Pease-Allan El lenguaje del-Cuerpo1
Los mentirosos suelen mirar a los ojos Como hemos dicho previamente, muchas personas asocian la mentira con apartar la vista. Llevamos a cabo una serie de experimentos en los que dijimos a los participantes que se mintiesen entre ellos mientras grabábamos sus encuentros. Utilizamos luego las grabaciones en nuestros seminarios de comunicación para pedir a los participantes que nos dieran su opinión sobre quién mentía y quién no. Lo que descubrimos fue precisamente lo contrario a la creencia popular respecto a los mentirosos. Cerca de un treinta por ciento de los mentirosos apartaba la vista constantemente cuando mentía, y los que vieron las grabaciones detectaron estas mentiras cerca de un ochenta por ciento de las ocasiones, mostrándose en ello más habilidosas las mujeres que los hombres. El restante setenta por ciento de los mentirosos mantenía un potente contacto visual con sus víctimas, asumiendo que era menos probable que los sorprendieran en la mentira si hacían justo lo contrario de lo que la gente esperaba. Tenían razón. La detección de mentiras cayó a una media de un veinticinco por ciento, siendo la puntuación de los hombres de un quince por ciento y la de las mujeres de un treinta y cinco por ciento. El cerebro más intuitivo de la mujer se mostró mejor que el del hombre en cuanto a detectar cambios de voz, dilatación de pupilas y otras pistas que delataban al mentiroso. Esto demuestra que la mirada por sí sola no es una señal fiable de mentira y que es necesario observar los gestos que la acompañan. Cuando hablamos con una persona y nuestras miradas se encuentran durante más de dos terceras partes del tiempo, puede significar dos cosas: en primer lugar, que esta persona nos encuentra interesantes o atractivos, en cuyo caso tendrá también las pupilas dilatadas; o, en segundo lugar, que muestra hostilidad y podría estar desafiándonos, en cuyo caso las pupilas serían pequeñas. Como hemos mencionado, las mujeres saben descifrar las señales de las pupilas mejor que los hombres y pueden diferenciar el interés de la agresión. Esta es la razón por la que el hombre medio nunca sabe si la mujer que tiene enfrente va a darle un beso o un bofetón. Cómo evitar sufrir ataques o abusos La mayoría de los primates apartan la mirada para mostrar sumisión. Cuando un mono muestra agresividad o está a punto de atacar, clavará sus ojos en su víctima. Para evitar ser atacada, la víctima apartará la vista e intentará parecer más pequeña. Las evidencias científicas muestran que el comportamiento de sumisión está incluido en el cerebro del primate por motivos de supervivencia. En una situación de ataque intentamos empequeñecer nuestro aspecto encogiendo los hombros, acercando los brazos al cuerpo, juntando las rodillas y escondiendo los tobillos bajo una silla, acercando la barbilla al pecho para proteger la garganta y apartando la mirada. Estos gestos activan en el cerebro del agresor un «interruptor de apagado» que podría incluso llegar a evitar que el ataque se desencadenara. Aparentar un aspecto más pequeño del que se tiene en realidad, puede llegar a desconectar el interruptor de la agresión en el cerebro del agresor. Se trata de una postura ideal a adoptar cuando recibimos una reprimenda de un superior que de verdad nos merecemos, pero sería negativa para combatir un ataque callejero. Si la adoptara una persona que pasa por 1a calle junto a un grupo de posibles asaltantes, indi- - 130 -
caría miedo y contribuiría a incitar el ataque. En cambio, pasar junto a ese grupo caminando erguido con movimientos amplios, balanceando los brazos y las piernas y dejando el frente abierto, proyectaría la sensación de que podemos defendernos en caso de necesidad y, en consecuencia, disminuiría la probabilidad de ser atacado. La mirada de reojo La mirada de reojo se utiliza para comunicar interés, incertidumbre u hostilidad. Cuando se combina con unas cejas ligeramente levantadas o con una sonrisa, comunica interés y se utiliza con frecuencia, mayoritariamente las mujeres, como señal de cortejo. Si va agrupada con otros gestos como la cejas caídas hacia abajo, el entrecejo fruncido o las comisuras de la boca hacia abajo, señala una actitud sospechosa, hostil o crítica. Pestañeo continuado El pestañeo normal suele oscilar entre seis y ocho pestañeos por minuto, en los cuales los ojos se cierran sólo durante una décima de segundó. Las personas que están bajo presión, si mienten, por ejemplo, aumentan drásticamente su pestañeo. El pestañeo prolongado es un intento inconsciente de cerebro de bloquear la visión de la persona que tiene enfrente, bien porque se aburre o ha perdido el interés, bien porque se trata de una persona superior. Es como si el cerebro ya no aguantara más a esa persona, de modo que hace que los ojos se cierren durante dos o tres segundos o más para apartarla de su vista y alejarla momentáneamente de su mente. Las personas que se