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Pease-Allan El lenguaje del-Cuerpo1

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Introducción<br />

Por las huellas dactilares de un hombre, por las mangas de su abrigo, por sus botas, por las<br />

rodillas de sus pantalones, por los callos de sus dedos, por su expresión, por los puños de su<br />

camisa, por sus movimientos... cada una de estas cosas revela fácilmente las intenciones de<br />

un hombre. Que todo ello unido no arroje luz sobre el interrogador competente es prácticamente<br />

inconcebible.<br />

Sherlock holmes, 1892<br />

De pequeño siempre fui consciente de que lo que la gente decía no era siempre lo que<br />

pensaba o lo que sentía, y de que era posible conseguir que los demás hicieran lo que yo<br />

quería si era capaz de leer sus verdaderos sentimientos y responder adecuadamente a sus<br />

necesidades. A los once años de edad inicié mi carrera como vendedor vendiendo esponjas<br />

de puerta en puerta al salir <strong>del</strong> colegio para ganar algunas monedas, y muy pronto supe<br />

adivinar al instante si la persona que me recibía iba a comprarme o no. Cuando llamaba a una<br />

puerta y la persona que me respondía me decía que me fuese, pero tenía las manos abiertas<br />

mostrando las palmas, sabía que podía insistir con mi presentación porque, a pesar de que de<br />

entrada pareciera despreciar mi oferta, no era una persona agresiva. Si alguien me decía en<br />

voz baja que me largara, pero utilizando además un dedo acusador o la mano cerrada, sabía<br />

que tenía que irme lo antes posible. Me encantaba ser vendedor, y era un vendedor excelente.<br />

En la adolescencia me convertí en vendedor de sartenes y cacerolas. Vendía por las noches, y<br />

mi capacidad de leer lo que pensaba la gente me llevó a ganar el dinero suficiente como para<br />

poder adquirir mi primera propiedad. La venta me proporcionó la oportunidad de conocer a<br />

gente y estudiarla de cerca, de evaluar si me comprarían o no, simplemente observando el<br />

<strong>lenguaje</strong> de su cuerpo. Esta habilidad me proporcionó también una ventaja para conocer a<br />

chicas en la discoteca, casi siempre podía predecir quién aceptaría bailar conmigo y quién<br />

no.<br />

A los veinte años pasé al negocio de los seguros y conseguí romper diversos records de<br />

ventas de la empresa para la que trabajaba, convirtiéndome en el vendedor más joven que, en<br />

su primer año, vendía por encima <strong>del</strong> millón de dólares. Este logro me hizo entrar en la<br />

prestigiosa Million Dollar Round Table de Estados Unidos. Tuve suerte de poder transferir a<br />

mi nueva área profesional las técnicas que había aprendido de niño vendiendo sartenes y<br />

cacerolas, algo directamente relacionado con el éxito que podría alcanzar en cualquier trabajo<br />

que tuviera que ver con la gente.<br />

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