación traumática.<br />

Entiendo lo atípica que resulta esta trayectoria, si aceptamos que la<br />

narradora y protagonista es una niña de siete años que sigue teniéndolos<br />

al final del relato. Aunque el cúmulo de experiencias traumáticas y<br />

significativas que conducen a la “madurez”, cancelando simbólicamente el<br />

estado infantil como en los relatos de iniciación, transitan por el pasaje del<br />

viaje a Chactajal de la familia Argüello y su ruina, en la segunda parte; y en<br />

la tercera por el viaje de regreso a Comitán, donde sobreviene la pérdida<br />

de la nana y donde muere el hermano. Esto supone la condensación de la<br />

vida emocional de una narradora que por encima del personaje, pero<br />

proyectándose en él, recrea dramatizadamente su infancia mediante un<br />

juego entre la memoria y la escritura: el pasado en el presente, interpretando<br />

los acontecimientos vividos desde una conciencia evidentemente<br />

adulta.<br />

A propósito de Balún-Canán, Castellanos expresó con claridad que<br />

el sistema de creación de la novela fue naciendo de recuerdos infantiles:<br />

A la novela llegué recordando sucesos de mi infancia. Así,<br />

sin darme cuenta, di principio a Balún-Canán; sin una idea<br />

general del conjunto, dejándome llevar por el fluir de los<br />

recuerdos. Después los sucesos se ordenaron alrededor de<br />

un mismo tema. 26<br />

Así pues, la escritura de la novela supone la concreción de un espacio de<br />

evocación, en el cual la narradora escenifica y explora los recuerdos de su<br />

yo infantil, viéndose a sí misma como niña desde la distancia consciente<br />

de un yo adulto. Una especie de regreso al origen que, en la experiencia<br />

estética, permite por condensación (la parte por el todo) y por recreación,<br />

repasar las faltas, ajustar cuentas con el pasado y, simbólicamente,<br />

propiciar un renacimiento: tal vez el redescubrimiento de las raíces<br />

profundas de la identidad a partir de las cuales puede autoconstruir su<br />

autonomía. De ahí el lirismo propio de la evocación que se aprecia en las<br />

partes primera y tercera de la novela. Entendido así, es evidente que la voz<br />

de la narradora está a cargo de un yo adulto, el cual no se revela más que<br />

26<br />

Carballo. “Castellanos” en Protagonistas…, p. 527.<br />

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en el tipo de observaciones y en la destreza con el lenguaje. La niña y su(s)<br />

fantasma(s), es lo recordado y se objetiva en la creación del personaje: el<br />

mismo que actualiza en el presente de la narración pensamientos,<br />

emociones, acciones e interacciones pasadas.<br />

Debe distinguirse, entonces, entre la “niña”-narradora y la niña-personaje,<br />

no obstante la yuxtaposición lograda entre enunciación y<br />

enunciados mediante el uso de la primera persona. Por eso en la lectura<br />

pasa inadvertida dicha distinción, ya que en el recuerdo se identifican<br />

sujeto y objeto, interior y exterior. Además, vale observar que a partir del<br />

cap. XX de la primera parte, cuando la nana le dice: “Es hora de separarnos,<br />

niña” (p. 64), en los restantes capítulos (XXI, XXII, XXIII Y XXIV), la niña<br />

sigue narrando pero ahora en primera persona del plural, incorporándose<br />

mediante el “nosotros” a su grupo familiar y separándose de la nana. En<br />

estos capítulos se inicia el viaje a Chactajal, que culmina con la llegada.<br />

Pero todavía la niña no se separa del todo de su nana. Ya de noche y en<br />

su cama, cree verla llegar ―aunque con actitud distante, diferente― y se<br />

imagina que le dice estas palabras:<br />

–Yo estoy contigo, niña. Y acudiré cuando me llames (...) .<br />

Duerme ahora. Sueña que esta tierra dilatada es tuya; que<br />

esquilas rebaños numerosos y pacíficos; que abunda la<br />

cosecha en las trojes. Pero cuida de no despertar con el pie<br />

cogido en el cepo y la mano clavada contra la puerta. Como<br />

si tu sueño hubiera sido iniquidad. (p. 74, el énfasis es mío).<br />

La primera parte comenzó con la voz de la nana, induciendo a la<br />

niña a “recordar” que a los indígenas le arrebataron junto con su palabra,<br />

la memoria. A recordar el pasado remoto ―deuda histórica― que permitió<br />

que ella y su hermano disfruten en presente del latifundio de los Argüellos.<br />

(Cfr., p. 9). Y esta parte termina con la misma voz de la nana<br />

–ahora imaginada– que, profética, la induce a distinguir entre la realidad<br />

histórica y el sueño señorial que la oculta. Una vez más, la nana le anticipa<br />

los acontecimientos que están por venir y la hace depositaria de una<br />

memoria antigua y de un compromiso moral. Es ella, sin duda, el vínculo<br />

afectivo y ético con la memoria perdida sobre la que descansa la nación<br />

mexicana. El mundo que la niña creía homogéneo va escindiéndose y la<br />

enfrenta con un conflicto de lealtades entre el mundo indio y el mundo<br />

blanco y oligárquico al que pertenece: el mundo de los que mandan. Esta<br />

primera parte se sustenta en el diálogo externo e interno de la niña con la<br />

nana. Es ella quien revela la circunstancia histórica ―relatada también en<br />

el cuaderno “herencia de Mario―, que determina la división y el<br />

antagonismo entre indios y criollos. Por su parte, la nana se enfrenta<br />

también a un conflicto de lealtades entre su etnia y su amor por la niña<br />

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blanca, que arropa como a una hija. Por eso, refiriéndose a los brujos de<br />

Chactajal, le dice:<br />

– Mira lo que me están haciendo a mí y alzándose el tzec, la<br />

nana le muestra una llaga rosada, tierna, que le desfigura la<br />

rodilla.<br />

– No digas nada, niña. (...) su maleficio alcanza lejos.<br />

– ¿Por qué te hacen daño?<br />

– Porque he sido crianza de tu casa.<br />

– ¿Es malo querernos?<br />

– Es malo querer a los que mandan, a los que poseen. Así<br />

dice la ley<br />

(...)<br />

Yo salgo triste por lo que acabo de saber. Mi padre despide<br />

a los indios (...) Ahora lo miro por primera vez. Es el que<br />

manda, el que posee.<br />

(...)<br />

– Nana, tengo frío<br />

Ella, como siempre desde que nací, me arrima a su regazo.<br />

Es caliente y amoroso. Pero tendrá una llaga. Una llaga que<br />

nosotros le habremos enconado. (pp. 16 y 17, el énfasis es<br />

mío).<br />

Los relatos, al mismo tiempo, míticos e históricos de la nana, van<br />

constituyendo parte de la memoria de la niña. Vale considerar la<br />

identificación afectiva de ésta con la nodriza, pues a través de esta relación<br />

crece su conocimiento de un pasado remoto cargado de vilezas. Un<br />

pasado que también le pertenece. La niña está cargada de ambivalencia<br />

con respecto a los seres que ama. Es juez y parte de sí misma y de los<br />

otros. Es heredera de culpas remotísimas e inmediatas. Dividida, va<br />

sufriendo una crisis de identidad. ¿Cómo la nación?<br />

Ahora bien, ese pasado remoto se actualiza en el presente de la<br />

narración en la segunda parte. La transición de la voz narrativa en primera<br />

persona singular y plural de la niña protagonista, a una voz narrativa en<br />

tercera persona relativamente omnisciente, tiene una peculiaridad: está<br />

marcada por un enunciado en cursivas a cargo de una voz anónima,<br />

impersonal, pero que asume una memoria colectiva. La misma que a modo<br />

de introductor(a) de un discurso dentro de otro, supone un preámbulo<br />

explicativo: “Esto es lo que se recuerda de aquellos días:” (p. 75). No puede<br />

ignorarse los dos puntos que dan paso a un texto que, supuestamente,<br />

también está compuesto de recuerdos de un “se” impersonal pero colectivo<br />

–¿la memoria del pueblo indígena de Chactajal? O quizás la memoria<br />

comprometida de la misma narradora de la primera y tercera partes que<br />

ahora, se transforma en voz colectiva que testimonia, cronifica recuerdos y<br />

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une sus dos pertenencias y lealtades. Nada puede clarificar en el texto esta<br />

suposición. Lo evidente es que una vez en la finca, la niña narradora y<br />

protagonista se diluye. Pero sería imposible no preguntarse, según el<br />

enunciado introductorio, quién o quiénes recuerdan “aquellos días”.<br />

Enunciado claramente separado tipográficamente del número I que da<br />

entrada al primer capítulo de los dieciocho de esta segunda parte. En<br />

efecto, un(a) narrador(a) en tercera persona omnisciente, extradiegetico(a),<br />

que sin embargo asume un “se recuerda”, contextualiza la<br />

circunstancia histórico-social que determina la pérdida de rumbo de un<br />

destino familiar y el de la niña-personaje en particular. No obstante, esa<br />

circunstancia a pesar de los cambios históricos, sigue siendo en cierta<br />

forma la misma en Chiapas:<br />

Llama la atención la amplia y multiforme gama de espacios<br />

económicos, sociales y culturales de un territorio abigarrado.<br />

La persistencia tenaz de la comunidad agraria, de la<br />

servidumbre rural, del latifundio abierto o simulado, de la<br />

atmósfera social de los indios, de la lucha por la tierra<br />

persistente y crónica como una guerra continua, a veces<br />

silenciosa y olvidada. La apariencia inacabada de las cosas<br />

y de las imágenes, la rayada repetición… 27<br />

En la tercera y última parte de la novela, ya se ha iniciado el<br />

regreso a Comitán. La niña narradora y personaje, retoma el discurso en<br />

primera persona del plural, tal como lo dejó en la primera parte. Pasan por<br />

Palo María, donde tiene su hacienda la prima de Argüello, Francisca, casi<br />

rehén de los indígenas pero que todavía los controla haciéndose pasar por<br />

bruja. Ella increpa a César:<br />

–Pero yo soy la que se queda y ustedes los que se van. (...)<br />

Yo no cedo nunca lo mío. Ni muerta soltaré lo que me<br />

pertenece. Y así pueden venir todos y quebrarme las manos.<br />

Que no las abriré para soltar el puñado de tierra que me<br />

llevaré conmigo. (p. 219 y 220).<br />

Francisca no da hospitalidad a César por miedo a hacerse<br />

sospechosa ante sus antiguos siervos. A diferencia de su actitud cuando<br />

los Argüellos iban hacia Chactajal. Han cambiado las circunstancias y esta<br />

mujer terrateniente, da la espalda a su familia para seguir controlando su<br />

“propiedad”, ahora en disputa con la comunidad indígena. La niña la ve de<br />

lejos, “vigilada por cien pares de ojos oblicuos.” (p. 221). Los “siervos” han<br />

dejado de serlo y, por el momento, dominan el espacio agrario.<br />

27<br />

Antonio García de León. Op. cit., Tomo 1, p. 13.<br />

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Finalmente llegan a la casa ―su casa― de Comitán. La niña está<br />

deseando entregarle a la nana las piedritas que le trae como regalo de<br />

Chactajal. Se precipita la acción. La nana, una vez más profética, anuncia<br />

a Zoraida la muerte del hijo varón, Mario, según las deliberaciones de los<br />

ancianos de la tribu de Chactajal: “que no prosperen, que no se perpetúen.<br />

Que el puente que tendieron para pasar a los días futuros, se rompa.” (p.<br />

231). Zoraida golpea a la nana y la echa de la casa. Con ella se va el regazo<br />

amoroso, el estímulo de la imaginación de la niña, la mediadora entre<br />

mundos e intérprete de la realidad que la rodea. Pero la niña, identificada<br />

con la nana, ha interiorizado sus palabras y su memoria. Así la evoca en<br />

las noches: cuando cierro los ojos en la noche se me representa el lugar<br />

donde mi nana y yo estaremos juntas. (p. 246).<br />

Después de muchas peripecias en las que intervienen el miedo a<br />

hacer la primera comunión, asociada con la muerte, debido al relato<br />

popular en el cual la niña roba la llave del oratorio para conjurar el peligro<br />

de un Dios que castiga con el infierno: ella y su hermano son desobedientes,<br />

por lo tanto, según un cuento y juego popular ―interpretación<br />

sincrética del catolicismo―, morirán asfixiados por la hostia. Confundidos<br />

entre paganismo y doctrina católica, los hermanos entran en pánico. Mario<br />

enferma y muere. La niña cree haberse salvado pero es heredera, ahora,<br />

de otra culpa: supuestamente la de la muerte del hermano por no haber<br />

restituido la llave del oratorio ―según ella, la causa de su muerte― y,<br />

evidentemente, por haberlo sobrevivido en contra del deseo de los padres,<br />

en especial del de la madre. La niña, entonces, es culpable de vivir.<br />

A partir de la memoria evocativa de la narradora infantil en primera<br />

persona, se reconstruye una historia dolorosa de rechazo familiar en<br />

función de su género femenino y de la fantasía de estar usurpando la vida<br />

a cambio, supuestamente, de la del hermano. Después de visitar la cripta<br />

familiar, donde está enterrado Mario pero todavía sin inscripción, la niña<br />

―narradora y personaje– regresa a la casa-panteón, igualmente sepulcro<br />

de su infancia, y repara escrituralmente su culpa: es decir, inscribe el<br />

nombre de su hermano obsesivamente en toda la casa, convirtiéndola en<br />

tumba y mausoleo de Mario que, a diferencia de la verdadera tumba, éstos<br />

sí tienen su nombre inscripto por ella: la escritura tiene el don de exorcizar<br />

el mal, de reparar las faltas y cumplir las deudas:<br />

Cuando llegué a la casa busqué un lápiz. Y con mi letra<br />

inhábil, torpe, fui escribiendo el nombre de Mario. Mario en<br />

los ladrillos del jardín. Mario en las paredes del corredor.<br />

Mario en las páginas de mis cuadernos. Porque Mario está<br />

lejos. Y yo quisiera pedirle perdón. (p. 292, el énfasis es<br />

mío).<br />

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La casa, en su conjunto, se convierte en una inscripción sepulcral. ¿Es<br />

