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aCTO ÚNICO<br />
DESDE QUE DIOS AMANECE<br />
(El Profeta ha llegado hasta el último escalón superior y el Viejo<br />
ha reculado, y se cubre la cabeza con las manos como si fuera una<br />
protección).<br />
Profeta: De nada te han servido las manos, ni la boca, nada de tu<br />
piel ha servido. Nada te esconde de la virtud y la maldad… Debes llevar<br />
tu pobreza sin impacientarte por su forma de llevarte hacia la maldad o la<br />
virtud… ¿Por qué te escondes? Ni la maldad ni la virtud pueden esconderse<br />
de la luz… Tienes condiciones para que de tu boca salga un nuevo líder para<br />
nuestro movimiento… Tienes que enseñarle a los hombres las virtudes que<br />
se esconden tras la oscuridad de la pobreza…<br />
(Desplazándose por los escalones).<br />
Viejo (Mirándolo más callado): ¡Qué susto! Creí que era la señora<br />
muerte… Como estoy enfermo a lo mejor me viene a buscar, eso creí…<br />
Aunque la muerte debe ser una mujer.<br />
(El Profeta se ha quedado inmóvil cerca de proscenio<br />
en la parte derecha).<br />
Viejo: No, no creo… Para los hombres la muerte debe ser hembra y para<br />
las mujeres debe ser un hombre… Sí, así debe ser… Entonces uno no debe<br />
quejarse cuando se muere.<br />
Profeta (Se vuelve hacia el Viejo): ¡Hombre! ¿Por qué te atormentas<br />
con tonterías? ¿Por qué te atormentas por tan poco?… ¡Aprende más bien<br />
de las moscas: solo tienen un día de vida y no se quejan!<br />
Viejo: Eso es lo que usted cree… Además, de qué se van a quejar, si por<br />
todas partes lo que hay es porquería.<br />
Profeta: Cuando llega su hora muere y nadie sabe dónde muere… ¡Así<br />
debemos hacer nosotros, morir sin tanto escándalo!