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El duende quiso madrugar. nº 3

Seguimos navegando en el fantástico mundo de la revista literaria para ofreceros un nuevo número de El Duende Quiso Madrugar, no sin hacer especial referencia a las fechas festivas que este mes de diciembre nos regala una vez más. Más que la celebración de un nuevo año, celebramos estar con ustedes una vez más en este mundo que tanto nos ofrece, aceptando lo bueno y lo malo como parte de nuestra experiencia vital y aprendizaje, y esperando que todas las personas de este mundo puedan adquirir la misma percepción de las cosas, si no parecida, de este humilde servidor.

Seguimos navegando en el fantástico mundo de la revista literaria para ofreceros un nuevo número de El Duende Quiso Madrugar, no sin hacer especial referencia a las fechas festivas que este mes de diciembre nos regala una vez más. Más que la celebración de un nuevo año, celebramos estar con ustedes una vez más en este mundo que tanto nos ofrece, aceptando lo bueno y lo malo como parte de nuestra experiencia vital y aprendizaje, y esperando que todas las personas de este mundo puedan adquirir la misma percepción de las cosas, si no parecida, de este humilde servidor.

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EL DUENDE QUISO<br />

MADRUGAR<br />

Revista Literaria<br />

TERCER NÚMERO. DICIEMBRE 2015.<br />

DESCUBRE LA NAVIDAD<br />

CON CHARLES DICKENS<br />

MARIANO JOSÉ DE LARRA<br />

NOS DA SU VISIÓN DE<br />

ESPAÑA<br />

LAS NOTICIAS MÁS PIFIAS<br />

DE TODOS LOS MEDIOS<br />

EL “AUTO DE LOS REYES<br />

MAGOS”<br />

Ejemplar gratuito<br />

Publicado en internet


EL DUENDE QUISO MADRUGAR<br />

<strong>El</strong> <strong>duende</strong> <strong>quiso</strong> <strong>madrugar</strong><br />

Número tercero. Diciembre de 2015.<br />

Publicación de Francisco Javier González de<br />

Córdova.<br />

Es una revista literaria de publicación mensual<br />

de difusión gratuita vía internet.<br />

Esta publicación se terminó de editar el 30 de<br />

noviembre de 2015 en México D. F.<br />

<strong>El</strong> contenido de los textos es responsabilidad<br />

del autor, cuya libertad de expresión viene<br />

amparada en la Carta de Derechos Humanos.<br />

Publicación sin fines de lucro ni patrocinada<br />

por ninguna organización o empresa.<br />

PROHIBIDA SU VENTA<br />

Pintura de logotipo: Caprichos de <strong>duende</strong>s y monjes, <strong>nº</strong> 70, de Francisco<br />

de Goya.<br />

Pintura de portada: <strong>El</strong> cementerio de Cloister bajo la nieve (1819), de<br />

Caspar David Friedrich.<br />

Revista de edición libre para Rincón Filológico:<br />

https://riconfilologico.wordpress.com/<br />

Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative<br />

Commons Atribución-NoComercial-<br />

SinDerivar 4.0 Internacional. Para ver una copia<br />

de esta licencia, visita http://<br />

creativecommons.org/licenses/by-ncnd/4.0/.<br />

PÁGINA 2


Seguimos navegando en el fantástico mundo<br />

de la revista literaria para ofreceros un nuevo número<br />

de <strong>El</strong> Duende Quiso Madrugar, no sin hacer especial referencia<br />

