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<strong>El</strong> puesto competitivo-defensivo (B3)<br />
En esta disposición los competidores se sitúan el uno frente al otro, igual que los pistoleros<br />
<strong>del</strong> oeste. Sentarse en una mesa frente a una persona puede crear un ambiente defensivo y<br />
competitivo y desembocar en una situación en la que cada parte asume un punto de vista<br />
firme gracias a que la mesa se convierte en una sólida barrera entre ambas partes.<br />
En el mundo profesional el cincuenta y seis por ciento de los encuestados veía esta posición<br />
como competitiva, pero en situaciones sociales, como en un restaurante, el treinta y cinco<br />
por ciento la consideraba como típica de una conversación. Es la posición que más se observa<br />
en parejas en los restaurantes, aunque se debe, principalmente, a que los camareros<br />
sientan a sus componentes de esta manera. En el ambiente <strong>del</strong> restaurante es una posición<br />
que funciona para las parejas, pues permite un buen contacto visual y subraya, sutilmente,<br />
las diferencias de sexo, al estar ambos miembros en lugares «opuestos». Pero en el entorno<br />
profesional, son los puestos que adoptan las personas que compiten entre sí o que discuten<br />
por algún motivo. Es, además, una posición que puede utilizar A para establecer un papel de<br />
superior-subordinado cuando se utiliza en el territorio de A.<br />
Por qué hay jefes que no gustan<br />
Descubrimos que en el entorno profesional las personas que adoptan el puesto competitivo-defensivo<br />
suelen hablar con frases más cortas, recuerdan menos de lo que se habla y<br />
presentan mayores probabilidades de discutir.<br />
A. G. White llevó a cabo un experimento en consultas médicas que demostró que la<br />
presencia o la ausencia de una mesa de despacho tenía un efecto significativo en si el paciente<br />
se sentía cómodo o no. Sólo el diez por ciento de los pacientes se sentían cómodos<br />
cuando había una mesa de despacho y el médico estaba sentado detrás de la misma. Esta<br />
cifra aumentaba hasta el cincuenta y cinco por ciento cuando la mesa desaparecía. Nosotros<br />
llevamos a cabo un experimento en el que pedimos a doscientos cuarenta y cuatro altos<br />
directivos y a ciento veintisiete mandos intermedios que realizaran un boceto <strong>del</strong> tipo de<br />
mobiliario que les gustaría tener en su despacho cuando se trasladaran a unas nuevas instalaciones.<br />
<strong>El</strong> setenta y seis por ciento de los altos directivos (ciento ochenta y cinco) trazaron<br />
un boceto en el que colocaban la mesa de despacho entre ellos y sus subordinados.<br />
Sólo el cincuenta por ciento de los mandos intermedios (sesenta y cuatro) realizaron un<br />
boceto de ese estilo y los directivos masculinos presentaron el doble de probabilidades que<br />
las mujeres de colocar la mesa entre ellos y los demás.<br />
<strong>El</strong> descubrimiento más interesante fue cómo los empleados percibían a los directivos que<br />
no colocaban la mesa a modo de barrera. Los empleados describían a estos directivos como<br />
de mentalidad más justa, más dispuestos a escuchar sus ideas, sin críticas y con menos<br />
tendencia a mostrar favoritismos.<br />
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