El duende quiso madrugar. nº7

Bienvenido de nuevo, lector, a un nuevo número de esta revista, que mes a mes renace con el entusiasmo de su inicio, cuando el duende de la literatura llenó de bellas luces la imaginación de quien la edita. Con más o menos esfuerzo, seguimos adelante en la publicación de tan ambicioso proyecto, cuyo único fin es la divulgación de la cultura a un público siempre voluntario de hallarla en tan extenso universo como son las letras y los medios por los que las encontramos. La universalización es un panorama tan amplio como complicado, pero no dejaremos que intentar llegar al lector con lo mejor de nosotros y de la literatura mundial a lo largo de su historia. Este séptimo número, al igual que los anteriores, recogen el entusiasmo y las ganas de hacer un mundo mejor mediante la cultura y el conocimiento. Dejemos la ignorancia para los pobres de espíritu, y emprendamos cada día el hábito del buen leer. Bienvenido de nuevo, lector, a un nuevo número de esta revista, que mes a mes renace con el entusiasmo de su inicio, cuando el duende de la literatura llenó de bellas luces la imaginación de quien la edita. Con más o menos esfuerzo, seguimos adelante en la publicación de tan ambicioso proyecto, cuyo único fin es la divulgación de la cultura a un público siempre voluntario de hallarla en tan extenso universo como son las letras y los medios por los que las encontramos. La universalización es un panorama tan amplio como complicado, pero no dejaremos que intentar llegar al lector con lo mejor de nosotros y de la literatura mundial a lo largo de su historia.

Este séptimo número, al igual que los anteriores, recogen el entusiasmo y las ganas de hacer un mundo mejor mediante la cultura y el conocimiento. Dejemos la ignorancia para los pobres de espíritu, y emprendamos cada día el hábito del buen leer.

franciscojavier2015
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05.04.2016 Views

¡No se puede vivir sin instrumentos de muerte! Esto no hace por cierto el elogio de la sociedad ni del hombre. No sé por qué al llegar siempre a la plazuela de la Cebada mis ideas toman una tintura singular de melancolía, de indignación y de desprecio. No quiero entrar en la cuestión tan debatida del derecho que puede tener la sociedad de mutilarse a sí propia; siempre resultaría ser el derecho de la fuerza, y mientras no haya otro mejor en el mundo, ¿qué loco se atrevería a rebatir ése? Pienso sólo en la sangre inocente que ha manchado la plazuela; en la que la manchará todavía. ¡Un ser que como el hombre no puede vivir sin matar, tiene la osadía, la incomprensible vanidad de presumirse perfecto! tía ya; todavía no eran las doce y once minutos. «La sociedad –exclamé– estará ya satisfecha: ya ha muerto un hombre.» Revista Mensajero, n.º 30, 30 de marzo de 1835. Firmado: Fígaro. Un tablado se levanta en un lado de la plazuela: la tablazón desnuda manifiesta que el reo no es noble. ¿Qué quiere decir un reo noble? ¿Qué quiere decir garrote vil? Quiere decir indudablemente que no hay idea positiva ni sublime que el hombre no impregne de ridiculeces. Mientras estas reflexiones han vagado por mi imaginación, el reo ha llegado al patíbulo; en el día no son ya tres palos de que pende la vida del hombre; es un palo sólo; esta diferencia esencial de la horca al garrote me recordaba la fábula de los Carneros de Casti, a quienes su amo proponía, no si debían morir, sino si debían morir cocidos o asados. Sonreíame todavía de este pequeño recuerdo, cuando las cabezas de todos, vueltas al lugar de la escena, me pusieron delante que había llegado el momento de la catástrofe; el que sólo había robado acaso a la sociedad, iba a ser muerto por ella; la sociedad también da ciento por uno: si había hecho mal matando a otro, la sociedad iba a hacer bien matándole a él. Un mal se iba a remediar con dos. El reo se sentó por fin. ¡Horrible asiento! Miré el reloj: las doce y diez minutos; el hombre vivía aún... De allí a un momento una lúgubre campanada de San Millán, semejante el estruendo de las puertas de la eternidad que se abrían, resonó por la plazuela; el hombre no exis- PÁGINA 10