a las fechas festivas que este mes de diciembre<br />

nos regala una vez más. Más que la celebración de un<br />

nuevo año, celebramos estar con ustedes una vez más<br />

en este mundo que tanto nos ofrece, aceptando lo<br />

bueno y lo malo como parte de nuestra experiencia<br />

vital y aprendizaje, y esperando que todas las personas<br />

de este mundo puedan adquirir la misma percepción<br />

de las cosas, si no parecida, de este humilde servidor.<br />

Una vez más les ofrecemos la literatura del<br />

pasado y del presente, que como fantasmas navideños<br />

vienen a dejar una lección de vida para todo aquel que<br />

desdeña ciertos ideales de una sociedad ya perdida a lo<br />

largo de las décadas, e incluso de los siglos.<br />

Esta vez, el <strong>duende</strong> literario hace uso de la<br />

magia navideña para hacernos llegar a un gran escritor,<br />

Charles Dickens, que nos hizo ver una imagen de la<br />

Navidad entrañable a la vez que fantástica e incluso<br />

tenebrosa. Tras él se reinventa el concepto de Navidad,<br />

intentado concienciar a sus lectores de la hipocresía<br />

humana al no acordarse de la bondad en lo que<br />

resta del año. La Navidad es un sentimiento que debe<br />

llevar cada persona durante el resto de su vida, cada<br />

día del año, mostrando su esencia humana, esencia del<br />

Creador, que tanto nos diferencia de los animales.<br />

Y no, la Navidad no conseguirá traernos la paz<br />

al mundo, y menos cuando muchos gobiernos a estas<br />

alturas buscan que pasen estas fechas para iniciar una<br />

nueva guerra de escala mundial. No podremos hacer<br />

gran cosa nosotros, la humilde gente, pero al menos<br />

podemos mantener la difusión de la cultura como único<br />

arma para combatir la ignorancia que nos lleva a<br />

una nueva contienda armada.<br />

Sin más, les dejo estas páginas esperando su<br />

disfrute. Felices fiestas y próspero Año Nuevo.<br />

Francisco Javier González de Córdova<br />

Índice<br />

En este país, de Mariano José<br />

de Larra.<br />

Noticias Pifias.<br />

Fantasmas de Navidad, de Charles<br />

Dickens.<br />

10<br />

Rincón de la Poesía: Auto de los<br />

Reyes Magos.<br />

16<br />

Las Nuevas Costumbres: Cena<br />

de Nochebuena<br />

20<br />

Poema al Mundo: el villancico<br />

23<br />

Citas célebres<br />

Lectura recomendada<br />

<strong>El</strong> teatro del fin del mundo<br />

4<br />

8<br />

26<br />

27<br />

29<br />

PÁGINA 3


MARIANO JOSÉ DE LARRA<br />

En este país<br />

Hay en el lenguaje vulgar frases afortunadas<br />

que nacen en buena hora y que se derraman por<br />

toda una nación, así como se propagan hasta los<br />

términos de un estanque las ondas producidas por<br />

la caída de una piedra en medio del agua. Muchas<br />

de este género pudiéramos citar, en el vocabulario<br />

político sobre todo; de esta clase son aquellas que,<br />

halagando las pasiones de los partidos, han resonado<br />

tan funestamente en nuestros oídos en los años<br />

que van pasados de este siglo, tan fecundo en mutaciones<br />

de escena y en cambio de decoraciones. Cae<br />

una palabra de los labios de un perorador en un<br />

pequeño círculo, y un gran pueblo, ansioso de palabras,<br />

la recoge, la pasa de boca en boca, y con la<br />

rapidez del golpe eléctrico un crecido número de<br />

máquinas vivientes la repite y la consagra, las más<br />

veces sin entenderla, y siempre sin calcular que una<br />

palabra sola es a veces palanca suficiente a levantar<br />

la muchedumbre, inflamar los ánimos y causar en<br />

las cosas una revolución.<br />

Estas voces favoritas han solido siempre<br />

desaparecer con las circunstancias que las produjeran.<br />

Su destino es, efectivamente, como sonido<br />

vago que son, perderse en la lontananza, conforme<br />

se apartan de la causa que las hizo nacer. Una frase,<br />

empero, sobrevive siempre entre nosotros, cuya<br />

existencia es tanto más difícil de concebir, cuanto<br />

que no es de la naturaleza de esas de que acabamos<br />

de hablar; éstas sirven en las revoluciones a lisonjear<br />

a los partidos y a humillar a los caídos, objeto<br />

que se entiende perfectamente, una vez conocida la<br />

generosa condición del hombre; pero la frase que<br />

forma el objeto de este artículo se perpetúa entre<br />

nosotros, siendo sólo un funesto padrón de ignominia<br />

para los que la oyen y para los mismos que la<br />