Balún-Canán un largo epitafio? ¿Es la retribución de una deuda histórica y<br />

de una deuda personal en el terreno de lo familiar? Sin duda, es una de<br />

sus posibles lecturas.<br />

Sin embargo, aún no hemos terminado con los problemas del<br />

narrador(a) en esta novela. En los últimos enunciados de la niñaprotagonista<br />

y fin de la enunciación de la misma como supuesta narradora<br />

de la primera y tercera partes, se aprecia un distanciamiento de la voz<br />

narrativa con respecto al personaje. Hasta aquí la narradora había<br />

mantenido, en lo general, el uso del presente en el relato. Llama la atención<br />

su alejamiento al contar en pasado la última acción de la protagonista. La<br />

misma que recuerda la relación con el indio macheteado ―semejante a<br />

Cristo―, que la niña dijo: “Quedará aquí, adentro, como si lo hubieran<br />

grabado sobre una lápida. No hay olvido.” (p. 31). El indio, Cristo y Mario,<br />

parecen funcionar como analogía de los “hijos” sacrificados para redimir<br />

las culpas –o acumularlas– de la humanidad. Pero lo que quiero señalar es<br />

que parece haber una separación entre la narradora y el personaje.<br />

A lo largo de la novela en las partes primera y tercera, la narradora<br />

y el personaje se confundían en la presentificación dramatizada de la<br />

memoria compartida entre ambas instancias. Por otra parte, a menos que<br />

caigamos en la ingenuidad narratológica de confundirlos realmente,<br />

tendríamos que apelar a la instancia de un metanarrador(a) responsable<br />

de la cohesión entre las tres partes. Un metanarrador que se desdobla en<br />

la memoria –memorias– de la niña narradora en primera persona; y en la<br />

memoria colectiva de un(a) narrador(a) en tercera persona. No se<br />

entendería, de otra manera, la articulación de las partes y los cambios de<br />

la voz narrativa. Quizás el verdadero personaje protagónico de Balún-<br />

Canán es la memoria-memorias, a cargo de una misma narradora que<br />

adopta distintos puntos de vista y propósitos, de acuerdo con focalizaciones<br />

y personajes diversos. Las partes primera y tercera están<br />

narradas en fragmentos cortos y en cierta forma episódicos ―estampas<br />

las llamó Castellanos―, 28 al modo de imágenes ―recuerdos― como<br />

corresponde al funcionamiento de la memoria individual en una lógica<br />

existencial. La segunda parte, a cargo de una voz narrativa impersonal en<br />

tercera persona, que se hace cargo de lo que “se recuerda”, se aleja de los<br />

acontecimientos para atribuirles una lógica histórica a una memoria<br />

colectiva. Integrar dialécticamente lo individual y lo colectivo, lo existencial<br />

y lo social, lo privado y lo público, tiene el propósito de mostrar la<br />

interacción entre las subjetividades y la cristalización de los acontecimientos<br />

históricos (externos): mostrar la interacción entre la(s) memoria(s),<br />

la(s) historia(s) de la Historia, y la novela.<br />

28<br />

Carballo, “Castellanos”, en Op. cit., p. 327.<br />

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Planteado así, no existe falla estructural en Balún-Canán, sino una<br />

complejidad narrativa que a través de una memoria evocadora de carácter<br />

personal en primera persona, y otra colectiva en tercera persona,<br />

dramatizan la lucha íntima y social entre grupos representativos del antagonismo<br />

histórico y cultural que constituye a la nación. Subyace, en estos<br />

impulsos evocadores, un deseo de reparación del pasado y de un mejor<br />

futuro de reconciliación, en lo individual y lo colectivo, a los efectos de la<br />

tarea siempre inconclusa de construir la identidad personal y la nacional.<br />

CONTEXTOS, TIEMPOS Y ESPACIOS<br />

El tiempo de las acciones desarrolladas en el presente de la narración no<br />

es muy preciso. Se puede deducir una duración de nueve meses (¿alusiva<br />

a la gestación humana?), porque en el capítulo XII de la primera parte (pp.<br />

36 a 40) se describe la fiesta de San Caralampio, cuya celebración es en<br />

febrero; y en el capítulo XXII de la tercera, Amalia (la catequista solterona)<br />

y la niña visitan el panteón en noviembre, mes de los difuntos. (p. 288).<br />

Nueve meses que marcan vida (fiesta) y muerte: la tumba de Mario dentro<br />

del mausoleo familiar de la “dinastía” de los Argüellos.<br />

Las partes primera y tercera de Balún-Canán están situadas en<br />

Comitán, municipio fronterizo con Guatemala del estado de Chiapas,<br />

México. 29 Balún-Canán es el nombre nativo de Comitán, que en la<br />

mitología indígena se refiere a los nueve guardianes del pueblo, entre ellos<br />

el viento, personificado poéticamente por la niña narradora y protagonista<br />

como un ente sagrado:<br />

Ahora me doy cuenta de que la voz que he estado<br />

escuchando desde que nací es ésta, y ésta la compañía de<br />

todas mis horas. Lo que había visto ya, en invierno, venir<br />

armado de largos y agudos cuchillos y traspasar nuestra<br />

carne acongojada de frío. Lo he sentido en verano,<br />

perezoso, amarillo de polen, acercarse con –un gusto de<br />

miel silvestre entre los labios. Y anochece dando alaridos de<br />

furia. Y se remansa al mediodía, cuando el reloj del Cabildo<br />

da las doce. Y toca las puertas y derriba los floreros y<br />

revuelve los papeles del escritorio y hace travesuras con los<br />

vestidos de las muchachas. Pero nunca, hasta hoy, había<br />

venido a la casa de su albedrío. Y me quedo aquí, con los<br />

ojos bajos porque (la nana me lo ha dicho) es así como el<br />

respeto mira a lo que es grande. (...) Apenas llegamos a la<br />

casa busco a mi nana para comunicarle la noticia.<br />

29<br />

Lugar de residencia de la familia Castellanos y de la escritora hasta los 16 años, cuando ella y los padres se<br />

trasladan a la Ciudad de México para que la joven realice estudios superiores.<br />

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– ¿Sabes? Hoy he conocido al viento.<br />

Ella no interrumpe su labor. Continúa desgranando el maíz,<br />

pensativa y sin sonrisa. Pero yo sé que está contenta.<br />

– Eso es bueno, niña. Porque el viento es uno de los nueve<br />

guardianes de tu pueblo. (pp. 22-23).<br />

El título apunta en los contextos mítico e histórico entrecruzados, a la<br />

recuperación de la memoria indígena soterrada en la cultura criolla,<br />

subrayando que esta etnia fue legítima dueña de ese lugar, antes de que<br />

los españoles y criollos se apropiaran de él. De este modo se alude a un<br />

problema de legitimidad en cuanto a la propiedad de la tierra. Problema<br />

que corre, sin resolverse a lo largo de toda la historia de México (contexto<br />

jurídico y económico). En Balún-Canán, el contexto histórico nacional, es<br />

determinante. Se trata de la gestión presidencial de Lázaro Cárdenas<br />

(1934-1940), quien implementó el reparto de tierras según las leyes de la<br />

Reforma Agraria, entregando títulos de propiedad a los campesinos<br />

indígenas. Asimismo decretó la obligación de los finqueros (denominación<br />

dada a los terratenientes en Chiapas), de dar escuela y alfabetización a los<br />

trabajadores de las fincas, lo que sólo se simula sin cumplir realmente la<br />

ley. Se prohibió además el viejo régimen de trabajo tributario, casi gratuito<br />

–el baldío–, mediante la institucionalización del contrato salarial. A partir de<br />

la política indigenista de Cárdenas, los finqueros se alarmaron y<br />

comenzaron sus reacciones de resistencia y protesta. Cerraron filas e<br />

intentaron detener los cambios. Se quejaban ante las autoridades gubernamentales<br />

de que los indios se organizaban e invadían sus tierras. El mismo<br />

padre de Rosario Castellanos participó en estas protestas. Como dato<br />

interesante que vincula los acontecimientos históricos con lo autobiográfico<br />

en el desarrollo de la novela, transcribo la siguiente información que nos<br />

ofrece el historiador García de León:<br />

También don César Castellanos exponía (en un alegato que<br />

por sí solo justifica la trama de la novela Balún-Canán) que<br />

“en Comitán el salario mínimo que nos obligaban a pagar<br />

hace incosteable la agricultura, y pregunto si estoy obligado<br />

a sostener escuelas en las fincas de mi propiedad”.<br />

Reishangen, de la finca cafetalera La Libertad, denunciaba<br />

también el exceso de control laboral que pretendían imponerle<br />

“agentes del gobierno de México”. 30<br />

30<br />

Antonio García de León, Op. cit., tomo 2, p. 199.<br />

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Debido a dichas leyes, se erradicaba el régimen señorial<br />

prevaleciente en el que todavía se heredaba junto con la propiedad la<br />

fuerza de trabajo de los indígenas; por lo mismo, los trabajadores se<br />

sacudían la condición de siervos y pasaban a ser trabajadores independientes.<br />

Esta situación histórica se recrea en la novela y suscita la<br />

violencia social en la segunda parte, la que conduce al derrumbamiento del<br />

latifundio oligárquico. Comento que en la historia del país, el periodo de<br />

Cárdenas fue una época muy esperanzadora en cuanto a la justicia social.<br />

Nunca se estuvo más cerca de un tránsito real a un régimen democrático.<br />

A la fecha, como se sabe, en México sólo existen dos modelos<br />

presidenciales paradigmáticos: Benito Juárez y Lázaro Cárdenas.<br />

Así, los finqueros ven disminuidos sus privilegios: poder económico,<br />

social y político, en el tránsito del orden económico casi precapitalista<br />

(feudal), al orden capitalista moderno, con base en las políticas nacionales<br />

que impulsaban la competitividad en el mercado mundial. La consecuencia,<br />

en lo estructural, tenía que ser el cambio de relaciones sociales a<br />

consecuencia del cambio en las relaciones de producción. Esto dio lugar a<br />

la intensificación del antagonismo de la oligarquía chiapaneca, que se<br />

resistía a los cambios, con el gobierno federal y estatal. También intensificó<br />

el antagonismo entre los trabajadores indígenas y los “señores”, por la<br />

exigencia de derechos de los primeros y el endurecimiento de medidas<br />

coercitivas de los segundos. Esta es la realidad referencial (contexto<br />

sociohistórico, político, jurídico y económico), que se recrea literariamente<br />

y sustenta la ficción.<br />

La segunda parte de la novela, se sitúa en Chactajal, localidad<br />

indígena y agraria cercana a Comitán, donde se ubica la finca ganadera y<br />

cañera de César Argüello. Aquí estalla violentamente la tensión social: los<br />

indígenas incendian los campos de caña, ya listos para levantar la cosecha<br />

y ser llevada al trapiche, y arruinan económicamente al finquero. Este acto<br />

–clímax de la historia relatada en la segunda parte–, supone también la<br />

emancipación de la condición del trabajo servil, y el ascenso de los<br />

trabajadores indios a la condición de actores históricos y sociales. En<br />

contraste, supone para la familia Argüello el descenso de su señorío<br />

“feudal”, y el ingreso a la condición competitiva de productores o<br />

empresarios agrícolas. La finca de Argüello en Chactajal y todos sus<br />

alrededores, había funcionado como una especie de gueto de la<br />

comunidad indígena ―límite y encierro. Cuando los trabajadores acceden<br />

a la conciencia histórica ―no fatalmente cíclica y mítica― rompen esos<br />

límites. Esta liberación de los espacios se dramatiza cuando un grupo de<br />

muchachos indios, “invaden” el río: la poza “de Zoraida” donde ella y sus<br />

hijos se están bañando (cap. X, segunda parte). Nadie tiene derecho ni a<br />

tomar agua del río ni a bañarse mientras los patrones están en él. Pero los<br />

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chicos se echan al agua –“como si volvieran a su elemento propio” –,<br />

