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Dossier

Esclavos-del-franquismo-Trabajos-forzados_VAL

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autoridades de la cárcel pero sin características formales ni regladas: el trabajo de costura que<br />

realizaban las propias reclusas y que, lógicamente, no redimía condena. Se trataba de un<br />

trabajo mucho más extendido que el publicitado por el régimen, realizado por las presas de<br />

manera informal, para mantenerse a sí mismas y a sus familiares, mediante la venta de sus<br />

labores en el exterior.<br />

Que esta modalidad laboral fuera consentida por las monjas —salvo en domingo, por<br />

razones obvias — encajaba en el perfil dominante de los centros penitenciarios administrados,<br />

regidos y controlados por religiosas, para las que el ocio significaba la fuente de todo pecado.<br />

E incluso en algunas ocasiones llegaron a intentar sacar partido de ella, según revelan algunos<br />

testimonios, como cuando las Hijas de la Caridad encargaban a las presas de Les Corts la<br />

elaboración de mantelerías y otras labores delicadas para familias pudientes de la ciudad.<br />

Soledad Real, recientemente fallecida, perteneciente a las Juventudes Socialistas Unificadas<br />

de Cataluña, describía así el paisaje de Les Corts en 1941:<br />

“La vida en el patio era vida de trabajo de labores. Se han hecho muchos en las cárceles,<br />

mucho tapete de punto de media, se han bordado mantillas, se ha hecho ganchillo. Esta<br />

labor la entregábamos a los familiares, o a los amigos, cuando teníamos comunicación, y<br />

ellos la vendían y te compraban en la calle lo que necesitabas. O se quedaban el dinero, o<br />

parte del dinero, como en mi caso, porque yo tenía que ayudar a mi madre. Y te entraban<br />

parte del dinero que luego tú te gastabas en el economato, en comida para mejorar el<br />

rancho” (14) .<br />

Es decir, que presas “peligrosas”, con condenas de larga duración, imposibilitadas para<br />

redimir condena, podían ayudarse a sí mismas con la venta de esas labores y, lo que era más<br />

importante, contribuir al mantenimiento de sus familiares en el exterior, e incluso al de sus<br />

compañeros varones cuando se hallaran encarcelados. Compañeros que, en el caso de que<br />

vieran igualmente vetado su derecho a redimir, podían y solían utilizar su tiempo libre para<br />

desarrollar todas aquellas actividades políticas y culturales —recordemos la llamada<br />

“universidad” de la cárcel de Burgos —para las que siempre faltaban horas a las presas<br />

políticas.<br />

Para terminar, una última pero no menos importante variable diferenciadora del<br />

encarcelamiento femenino en comparación con el masculino. Fueron las mujeres quienes<br />

tradicionalmente ayudaron y apoyaron a sus compañeros encarcelados, en forma de visitas o<br />

entregas de paquetes. Lo contrario, en cambio, nunca ocurrió.<br />

El libro de paquetes de la prisión central de mujeres de Segovia refleja que, en siete<br />

años, tan sólo entregaron paquetes veinticuatro hombres: diez de ellos padres de las reclusas,<br />

el resto hermanos (15) . Por regla general, las mujeres de las cárceles franquistas sólo se<br />

tuvieron a sí mismas. Y aun así emplearon su tiempo y su vida en ayudar a sus seres queridos.

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