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Un experimento de enseñanza<br />
Sabemos que la gente con más ganas de aprender es la que se sienta más hacia a<strong>del</strong>ante de la<br />
sala, y que los menos entusiastas se sientan en la parte trasera o hacia los lados. Llevamos a<br />
cabo un experimento más para determinar si el efecto embudo era un resultado <strong>del</strong> lugar<br />
elegido por la gente para sentarse, basándose en su interés sobre el tema, o si el asiento<br />
elegido afectaba a su participación o a su retención de lo expuesto. Lo hicimos poniendo los<br />
nombres en los asientos de los participantes para que, de este modo, no pudieran ser ellos<br />
quienes eligieran dónde sentarse. De forma intencionada, colocamos a las personas más<br />
entusiastas en las zonas laterales y en la parce posterior <strong>del</strong> aula, y a los que sabíamos que se<br />
instalaban siempre en la última fila los colocamos en la primera. Descubrimos que esta<br />
estrategia no sólo aumentaba la participación y lo que recordaban los asistentes normalmente<br />
negativos que obligamos a sentarse en primera fila, sino que además disminuía la<br />
participación y lo que recordaban los participantes habitualmente positivos que se habían<br />
visto relegados a la parte trasera. Esto subraya una estrategia de enseñanza muy clara: si<br />
desea que una persona capte de verdad el mensaje, colóquela en primera fila. Algunos presentadores<br />
y formadores han abandonado el concepto de «disposición en aula» cuando<br />
trabajan con grupos pequeños para sustituirlo por disposiciones en forma de «herradura» o<br />
de «cuadrado abierto», ya que las pruebas sugieren que son las disposiciones que generan<br />
mayor participación y recuerdo de lo explicado, gracias al contacto visual que se establece<br />
entre todos los asistentes y el orador.<br />
Cerrar una decisión en el transcurso de una cena<br />
Teniendo en cuenta todo lo dicho acerca de los territorios humanos y la utilización de mesas<br />
cuadradas, rectangulares y redondas, planteémonos ahora la dinámica de ir a comer a un<br />
restaurante con el objetivo de obtener una respuesta favorable a una propuesta.<br />
Si piensa hacer negocios en el transcurso de una cena, la mejor estrategia consiste en<br />
desarrollar la mayor parte de la conversación antes de que llegue la comida. En cuanto todo<br />
el mundo empieza a comer, la conversación puede alcanzar un punto muerto y el alcohol<br />
amodorrar el cerebro. Después de comer, el estómago acumula parte de la sangre que normalmente<br />
irriga el cerebro para facilitar la digestión e impide pensar con claridad. Y aunque<br />
hay hombres que esperan conseguir precisamente este efecto para conseguir su objetivo con<br />
una mujer, es una estrategia que en el mundo de los negocios puede resultar desastrosa.<br />
Presente sus propuestas mientras todo el mundo esté mentalmente alerta.<br />
Nadie toma decisiones con la boca llena.<br />
Hace miles de años el hombre primitivo regresaba a casa con su presa al finalizar su<br />
jornada de caza y, junto con su grupo, compartían la comida en el interior de la caverna<br />
comunitaria. Encendían una hoguera en la puerta de la cueva para evitar la entrada de<br />
predadores y mantener el calor. Los hombres se sentaban dando la espalda a la pared para<br />
evitar la posibilidad de ser atacados por la espalda mientras estaban concentrados disfrutando<br />
de su comida. Los únicos sonidos que se oían eran los de masticar y el crepitar <strong>del</strong><br />
fuego. Este antiguo proceso de compartir la comida alrededor de una hoguera en la penumbra,<br />
fue el inicio de una actividad social que el hombre moderno vuelve a promulgar en<br />
forma de barbacoas, comidas al aire libre y cenas. <strong>El</strong> hombre moderno reacciona y se<br />
comporta en estos actos de forma muy parecida a como lo hacía hace miles de años.<br />
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