Zoraida retrocede y rubrica: “Van a ensuciar nuestra poza” (p. 151). Inicia<br />

la retirada como quien se despide “viendo largamente el río”.<br />

Así se subraya en lo familiar, el desplazamiento territorial de los<br />

Argüellos, obligados ahora a convivir con “los otros” en el río, a lo que<br />

Zoraida se niega. Al tiempo que se abren los espacios para los indígenas,<br />

se estrechan los de la familia representativa de los “señores” comitecos.<br />

Este desplazamiento y encierro, culmina al final de la novela (tercera parte),<br />

cuando Argüello tiene que movilizarse a Tuxtla para mover influencias y<br />

pedir favores, y la casa solariega se transforma en un sepulcro: movimiento<br />

de la fortuna, de los hados, de los dioses, del destino. Movimientos pendulares<br />

del devenir histórico. Las fuerzas de la vida y de la muerte en<br />

constante lucha, determinando los tiempos y los espacios de la existencia<br />

individual y colectiva. Coinciden pues los acontecimientos externos de la<br />

historia colectiva de la segunda parte, con los acontecimientos formativos<br />

que estructuran la subjetividad y la nueva posición identitaria de la niña<br />

(clímax de su historia individual, fin simbólico de la infancia en la tercera<br />

parte).<br />

De esta manera, los hechos de la segunda parte tienen que ver<br />

con el vertiginoso y traumático acceso de la niña a la conciencia social e<br />

histórica. Hechos que se insinúan en la primera parte por la nana (“trajeron<br />

malas noticias, como las mariposas negras”, p. 15); por el tío David (“ya se<br />

acabó el baldillito/de los rancheros de acá…” p. 24); por Amalia (“Dicen que<br />

va a venir el agrarismo, que están quitando las fincas a sus dueños y que<br />

los indios se alzaron contra los patrones”, p. 35); pero, sobre todo, en los<br />

acontecimiento de la primera parte, por el indio macheteado que llega a la<br />

casa: muerte que presencia la niña y cuya consecuencia es una grave<br />

conmoción, a la que se refiere cuando dice: “No hay olvido.” (p. 31). La<br />

reacción alucinatoria u onírica a esta experiencia traumática, implica la<br />

intuición de la culpa histórica de su clase con respecto al estado miserable<br />

de los indios, lo que justifica por ley de causa y efecto la desintegración de<br />

su entorno.<br />

La niña se caracteriza en la novela por su curiosidad, por su anhelo<br />

de saber, por su sensibilidad estimulada en el contacto afectivo con la nana<br />

y por el constante diálogo entre ellas. En estas conversaciones, la nana va<br />

ofreciéndole la experiencia y memoria de su mundo. La importancia de este<br />

personaje como memoria histórica de los indígenas, y como fabuladora<br />

mítica que deposita en la niña “la otra historia”, induciéndola también a<br />

recordar desde una perspectiva ética, se manifiesta porque es ella quien<br />

abre el texto novelístico:<br />

… Y entonces, coléricos, nos desposeyeron, nos<br />

arrebataron lo que habíamos atesorado: la palabra, que es<br />

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el arca de la memoria. (...) Para que puedan venir tú y el que<br />

es menor que tú y les baste un soplo, solamente un soplo…<br />

(p. 63).<br />

La nana sitúa a la niña y al hermano en la línea de descendencia de los<br />

conquistadores, pero al mismo tiempo, a lo largo del texto, va imponiéndole<br />

a la niña la tarea de recuperar “la palabra” que ella le trasmite, “que es el<br />

arca de la memoria”.<br />

En la tercera parte, de nuevo en Comitán, la niña experimenta el<br />

derrumbe definitivo de la estabilidad familiar con la muerte del hermano.<br />

Esta otra muerte subraya la destrucción del antiguo régimen social,<br />

sustentado consanguínea y patriarcalmente en el hijo varón, heredero<br />

legítimo del apellido y de los bienes familiares. El padre se marcha a la<br />

capital del Estado para rescatar en lo posible sus privilegios y bienes. No<br />

sabe de la muerte de Mario. La madre reduce su espacio vital a los límites<br />

del encierro en su recámara. La novela termina, César no tiene certidumbre<br />

alguna sobre los trámites que realiza (Cfr., pp. 275-277), lo que también<br />

deja en suspenso la efectiva aplicación futura de las leyes de justicia social.<br />

Puede observarse que el contexto externo determinado por los hechos<br />

históricos, sociales, políticos y económicos del país, afectan en cadena al<br />

contexto familiar y, éste a la subjetividad e identidad de la niña,<br />

trastornando su posición existencial. A manera de conclusión de la novela,<br />

la niña cambia de estado dejando atrás la infancia: “ahora (...) ya conozco<br />

el sabor de la soledad (...)” (p. 290). Así, existencialmente, la niña es<br />

arrojada al mundo: a la intemperie, condenada ―como lo diría Sartre― a<br />

la libertad.<br />

CLAVES SIMBOLICAS: UN COFRE, UNAS PIEDRAS Y UNA LLAVE<br />

Chiapas tiene una larguísima historia de convivencia conflictiva entre dos<br />

mundos en permanente contradicción y, al mismo tiempo, en simbiosis.<br />

Entre luchas y luchas, rebeliones indígenas y represiones brutales, las más<br />

extrañas mezclas de creencias, mitos y situaciones van configurando una<br />

mentalidad intercultural, ya occidentalizada o ya indigenizada en continuo<br />

intercambio. Balún-Canán es una buena muestra de esto. La nana trasmite<br />

a la niña y a la familia en general los ancestrales relatos de su tribu<br />

mediante los cuales percibe la realidad, a la vez que invoca la protección<br />

de los santos católicos. Zoraida, junto con el catolicismo, incorpora<br />

prácticas como la cartomancia y la creencia en el poder maligno de los<br />

brujos de Chactajal. La niña y su hermano juegan con las sirvientas a los<br />

colores, y confunden a Dios con el diablo de las siete cuerdas sin poder<br />

delimitar la fantasía de la realidad ni el bien del mal en el relato de Vicenta,<br />

quien les cuenta que Conrado, un niño muy desobediente y malcriado,<br />

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cuando iba a hacer la primera comunión Dios aprovechó para castigarlo<br />

transformando la hostia en una bola de plomo ―el alimento sagrado en<br />

arma mortífera―, por lo que murió asfixiado. Ellos están siendo catequizados<br />

y en breve harán la primera comunión. Después de oír la narración<br />

Mario le dice a la hermana que no quiere hacer la comunión. La niña,<br />

entonces, roba la llave del oratorio familiar donde esta ceremonia se<br />

llevaría a cabo, suponiendo así que impedirá la muerte de ambos ya que<br />

se reconocen como desobedientes, mentirosos y traviesos. En este caso,<br />

intentan engañar a Dios: tarea imposible pues él todo lo ve, lo oye, lo puede<br />

y cobrará su víctima. En el pensamiento mágico de los niños, esta es la<br />

situación a partir de la cual se desarrollarán los acontecimientos de la<br />

tercera parte. Por el lado de Zoraida, informada por la nada de que los<br />

brujos de Chactajal malograrán la vida de Mario, quiere apurar la comunión<br />

para conjurar la maldición contraponiéndole el sacramento cristiano.<br />

En el curso objetivo de la historia, se mezclan pasiones, supersticiones,<br />

perjuicios, discriminaciones diversas como el racismo y el<br />

sexismo, aberraciones múltiples que, en el conjunto de la sociedad, afloran<br />

fácilmente determinando motivaciones y conductas. Todos y todas comparten<br />

agravios reales o supuestos, profecías de distintos credos,<br />

hechicerías, trasvasamientos de creencias. La mentalidad premoderna<br />

convive con la moderna en un inquietante mundo de pulsiones primarias y<br />

razones establecidas que, en el mejor de los casos, constituye un universo<br />

mitopoético de gran potencia artística; pero, en el peor, constituye el núcleo<br />

de tensiones y angustias insuperables que obstaculizan el desarrollo de la<br />

conciencia histórica y la discriminación entre las esferas de la imaginación<br />

y la realidad, lo subjetivo y lo objetivo.<br />

En el caso de la protagonista infantil de Balún-Canán, la madre es<br />

incapaz de contener la angustia de sus hijos, y ayudarlos a desenvolver su<br />

madeja de confusiones. Primero que nada, la madre está igual de confusa<br />

y no posee el único calmante para la angustia: el amor. La nana se ha ido:<br />

su única referencia de orientación. De ella sólo ha quedado su cofre.<br />

En el cuarto de mi nana está todavía el cofre de madera con<br />

su ropa; el tzec nuevo, con sus listones de tantos colores; la<br />

camisa de vuelo; el perraje de Guatemala. Y, envuelta en un<br />

pedazo de seda, las piedrecitas que le traje de Chactajal.<br />

Vuelvo a cogerlas. Las guardo, para que se entibien entre<br />

mi blusa. Después voy a desayunar. (...) Luego, el vagabundeo<br />

solitario por la casa. ¡Qué grande es! (p. 238).<br />

En el régimen de permutaciones simbólicas, por contigüidad y<br />

condensación, el cofre ―seno materno― sustituye el cuerpo y la presencia<br />

de la nana. En la simbología universal, el cofre es un objeto que contiene<br />

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tesoros, materiales o espirituales, e igualmente su apertura puede suponer<br />

revelaciones fundamentales para la vida o para la muerte, desde luego. En<br />

general, puede ser el continente del legado de la tradición y de la Ley,<br />

donde se conserva la memoria y el corazón de una cultura: el conocimiento.<br />

Ejemplo paradigmático es el Arca de la Alianza. 31 Adentro del cofre está<br />

todavía la ropa autóctona de la nana, y envueltas cuidadosamente las<br />

piedrecitas que la niña recogió para ella en Chactajal ―su tierra de origen<br />

amada y temida porque los brujos le atribuyen la traición a su raza: habla<br />

Español, sirve a los blancos, es india aladinada―. En el cofre, pues,<br />

permanecen simbólicamente las edades antiguas, los más remotos<br />

antepasados pero, sobre todo, el amor difícil y transculturado de la nana<br />

por la niña, a través del cual ella ha incorporado su memoria, sus palabras,<br />

sus relatos, su manera mágicamente “literaria” de ver y entender las cosas<br />

del mundo y de explicárselas. El cofre representa la memoria, el corazón―el<br />

amor― y el conocimiento trasmitidos sensible y afectuosamente.<br />

En el mismo orden de encadenamientos simbólicos, las piedrecitas<br />

de Chactajal unen el pasado con el presente, suponen un intercambio de<br />

dones y de vínculos entre la nana y la niña, entre los dos mundos siempre<br />

divididos y siempre constitutivos de la identidad colectiva. La nana<br />

indígena, en esta novela y en general en la familia mexicana mestiza o<br />

criolla, es el vínculo entre los dos mundos, el regazo amado aunque<br />

devaluado que provee las necesidades básicas de los(as) niños(as). En la<br />

novela, el regalo ―las piedrecitas― es regresado a la niña, que lo arropa<br />

ahora en su pecho para darle calor, como hasta aquí lo había hecho la<br />

nana con ella, quien como nodriza la alimentó con la leche de su pecho<br />

moreno. En distintas tradiciones culturales, las piedras no son inertes, en<br />

ellas habitan el alma de los dioses, son animadas, caen del cielo, objetos<br />

celestes de origen meteórico como los “meteoros” ―palabra predilecta de<br />

la niña―, cargados de sacralidad que unen la tierra con el cielo, invocan<br />

también el conocimiento y la fertilidad. En la Biblia, la piedra simboliza<br />

sabiduría. 32 Por otra parte, la niña se mantiene en constante contacto con<br />

la nana en sus ensoñaciones y construcciones imaginarias:<br />

Cuando cierro los ojos en la noche se me representa el lugar<br />

donde mi nana y yo estaremos juntas. (...) Y de pronto mi<br />

nana bajará los párpados y me obligará a bajarlos a mí<br />

también. Porque delante de nosotros estará el viento con su<br />

manto de gala. (...) Oiremos su gran voz, temblaremos bajo<br />

su fuerza. (...) Y mi nana y yo quedaremos aquí sentadas,<br />

cogidas de la mano, mirando para siempre. (pp. 246-247, el<br />

énfasis es mío).<br />

31<br />

Cfr. Chevalier. Op. cit., p. 315.<br />

32<br />

Cfr. Ibid., pp. 827 a 834.<br />

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Parece evidente que entre ambas, se abre un espacio sacralizado<br />

de contemplación, relacionado con las fuerzas de la naturaleza, con lo<br />

telúrico benéfico y respetado. La niña, obviamente, se identifica con esta<br />

tradición indígena en oposición al Dios castigador, al Cristo sacrificado y<br />

sangrante que le produce horror en las iglesias, con la tradición católica<br />

que rígidamente separa el bien del mal, excluye e incluye en función de<br />

una normatividad casi siempre incomprensible. En lo citado, se aprecia un<br />

espacio de paz, reverencia y adoración, mediante las amorosas manos<br />

unidas de la niña y la nana: un espacio de trascendencia humanizada.<br />

Por el contrario, en la progresión narrativa de la tercera parte, la<br />

realidad que está por delante es la comunión, supuestamente salvífica, que<br />

no obstante implica en el imaginario de los niños, la muerte.<br />

Mario y yo nos quedamos contemplando como hipnotizados<br />

ese pedazo de fierro que separa el oratorio de nosotros, del<br />

día de nuestra primera comunión. Empujada por un impulso<br />

irresistible fui y arranqué la llave de la cerradura.<br />

Mario retrocedió espantado.<br />

No quiso acompañarme. Se quedó allí mientras yo iba, sin<br />

testigos, a esconder la llave en el cofre de mi nana entre su<br />

ropa y las piedrecitas de Chactajal. (p. 263).<br />

Estamos en el capítulo XII de la tercera parte: la niña comete una<br />

transgresión contra Dios. En el capítulo XII de la segunda parte, Ernesto<br />

ofende a los indios presentándose borracho en la escuela, maltratando a<br />

un niño, renunciando a seguir impartiendo clases inexistentes porque no<br />

tiene nada que enseñarles. En el XII de la primera parte, otro indio que se<br />

atreve a hablar en español, es ridiculizado en la Feria al extremo que al<br />

subirse a la rueda de la fortuna, se le expone a un accidente no ajustándole<br />

la barra que debía detenerlo. La nana llora. Ahora la niña no interrumpe su<br />

dolor por el ser humillado, igual que ella, en las actividades públicas de la<br />

sociedad comiteca. La niña, igual que los indígenas, es también un ser<br />

excluido socialmente: en su caso por pertenecer al género femenino. Un<br />

ser prescindible, siempre al borde de una amenaza de muerte dentro de un<br />

mundo de pertenencia que tampoco comprende. La llave robada, implica<br />

un desafío a la religión dominante: ella quiere vivir y salvar a Mario.<br />

La llave, como sabemos, en el lenguaje de los símbolos supone<br />

tener el Poder, conferido en el catolicismo a San Pedro para abrir o cerrar<br />

las puertas del cielo, para enviar al infierno a los pecadores. Es símbolo,<br />

pues de dominio y poder de decisión. 33 La llave es escondida en el cofre<br />

de la nana: en su simbólico seno materno dador de vida, se reúne con las<br />

piedrecitas de Chactajal. Aquí la niña ejerce también su poder de decisión<br />

33<br />

Cfr. Ibid., pp. 669 a 671.<br />

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por lo menos en su imaginación simbólica, para unir lo dividido, lo<br />

evidentemente antagónico en términos históricos. Dentro de ella, “no hay<br />

olvido” ni tampoco exclusiones. Las piedrecitas le confieren sabiduría, las<br />

