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Dossier

Esclavos-del-franquismo-Trabajos-forzados_VAL

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La hipocresía del nuevo régimen franquista no tenía límites. El discurso maternalista,<br />

que en la práctica vulneraba de manera tan palmaria los derechos de las madres presas, era<br />

ensalzado, sin aparente conciencia alguna de contradicción, por medio de imágenes cargadas<br />

de alegría, generosidad, caridad y humanitarismo coincidiendo con las festividades de la<br />

Merced — patrona de las prisiones—, Navidad y Reyes. Únicamente en tan señalados días se<br />

les permitía a los hijos de las presas pasar buena parte de la jornada con sus madres. Es fácil<br />

imaginar la trascendencia que poseía esa festividad para las mujeres que tenían a sus hijos en<br />

el exterior, al cuidado de sus parientes. Las fotografías de aquellas festividades solían ilustrar<br />

las Memorias anuales del Patronato de Redención de Penas del Trabajo y del semanario<br />

Redención, único periódico de circulación carcelaria y órgano del Patronato. Eran<br />

precisamente esas imágenes las preferidas por el régimen a la hora de publicitar su gestión<br />

penitenciaria, ya que se servía de un material enormemente valioso: el sentimiento sincero de<br />

las presas madres y de sus compañeras.<br />

El trabajo de las mujeres en prisión<br />

“Yo entiendo que hay, en el caso presente de España, dos tipos de delincuentes; los que<br />

llamaríamos criminales empedernidos, sin posible redención dentro del orden humano, y<br />

los capaces de sincero arrepentimiento, los redimibles, los adaptables a la vida social del<br />

patriotismo... Respecto de [estos]... es obligación nuestra disponer las cosas de suerte que<br />

hagamos posible su redención. ¿Cómo? Por medio del trabajo” (11) .<br />

Franco lo tuvo claro; en 1939 ya señaló que habría presos, condenados por delitos<br />

relacionados con la etapa presidida por “la barbarie roja”, que redimirían y verían rebajada su<br />

pena si trabajaban para el Nuevo Estado.<br />

Sería ocioso extenderse, por sobradamente conocido, en el curioso mecanismo de<br />

explotación laboral y rentabilidad económica, tanto para el Estado como para algunos<br />

empresarios privados, disimulado detrás de tan sublime doctrina como la teorizada por el<br />

jesuita Pérez del Pulgar. Pero si atendemos al caso de las prisiones de mujeres, nos<br />

tropezaremos con una serie de variables diferenciadoras de la experiencia femenina en el<br />

universo penitenciario franquista, y no de menor calado que las comentadas hasta ahora. Al<br />

igual que ocurría con los presos, también una parte del colectivo de presas condenadas por<br />

delitos políticos tenía derecho a redimir pena; una parte, que no toda.<br />

El matiz es importante, ya que muchas de las mujeres cuyo perfil se ha descrito al<br />

principio de este trabajo, las militantes de la memoria, habían sido condenadas a penas de<br />

larga duración por delitos políticos de posguerra, cometidos con posterioridad al 1 de abril de<br />

1939, con lo que quedaban excluidas automáticamente de tal privilegio.<br />

Al respecto, la legislación no diferenciaba entre hombres y mujeres. Los sujetos más<br />

“peligrosos”, que habían sido atrapados intentando reconstruir clandestinamente partidos y<br />

sindicatos para articular el combate contra el franquismo, eran carne de cárcel. Pero para las<br />

teóricamente afortunadas, la redención de pena significaba de hecho una trampa.<br />

La oportunidad de redención era sinónimo de explotación laboral, como en el caso<br />

más conocido de los reclusos varones, pero también de chantaje y control carcelario. El<br />

primer paso del mecanismo claramente pautado hacia la libertad condicional pero vigilada de

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