dicen; así la repiten los vencidos como los vencedores,<br />

los que no pueden como los que no quieren<br />

extirparla; los propios, en fin, como los extraños.<br />

«En este país...», ésta es la frase que todos<br />

repetimos a porfía, frase que sirve de clave para<br />

toda clase de explicaciones, cualquiera que sea la<br />

cosa que a nuestros ojos choque en mal sentido.<br />

«¿Qué quiere usted?» -decimos-, «¡en este país!»<br />

Cualquier acontecimiento desagradable que nos<br />

suceda, creemos explicarle perfectamente con la<br />

frasecilla: «¡Cosas de este país!», que con vanidad<br />

pronunciamos y sin pudor alguno repetimos.<br />

¿Nace esta frase de un atraso reconocido<br />

en toda la nación? No creo que pueda ser éste su<br />

origen, porque sólo puede conocer la carencia de<br />

una cosa el que la misma cosa conoce: de donde se<br />

infiere que si todos los individuos de un pueblo<br />

conociesen su atraso, no estarían realmente atrasados.<br />

¿Es la pereza de imaginación o de raciocinio<br />

que nos impide investigar la verdadera razón de<br />

cuanto nos sucede, y que se goza en tener una muletilla<br />

siempre a mano con que responderse a sus<br />

propios argumentos, haciéndose cada uno la ilusión<br />

de no creerse cómplice de un mal, cuya responsabilidad<br />

descarga sobre el estado del país en<br />

general? Esto parece más ingenioso que cierto.<br />

Creo entrever la causa verdadera de esta<br />

humillante expresión. Cuando se halla un país en<br />

aquel crítico momento en que se acerca a una<br />

transición, y en que, saliendo de las tinieblas, comienza<br />

a brillar a sus ojos un ligero resplandor, no<br />

conoce todavía el bien, empero ya conoce el mal,<br />

de donde pretende salir para probar cualquiera<br />

otra cosa que no sea lo que hasta entonces ha tenido.<br />

Sucédele lo que a una joven bella que sale de<br />

la adolescencia; no conoce el amor todavía ni sus<br />

goces; su corazón, sin embargo, o la naturaleza,<br />

por mejor decir, le empieza a revelar una necesidad<br />

que pronto será urgente para ella, y cuyo germen<br />

y cuyos medios de satisfacción tiene en sí<br />

misma, si bien los desconoce todavía; la vaga inquietud<br />

de su alma, que busca y ansía, sin saber<br />

qué, la atormenta y la disgusta de su estado actual<br />

y del anterior en que vivía; y vésela despreciar y<br />

romper aquellos mismos sencillos juguetes que<br />

formaban poco antes el encanto de su ignorante<br />

existencia.<br />

Éste es acaso nuestro estado, y éste, a<br />

PÁGINA 4


nuestro entender, el origen de la fatuidad que en<br />

nuestra juventud se observa: el medio saber reina<br />

entre nosotros; no conocemos el bien, pero sabemos<br />

que existe y que podemos llegar a poseerlo, si<br />

bien sin imaginar aún el cómo. Afectamos, pues,<br />

hacer ascos de lo que tenemos para dar a entender a<br />

los que nos oyeron que conocemos cosas mejores,<br />

y nos queremos engañar miserablemente unos a<br />

otros, estando todos en el mismo caso.<br />

Este medio saber nos impide gozar de lo<br />

bueno que realmente tenemos, y aun nuestra ansia<br />

de obtenerlo todo de una vez nos ciega sobre los<br />

mismos progresos que vamos insensiblemente<br />

haciendo. Estamos en el caso del que, teniendo<br />

apetito, desprecia un sabroso almuerzo con la esperanza<br />

de un suntuoso convite incierto, que se verificará,<br />

o no se verificará, más tarde. Sustituyamos<br />

sabiamente a la esperanza de mañana el recuerdo de<br />

ayer, y veamos si tenemos razón en decir a propósito<br />

de todo: «¡Cosas de este país!»<br />

Sólo con el auxilio de las anteriores reflexiones<br />

pude comprender el carácter de don Periquito,<br />

ese petulante joven, cuya instrucción está<br />

reducida al poco latín que le quisieron enseñar y<br />

que él no <strong>quiso</strong> aprender; cuyos viajes no han pasado<br />

de Carabanchel; que no lee sino en los ojos de<br />

sus queridas, los cuales no son ciertamente los libros<br />

más filosóficos; que no conoce, en fin, más<br />

ilustración que la suya, más hombres que sus amigos,<br />

cortados por la misma tijera que él, ni más<br />

mundo que el salón del Prado, ni más país que el<br />

suyo. Este fiel representante de gran parte de nuestra<br />

juventud desdeñosa de su país fue no ha mucho<br />

tiempo objeto de una de mis visitas.<br />

Encontrele en una habitación mal amueblada<br />