llaves le dan el poder de abrir y cerrar según su albedrío. Es decir, de<br />

afirmarse en el mundo como un ser responsablemente autónomo: ¿dones<br />

conferidos por “el poder” del amor de la nana, por su imaginación creadora,<br />

por su afirmación como ser en el mundo con derecho a la palabra y a la<br />

memoria, a pesar de su doble devaluación social en cuanto mujer e india?<br />

Pero las cosas se complican. Mario, más convencional que la niña,<br />

no la acompaña en la transgresión. Claudica, siente terror ante el robo de<br />

la llave, desea devolverla. La niña, por el contrario, cada vez se afirma más<br />

en su decisión de “salvarse”. Si él no puede, podrá ella, aunque siente que<br />

está traicionando a Mario:<br />

Y Mario apretando los dientes, resistiendo enmedio de sus<br />

dolores y pensando que yo lo he traicionado. Y es verdad.<br />

Lo he dejado retorcerse y sufrir, sin abrir el cofre de mi nana.<br />

Porque tengo miedo de entregar esa llave. Porque me<br />

comerían los brujos a mí; a mí me castigaría Dios, a mí me<br />

cargaría Catashaná. ¿Quién iba a defenderme? Mi madre<br />

no. Ella sólo defiende a Mario porque es el hijo varón. (p.<br />

279).<br />

Todo está decidido, Mario morirá no se sabe bien si por apendicitis o por<br />

pánico. La niña, en sus sentimientos, hereda otra culpa: condenar a Mario<br />

con su decisión y sobrevivir ella. Tendrá que reparar esta falta. También lo<br />

hará simbólicamente restituyéndole a Mario la llave en su tumba, lo que<br />

sucederá en el capítulo XXII cuando visita el cementerio. (Cfr., p. 290).<br />

Antes de marcharse cumple su deuda:<br />

Pero antes dejo aquí junto a la tumba de Mario la llave del<br />

oratorio. Y antes suplico, a cada uno de los que duermen<br />

bajo su lápida, que sean buenos con Mario. Que lo cuiden,<br />

que jueguen con él, que le hagan compañía. Porque ahora<br />

que ya conozco el sabor de la soledad no quiero que lo<br />

pruebe. (p. 290, el énfasis es mío).<br />

La soledad es la consecuencia de su transgresión-afirmación, de su deseo<br />

de vivir, también del cambio de estado de la dependencia a la<br />

independencia con respecto a sus actos. Soledad y libertad se equiparan.<br />

Pero ¿qué pretende al devolverle la llave a Mario difunto, qué pretende que<br />

haga con ella? Tal vez abrir el reino de los cielos, su cielo al cual le mantuvo<br />

lealtad a pesar de la ambivalencia de sus sentimientos. Él fue el sacrificado.<br />

Ella seguirá en la encrucijada existencial entre la tierra y el cielo, sea esto<br />

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lo que signifique. Asumiendo como la nana su condición humana e<br />

histórica, en los estrechos márgenes de la fractura entre los dos mundos<br />

que constituyen la nación. Sin embargo, la niña accede al enorme espacio<br />

de la imaginación simbólica y literaria.<br />

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Orlando Betancor<br />

Universidad de la Laguna, España<br />

<br />

INTRODUCCIÓN<br />

Este ensayo analiza el tema del infinito poder del amor en la novela<br />

Sayonara, Mio (Ima, ai ni yukimasu), escrita por el autor japonés Takuji<br />

Ichikawa en el año 2003. Asimismo, en esta emotiva historia, repleta de<br />

tintes autobiográficos, se abordan diferentes aspectos como son la inexorabilidad<br />

del destino, la nostalgia de un tiempo perdido que no puede volver<br />

y el dolor por la desaparición de los seres queridos. Entre lo real y lo<br />

imaginario, el pasado y el presente, la alegría y la tristeza, el escritor ha<br />

planteado en esta obra, llena de intimismo y sensibilidad, una sutil reflexión<br />

sobre la existencia humana y el triunfo del amor sobre la presencia de la<br />

muerte. El término “sayonara”, incluido en el título de la edición española,<br />

alude en japonés a una despedida definitiva, a un adiós para siempre.<br />

Aproximadamente un año después del fallecimiento de Mio, su<br />

marido Takumi y Yuji, su hijo de<br />

seis años, llevan una vida triste y<br />

desordenada. A este joven padre<br />

le resulta bastante complicado<br />

realizar las labores mínimas necesarias<br />

para ocuparse de su hogar,<br />

de su vástago y de sí mismo,<br />

debido a sus trastornos emocionales<br />

que limitan por completo su<br />

realidad cotidiana. Pasa las horas<br />

escribiendo una novela sobre su<br />

mujer, su vida en común y la hipotética<br />

existencia de ésta en el más<br />

allá. Poco antes de su partida, Mio<br />

les había hecho una promesa:<br />

“Pronto ya no estaré con vosotros,<br />

pero cuando llegue la estación de<br />

las lluvias, volveré para ver cómo<br />

os va”. Así, un día lluvioso del mes<br />

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de junio, padre e hijo están dando un paseo por un bosque, cerca de una<br />

vieja fábrica abandonada, cuando encuentran frente a ellos la imagen de<br />

su esposa desaparecida. Esta figura espectral es igual que Mio, aunque un<br />

poco más joven. Posee los dos mismos lunares en la oreja derecha que<br />

ésta e idéntica apariencia, pero carece totalmente de memoria. El<br />

protagonista convence a esta mujer de que ella es en realidad su consorte<br />

y comienza con entusiasmo a reintegrarla a su antigua vida. En un<br />

principio, Takumi se comporta como si ella hubiera estado enferma y la<br />

amnesia fuera producto de una conmoción cerebral, consecuencia de una<br />

caída. Esta fémina se siente confundida ante una multitud de interrogantes<br />

que no logra comprender y contempla con extrañeza las dificultades de<br />

Takumi para cuidar de su casa y del pequeño. Su mujer ha regresado para<br />

estar con ellos, tal y como prometió, pero sólo hasta el final de dicha<br />

estación, momento en que habrá de retornar al lugar de donde ha venido.<br />

Pasarán aún muchos días juntos, y ella debe explicarles multitud de<br />

aspectos necesarios para la vida diaria antes de despedirse<br />

definitivamente de sus seres queridos.<br />

CAPACIDAD DE SACRIFICIO<br />

En primer lugar, encontramos en esta novela a la figura de Takumi Aio,<br />

personaje principal y narrador de esta obra, un hombre de 29 años,<br />

apocado y sencillo, que padece un grave trastorno de ansiedad. Este<br />

padecimiento ha condicionado su vida desde temprana edad y los<br />

síntomas de la enfermedad empeoran tras la muerte de su esposa. Los<br />

ataques de angustia afectan a su existencia diaria y es incapaz de subirse<br />

a un medio de locomoción, a un ascensor o a edificios altos. Tampoco,<br />

puede ir al cine, al teatro, a conciertos o a bodas, sin experimentar un<br />

terrible agobio. Además, este personaje se preocupa en exceso por todo y<br />

siente una enorme inquietud ante cualquier situación. Sufre crisis de pánico<br />

y sus obsesiones irracionales dominan por completo su mente. Él muestra<br />

una escasa confianza en sí mismo y en sus posibilidades de futuro. Las<br />

personas que le rodean le subestiman más de lo que debieran y le tratan<br />

como si fuera un discapacitado. Así, el protagonista dice lo siguiente: “A<br />

veces me considero un delicado animal vegetariano al borde de la<br />

extinción”.<br />

Tras el fallecimiento de su mujer, este personaje se sumerge en un<br />

profundo abatimiento y se siente perdido sin su presencia física, pues no<br />

concibe la existencia sin ella. Después, su vida da un drástico giro cuando<br />

contempla en el bosque la imagen resucitada de su esposa. En ese<br />

momento, padre e hijo hacen un pacto de silencio para evitar que este ser<br />

“espectral” regrese nuevamente al más allá. Así, quieren hacer creer a esta<br />

joven que siempre ha vivido con ellos y que ha estado enferma durante<br />

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unos meses. Takumi sabe que el tiempo de estancia de su pareja en este<br />

mundo es breve y recuerda siempre sus palabras: “Volveré con la estación<br />

de las lluvias. Sí, vendré de visita con las lluvias, para asegurarme de que<br />

os las arregláis sin mí, y entonces, antes de que llegue el verano, me iré<br />

de nuevo. Ya sabes que no puedo soportar ese calor”.<br />

A lo largo de la novela, el protagonista le va narrando a esta<br />

muchacha detalles de su vida, de su infancia y de su familia. Además, le<br />

relata su agridulce historia de amor, un romance marcado por la atracción<br />

y el distanciamiento. Cuando ella y Takumi se conocieron tenían sólo<br />

quince años y estudiaban en el mismo instituto. Mio era una joven seria,<br />

alta y delgada, con gafas de montura plateada y con el cabello muy corto.<br />

El personaje principal de esta historia siempre se sintió atraído por ella,<br />

pero era un chico demasiado tímido y reservado para mostrarle sus<br />

sentimientos abiertamente. A partir del día de su graduación, se establece<br />

un mayor acercamiento entre ambos y ella va tomando posiciones en la<br />

danza de la seducción. Después de varias citas, espaciadas en el tiempo,<br />

nace entre ellos un verdadero amor. Luego, Takumi comienza a mostrar<br />

síntomas de un serio trastorno emocional y debe abandonar sus estudios<br />

superiores. En ese momento, él se siente incapaz de entregarse plenamente<br />

a esta muchacha, debido a sus problemas y limitaciones, transformadas<br />

en barreras infranqueables que le alejan de esta joven. Además,<br />

considera que ella sería más feliz en compañía de otro hombre y decide<br />

acabar con esta historia de amor para que ella pueda seguir su propio<br />

camino. Al año siguiente, cuando ya han cumplido los 21, las<br />

circunstancias de la vida les vuelven a reunir. Ella persevera en su empeño<br />

de conseguir su afecto y terminan casándose poco después. Desde ese<br />

instante, Mio vive totalmente pendiente de su marido y de su hijo.<br />

A medida que transcurre este relato, Takumi se va enamorando<br />

nuevamente de su mujer, la cual es totalmente receptiva a sus sentímientos.<br />

Asimismo, rememora con profunda nostalgia los instantes más<br />

bellos de su relación, considerada por éste como la etapa más hermosa y<br />

feliz de su vida. Finalmente, este hombre encuentra las claves que explican<br />

el enigmático regreso de su esposa y abre su mente a un amor más fuerte<br />

que el tiempo y los designios del destino. Junto a la figura de Takumi,<br />

encontramos la imagen de su hijo Yuji, un niño cariñoso, inteligente y<br />

abierto. Es un chico que posee una personalidad muy acusada para su<br />

edad. Tras escuchar un comentario de un miembro próximo a su familia, el<br />

pequeño se sentirá culpable por la prematura muerte de su progenitora,<br />

pues las condiciones de su alumbramiento pudieron causar sin quererlo su<br />

posterior fallecimiento. En verdad, su madre tuvo una serie de trastornos<br />

que la dejaron debilitada en el momento del parto y muchos de sus órganos<br />

internos dejaron de funcionar correctamente, pero Mio recuperó la salud<br />

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tiempo después y llevó una vida completamente normal. De esta manera,<br />

no se puede establecer una relación directa entre el parto del niño y la<br />

muerte de su progenitora cinco años más tarde. También, a través de las<br />

páginas de este libro, conocemos la percepción de la realidad del menor y<br />

su infinita curiosidad infantil. Además, vislumbramos en esta obra la<br />

presencia del maestro Toyama, un anciano sabio y pragmático, el cual<br />

añora la imagen de la mujer a la que amó en su juventud. Takumi y su<br />

esposa solían reunirse con él con regularidad y éste trataba a Mio como si<br />

fuera su nieta. Cuando la muchacha vuelve a esta realidad, se encuentra<br />

de nuevo con ella y ayuda al protagonista en sus objetivos. Poco después,<br />

este hombre sufre un accidente cerebral que le ocasiona una parálisis<br />

parcial de las extremidades inferiores y será ingresado en un lejano<br />

hospital. Frente a estos personajes masculinos, encontramos la imagen de<br />

Mio, una mujer sencilla, discreta y práctica. Tras su regreso, se enamora<br />

nuevamente de su esposo y se siente dichosa de haber vivido su vida tal y<br />

como ha sido. En esta última etapa, todos sus esfuerzos se encaminan a<br />

lograr que su marido y su hijo lleven una existencia lo más normal y<br />

ordenada posible.<br />

LOS FÉRREOS LAZOS DEL AMOR<br />

El tema central de este libro es el poder del amor, que dura más allá de la<br />

muerte, convertido en un vínculo eterno que es capaz de superar el tiempo<br />

y el olvido. Asimismo, esta obra indaga en el valor de la memoria y del<br />

recuerdo: Takumi escribe la historia de su mujer para su vástago, al que<br />

quiere transmitir la imagen de su progenitora para que ésta no se<br />

desvanezca nunca de su mente. De esta manera, antes de que sus momentos<br />

de felicidad se borren para siempre, quiere transformarlos en<br />

palabras: “Perder la memoria significa que no puedes vivir de nuevo<br />

aquellos días. Es como si la vida se te deslizara entre los dedos”. Junto a<br />

este aspecto, encontramos la visión del más allá que se aprecia en la<br />

descripción, que realiza el protagonista a su hijo, de un lejano planeta<br />

imaginario, donde habitan las almas de los que abandonan el universo<br />

terrenal. Este cuerpo estelar se convierte en objeto de evocación de los<br />

ausentes, mientras son recordados en la tierra por sus seres queridos.<br />

Asimismo, el final de la existencia humana se observa en la visita que<br />

realiza la pareja a una ciudad cercana, durante la celebración del “Obon”,<br />

festival en conmemoración de los difuntos en Japón. También, se aprecia<br />

en esta novela el delicado aroma de la nostalgia, elemento constante en<br />

sus páginas, que se manifiesta en los recuerdos de Takumi que rememoran<br />

un pasado añorado que permanece vivo siempre en su pensamiento.<br />

Además, encontramos la fuerza inexorable del destino que consigue reunir<br />

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a los miembros de esta pareja, dándoles una nueva oportunidad para<br />

