Pease-Allan El lenguaje del-Cuerpo1
12 El espejo: cómo generamos confianza Cuando conocemos a una persona tenemos la necesidad de evaluar rápidamente si tiene una actitud negativa o positiva hacia nosotros, igual que hace la mayoría de los animales por motivos de supervivencia. Lo hacemos examinando el cuerpo de esa persona para ver si se mueve o gesticula igual que nosotros en lo que se conoce como «efecto espejo». Actuamos como un espejo y reflejamos el lenguaje del cuerpo de los demás como una forma de establecer lazos, ser aceptados y generar confianza, y normalmente no somos conscientes de que lo hacemos. En la antigüedad el efecto espejo era, además, un dispositivo social que ayudó a nuestros antepasados a encajar con éxito en grupos más grandes; es también un vestigio de un método primitivo de aprendizaje que se basaba en la imitación. Una de las formas más destacadas de este efecto espejo es el bostezo, una persona empieza a bostezar y todo el mundo acaba haciéndolo. Robert Provine descubrió que el bostezo es tan contagioso que ni siquiera es necesario ver que otra persona bosteza, basta con ver una boca abierta para hacerlo. En su día se creía que el objetivo de los bostezos era oxigenar el cuerpo, pero ahora sabemos que es una forma de reflejar a los demás que sirve para generar confianza y evitar agresiones, igual que sucede en el caso de los primates. Llevar el mismo vestido que otra mujer es un efecto espejo que a nadie le gusta. Pero si dos hombres se presentan en una fiesta con el mismo traje, pueden acabar siendo amigos para toda la vida.
Sin utilizar el lenguaje verbal, el efecto espejo nos dice: «¡Mírame! Soy igual que tú. Siento lo mismo y compartimos las mismas actitudes». Esta es 1a razón por la cual los que asisten a un concierto de rock se ponen a saltar aplaudir todos a la vez o hacen la ola conjuntamente. La sincronía de 1a multitud fomenta una sensación de seguridad en los participantes. De modo similar, las personas que participan en un tumulto violento reflejarán las actitudes agresivas de los demás y esto explica por qué muchas personas qu normalmente son tranquilas pueden perder la frialdad en esta situación. La necesidad de reflejar es también la base sobre la que funcionan las colas. En una cola (esperando el autobús, en un museo, en un banco o en la guerra) la gente coopera voluntariamente con otras personas a las que nunca ha visto y a las que nunca volverá a ver y obedece a un conjunto de reglas de comportamiento no escritas. El profesor Joseph Heinrich, de 1a Universidad de Michigan, descubrió que la necesidad de reflejar como un espejo a los demás está programada en nuestro cerebro porque la cooperación genera más comida, mejor salud y el crecimiento económico de la comunidades; ofrece, además, una explicación de por qué las sociedades altamente disciplinadas en cuanto a reflejar a los demás, como la británica, la alemana y los antiguos romanos, dominaron con éxito el mundo durante muchos años. El efecto espejo hace que los demás sé sientan cómodos. Es una herramienta de generar confianza tan potente que una investigación llevada a cabo con la utilización de grabaciones en vídeo a cámara lenta revela que se extiende incluso a la simultaneidad en el pestañeo, el movimiento de las ventanas de la nariz, el levantar las cejas e incluso la dilatación de las pupilas, lo que resulta destacable, pues estos micro gestos son imposibles de imitar de manera consciente. Generar las vibraciones correctas Los estudios sobre el lenguaje del cuerpo sincronizado muestran que la gente que experimenta emociones similares, o que está en la misma onda y por ello es probable que enseguida se sienta confiada, equipara también sus expresiones y el lenguaje de su cuerpo. La sincronización como lazo de unión con los demás empieza ya en el útero materno, cuando nuestras funciones orgánicas y nuestro latido cardiaco se empareja con el ritmo de nuestra madre, de modo que el efecto espejo es un estado al que tendemos por naturaleza. Cuando una pareja se encuentra en las fases iniciales del cortejo es común ver a ambos miembros comportarse con movimientos sincronizados, casi como si estuvieran bailando. Por ejemplo, cuando una mujer toma un bocado de comida, el hombre se limpia la comisura de la boca, o cuando él inicia una frase, ella la acaba por él. Cuando ella sufre el síndrome premenstrual, él tiene antojo de chocolate, y cuando ella se siente hinchada, él se tira un pedo. Cuando una persona dice tener «buenas vibraciones» con otra persona, o que se «siente a gusto» con una persona, está refiriéndose, sin querer, a un comportamiento de reflejo y sincronía. Por ejemplo, en un restaurante, una persona puede negarse a comer o a beber algo, sólo por miedo a no estar sincronizada con los demás. Cuando llega el momento de pedir la comida, cada uno comprueba lo que los demás van a pedir. «¿Qué vais a tomar?», preguntan, intentando reflejar lo que vayan a hacer los demás. Este es uno de los motivos - 179 -