y peor dispuesta, como de hombre solo; reinaba<br />

en sus muebles y sus ropas, tiradas aquí y allí, un<br />

espantoso desorden de que hubo de avergonzarse al<br />

verme entrar.<br />

-Este cuarto está hecho una leonera -me<br />

dijo-. ¿Qué quiere usted? En este país... -y quedó<br />

muy satisfecho de la excusa que a su natural descuido<br />

había encontrado.<br />

Empeñose en que había de almorzar con<br />

él, y no pude resistir a sus instancias: un mal almuerzo<br />

mal servido reclamaba indispensablemente<br />

algún nuevo achaque, y no tardó mucho en decirme:<br />

-Amigo, en este país no se puede dar un<br />

almuerzo a nadie; hay que recurrir a los platos<br />

comunes y al chocolate.<br />

«Vive Dios -dije yo para mí-, que cuando<br />

en este país se tiene un buen cocinero y un exquisito<br />

servicio y los criados necesarios, se puede almorzar<br />

un excelente beefsteak con todos los adherentes<br />

de un almuerzo à la fourchette; y que en<br />

París los que pagan ocho o diez reales por un appartement<br />

garni, o una mezquina habitación en<br />

una casa de huéspedes, como mi amigo don Periquito,<br />

no se desayunan con pavos trufados ni con<br />

champagne.»<br />

Mi amigo Periquito es hombre pesado<br />

como los hay en todos los países, y me instó a que<br />

pasase el día con él; y yo, que había empezado ya a<br />

estudiar sobre aquella máquina como un anatómico<br />

sobre un cadáver, acepté inmediatamente.<br />

Don Periquito es pretendiente, a pesar de<br />

su notoria inutilidad. Llevome, pues, de ministerio<br />

en ministerio: de dos empleos con los cuales<br />

contaba, habíase llevado el uno otro candidato que<br />

había tenido más empeños que él.<br />

-¡Cosas de España! -me salió diciendo, al<br />

referirme su desgracia.<br />

-Ciertamente -le respondí, sonriéndome<br />

de su injusticia-, porque en Francia y en Inglaterra<br />

no hay intrigas; puede usted estar seguro de que<br />

allá todos son unos santos varones, y los hombres<br />

no son hombres.<br />

<strong>El</strong> segundo empleo que pretendía había<br />

sido dado a un hombre de más luces que él.<br />

PÁGINA 5


-¡Cosas de España! -me repitió.<br />

«Sí, porque en otras partes colocan a los<br />

necios», dije yo para mí.<br />

Llevome en seguida a una librería, después<br />

de haberme confesado que había publicado un folleto,<br />

llevado del mal ejemplo. Preguntó cuántos<br />

ejemplares se habían vendido de su peregrino folleto,<br />

y el librero respondió:<br />

-Ni uno.<br />

¿Lo ve usted, Fígaro? -me dijo-: ¿Lo ve<br />

usted? En este país no se puede escribir. En España<br />

nada se vende; vegetamos en la ignorancia. En París<br />

hubiera vendido diez ediciones.<br />

-Ciertamente -le contesté yo-, porque los<br />

hombres como usted venden en París sus ediciones.<br />

En París no habrá libros malos que no se lean, ni<br />

autores necios que se mueran de hambre.<br />

-Desengáñese usted: en este país no se lee -<br />

prosiguió diciendo.<br />

«Y usted que de eso se queja, señor don<br />

Periquito, usted, ¿qué lee? -le hubiera podido preguntar-.<br />

Todos nos quejamos de que no se lee, y<br />

ninguno leemos.»<br />

-¿Lee usted los periódicos? -le pregunté,<br />

sin embargo.<br />

-No, señor; en este país no se sabe escribir<br />

periódicos. ¡Lea usted ese Diario de los Debates,<br />

ese Times!<br />

Es de advertir que don Periquito no sabe<br />

francés ni inglés, y que en cuanto a periódicos, buenos<br />

o malos, en fin, los hay, y muchos años no los<br />

ha habido.<br />

Pasábamos al lado de una obra de esas que<br />

hermosean continuamente este país, y clamaba:<br />

-¡Qué basura! En este país no hay policía.<br />

En París las casas que se destruyen y reedifican<br />

no producen polvo.<br />

-¡Ah! ¡País de ladrones! -vociferaba indignado.<br />

Metió el pie torpemente en un charco.<br />

-¡No hay limpieza en España! -exclamaba.<br />

En el extranjero no hay lodo.<br />

Se hablaba de un robo:<br />

Porque en Londres no se roba; en Londres,<br />

donde en la calle acometen los malhechores<br />

a la mitad de un día de niebla a los transeúntes.<br />

Nos pedía limosna un pobre:<br />

-¡En este país no hay más que miseria! -<br />

exclamaba horripilado.<br />

Porque en el extranjero no hay infeliz que<br />

no arrastre coche.<br />

Íbamos al teatro, y:<br />

-¡Oh qué horror!- decía mi don Periquito<br />

con compasión, sin haberlos visto mejores en su<br />