encontrar la felicidad.<br />

De especial interés, en esta novela, son las limitaciones que sufre<br />

el protagonista, basadas en las propias experiencias personales de su<br />

autor. Así, Takuji Ichikawa dice sobre sí mismo lo siguiente en el epílogo<br />

de esta obra: “En cuestiones de personalidad, pertenezco claramente a la<br />

minoría. Creo que en toda sociedad debe haber personas como yo, a las<br />

que resulte difícil controlar sus sentimientos. Tales son las personas que<br />

mejor podrán comprender las acciones de mi personaje principal”.<br />

Igualmente, este texto analiza los vínculos emocionales de su autor con su<br />

progenitora y su mujer, que se reflejan en este libro a través de los<br />

personajes de Yuji y Takumi: “Mis relaciones con mi madre y mi esposa<br />

constituyen la base de esta obra. Mi madre arriesgó su vida por traer un<br />

hijo al mundo. En última instancia, el parto supuso un deterioro de su salud<br />

y luego cambió enormemente su vida. ¿Cómo debería abordar esa<br />

cuestión, yo, que soy ese hijo? ¿O qué decir de mi esposa, que decidió<br />

pasar su vida con un hombre como yo, con tantos defectos?”. De la misma<br />

manera, el sutil juego de palabras entre el nombre del autor, Takuji, y el<br />

patronímico del protagonista, Takumi, permite establecer un paralelismo<br />

entre ambos.<br />

CONCLUSIONES<br />

Sólo mes y medio después de su retorno y dos días antes de que finalizara<br />

la estación de las lluvias, Mio emprende el camino de regreso al lugar de<br />

donde procede. En este período, ella y su marido se han enamorado<br />

nuevamente y se han convertido en amantes. En un paseo por el bosque,<br />

junto a la vieja fábrica, en el mismo punto donde se reencontraron, ella<br />

siente cercana su partida definitiva. La joven se muestra tierna y serena en<br />

este instante y le indica a su marido el camino a seguir. Le promete volver<br />

a reunirse algún día, en otro lugar, y le expresa su inmensa dicha por el<br />

tiempo que han vivido juntos. Finalmente, Mio desaparece en ese momento<br />

ante su vista como una exhalación.<br />

Tras su marcha a un universo desconocido, el padre y su hijo, completamente<br />

desolados, retornan a su existencia cotidiana. Luego, Takumi<br />

realiza un viaje en tren, el primero en muchos de años, para ver al anciano<br />

maestro en el hospital. En ese momento, el profesor busca en un cajón y<br />

le da una carta, escrita por Mio, justo antes de su fallecimiento, y que ésta<br />

le pidió que entregara a su marido al cabo de un año, una vez finalizada la<br />

estación de las lluvias. Tras leer la misiva, el protagonista entiende realmente<br />

el enigma que rodea el regreso de su esposa a este mundo. Así, un<br />

día de junio, cuando Mio tenía 21 años y se encontraban distanciados el<br />

uno del otro, la atropelló un vehículo durante su trayecto cuando volvía en<br />

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bicicleta hasta su casa. En este momento, sufre una conmoción cerebral y<br />

pierde la memoria. Luego, mientras estaba inconsciente en una clínica,<br />

emprende un sorprendente viaje en el tiempo: un salto hacia un futuro<br />

situado ocho años más tarde. En esa nueva realidad, se encuentra con su<br />

marido de 29 años y su hijo de seis. Cuando regresa a su verdadero<br />

tiempo, tras su despedida junto a la antigua fábrica, es decir a su pasado,<br />

sigue teniendo 21 años, no recuerda nada de este periplo singular y sigue<br />

distanciada de Takumi. Poco después, recupera plenamente los recuerdos<br />

de esta etapa de lo que será su existencia futura. A continuación, decide<br />

llamar a Takumi por teléfono y le deja el siguiente mensaje: “Tengo algo<br />

que decirte. Llámame, por favor. Te esperaré indefinidamente”. A partir de<br />

ese instante, su destino se cumplirá inevitablemente y ella será totalmente<br />

consciente de las circunstancias que viviría en el mañana, pero decide<br />

seguir hacia adelante con entereza y valentía.<br />

Después de la partida definitiva de su mujer, Takumi va superando<br />

lentamente sus problemas y se las arregla mejor que antes. Por su parte,<br />

su hijo mantiene vivo el recuerdo de su madre a través del cuidado diario<br />

de una planta del género Epimedium, de la variedad Kaguya-hime, comprada<br />

en el exterior del jardín botánico un día en el que él y sus padres<br />

fueron a visitarlo. Esta especie vegetal sirve para establecer un vínculo de<br />

unión entre la figura de Mio y la protagonista de la antigua leyenda del<br />

folclore japonés titulada El cuento del cortador de bambú (Taketori<br />

Monogatari). El personaje central del mismo es Kaguya-hime, una niña que<br />

provenía de la luna, la cual fue encontrada por un anciano, Taketori no<br />

Okina, en el interior de un tronco de bambú. Este hombre decide recogerla<br />

y llevarla a su casa junto a su esposa. Al final del relato, la muchacha<br />

regresa a su lugar de origen un día de luna llena.<br />

El estilo narrativo de este autor es sencillo y ligero, con un sutil<br />

sentido del humor. En este libro, hábilmente escrito, destaca la interesante<br />

descripción psicológica del protagonista y la manera en que éste se<br />

relaciona con su entorno. Asimismo, este personaje se comunica con su<br />

hijo, para hacer más fáciles sus explicaciones, a través de un lenguaje<br />

coloquial, lleno de imaginación e ingenuidad. También nos sorprende la<br />

ternura con la que este escritor describe los momentos de intimidad de la<br />

pareja. Igualmente, sobresale su forma de representar determinados<br />

ambientes como la vieja fábrica del bosque, el exterior de la casa del<br />

maestro Toyama y la atmósfera envolvente del jardín botánico. Entre<br />

algunas de las sugerentes metáforas que presenta esta novela se<br />

encuentra la siguiente: “Caminamos por un paisaje que parecía teñido con<br />

tinta china aguada. La luna menguante pendía sobre las copas de los<br />

árboles y rielaba en el agua de los arrozales rizada por la brisa”.<br />

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El autor hace constantes referencias en esta novela a obras de la<br />

literatura infantil a través de los libros de Michael Ende, tales como Jim<br />

Botón y Lucas el maquinista, Momo o La historia interminable. También,<br />

menciona a diferentes escritores como John Irving, Kurt Vonnegut o Alan<br />

Sillitoe. Asimismo, esta obra se ha relacionado con el auge del “pure love”<br />

o “amor puro”, en japonés “jun’ai”, una tendencia sobre temas románticos,<br />

que tiene su reflejo en la literatura y en los programas televisivos, surgida<br />

a finales de la década de los noventa en el país del Sol Naciente. Otros<br />

libros, encuadrados dentro de esta corriente y traducidos al inglés, son<br />

Sekai no Chûshin de, Ai o Sakebu (Sócrates in love o Crying out Love, In<br />

the Center of the World), escrita por Kyoichi Katayama en 2001 y cuya<br />

adaptación cinematográfica fue dirigida por Isao Yukisada; y Densha otoko<br />

(Train Man), de Hitori Nakano, el cual dio lugar a una conocida serie de<br />

televisión en 2005, realizada bajo la dirección de Shosuke Murakami.<br />

En Sayonara, Mio, una mágica historia de apariciones y reencuentros, llena<br />

de delicadeza y fantasía, Takuji Ichikawa nos ha mostrado valores como la<br />

abnegación, el apoyo y la entrega mutua en el seno de la pareja.<br />

Igualmente, en esta conmovedora novela, su autor nos ha aportado su<br />

personal visión sobre la capacidad del ser humano de sobrellevar la<br />

adversidad y el infinito poder del amor que es capaz de superar todas las<br />

barreras.<br />

EL AUTOR DE LA OBRA<br />

Takuji Ichikawa nació en Tokio, Japón, en 1962. Es<br />

licenciado en Económicas por la Universidad de Dokkyo y<br />

pronto decidió dedicarse a la literatura. En 1997 comenzó<br />

a publicar sus relatos en Internet y, animado por la enorme<br />

repercusión conseguida, hizo su debut en 2002 con su<br />

libro Separation, que se convirtió en un gran éxito de<br />

ventas. Su esperada segunda novela y objeto de este<br />

estudio, Sayonara, Mio, logró un extraordinario triunfo comercial, ha sido<br />

traducida a distintos idiomas, dio lugar a un “manga” y ha sido llevada a la<br />

gran pantalla. La adaptación fílmica de la misma es Ima, ai ni yukimasu, en<br />

inglés Be With You, primera película del aclamado realizador televisivo<br />

Nobuhiro Doi y protagonizada por Yuko Takeuchi, Shido Nakamura y<br />

Akashi Takei. El guión es obra de Yoshikazu Okada y su director de<br />

fotografía es Takahide Shabanishi. Posteriormente, Ichikawa publica Renai<br />

Sashin: Mou Hitotsu no Monogatari (2003), también adaptada al cine<br />

bajo el título de Tada, kimi wo aishiteru (Heavenly Forest), bajo la dirección<br />

de Takehiko Shinjo. A ésta le seguirán Sono Toki Kare ni Yoroshiku (2004)<br />

y Oboete Itene (2004).<br />

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BIBLIOGRAFÍA<br />

ICHIKAWA, Takuji: Sayonara, Mio. Madrid: Alfaguara, 2011.<br />

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Michel Torres<br />

El Colegio de México<br />

<br />

Benjamin Moser.<br />

Why this world. A biography of Clarice Lispector.<br />

Oxford University Press, 2009, 479 páginas<br />

Desde luego que es muy posible que no haya sucedido de este modo, pero<br />

bien podría haber sido: un día, un lector se asoma a la obra de una<br />

escritora que le han recomendado, y queda absolutamente prendado de lo<br />

que está leyendo. La impresión que la lectura causa en él es tan poderosa<br />

que lo llevará a rastrear por todos los rincones del mundo las huellas de<br />

quien fue capaz de crear ese mundo propio y el origen de cada uno de los<br />

elementos de los que está compuesto.<br />

El lector es Benjamin Moser, crítico<br />

literario y traductor; la escritora es Clarice<br />

Lispector, una de las figuras literarias<br />

brasileñas más conocidas y al mismo la<br />

más enigmática, y el resultado de ese<br />

ejercicio de investigación son las páginas<br />

de Why this world. A biography of<br />

Clarice Lispector. Meticuloso, sobrio y<br />

generoso, el libro es imprescindible para<br />

quien quiera saber más (o mejor dicho,<br />

saberlo todo) sobre Lispector.<br />

Desde la fotografía que ilustra la portada<br />

el texto hace uso de los alcances míticos<br />

de la autora: una elegante Clarice mira<br />

al lector sin disimulo, invitándolo a participar<br />

del misterio, a descifrarlo. Durante la lectura es evidente que el autor<br />

comparte no sólo los resultados de una investigación desarrollada con<br />

impresionante minuciosidad, también deja ver, con cuidadosa y elegante<br />

redacción, que ha establecido un vínculo con la autora, un genuino interés<br />

que va más allá de la relación, a menudo fría y esquemática, entre un<br />

investigador y su objeto de estudio. Moser comprende muy bien que está<br />

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reconstruyendo la vida de una persona sumamente intrigante, poseedora<br />

de una gran inteligencia y de un enorme talento literario, pero, al mismo<br />

tiempo, una mujer profundamente sensible y vulnerable, que enfrentó<br />

desde el principio de su vida y en múltiples ocasiones dificultades extraordinarias,<br />

circunstancias que en cierta forma se trasladarían a lo literario,<br />

como el autor atinadamente señala a lo largo de toda la obra.<br />

Claya Lispector nació en Podolia, Ucrania, en 1920, unos meses<br />

antes de que su familia, de origen judío, iniciara un proceso de migración<br />

que terminaría en Brasil. La historia de las migraciones judías al paso de<br />

los siglos, pero especialmente en el siglo XX, a menudo es más intrincada<br />

y peculiar de lo que un lector no judío sospecha. Incluso podría pensarse<br />

que, hasta la llamada Segunda Guerra Mundial y el exterminio minuciosamente<br />

implementado por el ejército nazi, Europa era un remanso de paz<br />

para todos los judíos que la habitaban. Por ello, que tantas familias<br />

decidieran abandonar el continente para emprender el larguísimo viaje en<br />

barco y aventurarse a tratar de continuar con sus vidas en un continente<br />

enteramente desconocido, se explica cuando se conocen las terribles<br />

circunstancias que enfrentaban en su lugar de origen, causadas por la<br />

institucionalización de los sentimientos antisemitas que durante siglos se<br />

habían estado acumulando y que en Rusia, todavía sufriendo las consecuencias<br />

de la Revolución, se tradujo en los despiadados pogroms,<br />

ejercicios de limpieza étnica que diezmaron a las comunidades judías de<br />

la región. Así es como la familia formada por Pinkhas Lispector y Mania<br />

Krimgold y sus hijas Leah, Tania y Chaya, escapó primero, y en medio de<br />

enormes dificultades y peligros, hacia Rumania, para luego emprender el<br />

viaje en barco hasta Maceió, una pequeña ciudad al noreste del país,<br />

donde algunos parientes de Mania habían llegado antes, escapando del<br />

mismo conflicto. Al llegar, y para iniciar su nueva vida, cambiaron sus<br />

nombres: sus padres adoptaron los más comunes y latinizados Pedro y<br />

Marieta, respectivamente; Leah se llamó Elisa y la pequeña Chaya sería<br />

conocida en lo sucesivo como Clarice. Solamente Tania mantuvo su<br />

nombre.<br />

Sin embargo, como se fue haciendo tristemente evidente conforme<br />

se adaptaron a su nueva vida y su nuevo hogar, una cosa es estar a salvo<br />

y otra es estar bien. Toda la violencia de la que fueron víctimas y testigos<br />

dejó huellas muy profundas y dolorosas, y tuvo consecuencias que ya no<br />

fue posible remediar. Desde antes de abandonar el viejo continente la familia<br />

había visto desaparecer sus ingresos y, a pesar de todos los esfuerzos<br />

de Pedro, incluyendo mudarse a Recife, en la región de Pernambuco, la<br />

pobreza fue la constante a lo largo de la infancia y adolescencia de Clarice.<br />

