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Claudio Castillo: <strong>TEATRO</strong> <strong>COMPLETO</strong><br />
Eladio: Ustedes son lo único que me queda después de este peso…,<br />
pero ríanse, carajos, que en la vida hay que reírse hasta de las desgracias…<br />
Lucilo: A lo mejor mañana nos vamos a robar… Eso lo pasa Dios…<br />
Anímense, que de una confesión uno queda limpiecito otra vez…<br />
Eladio: ¡Hay que ponerle voluntad a las cosas, todavía les queda mucho<br />
que aprender!<br />
La Petrica: Mira, hija, piensa en lo que hablamos la otra vez, cuando<br />
la fiebre grande, ¿te acuerdas? Lo que te dije para cuando crecieras y fueras<br />
mujer… ¿Me estás escuchando, carajo? Aún me acuerdo de lo flacuchenta<br />
que te pusiste, parecías una vara de puyar locos. (Ríe) De vaina no te<br />
moriste… Ahora eres casi una mujer; de ahora en adelante vamos a salir<br />
de este mierderal… No te hagas la que estás dormida y estás soñando, tú<br />
sabes bien que no creo en soñaderas… ¿Y por qué te has puesto fría? ¿Me<br />
oyes, hija?… ¡Hija, hija, por la puta de tu madre, no te mueras! No te hagas<br />
la rogada y acompáñame, desgraciada… Te puedo cantar una canción…<br />
(Canta) Es lo único que te puedo dar ahorita, o también te puedo llevar a<br />
jugar, o podemos llegar… (Resignada y llorosa) Ya no podemos llegar a ninguna<br />
parte, ¿verdad, mi muchacha?<br />
(Lucilo y Eladio han permanecido estáticos. La Petrica comienza a<br />
llamar a la muerte para que se la lleve a ella, hasta que queda exhausta).<br />
Eladio: ¡Ha empezado a ventear! ¡Algo ha pasado!<br />
Lucilo: ¡Hay una pesadez por todo esto y no somos nosotros!<br />
La Petrica: ¡Ahora aquí hay que hacer algo!<br />
Eladio: Me dijeron de una parte… que hay un hombre, que la vida la<br />
sabe toda…<br />
Lucilo: ¡Hijos, me voy y no digan nada!