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«¡Mírame! Soy igual que tú. Siento lo mismo y compartimos<br />
las mismas actitudes». Esta es 1a razón por la cual los que<br />
asisten a un concierto de rock se ponen a saltar aplaudir todos a<br />
la vez o hacen la ola conjuntamente. La sincronía de 1a multitud<br />
fomenta una sensación de seguridad en los participantes.<br />
De modo similar, las personas que participan en un tumulto<br />
violento reflejarán las actitudes agresivas de los demás y esto<br />
explica por qué muchas personas qu normalmente son tranquilas<br />
pueden perder la frialdad en esta situación.<br />
La necesidad de reflejar es también la base sobre la que<br />
funcionan las colas. En una cola (esperando el autobús, en un<br />
museo, en un banco o en la guerra) la gente coopera voluntariamente<br />
con otras personas a las que nunca ha visto y a las que<br />
nunca volverá a ver y obedece a un conjunto de reglas de<br />
comportamiento no escritas. <strong>El</strong> profesor Joseph Heinrich, de<br />
1a Universidad de Michigan, descubrió que la necesidad de<br />
reflejar como un espejo a los demás está programada en nuestro<br />
cerebro porque la cooperación genera más comida, mejor salud y el crecimiento económico<br />
de la comunidades; ofrece, además, una explicación de por qué las sociedades<br />
altamente disciplinadas en cuanto a reflejar a los demás, como la británica, la alemana y los<br />
antiguos romanos, dominaron con éxito el mundo durante muchos años.<br />
<strong>El</strong> efecto espejo hace que los demás sé sientan cómodos. Es una herramienta de generar<br />
confianza tan potente que una investigación llevada a cabo con la utilización de grabaciones<br />
en vídeo a cámara lenta revela que se extiende incluso a la simultaneidad en el<br />
pestañeo, el movimiento de las ventanas de la nariz, el levantar las cejas e incluso la dilatación<br />
de las pupilas, lo que resulta destacable, pues estos micro gestos son imposibles de<br />
imitar de manera consciente.<br />
Generar las vibraciones correctas<br />
Los estudios sobre el <strong>lenguaje</strong> <strong>del</strong> cuerpo sincronizado muestran que la gente que experimenta<br />
emociones similares, o que está en la misma onda y por ello es probable que enseguida<br />
se sienta confiada, equipara también sus expresiones y el <strong>lenguaje</strong> de su cuerpo. La<br />
sincronización como lazo de unión con los demás empieza ya en el útero materno, cuando<br />
nuestras funciones orgánicas y nuestro latido cardiaco se empareja con el ritmo de nuestra<br />
madre, de modo que el efecto espejo es un estado al que tendemos por naturaleza.<br />
Cuando una pareja se encuentra en las fases iniciales <strong>del</strong> cortejo es común ver a ambos<br />
miembros comportarse con movimientos sincronizados, casi como si estuvieran bailando.<br />
Por ejemplo, cuando una mujer toma un bocado de comida, el hombre se limpia la comisura<br />
de la boca, o cuando él inicia una frase, ella la acaba por él. Cuando ella sufre el síndrome<br />
premenstrual, él tiene antojo de chocolate, y cuando ella se siente hinchada, él se tira<br />
un pedo.<br />
Cuando una persona dice tener «buenas vibraciones» con otra persona, o que se «siente a<br />
gusto» con una persona, está refiriéndose, sin querer, a un comportamiento de reflejo y<br />
sincronía. Por ejemplo, en un restaurante, una persona puede negarse a comer o a beber<br />
algo, sólo por miedo a no estar sincronizada con los demás. Cuando llega el momento de<br />
pedir la comida, cada uno comprueba lo que los demás van a pedir. «¿Qué vais a tomar?»,<br />
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