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aCTO ÚNICO<br />
DESDE QUE DIOS AMANECE<br />
Hombre Uno: Ya, ya… El viejo dirá cuándo es el juego… Se pueden<br />
esperar y si no esperan, mejor!<br />
(La Mujer y el Muchacho han revisado el saco y comen. Los demás<br />
comen y murmuran. El Hombre Uno habla con el Viejo. En ese momento<br />
llega el Profeta desplazándose entre todos).<br />
Profeta: ¡Te esponjo, te vacío, te arropo, te despierto, te muevo, te apaciguo,<br />
te limpio, te llevo, te traigo, te inmerso, te ahogo, te elevo, te angustio,<br />
te asoleo, te incendio, te rebajo, te amanso, te hambreo!<br />
(El Profeta queda colocado en la parte izquierda hacia el proscenio).<br />
Hombre Tres: ¿Quién es ese carajo?<br />
Viejo: ¡Dice él que es un profeta!<br />
Hombre Uno: No queremos más gente aquí, puede irse por donde vino.<br />
Profeta (A todos, sin darle importancia a lo dicho): ¡A todos le podemos<br />
cambiar el nombre!<br />
Hombre Dos: Tiene mucha razón ese tipo: con un nuevo nombre no<br />
nos comerán los gusanos (Ríe).<br />
Profeta: El nombre del corazón. (Al Hombre Dos) ¿Tienes miedo<br />
de cambiarte el nombre? ¿Qué importa si te llamas Pedro o Gregorio o<br />
Amadeo? Tu nombre sea cual sea no dejará huella sobre la tierra…<br />
Hombre Dos: ¡A mí me importa un carajo esa vaina, yo vine aquí fue a<br />
descansar!… ¡De todas maneras la hediondez es la misma!<br />
Hombre Cuatro: ¡Eso sí es verdad!<br />
Hombre Uno: ¡Nos hace perder el tiempo!