ARTÍCULO CRÍTICO El profesor en el aula Este escrito quizás sea más bien dirigido al profesorado, como también a los padres de alumnos que buscan una buena calidad en la enseñanza y quieren ejercer su derecho para exigirla. ¿Qué es un profesor? Independientemente del grado al que le dé clases, un profesor es aquél que ha de transmitir un conocimiento con el fin de que éste sea aprendido por sus alumnos, para que éstos consigan adquirir una preparación que les haga competentes en la vida, elijan el camino que elijan. Pero no sólo es el profesor un expendio de conocimientos científicos y/o artísticos, sino también un referente moral que ha de influir en la maduración de los jóvenes a la hora de enfrentarse a los problemas que van surgiendo en sus vidas. Por todo esto es necesario que adquieran la labor de profesor aquéllos que no sólo hayan demostrado un nivel apropiado de conocimientos, sino además una moral adecuada, comparable a la de un padre o madre ejemplar. En el mundo laboral no dejamos de encontrarnos ofertas de trabajo para ejercer de profesor, exigiendo una edad joven (muchas veces demasiado joven) para la función docente de cualquier rama en específico. Bien es cierto que lo que se gana en vitalidad y energía, propias de la juventud, se pierde por la falta de experiencia en la vida, tanto personal como docente. Obviamente hay que tener en cuenta las excepciones, por las que muchos jóvenes, por circunstancias de la vida, se han visto obligados a madurar antes de tiempo. Por eso es comprensible que muchas instituciones privadas se valgan de una prueba psicotécnica que evalúe al docente en este grado. Un problema, a nivel gubernamental, lo encontramos en la diversidad del alumno. En casi todos los estatutos que mencionan a la educación, en los distintos países llamados “democráticos”, hay una mención muy señalada a la diversidad en las escuelas y centros educativos, y cómo ésta debe tenerse en cuenta para la adecuada integración en la sociedad y en la participación del Estado de los diferentes ciudadanos que lo componen. Seguramente hayan oído a estas alturas múltiples casos en que dichos estatutos son violados en numerosas escuelas, así como la inefectividad de muchos gobiernos en este problema de graves dimensiones. Objetivamente, la mayoría del profesorado no está preparada para atender a la gran diversidad que se presenta en sus aulas, ya sean presenciales o virtuales; incluso muchos psicólogos que trabajan en estas instituciones han demostrado no tener el nivel exigido en los diferentes casos (téngase en cuenta las excepciones de las que no trataremos en este momento aquí). Lamentablemente, he sido testigo de dichos hechos. He podido observar, en tercera persona, como un puesto docente ha sido cubierto por personas con dificultades de lectura y escritura, y con un obvio problema para poder transmitir a sus alumnos; ni el hecho de tener una licenciatura en psicología, de la que se supone tendría que tener un mayor tacto a la hora de tratar la diversidad, le daba la sensibilidad esperada y marcada por los estatutos referentes a la educación. Les voy a poner un ejemplo de lo que digo. Imagínense que en un aula tenemos a quince alumnos neurotípicos, y a un alumno con síndrome de Down (soy consciente de que este número tan reducido de alumnos en un aula forma parte de la fantasía, puesto que la realidad es más difícil de digerir). ¿Podremos evaluar de la misma manera a este alumno que al resto de sus compañeros? Obviamente nunca podremos exigirle el mismo nivel que a la mayoría, y, por tanto, nuestro sistema de evaluación con respecto a él ha de darse en proporción a su esfuerzo más que a su nivel de PÁGINA 11