sienten superiores a su interlocutor pueden, además, inclinar la cabeza hacia atrás para mirarle prolongadamente, lo que se conoce como «mirar por encima del hombro». Lo hacen también las personas que tienen la sensación de que su interlocutor no se da cuenta de su importancia. Se trata básicamente de un gesto de la cultura occidental y una especialidad de los ingleses que creen pertenecer a la clase alta. Si observa este comportamiento durante una conversación, es señal de que no está saliéndose bien de ella y tiene que cambiar la estrategia. Si cree que se enfrenta a una persona que simplemente es arrogante, pruebe lo siguiente: cuando esa persona haya cerrado los ojos por tercera o cuarta vez, dé rápidamente un paso hacia su derecha o su izquierda. Cuando vuelva a abrir los ojos, esa persona tendrá la ilusión de que usted ha desaparecido y se ha materializado en otro lugar, lo que le desconcertará. Si esa persona empieza, además, a roncar, tenga por seguro que su comunicación ha fallado. - 131 -
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Los mentirosos suelen mirar a los ojos<br />
Como hemos dicho previamente, muchas personas asocian la mentira con apartar la vista.<br />
Llevamos a cabo una serie de experimentos en los que dijimos a los participantes que se<br />
mintiesen entre ellos mientras grabábamos sus encuentros. Utilizamos luego las grabaciones<br />
en nuestros seminarios de comunicación para pedir a los participantes que nos dieran<br />
su opinión sobre quién mentía y quién no. Lo que descubrimos fue precisamente lo contrario<br />
a la creencia popular respecto a los mentirosos. Cerca de un treinta por ciento de los<br />
mentirosos apartaba la vista constantemente cuando mentía, y los que vieron las grabaciones<br />
detectaron estas mentiras cerca de un ochenta por ciento de las ocasiones, mostrándose<br />
en ello más habilidosas las mujeres que los hombres. <strong>El</strong> restante setenta por ciento<br />
de los mentirosos mantenía un potente contacto visual con sus víctimas, asumiendo que era<br />
menos probable que los sorprendieran en la mentira si hacían justo lo contrario de lo que la<br />
gente esperaba. Tenían razón. La detección de mentiras cayó a una media de un veinticinco<br />
por ciento, siendo la puntuación de los hombres de un quince por ciento y la de las mujeres<br />
de un treinta y cinco por ciento. <strong>El</strong> cerebro más intuitivo de la mujer se mostró mejor que el<br />
<strong>del</strong> hombre en cuanto a detectar cambios de voz, dilatación de pupilas y otras pistas que<br />
<strong>del</strong>ataban al mentiroso. Esto demuestra que la mirada por sí sola no es una señal fiable de<br />
mentira y que es necesario observar los gestos que la acompañan.<br />
Cuando hablamos con una persona y nuestras miradas se encuentran durante más de dos<br />
terceras partes <strong>del</strong> tiempo, puede significar dos cosas: en primer lugar, que esta persona nos<br />
encuentra interesantes o atractivos, en cuyo caso tendrá también las pupilas dilatadas; o, en<br />
segundo lugar, que muestra hostilidad y podría estar desafiándonos, en cuyo caso las pupilas<br />
serían pequeñas. Como hemos mencionado, las mujeres saben descifrar las señales de<br />
las pupilas mejor que los hombres y pueden diferenciar el interés de la agresión. Esta es la<br />
razón por la que el hombre medio nunca sabe si la mujer que tiene enfrente va a darle un<br />
beso o un bofetón.<br />
Cómo evitar sufrir ataques o abusos<br />
La mayoría de los primates apartan la mirada para mostrar sumisión. Cuando un mono<br />
muestra agresividad o está a punto de atacar, clavará sus ojos en su víctima. Para evitar ser<br />
atacada, la víctima apartará la vista e intentará parecer más pequeña. Las evidencias científicas<br />
muestran que el comportamiento de sumisión está incluido en el cerebro <strong>del</strong> primate<br />
por motivos de supervivencia. En una situación de ataque intentamos empequeñecer nuestro<br />
aspecto encogiendo los hombros, acercando los brazos al cuerpo, juntando las rodillas y<br />
escondiendo los tobillos bajo una silla, acercando la barbilla al pecho para proteger la<br />
garganta y apartando la mirada. Estos gestos activan en el cerebro <strong>del</strong> agresor un «interruptor<br />
de apagado» que podría incluso llegar a evitar que el ataque se desencadenara.<br />
Aparentar un aspecto más pequeño <strong>del</strong> que se tiene en realidad, puede llegar a desconectar<br />
el interruptor de la agresión en el cerebro <strong>del</strong> agresor.<br />
Se trata de una postura ideal a adoptar cuando recibimos una reprimenda de un superior<br />
que de verdad nos merecemos, pero sería negativa para combatir un ataque callejero. Si la<br />
adoptara una persona que pasa por 1a calle junto a un grupo de posibles asaltantes, indi-<br />
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