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aCTO ÚNICO<br />
La Petrica<br />
Lucilo: ¿Por qué no le dices a Dios todas esas vainas?<br />
(Zoilo y Eladio asienten).<br />
La Petrica: No es ni mala idea… Pon tus manos aquí (Se lleva las<br />
manos de Lucilo al cuello) para que el animal de la noche me ponga alas…,<br />
y me pones un poco de esta tierra para llevársela a Dios y decirle a Dios un<br />
poco de vainas… Apretarás duro y poco a poco…<br />
(Lucilo se niega. La Petrica se agarra el medio de las piernas).<br />
La Petrica: Si te pusiera esta, sí la ibas a agarrar. Vamos, Eladio, que<br />
yo no soy vientre nada más: si aquí hay hombres que suban por encima de<br />
mi vientre; porque si no lo hacen no habrá quien le cuente a Dios las cosas<br />
como son de verdad, y los hijos de nuestros hijos llevarán la misma carga…<br />
Eladio: Ya está bueno de esta vaina, vámonos más bien…<br />
Lucilo: Esta loca del carajo nos quiere embrollar todo…<br />
Zoilo: No, aún no es hora…, ustedes con su miedo no dejan…, acuérdense<br />
de la muerta y atrás vienen como trescientos más…<br />
La Petrica: Trescientos o más…, una sola canción, oigan, vienen,<br />
vienen…<br />
Lucilo: Sí, pero vamos a ver de quién es la sangre…<br />
Eladio: ¡Vamos a darle una campana a cada casa para que salga la<br />
arrechera!<br />
La Petrica: ¡Si quieres podemos hacer hijos con campanas y que<br />
parezcan fusiles. Parecen fusiles… los hijos campanas, ay, los hijos muertos<br />
y sin bandera!