vida- ¡Aquí no hay teatros!<br />

Pasábamos por un café.<br />

-No entremos. ¡Qué cafés los de este país!<br />

-gritaba.<br />

Se hablaba de viajes:<br />

-¡Oh! Dios me libre; ¡en España no se<br />

puede viajar! ¡Qué posadas! ¡Qué caminos!<br />

¡Oh infernal comezón de vilipendiar este<br />

país que adelanta y progresa de algunos años a esta<br />

PÁGINA 6


parte más rápidamente que adelantaron esos países<br />

modelos, para llegar al punto de ventaja en que se<br />

han puesto!<br />

¿Por qué los don Periquitos que todo lo<br />

desprecian en el año 33, no vuelven los ojos a mirar<br />

atrás, o no preguntan a sus papás acerca del tiempo,<br />

que no está tan distante de nosotros, en que no se<br />

conocía en la Corte más botillería que la de Canosa,<br />

ni más bebida que la leche helada; en que no había<br />

más caminos en España que el del cielo; en que no<br />

existían más posadas que las descritas por Moratín<br />

en <strong>El</strong> sí de las niñas, con las sillas desvencijadas y las<br />

estampas del Hijo Pródigo, o las malhadadas ventas<br />

para caminantes asendereados; en que no corrían<br />

más carruajes que las galeras y carromatos catalanes;<br />

en que los «chorizos» y «polacos» repartían a<br />

naranjazos los premios al talento dramático, y llevaba<br />

el público al teatro la bota y la merienda para<br />

pasar a tragos la representación de las comedias de<br />

figurón y dramas de Comella; en que no se conocía<br />

más ópera que el Marlborough (o «Mambruc», como<br />

dice el vulgo) cantado a la guitarra; en que no<br />

se leía más periódico que el Diario de Avisos, y en<br />

fin... en que...<br />

Pero acabemos este artículo, demasiado<br />

largo para nuestro propósito: no vuelvan a mirar<br />

atrás porque habrían de poner un término a su maledicencia<br />

y llamar prodigiosa la casi repentina mudanza<br />

que en este país se ha verificado en tan breve<br />

espacio.<br />

Concluyamos, sin embargo, de explicar<br />

nuestra idea claramente, mas que a los don Periquitos<br />

que nos rodean pese y avergüence.<br />

sátira en bocas de españoles, y de españoles, sobre<br />

todo, que no conocen más país que este mismo<br />

suyo, que tan injustamente dilaceran, apenas reconoce<br />

nuestra indignación límites en que contenerse.<br />

Borremos, pues, de nuestro lenguaje la<br />

humillante expresión que no nombra a este país<br />

sino para denigrarle; volvamos los ojos atrás, comparemos<br />

y nos creeremos felices. Si alguna vez<br />

miramos adelante y nos comparamos con el extranjero,<br />

sea para prepararnos un porvenir mejor<br />

que el presente, y para rivalizar en nuestros adelantos<br />

con los de nuestros vecinos: sólo en este<br />

sentido opondremos nosotros en algunos de nuestros<br />

artículos el bien de fuera al mal de dentro.<br />

Olvidemos, lo repetimos, esa funesta expresión<br />

que contribuye a aumentar la injusta desconfianza<br />

que de nuestras propias fuerzas tenemos.<br />

Hagamos más favor o justicia a nuestro país,<br />

y creámosle capaz de esfuerzos y felicidades.<br />

Cumpla cada español con sus deberes de buen patricio,<br />

y en vez de alimentar nuestra inacción con<br />

la expresión de desaliento: «¡Cosas de España!»,<br />

contribuya cada cual a las mejoras posibles. Entonces<br />

este país dejará de ser tan mal tratado de los<br />

extranjeros, a cuyo desprecio nada podemos oponer,<br />

si de él les damos nosotros mismos el vergonzoso<br />

ejemplo.<br />

Revista Española, n.º 51, 30 de abril de 1833.<br />

Firmado: Fígaro.<br />

Cuando oímos a un extranjero que tiene la<br />

fortuna de pertenecer a un país donde las ventajas<br />

de la ilustración se han hecho conocer con mucha<br />

anterioridad que en el nuestro, por causas que no<br />

es de nuestra inspección examinar, nada extrañamos<br />

en su boca, si no es la falta de consideración y<br />

aun de gratitud que reclama la hospitalidad de todo<br />

hombre honrado que la recibe; pero cuando oímos<br />

la expresión despreciativa que hoy merece nuestra<br />

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NOTICIAS PIFIAS<br />

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Publicidad<br />

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CHARLES DICKENS<br />

Fantasmas de Navidad<br />

Me gusta volver a casa en Navidad. Todos lo hacemos, o deberíamos hacerlo. Deberíamos volver a<br />