Mania llegó a Brasil enferma y su condición se fue deteriorando cada vez<br />

más, hasta su muerte, cuando Clarice tenía nueve años. “Su infancia, con<br />

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su felicidad perdida y sus constantes tragedias nunca abandonaron su<br />

mente” 1 , señala acertadamente Moser, quien sabe aprovechar todas las<br />

fuentes a su disposición: bibliográficas, hemerográficas, epistolares y sobre<br />

todo entrevistas, invaluables testimonios de quienes la conocieron de<br />

forma íntima o no tanto, de miembros de su familia que están al tanto del<br />

peso que Lispector tuvo durante su vida y mantiene todavía en el panorama<br />

cultural de Brasil, que enriquecen el retrato de una mujer que, incluso si<br />

nunca hubiera escrito, habría tenido una vida llena de episodios<br />

interesantes, materia prima de relatos.<br />

Como marco de estas circunstancias personales están los aspectos<br />

sociales de la vida brasileña de la primera mitad del siglo pasado, que<br />

Moser reconstruye con minuciosidad para ubicar los pasos de Clarice: el<br />

discurso nacionalista y conservador de Getúlio Vargas, quien a lo largo de<br />

veinticinco años, aunque con una interrupción importante, estuvo provisionalmente<br />

a cargo del gobierno. A diferencia del proceso independentista<br />

brasileño, ocurrido en el siglo XIX, que fue una transición pacífica, estas<br />

circunstancias políticas son más cercanas a las que sucedían o sucederían<br />

en los países de habla hispana del continente durante las dos décadas<br />

inmediatamente anteriores a la Segunda Guerra: gobiernos nacionalistas<br />

con discursos más o menos velados en contra de las migraciones masivas,<br />

concretamente de comunidades judías, pero que al mismo tiempo los<br />

dejaban establecerse por el impacto positivo que generalmente tenía para<br />

la economía, por no mencionar ciertos aspectos que enriquecían la vida<br />

cultural. A lo largo de su infancia y juventud, y hasta el momento en que<br />

finalmente se le otorga la nacionalidad brasileña en 1943 (condición<br />

obligatoria para contraer matrimonio), Clarice sería testigo de situaciones<br />

más o menos antisemitas, que lo mismo podían tratarse del rechazo de un<br />

cierto grupo de personas que de una política de estado que trataba de acotar<br />

la eufemísticamente llamada cuestión judía. En este sentido, lo que<br />

pasaba en Brasil tampoco estaba tan lejano de cómo se respondía a esa<br />

cuestión en otros países.<br />

La inteligencia y curiosidad intelectual de Clarice le ayudaron a<br />

sobreponerse a sus humildes circunstancias. En este sentido, es particularmente<br />

emotivo el análisis que Moser hace en torno a la forma en que la<br />

niña se ve impactada con la muerte de su madre. A diferencia de la<br />

experiencia de sus hermanas, Clarice la conoció enferma, inmóvil, sobreviviendo<br />

a los estragos de la violencia que en general sufrió la familia en<br />

Ucrania y ella, en particular. En medio de esta espantosa circunstancia, la<br />

pequeña busca desesperadamente la forma de ayudarle, devolverle su<br />

salud: le escribe historias que terminan con un final feliz cuando, de manera<br />

milagrosa, recupera la salud. Desde luego, la realidad no sigue las pautas<br />

1 p. 62. Traducción propia.<br />

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de la ficción, pero la joven y voraz lectora descubrió entonces el poder, a<br />

veces catártico, que tiene la escritura: “creía que los libros eran como los<br />

árboles, como los animales: ¡algo que nacía! Eventualmente descubrí que<br />

tenían un autor. Así que decidí que eso era lo que quería.” 2<br />

El tiempo sigue su curso y la niña Clarice crece al cuidado de su<br />

padre y con su hermana Elisa tratando de suplir la ausencia de la madre.<br />

En 1935, buscando todavía mejores oportunidades para fortalecer la<br />

economía familiar, la familia se mudó a Rio de Janeiro. Alumna sobresaliente,<br />

no tuvo problemas en sus estudios, y desde muy joven supo que<br />

su verdadera vocación estaba en la literatura. Si bien esta decisión no<br />

significa ningún conflicto per se, no deja de ser peculiar que una niña de<br />

trece años tenga tan claro el deseo de integrarse a ese mundo que tanto<br />

la enriquecía, el literario. Como resultado de esta decisión, Clarice empezaría<br />

a publicar desde muy joven, pues entendió muy pronto que el oficio<br />

de escritor requiere una enorme disciplina, y que a menudo la inspiración<br />

enmudece si no se atrapa en el papel. A la par de la decisión vocacional<br />

de la escritora, Moser empieza a señalar un aspecto importante de su<br />

personalidad, y que con el paso del tiempo se haría cada vez más evidente:<br />

una tendencia, no del todo voluntaria, a ensimismarse, resultado desde<br />

luego de las dolorosas experiencias que iba acumulando en su vida,<br />

especialmente el fallecimiento de su madre. Sin embargo, no disfrutaba la<br />

soledad. Podía pensar en sí misma, analizarse, volverse su objeto de<br />

estudio, pero no buscaba aislarse. Además, conforme crecía, se hacía<br />

evidente que se estaba convirtiendo en una mujer de una belleza única.<br />

Todos las que la recuerdan en su juventud coinciden en su enorme<br />

atractivo físico. La autora estuvo siempre consciente de su singularidad,<br />

tanto en el aspecto físico como en el interior, y aunque a menudo le resta<br />

importancia, sabe del enorme atractivo que ejerce entre quienes la<br />

conocen.<br />

En 1937 Clarice ingresó a la Escuela de Derecho en la Universidad<br />

de Brasil. En los años que transcurrieron mientras cursó sus estudios<br />

superiores, se desarrolló una serie de eventos de gran trascendencia:<br />

siendo estudiante comenzó su trabajo periodístico, primero para la<br />

“Agência Nacional”, y a continuación para la revista “A Noite”; en mayo, en<br />

la revista “Pan” apareció su cuento, Triunfo, con lo que comenzaría a<br />

publicar regularmente. En agosto, después de una operación de la<br />

vesícula, falleció su padre, a la edad de 55 años. También en esa época<br />

conoció a uno de sus amigos más queridos, por quien, en un principio, tuvo<br />

sentimientos románticos no correspondidos: Lúcio Cardoso, uno de los<br />

protagonistas más importantes de la escena cultural brasileña del momento.<br />

Moser entiende muy bien la naturaleza de la relación entre Cardoso y<br />

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Lispector: un vínculo afectivo más allá de la amistad, establecido entre dos<br />

figuras cuya afinidad va más allá de lo intelectual y de la capacidad<br />

creativa.<br />

Antes de concluir sus estudios, Clarice conoció al que sería su<br />

marido, Maury Gurgel Valente. Algunos de los aspectos y prácticas de la<br />

religión habían dejado de ser importantes desde la muerte de su padre, por<br />

lo que contraer matrimonio con un gentil no fue un acto de rebeldía, aunque<br />

albergara dudas sobre la institución matrimonial. En esta parte del libro<br />

sería muy fácil apelar a cierto afán de discreción que omitiera circunstancias<br />

tanto personales como familiares que podrían resultar incómodas<br />

en torno a la decisión de Clarice, pero el autor las presenta y analiza con<br />

sobriedad y, lo más importante, sin caer en juicios sentimentales ni<br />

justificaciones. El mismo año en que contrajo matrimonio, su primera<br />

novela, Perto do Coraçao Selvagem vio la luz y tuvo un enorme éxito. La<br />

crítica especializada la recibió con gusto y admiración y lo mismo sucedió<br />

con los lectores. Lispector consolidaba su carrera de escritora, y Maury,<br />

poco tiempo después, daría inicio a su carrera en el servicio exterior, al<br />

otorgársele un puesto consular en Nápoles, a donde llegaron en 1944,<br />

menos de un año antes de que concluyera la Segunda Guerra Mundial en<br />

Europa. Así iniciaba un periodo de distancia de Brasil, cuyo abrupto final<br />

afectó profundamente a Clarice.<br />

Aunque con breves interrupciones, Maury y Clarice pasaron casi<br />

quince años fuera de Brasil. Moser recrea estos años con detalles que<br />

evidencian las múltiples maneras en las que Clarice padeció y resintió este<br />

periodo: lo que empezó con el entusiasmo de una joven esposa de un<br />

diplomático, terminó por convertirse en una obligación agobiante que la<br />

llenaba de aburrimiento y desesperación. Salvo por contadas excepciones,<br />

no encontraba mayor placer en los viajes y las actividades correspondientes<br />

a la esposa de un diplomático; se sentía generalmente a disgusto<br />

en un círculo social que, en su mayoría, estaba rodeado de frivolidades.<br />

Cambiar el escenario europeo por los Estado Unidos (llegaron en 1952),<br />

no cambió en mucho el panorama. Hizo algunos amigos entre la<br />

comunidad brasileña, pero la nostalgia crecía sin que hubiera forma de<br />

mitigarla. El nacimiento de sus hijos fue, en principio, motivo de alegría,<br />

pues, como ella misma declararía, Lispector encontraba una profunda<br />

satisfacción personal en ser madre. Pero incluso en este aspecto de su<br />

vida se vio forzada a lidiar con retos que pondrían a prueba la paciencia de<br />

cualquier persona. Uno de los más dolorosos fue la condición inestable de<br />

su hijo mayor, Pedro, quien desde su adolescencia fue diagnosticado con<br />

esquizofrenia. Eventualmente, Clarice se encontró abrumada y desesperada:<br />

decidió abandonar a Maury y regresó, junto con sus hijos, a Brasil en<br />

1959.<br />

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El regreso al que nunca dudó en considerar su país marcó el<br />

principio de un periodo complejo que abarcaría las dos últimas décadas de<br />

su vida. Mientras en lo profesional retomó con entusiasmo la creación<br />

literaria, al grado de que fuera el más prolífico de su carrera, en lo personal<br />

nuevamente estuvo marcada por situaciones que la entristecían cada vez<br />

más, que la volvieron, en sus propias palabras, “menos conciliadora”. Su<br />

divorcio le provocó un enorme resentimiento hacia Maury, quien contrajo<br />

matrimonio por segunda vez, con una mujer más joven. Mantuvo una<br />

relación con Paulo Mendes Campos, poeta y escritor, casado, con quien<br />

se identificó completamente, como le había sucedido muchos años antes<br />

con Cardoso, en términos de sensibilidad y talento, pero la relación estaba<br />

destinada a durar muy poco. La decepción sentimental, el ensimismamiento<br />

y consecuente soledad contra los que luchó siempre, el desgaste<br />

ocasionado por la enfermedad de su hijo, la muerte de Cardoso, se sumaron<br />

a la que fue la última dificultad, que no pudo vencer: el cáncer.<br />

Clarice Lispector falleció el 9 de diciembre de 1977, un día antes antes de<br />

su cumpleaños que, además, fue en Sabbath, por lo cual fue sepultada,<br />

siguiendo todos los ritos de la religión judía, el 11 de diciembre.<br />

Pero la obra de Moser no concluye con la muerte de la autora: el<br />

relato de vida se enriquece con los paratextos, como las fotografías que,<br />

aunque están en la mitad del libro, le obsequian al lector un atisbo, aunque<br />

breve y apenas suficiente para despertar la curiosidad, de la vida de<br />

Lispector. También resulta sumamente interesante, y sobre todo de gran<br />

ayuda, el esquema genealógico de Clarice que abarca a sus familias<br />

materna, paterna y política; y los mapas que lo anteceden. Todos los elementos<br />

para formarse una imagen más clara de la escritora, dispuestos de<br />

tal forma que, lejos de agotar al lector, le dan razones, por si acaso le<br />

hicieran falta, para buscar, como siguiente paso, la cercanía con su obra.<br />

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Emanuel A. Aguilar Villagrán<br />

Universidad Autónoma Metropolitana<br />

<br />

El continuo desarrollo de la tecnología informática ha modificado casi todos<br />

los aspectos de la producción cultural del hombre. Un caso particular es el<br />

que atañe a la industria editorial y los hábitos de lectura del consumidor del<br />

objeto libro. Ya no se trata solamente de mantener informado a un sector<br />

determinado de la población como se<br />

pretende con cualquier texto impreso. Por el<br />

contrario, la dependencia cultural de la www<br />

ha dado paso a la existencia de un usuariolector<br />

participativo, creador textual en algún<br />

sentido no menos positivo.<br />

El eje de análisis y reflexión de Lucía Megías<br />

está compuesto de nueve capítulos que se<br />

integran a partir de tres temas fundamentales:<br />

las complicaciones de acarrear el<br />

surgimiento y adaptación del cambio de un<br />

soporte a otro, las relaciones multidisciplinarias<br />

que el nuevo soporte exige de los<br />

usuarios y, finalmente, la necesidad de comenzar a profundizar en su<br />

aplicación para obtener de éste todas las virtudes que sus precursores<br />

apenas imaginaron en un solo campo de conocimiento.<br />

Es claro para el lector que el ejercicio de lectura es la sucesión<br />

horizontal de una larga cadena portadora de significado. Pero ¿qué sucede<br />

cuando la escritura apoyada por la tecnología digital supera esa cadena<br />

horizontal de producción de sentido y se relaciona con otra que le permite<br />

la inclusión al escritor-lector a todos los niveles del proceso editorial?<br />

Buscar una respuesta desde la visión inclusiva de Lucía Megías resulta<br />

anodino, puesto que el planteamiento principal es invitar al usuario-lector-<br />

