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22<br />
aCTO ÚNICO<br />
La Petrica<br />
La Petrica: ¿Estos desgraciados qué se creerán?… Ojalá que haga un<br />
ventarrón bien grande y los revuelque en un mierdero…<br />
(En su casa y resignada).<br />
La Petrica: Ya casi no sirvo, eso es lo que pasa… ¿Y el comandante?<br />
(Ríe) ¿Qué se creerá ese cochino e’ monte? ¿Que me voy a acostar con él de<br />
nada? Esto es un negocio y no se fía… (Al supuesto hijo) Hijo, ya vine… Me<br />
paré un ratico por el camino, tú sabes esas vainas que nunca faltan…, lo que<br />
Dios ha dispuesto…<br />
Lucilo (En su casa): Hay miedo por ustedes y por mí… Hay gente que<br />
no nos quiere bien ¿Saben, hijos? Me duelen los pies de tanto caminar. ¿Me<br />
oyeron, hijos?<br />
La Petrica: Todavía no he conseguido nada de lo que hablamos la otra<br />
vez… Y a ti, ¿te ha bajado la fiebre?<br />
Eladio: Miren, muchachos, procuren ponerse gordos para llevarlos a<br />
putear a ver si se les quita esa mala suerte y el miedo…<br />
Lucilo: ¿Dónde nos ponemos a pensar que no esté la pobreza<br />
arrimada?<br />
La Petrica: ¡No se te vaya a ocurrir morirte ahora que el trabajo se está<br />
poniendo bueno…!<br />
Lucilo: Les traje lo que les pude conseguir… ¡Imagínense!<br />
Eladio: ¿Saben una vaina? Dicen que hay una vieja bien buena por esos<br />
lados; con ella pueden empezar y hasta pueden encuerarse con ella fácilmente…<br />
Ustedes están muchachos…<br />
La Petrica: Te digo lo del trabajo… hasta que me aguante el rabo… ¡Ya<br />
estoy muy usada, hija!