ARTÍCULO CRÍTICO<br />

<strong>El</strong> profesor en el aula<br />

Este escrito quizás sea más bien dirigido al<br />

profesorado, como también a los padres de alumnos<br />

que buscan una buena calidad en la enseñanza<br />

y quieren ejercer su derecho para exigirla.<br />

¿Qué es un profesor? Independientemente<br />

del grado al que le dé clases, un profesor es aquél<br />

que ha de transmitir un conocimiento con el fin de<br />

que éste sea aprendido por sus alumnos, para que<br />

éstos consigan adquirir una preparación que les<br />

haga competentes en la vida, elijan el camino que<br />

elijan. Pero no sólo es el profesor un expendio de<br />

conocimientos científicos y/o artísticos, sino también<br />

un referente moral que ha de influir en la<br />

maduración de los jóvenes a la hora de enfrentarse<br />

a los problemas que van surgiendo en sus vidas.<br />

Por todo esto es necesario que adquieran la labor<br />

de profesor aquéllos que no sólo hayan demostrado<br />

un nivel apropiado de conocimientos, sino<br />

además una moral adecuada, comparable a la de<br />

un padre o madre ejemplar.<br />

En el mundo laboral no dejamos de encontrarnos<br />

ofertas de trabajo para ejercer de profesor,<br />

exigiendo una edad joven (muchas veces<br />

demasiado joven) para la función docente de cualquier<br />

rama en específico. Bien es cierto que lo que<br />

se gana en vitalidad y energía, propias de la juventud,<br />

se pierde por la falta de experiencia en la vida,<br />

tanto personal como docente. Obviamente hay<br />

que tener en cuenta las excepciones, por las que<br />

muchos jóvenes, por circunstancias de la vida, se<br />

han visto obligados a madurar antes de tiempo.<br />

Por eso es comprensible que muchas instituciones<br />

privadas se valgan de una prueba psicotécnica que<br />

evalúe al docente en este grado.<br />

Un problema, a nivel gubernamental, lo<br />

encontramos en la diversidad del alumno. En casi<br />

todos los estatutos que mencionan a la educación,<br />

en los distintos países llamados “democráticos”,<br />

hay una mención muy señalada a la diversidad en<br />

las escuelas y centros educativos, y cómo ésta debe<br />

tenerse en cuenta para la adecuada integración<br />

en la sociedad y en la participación del Estado de<br />

los diferentes ciudadanos que lo componen. Seguramente<br />

hayan oído a estas alturas múltiples casos<br />

en que dichos estatutos son violados en numerosas<br />

escuelas, así como la inefectividad de muchos gobiernos<br />

en este problema de graves dimensiones.<br />

Objetivamente, la mayoría del profesorado no está<br />

preparada para atender a la gran diversidad que se<br />

presenta en sus aulas, ya sean presenciales o virtuales;<br />

incluso muchos psicólogos que trabajan en<br />

estas instituciones han demostrado no tener el<br />

nivel exigido en los diferentes casos (téngase en<br />

cuenta las excepciones de las que no trataremos en<br />

este momento aquí). Lamentablemente, he sido<br />

testigo de dichos hechos. He podido observar, en<br />

tercera persona, como un puesto docente ha sido<br />

cubierto por personas con dificultades de lectura y<br />

escritura, y con un obvio problema para poder<br />

transmitir a sus alumnos; ni el hecho de tener una<br />

licenciatura en psicología, de la que se supone<br />

tendría que tener un mayor tacto a la hora de tratar<br />

la diversidad, le daba la sensibilidad esperada y<br />

marcada por los estatutos referentes a la educación.<br />

Les voy a poner un ejemplo de lo que digo.<br />

Imagínense que en un aula tenemos a quince<br />

alumnos neurotípicos, y a un alumno con síndrome<br />

de Down (soy consciente de que este número<br />

tan reducido de alumnos en un aula forma parte<br />

de la fantasía, puesto que la realidad es más difícil<br />

de digerir). ¿Podremos evaluar de la misma manera<br />

a este alumno que al resto de sus compañeros?<br />

Obviamente nunca podremos exigirle el mismo<br />

nivel que a la mayoría, y, por tanto, nuestro sistema<br />

de evaluación con respecto a él ha de darse en<br />

proporción a su esfuerzo más que a su nivel de<br />

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