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escritor actual a reflexionar sobre las posibilidades apenas exploradas del<br />

nuevo soporte de transmisión y acumulación textual. Continuar con esta<br />

línea significa considerar el cambio de hábito que supone la presencia de<br />

un nuevo soporte, que de paradójicamente no puede contenerse en los<br />

límites de la página impresa y que queda sugerido a través de la parcial<br />

descripción de dos videos y dos textos –“Un video y un texto (a modo de<br />

entrada)”: 11-20; “Un video y un texto (a modo de cierre)”: 135-140– que<br />

abren y cierran los comentarios del autor con respecto a las reticencias que<br />

se presentan en torno al mundo del libro y su final aceptación.<br />

La primera parte del análisis sugiere que hay una vuelta al principio<br />

de la historia. Si una sola persona puede desarrollar la labor de editor,<br />

impresor y librero, y la figura autoral queda sugerida por su independencia<br />

o participación en esa industria debido a su naturaleza y alcances, la<br />

reacción por parte de quienes mantenían la hegemonía debió ser la<br />

imposición de la unidad texto-libro como nuevo modelo de transmisión<br />

textual. Se trata, pues, de reparar en el impacto de la correlación que existe<br />

entre la escritura y el nuevo soporte: a diferencia de la escritura y las<br />

posibilidades de control y censura que permitió en un primer momento la<br />

naciente industria editorial, las nuevas tecnologías, fundamentadas en la<br />

participación activa de los lectores, permiten la apertura del medio de<br />

transmisión de información, gracias a la sencillez que caracteriza su<br />

funcionamiento.<br />

Lo anterior no separa la modernidad de la antigüedad, y eso hace<br />

notable las ideas con las que discute Megías cuando de fijar una base<br />

sólida para argumentar el cambio de paradigma a través del existente<br />

“entre la oralidad y la escritura [en el que] podremos encontrar claves que<br />

expliquen el cambio de paradigma de hoy (analógico) y el mañana (digital)<br />

en la difusión de la información y el conocimiento” (29). Esta relación, en<br />

cuya base se encuentra W. Ong, invita a reconsiderar el dinamismo que<br />

subyace entre lo escrito y la voz, pues en la “tercera oralidad” y en la<br />

“segunda textualidad” (p. 36) se da un intercambio de cualidades que<br />

hacen del entorno digital, no sólo de dinámico por excelencia, sino capaz<br />

de condensar fenómenos de otra naturaleza.<br />

De manera intermedia, el análisis es una revisión de los personajes<br />

más destacados en la historia del hardware, la www. entendida como<br />

soporte y tecnología de difusión “Sobre precursores y otros soñadores” (pp.<br />

39-50), “El ordenador de ordenadores. La red de redes. El buscador de<br />

buscadores. El usuario de usuarios…el hilo de Ariadna” (pp. 51-70). Es<br />

destacable, en este sentido, que la revisión histórica haga presente ante<br />

los ojos del lector aquéllos personajes que han hecho posible lo que un<br />

“nativo digital” da por común. Vannevar Bush, creador del Memex, una vez<br />

terminada la Segunda Guerra Mundial es iniciador de una cadena de<br />

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investigación científica que continúa en Xeox Parc para producir<br />

ordenadores cada vez más eficientes y pequeños; por otro lado, Tim<br />

Barnes Lee, hará posible la existencia de la www abierta y, en el presente,<br />

Larry Page y Mark Zuckerberg facilitarán la ubicación de información y la<br />

comunicación entre usuarios de manera eficiente.<br />

Perfilándose hacia el final, se encuentra desarrollado, bajo el<br />

criterio de confiabilidad, el papel de las Humanidades en la nueva<br />

tecnología y soporte de transmisión semántico que supone la red. Aquí, sin<br />

duda, el filólogo moderno encontrará un campo minado con información<br />

que, fuera de proporcionar respuestas en lo correspondiente a las<br />

actividades relacionadas con su labor, sugiere preguntas para crear<br />

perfiles de trabajo multidisciplinarios. Así, por ejemplo, el Index Tomísticus<br />

de Roberto Busa iniciado en coordinación con IBM en 1949 atravesará un<br />

largo proceso hasta su proyección digital en el 2005.<br />

A estos antecedentes se integra la necesidad de contar con<br />

bibliotecas virtuales, que en palabras de Lucía Megías, es “Organizar los<br />

textos: las bibliotecas digitales” (pp. 89-108). Además de la urgencia de<br />

formar criterios de asociación, selección y presentación de contenidos,<br />

antes que por la gran cantidad de datos que ponen a disposición y que no<br />

siempre son del todo confiables. Grandes proyectos como Europeana,<br />

Hispana, Google Editions, Gallica no distan de ser bibliotecas textuales que<br />

repiten el formato analógico a través del medio digital, aunque comienzan<br />

a experimentar con herramientas de usuario.<br />

Por otro lado, se agradece la revisión de las diferencias básicas<br />

entre textos digitales y textos digitalizados, las cuales radican en su<br />

función, tecnología utilizada y relación con los medios de transmisión:<br />

“Reproducción digital de un manuscrito o libro impreso […] Creación o<br />

digitalización de textos con la pretensión de ser difundidos fuera del<br />

ambiente y de los medios de transmisión digitales, en especial en el medio<br />

impreso: libros, documentos, páginas impresas… […], y por último<br />

tendríamos lo que propiamente sería el texto digital, que utilizaría procesos<br />

de codificación más transparentes, pensados para poder ser visualizados<br />

en la pantalla del ordenador, aprovechando las posibilidades de la<br />

hipertextualidad, de la relación de la información en varios niveles<br />

(estructural y semántico). Lenguajes como HTML, XML o XHTML están en<br />

la base de los hipertextos, de estos textos digitales «propios»” (p. 116). Así<br />

es como “capas de información humana” y “capas de información<br />

matemática” según lo propuesto por María Clara Pixão de Sousa, son la<br />

clave de la conformación del texto digital “cuyo proceso de difusión consiste<br />

en la codificación de la información por los lenguajes artificiales” (p. 114).<br />

Ya no se trata, pues, de privilegiar la acumulación de materiales<br />

frente a la necesidad de crear nodos o adaptar los ya existentes como<br />

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espacios de interacción entre los usuarios y la información. La creación de<br />

la web 2.0, cuyo auge pertenece a las redes sociales y a su peculiar<br />

manera de presentación de contenidos con los usuarios, es la propuesta<br />

renovadora que habrá de experimentar el texto, en continuo proceso de<br />

cambio, para su desarrollo y contribución a nuevos modelos textuales<br />

dinámicos, como el soporte. Sin embargo, bien sea que exista una política<br />

de continencia frente al formato digital que impida sacar ventaja de las<br />

posibilidades que ofrece al medio editorial, también aparecen otras trabas,<br />

económicas fundamentalmente, que impiden la participación de las<br />

instituciones universitarias.<br />

En esta línea, Lucía Megías ha dado seguimiento al tema desde<br />

hace varios años y ha ofrecido en otros artículos descripciones de los sitios<br />

más destacados para la Literatura Medieval y del Renacimiento, por lo que<br />

en el presente estudio no abunda en detalles sobre sitios o links de acceso,<br />

aunque hace referencia explícita a ellos. La intención principal del análisis<br />

es discutir la idea de repetición y de implantación del formato análogo en<br />

el digital, mostrar la relación de la tecnología informática con el texto y dejar<br />

en claro que se vuelve necesaria la participación del usuario- lector,<br />

dinamizar el texto dejando de lado la noción de jerarquía para, finalmente,<br />

dar entrada a la creación de nuevo conocimiento en el área de las<br />

humanidades, como sucedió en la década de los sesentas con las<br />

investigaciones sobre software. Es decir, “el usuario no sólo recibe<br />

información sino que puede introducir la suya al tiempo que opina y valora<br />

la ya existente en la Red, sin olvidar que este proceso de creación/recepción<br />

puede difundirse” (“Las plataformas de conocimiento”, p,<br />

127).<br />

En el apartado “Plataformas de conocimiento” (pp, 129-131) Lucia<br />

Megias argumenta que dentro de este nuevo sistema, una plataforma de<br />

conocimiento establecería perfectamente la relación entre usuarios y<br />

posibilitaría la asociación de información determinando a un tiempo nuevas<br />

formas de acreditarla. Baste con señalar que cada blog, foro o nodo de<br />

discusión está sometido a reglas impuestas por los contenidos que ofrece.<br />

Catalogar un acervo digital no es materia menos importante, sino que está<br />

implícita en la creación de redes temáticas que demanden la participación<br />

de los usuarios especialistas para moderar las discusiones y gestionar el<br />

contenido. Por otro lado, estos espacios de trabajo deben contar con tres<br />

cualidades específicas: la libertad de elección del entorno y herramientas<br />

de trabajo, estar contenidos o asociados con bibliotecas digitales y, por<br />

último, hacer uso de programas y aplicaciones que enlacen, según lo<br />

requiera el usuario, su información con la del resto de la existente sobre el<br />

tema estudiado en la red.<br />

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En conclusión, Elogio del texto digital es un condesando análisis<br />

histórico en el que usuario-lector, “nativo digital” o “emigrante”, especialista<br />

en el área de humanidades o curioso, encontrará una llamada de atención<br />

para participar en la nueva modalidad textual y su práctica de lectura, así<br />

como para reflexionar sobre las virtudes de las herramientas informáticas<br />

en relación con la conservación, creación y difusión de textos, así como en<br />

el papel que desempeñan las instituciones a través de las cuales tiene<br />

acceso. Por supuesto, no es más una proyección para el futuro, sino una<br />

necesidad del presente que es contingente experimentar.<br />

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CREACIÓN LITERARIA<br />

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Juventino Sevilla Pineda<br />

<br />

Un ruido extraño, en mitad de la noche, hizo abrir los papudos ojos al<br />

abuelo. El aire inmóvil tenía pesantez y un olor a cosas viejas, todo cubierto<br />

de polvo e incertidumbre. Encamorrado se levantó a ver de qué se trataba;<br />

pues parecía el ir y venir de una pelota estrellándose contra las paredes de<br />

su viejo jacal. Habrá que recordar que la gente de pueblo se acuesta<br />

temprano para dejar, así, que sus fantasmas regresen. Echándose un<br />

desgastado poncho rojo sobre los vencidos hombros, y buscándose la<br />

cabeza con el sombrero de jipijapa, abrió la apolillada puerta.<br />

Sigiloso, procurando hacer el menor ruido posible, se abría paso<br />

entre las altas milpas, que él mismo había sembrado en torno a su casa.<br />

Tratando de amortiguar las pisadas de sus guaraches de llanta, metiéndolos,<br />

entre la abundante tierra suelta, iba avanzando despacio dentro de<br />

la gruesa niebla. Llegando al punto de origen del escándalo, se vio<br />

impedido para continuar su búsqueda frenética, pues una ancha barda, de<br />

piedra-bola sobrepuesta, se atravesaba en su camino. El ancho pretil<br />

dividía su propiedad de la casa vecina, en cuyo patio parecía que se llevaba<br />

a cabo una especie de contienda. Dicen que con la vejez se pierde el<br />

miedo. Sin darse por vencido recordó, en ese preciso instante, tener una<br />

escalera de madera recargada en algún lugar de la extensa pared. A<br />

tientas, pues para su desgracia esa noche la luna había sido cobijada por<br />

un par de nubarrones negros, logró dar con ella. Arrastrándola entre el<br />

barro fresco la colocó en la base misma de la muralla, y comenzó el penoso<br />

ascenso. Los peldaños crujían lastimosamente a cada paso, rechinando de<br />

una manera horripilante; llegó incluso a pensar que no resistirían su propio<br />

peso, resquebrajándose, en cualquier momento, en mil pedazos. Finalmente<br />

consiguió llegar hasta la cima donde, descubriéndose la cabeza<br />

terregosa, sus ojillos enfocaron entre la penumbra el patio vecino;<br />

encontrándose de frente con un dantesco espectáculo.<br />

Varios hombrecitos, de piel arrugada y baja estatura, surgían de la<br />

niebla como si salieran de la espesura del sueño, enfundados en trajecillos<br />

de brillante satín salpicado de múltiples colores. Corrían en tropel persiguiendo<br />

una pelota. Algunos portaban medievales gorros cónicos, otros<br />

sombreros de tres picos repletos de cascabeles, y un ancho cinturón de<br />

hebilla dorada sobresalía de sus abultadas barrigas.<br />

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Asustado bajó, tan de prisa como se lo permitía la vejez, la desvencijada<br />

escalera. Sentía la cabeza seca, como si se le hubieran agotado los<br />

profundos veneros del pensamiento, cuando se metió cautelosamente en<br />

su jacal. Y sacudiendo a la anciana abuela consiguió al fin hacerla<br />

despertar:<br />

—Abuela, ¿a qué no adivinas lo que acaban de ver mis ojos?<br />

—Viejo, échate a dormir y no me estés chingando.<br />

—En verdad, mujer, acabo de ver dende allá atrás del jacal, en el<br />

patio vecino, unos duendecillos jugando a la pelota. Si vieras las carreras<br />

que pegaban, y lo contentos que se veían. Han de haber venido a enterrar<br />

algún tesoro. Voy a vigilarlos hasta saber el sitio exacto donde lo van a<br />

ocultar, ¡ya verás que de esta nos hacemos ricos! Aluego regreso.<br />

Fue lo último que alcanzó a escuchar la avejentada humanidad de<br />

la ancianita, perdiéndose al instante en un cúmulo de ronquidos. El abuelo<br />

se colocó, de nueva cuenta, el sombrero de jipijapa y salió feliz cargando<br />

en la bolsa del pantalón una anforita con cinco dedos de aguardiente; del<br />

refino, quesque para el frío.<br />

Después de un par de horas, al fin, reaccionaba la vieja abuela.<br />

Primero abrió uno de los ojos, irrumpiendo la piel rugosa de su cara,<br />

después el otro afloró justo a un lado de la nariz, esta gran nariz que nacía<br />

en el entrecejo y se echaba al frente sobre la cara, para finalmente abrir las<br />

fauces de la boca desdentada. En un descuido se le fue un bostezo que<br />

más pareció un pequeño aullido. Casi de inmediato notó la incróspita<br />

ausencia a su lado, al tiempo que se le resbalaba en el oído la voz de la<br />

duda.<br />

—¡Ah Dio!, ¡dónde se habrá metido este viejito pendejo! —los<br />

recuerdos se agolparon—. De seguro salió a embriagarse con el pretexto<br />

de vigilar a esos pinches duendecillos.<br />

Ya en pie, junto al camastro, la anciana beata orgullosa de sus<br />

escapularios y rezos, buscó el viejo rebozo, de bolita, cribado de agujeros.<br />