casa en vacaciones, cuanto más largas mejor, desde el internado en el que nos pasamos la vida trabajando<br />

en nuestras tablas aritméticas, para así descansar. Viajamos hasta casa a través de un paisaje invernal; por<br />

campos cubiertos por una niebla baja, entre pantanos y brumas, subiendo prolongadas colinas, que se van<br />

volviendo oscuras como cavernas entre las espesas plantaciones que llegan a tapar casi las estrellas chispeantes;<br />

y así hasta que estamos en las amplias mesetas y finalmente nos detenemos, con un silencio repentino,<br />

en una avenida. En el aire helado la campana de la puerta tiene un sonido profundo que casi parece<br />

terrible; la puerta se abre sobre sus goznes y al llegar hasta una casa grande las brillantes luces nos parecen<br />

más grandes tras las ventanas, y las filas de árboles que hay frente a ellas parecen apartarse solemnemente<br />

hacia los lados, como para dejarnos pasar. Durante todo el día, a intervalos, una liebre asustada ha salido<br />

corriendo a través de la hierba cubierta de nieve; o el repiqueteo distante de un rebaño de ciervos pisoteando<br />

el duro hielo ha acabado también, por un minuto, con el silencio. Si pudiéramos verles sus ojos vigilantes<br />

bajo los helechos, brillarían ahora como las gotas heladas de rocío sobre las hojas; pero están inmóviles,<br />

y todo está callado. Y así, las luces se van haciendo más grandes, y los árboles se apartan hacia atrás<br />

ante nosotros para cerrarse de nuevo a nuestra espalda, como impidiéndonos la retirada, y llegamos a la<br />

casa.<br />

Probablemente huele todo el tiempo a castañas asadas y otras cosas buenas y reconfortantes, pues<br />

estamos contando historias de Navidad, historias de fantasmas, o más vergonzosas para nosotros, alrededor<br />

del fuego de Navidad, y no nos hemos movido salvo para acercarnos un poco más a él. Pero dejemos eso.<br />

Llegamos a la casa y es una casa antigua, repleta de grandes chimeneas en las que la leña arde en el hogar<br />

sobre viejas tenazas, y retratos horrendos (algunos de ellos con leyendas también horrendas) miran con<br />

saña y desconfianza desde el entablado de roble de las paredes. Somos un noble de edad mediana y damos<br />

una generosa cena con nuestro anfitrión y anfitriona y sus invitados, es Navidad y la vieja casa está llena de<br />

invitados, y después nos vamos a la cama. Nuestra habitación es muy antigua. Está recubierta de tapices.<br />

No nos gusta el retrato de un caballero vestido de verde colocado sobre la repisa de la chimenea. En el<br />

techo hay grandes vigas negras y para nuestro acomodo particular contamos con una enorme cama negra a<br />

la que en los pies le sirven de apoyo dos figuras negras también grandes que parecen salidas de dos tumbas<br />

de la antigua iglesia que tenía el barón en el parque. Pero no somos un noble supersticioso, y no nos importa.<br />

¡Todo v-, bien! Despedimos a nuestro criado, cerramos la puerta y nos sentamos delante del fuego<br />

vestido: con el camisón, meditando en muchas cosas. Final mente, nos metemos en la cama. ¡Muy bien!<br />

No podemos dormir. Damos vueltas y más vueltas, pero no podemos dormir. Las ascuas de la chimenea<br />

arden bien y dan a la habitación un aspecto fantasmal No podemos evitar escudriñar, por encima del<br />

cobertor, las dos figuras negras y el caballero... ese caballero vestido de verde y de apariencia perversa<br />

Con la luz parpadeante dan la impresión de avanza y retroceder: lo cual, a pesar de que no seamos en absoluto<br />

un noble supersticioso, no resulta agradable. ¡Muy bien! Nos ponemos nerviosos... más y más nerviosos.<br />

Decimos: «esto es una verdadera estupidez, pero no podemos soportarlo; simularemos estar enfermos<br />

y llamaremos a alguien». ¡Muy bien Precisamente vamos a hacerlo cuando la puerta cerrada se abre y entra<br />

una mujer joven, de palidez mortal y de cabellos rubios y largos que se desliza hasta la chimenea, y se sienta<br />

en la silla que hemos dejado allí, frotándose las manos. Nos damos cuenta entonces de que su ropa está<br />

húmeda. La lengua se nos pega al velo del paladar y no somos capaces de hablar, pero la observamos con<br />

precisión. Su ropa está húmeda, su largo cabello está salpicado de barro húmedo, va vestida según la moda<br />

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de hace do: cientos años, y lleva en su ceñidor un manojo de 11, ves oxidadas. ¡Muy bien! Se sienta allí y<br />

ni siquiera podemos desmayarnos del estado en el que no encontramos. Entonces ella se levanta y prueba<br />

todas las cerraduras de la habitación con las llaves oxidadas, sin que encuentre ninguna que vaya bien; después<br />

fija la mirada en el retrato del caballero vestido de verde y con una voz baja y terrible exclama: «¡<strong>El</strong><br />

hombre lo sabe!» Después se vuelve a frotar las manos, pasa junto al borde de la cama y sale por la puerta.<br />

Nos apresuramos a ponernos la bata, cogemos las pistolas (siempre viajamos con ellas) y la seguimos, pero<br />

encontramos la puerta cerrada. Damos la vuelta a la llave, miramos en el pasillo oscuro y no hay nadie. Lo<br />

recorremos tratando de encontrar a nuestro criado. No es posible.<br />

Recorremos el pasillo hasta que despunta el día y luego regresamos a nuestra habitación vacía, caemos<br />

dormidos y nos despierta nuestro criado (nunca hay nada que le hechice a él) y el sol brillante. ¡Muy<br />

bien! Tomamos un desayuno terrible y todos dicen que tenemos un aspecto extraño. Después del desayuno<br />

paseamos por la casa con nuestro anfitrión, y le conducimos hasta el retrato del caballero vestido de<br />

verde, y entonces se aclara todo. Se comportó con falsedad con una joven ama de llaves unida en otro<br />

tiempo a esa familia, y famosa por su belleza, que se ahogó en un lago y cuyo cuerpo fue descubierto al<br />

cabo de mucho tiempo porque los ciervos se negaban a beber el agua. Desde entonces se ha dicho entre<br />

susurros que ella atraviesa la casa a medianoche (pero que va especialmente a esa habitación, en donde<br />

acostumbraba a dormir el caballero vestido de verde) probando las viejas cerraduras con las llaves oxidadas.<br />

¡Bien! Le contamos a nuestro anfitrión lo que hemos visto, y una sombra cubre sus rasgos tras lo que<br />

nos suplica que guardemos silencio; y así se hace. Pero todo es cierto; y lo contamos, antes de morir<br />

(ahora estamos muertos) a muchas personas responsables.<br />

Es infinito el número de casas antiguas con galerías resonantes, dormitorios lúgubres y alas encantadas<br />

cerradas durante muchos años, por las cuales podemos pasear, con un agradable hormigueo subiéndonos<br />

por la espalda y encontrarnos algunos fantasmas, pero quizá sea digno de mención afirmar que se<br />

reducen a muy pocos tipos y clases generales; pues los fantasmas tienen poca originalidad y «caminan» por<br />

caminos trillados. Sucede, por ejemplo, que en una determinada habitación de un cierto salón antiguo en<br />

donde se suicidó un malvado lord, barón, o caballero, hay en el suelo algunas tablas de las que no se puede<br />

borrar la sangre. Raspas y raspas, como el actual dueño ha hecho, o cepillas y cepillas; como hizo su padre,<br />

o friegas y friegas, como hizo su abuelo, o quemas y quemas con ácidos fuertes, como hizo el bisabuelo,<br />

pero la sangre seguirá estando allí, ni más roja ni más pálida, ni en mayor ni en menor cantidad; siempre<br />

igual. En otra de esas casas hay una puerta encantada que nunca se abrirá; u otra que nunca se cerrará; o un<br />

sonido de una rueda de hilar, o un martillo, o unos pasos, o un grito, o un suspiro, un galope de caballos o<br />

el rechinar de unas cadenas. O hay un reloj que a medianoche da trece campanadas cuando va a morir el<br />

cabeza de familia, o un carruaje sombrío, negro e inmóvil que ve siempre en esos momentos alguien que<br />

aguardaba cerca de las amplias puertas del patio del establo. O sucede, como en el caso de Lady Mary, que<br />

fue a visitar una casa situada en los Highlands escoceses, y como estaba fatigada por su largo viaje se retiró<br />

pronto a la cama y a la mañana siguiente dijo con toda inocencia en la mesa del desayuno:<br />