Embozándose la cabeza y la cara abrió la puerta, esperando recibir el<br />

choque del sereno en pleno rostro y la miseria harapienta que se escondía<br />

por los rincones. Era la hora en que los gallos aún tartamudeaban cuando<br />

iba avanzando, lentamente entre la bruma del amanecer, soportando el frío<br />

que le mordía los huesos hasta la médula, con aquellos sus helados<br />

colmillos invisibles. Todo lo miraba con cansancio desde sus ojos sin<br />

infancia.<br />

—¿Abuelo, dónde te has metido?, ¡zoquete, ven acá! ¡Que te<br />

andas buscando una pulmonía cuata!<br />

En llegando hasta el sitio donde arrancaba la barda de piedra, se<br />

encontró con el poncho rojo del abuelo revolcado al pie de la escalera.<br />

Agarrándose como gato, haciendo mil malabares, comenzó a subir los<br />

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delgados peldaños. Al llegar a la cima, sorprendida, divisó al grupo de<br />

duendecillos, que en animada chorcha corrían tras la pelota, yendo de aquí<br />

para allá, pateándola alegremente. Y en uno de esos lances la dichosa<br />

pelota fue a caer junto a la barda, justo por debajo de donde la abuela,<br />

burriciega, vigilaba la escena. La cruda luz de la alborada daba a las cosas<br />

una claridad de detalle.<br />

—Con que el abuelo no mentía, ¡vaya que son duendecillos!, y<br />

cómo se ríen los muy cabrones…<br />

No completó la frase. Al mirar detenidamente la pelota, su garganta<br />

dejó escapar un escalofriante grito de horror —que hizo esfumarse al<br />

instante, en el aire, al grupo de enanillos—, pues lo que parecía una pelota<br />

era en realidad la cabeza degollada del abuelo.<br />

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Belén Nasini Jasiner<br />

<br />

La fatiga y el agotamiento poseían su cuerpo. Los terribles recuerdos<br />

inundaban su mente. Demasiado recientes la tierra y la sangre, también el<br />

oscuro sacrificio y el penoso viaje de regreso. Sus fuerzas estaban<br />

prácticamente agotadas. Arrastraba su ánimo por los suelos, trayéndolo<br />

tras de sí a los tirones, sometiendo a la más dura de las pruebas a su<br />

vejada voluntad.<br />

Cada paso que daba lo alejaba un poco más de la fatídica guerra<br />

que había puesto fin a la vida de tantos de sus valerosos amigos. Muchos<br />

de ellos habían muerto en combate. Y otros tantos habían perecido en el<br />

trayecto de regreso. Pero él aún vivía. Y sus pies, aunque cansados,<br />

todavía lo obedecían.<br />

Divisó su hogar a lo lejos. Se alzaba intemporal frente a sus ojos,<br />

resplandeciente bajo la luz de la aurora. Las columnas que sostenían su<br />

techumbre lucían más robustas que nunca y los bajorrelieves que<br />

decoraban su fachada se apreciaban en toda su riqueza. Entonces pensó<br />

que el esplendor de aquel ostentoso edificio contrastaba graciosamente<br />

con su penoso estado. Pero pronto sería, una vez más, digno rey de su<br />

palacio.<br />

De pronto la estática majestuosidad de aquella deslumbrante<br />

imagen se quebró con la estridencia de un grito: “¡Señora! ¡Señora! ¡El rey<br />

ha vuelto! ¡El rey ya está aquí!”. Al oír estas palabras sintió que su vista se<br />

nublaba, pues las lágrimas inundaban sus ojos, y que el corazón le latía<br />

con tanta fuerza que tuvo que llevarse las manos al pecho para contenerlo<br />

dentro de sí. Las antaño vigorosas piernas entonces le flaquearon y hubo<br />

de arrojarse al suelo a esperar que los suyos acudieran en su ayuda.<br />

“¡Amado esposo mío!”, exclamó su mujer mientras se acercaba a<br />

toda velocidad. “¡Por fin has regresado! ¡Has vuelto! ¡Ya estás aquí! ¡Has<br />

sobrevivido! ¡No te imaginas cuánto te he echado de menos! ¡Y también<br />

tus hijos! ¡Qué contentos van a ponerse cuando te vean! ¡Oh, dichosa de<br />

mí!”. Y él no pudo más que sonreír, pues, finalmente, sus hazañas eran<br />

coronadas con la felicidad. “Los esclavos te conducirán hasta el interior de<br />

la casa y allí te prepararé un relajante baño para que olvides tus penas y<br />

sientas otra vez el calor del hogar”, prometió ella.<br />

Sus dos mejores servidores se aproximaron tímidamente, pero él<br />

asintió con la cabeza y ellos, perdiendo su timidez pero conservando su<br />

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respeto, lo tomaron por debajo de los hombros con delicadeza, lo<br />

levantaron del suelo y lo llevaron con mucho cuidado y paciencia hasta el<br />

interior de su morada. Ellos estaban francamente contentos de volver a ver<br />

a su amo con vida y él, a su vez, de comprobar que sus antiguos hombres<br />

continuaban siéndole aún tan fieles. Entonces, habiendo comido y bebido<br />

todo lo que las sirvientas le trajeron, se dirigió al baño donde lo aguardaba<br />

su mujer.<br />

Sus dulces palabras pausadas retumbaron en la habitación de<br />

altos techos: “Acércate, esposo mío, deja que estas manos que antaño te<br />

acariciaron hoy te desnuden y laven tus heridas. Permite que estos dedos,<br />

que tantas veces hurgaron placenteramente en tu piel, desprendan los<br />

jirones de tus descocidas vestimentas endurecidas por la sangre seca”. La<br />

reacción no se hizo esperar. Se aproximó a su mujer, se arrodillo junto a<br />

ella, tomó ambas manos entre las suyas y las besó sentidamente. Aún<br />

podía recordar sus caricias y sus besos, y también el roce de su piel<br />

húmeda, que tantas veces había anhelado durante el asedio.<br />

Las manos de ella se soltaron de las de su esposo y comenzaron<br />

a trabajar con notable destreza. Primero desataron los nudos que le<br />

sujetaban la rotosa túnica de lino. Después arrancaron, con suaves<br />

tironcitos indoloros, los pedazos de tela que se habían quedado pegados<br />

a la piel. Y entonces, una vez más, él estuvo desnudo frente a su amada<br />

esposa.<br />

Su cuerpo presentaba numerosas cicatrices y también heridas aún<br />

abiertas. Sangre vieja y manchas de barro cubrían irregularmente su piel.<br />

Su trabada espalda imponente, la anchura de sus brazos fornidos y sus<br />

piernas marcadas testimoniaban la fortaleza y el poderío del que aquel<br />

hombre había hecho gala hace apenas unos cortos años.<br />

Ella lo guió hasta el interior de la bañera. Una vez sumergido en el<br />

agua tibia comenzó a frotarlo suavemente con una delicada esponja<br />

empapada de un jabón espumoso que exhalaba un exquisito perfume a<br />

flores. Mientras se endulzaban sus sentidos, espió a su mujer de reojo,<br />

que, tras sus espaldas, estaba agachada sobre la tina insinuando sus<br />

encantos. Su rosada piel era aún tersa y sus pequeños pechos se<br />

mantenían todavía firmes. Entonces, envuelto en aquella nube placentera,<br />

no pudo evitar desearla: “¡Oh, amor mío, tu belleza se conserva intacta!<br />

¡Ven aquí! ¡Quítate la ropa! ¡Sumérgete conmigo!”.<br />

Aflojó primero el adornado cinturón que le ceñía el vestido, luego<br />

desprendió el dorado broche que lo sujetaba y, por fin, el fino peplo se<br />

deslizó lentamente por su cuerpo hasta detenerse sobre el suelo. Sus<br />

pequeños pies se liberaron del enredo de la seda y marcharon hasta el<br />

agua, seguidos por su esbelta y graciosa figura… Pronto estuvo entre los<br />

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brazos de su marido que la palpó y la besó, hasta que, satisfechas sus<br />

manos y su lengua, se unió a ella por última vez.<br />

Entonces ella abandonó sigilosamente la bañera al tiempo que él<br />

lloraba en silencio. De felicidad: porque había sobrevivido a la guerra y al<br />

viaje de regreso; porque había vuelto a ver su hogar y a los suyos; porque<br />

el amor que sentía hacia su esposa se mantenía incólume. Pero también<br />

de tristeza: porque la sangre filial había manchado sus manos; porque<br />

pronto pagaría por su horroroso crimen; y, sobre todo, porque su mujer<br />

sería el frágil objeto sobre el que se desataría la venganza de sus hijos.<br />

Entonces, en un desesperado intento por salvar al menos a su<br />

queridísima esposa del espantoso sino, estiró los brazos hasta el suelo<br />

para recoger sus desparramadas vestimentas. Se enjugó las lágrimas con<br />

el peplo de seda y, tomándolo entre los dedos de su mano izquierda, lo<br />

hundió en el agua para apretarlo sobre su pecho. Mientras tanto, con la<br />

derecha que temblaba imperceptiblemente, presionó con fuerza el broche<br />

sobre su cuello, hasta que sintió que su carne cedía al impulso.<br />

Cuando ella volvió con los artilugios para consumar el crimen,<br />

horrorizada, alcanzó ver el tono rojizo del agua. Conocedora por la<br />

desgracia de que el amor de su esposo era el más puro e incondicional de<br />

todos, lanzó un grito de dolor y, mientras maldecía las falsas promesas de<br />

su amante Egisto y su propia ingenuidad, blandió sus armas contra sí<br />

misma, se desplomó sobre la bañera y el agua tiñó de rojo su rostro<br />

sumergido.<br />

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Rossy Lima<br />

<br />

Cada palabra articulada<br />

lleva el peso de las lenguas del mundo,<br />

marejadas de imágenes,<br />

caracolas que aún no encuentran<br />

su forma perfecta.<br />

Cada palabra, fonema absoluto,<br />

nos da de beber en sus manos<br />

la idea de un pasado<br />

que creemos para siempre.<br />

La palabra, la unidad mínima<br />

de expresión ardiente,<br />

la base de la experiencia diaria,<br />

los ecos y el barro<br />

que se amoldan a nuestra apariencia.<br />

Cada palabra articulada<br />

va formando nuestra segunda piel,<br />

nos llena el paladar con susurros alocromáticos.<br />

Cada palabra articulada es la arena de nuestro mar,<br />

no existe ola que pueda llevarse el arenal<br />

de nuestra orilla, no hay sal que derrita o evapore<br />

el grano edificado por la palabra dicha.<br />

Sin importar la voz<br />

ni el temblor de la garganta<br />

la palabra siempre cae a nuestros pies<br />

convirtiéndose en piedra o en camino.<br />

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Washington Daniel Gorosito Pérez<br />

<br />

“Yo soy poeta”<br />

Octavio Paz<br />

En una placita de Mixcoac<br />

trina alegre y dulce un xenxontle<br />

entre el susurro del follaje<br />

las imágenes se oyen.<br />

Estampas y regalo de los dioses<br />

el in xóchitl in cuicatl* surgirá<br />

hasta enamorar la luna<br />

poesía en movimiento,<br />

memoria, palabra,<br />

elocuencia y silencio.<br />

Relámpagos grabados en papel,<br />

la rúbrica explosiva del rayo.<br />

El cielo se hace más espeso<br />

nubes errantes<br />

penetradas por un poeta solar,<br />

palabra y silencio: poesía.<br />

Los muros intangibles del tiempo<br />

te encierran<br />

y surgen laberintos de soledad.<br />

La rebelión del lenguaje<br />

fluye, transcurre<br />

y desemboca en un instante<br />

que se desvanece,<br />

libertad bajo palabra.<br />

Silencio profundo<br />

el fuego,<br />

una flecha,<br />

que parte el corazón del poeta<br />

del hombre árbol<br />

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cuyo fruto son palabras<br />

el arco tiembla,<br />

la lira llora.<br />

Sonríen las constelaciones,<br />

tintinean gracilmente<br />

claman por ti, águila del sol<br />

muere el poeta… nace una estrella<br />

algunas se revelan<br />

rompen las constelaciones<br />

se acercan<br />

te reciben<br />

centelleante perla suspendida<br />

luz de un México en tinieblas.<br />

*in Xóchitl in cuicatl- Náhuatl - “flor y canto”= poesía<br />

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Leonardo Alezones Lau<br />

<br />

No remedo al ángel<br />

su costura<br />

que deshila<br />

la piel de tanto milagro.<br />

Alguna vez sentí<br />

lo huidizo de su risa<br />

estriándome<br />

en el calco de una mala palabra<br />

Reconociendo el mundo<br />

en el crecimiento de los árboles<br />

que nos reciben<br />

con plumas en lugar de hojas<br />

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Terminaste de leer el número 39<br />

de la REVISTA DESTIEMPOS.<br />

Correspondiente a Junio-Julio de 2014.<br />

Editada en México, Distrito Federal<br />

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