-¡Me resultó muy extraño que celebraran una fiesta a una hora tan tardía anoche en este remoto<br />

lugar y no me hablaran de ella antes de que me acostara!<br />

Entonces todos preguntaron a Lady Mary lo que quería decir. Y ésta contestó:<br />

-Bueno, anoche todo el tiempo oí carruajes que daban vueltas y más vueltas alrededor de la terraza,<br />

bajo mi ventana.<br />

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Entonces el dueño de la casa se puso pálido, lo mismo que su señora, y Charles Macdoodle de<br />

Macdoodle hizo señas a Lady Mary de que no dijera más, y todos guardaron silencio. Tras el desayuno,<br />

Charles Macdoodle le contó aLady Mary que según una tradición de la familia era un presagio de muerte<br />

que los carruajes dieran vueltas por la terraza. Y así fue, pues dos meses más tarde moría la señora de la<br />

casa. Y Lady Mary, que era doncella de honor en la Corte, contó a menudo esta historia a la Reina Charlotte;<br />

y es por esto que el viejo rey decía siempre: «¿Cómo, cómo? ¿Qué, qué? ¿Fantasmas, fantasmas? ¡No<br />

existen, no existen!» Y no dejaba de decir esa frase hasta que se iba a la cama.<br />

Y ahora bien, un amigo de alguien al que casi todos conocemos, cuando era un joven que estaba<br />

cursando estudios tenía un amigo especial con el que había hecho el pacto de que, si era posible que el espíritu<br />

retornara a esta tierra después de separarse del cuerpo, aquel de los dos que muriera primero se le<br />

aparecería al otro. Nuestro amigo se olvidó de ese pacto con el curso del tiempo; los dos jóvenes habían<br />

progresado en la vida, habían tomado camino; divergentes y se habían separado. Pero una noche muchos<br />

años después, estando nuestro amigo en el norte de Inglaterra, y quedándose a pasar la noche en una posada<br />

de Yorkshire Moors, miró desde la cama hacia fuera; y allí, bajo la luz de la luna, apoyado en un buró<br />

cercano a la ventana, y mirándole fijamente, vio a su antiguo compañero de estudios.<br />

Cuando éste se dirigió con solemnidad hacia la aparición, ésta respondió en una especie de susurre<br />

pero bien audible:<br />

-No te acerques a mí. Estoy muerto. He venido aquí para cumplir mi promesa. ¡Vengo del otro<br />

mundo, pero no puedo revelar sus secretos!<br />

En ese momento empezó a volverse más pálido y se fundió, por así decirlo, con la luz de la luna,<br />

desapareciendo en ella.<br />

O está el caso de la hija del primer ocupante de lo pintoresca casa isabelina, tan famosa en nuestra<br />

vecindad. ¿Ha oído hablar de ella? ¿No? Bueno, la hija salió una noche de verano en el momento del<br />

crepúsculo; era una joven muy hermosa, de diecisiete años de edad, y se disponía a coger flores del jardín:<br />

pero de pronto llegó corriendo, aterrada, hasta el salón donde estaba su padre, a quien le dijo:<br />

-¡Ay, querido padre, me he encontrado conmigo misma!<br />

Él la cogió en sus brazos y le dijo que todo era una fantasía, pero ella replicó:<br />

-¡Oh, no! Me encontré conmigo en el camino ancho, y yo estaba pálida, y recogía flores marchitas,<br />

y giraba la cabeza y las levantaba.<br />

Y aquella noche murió la joven; y se empezó a hacer un cuadro con su historia, pero no se terminó<br />

nunca, y dicen que ha estado hasta hoy en algún lugar de la casa, con el rostro vuelto hacia la pared.<br />

O la historia del tío de la esposa de mi hermano, que volvía a casa cabalgando al atardecer de un<br />

hermoso día y en una calle arbolada cercana a su casa vio a un hombre de pie ante él en el centro mismo de<br />

la estrecha calzada. «¿Qué hace ese hombre del manto ahí parado?», pensó. «¿Quiere que pase con el caballo<br />

por encima de él?»<br />

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Pero la figura no se movió. Al verlo tan quieto tuvo una sensación extraña, pero siguió avanzando,<br />

aunque aflojando el trote. Cuando estuvo tan cerca que llegó a tocarlo casi con el estribo el caballo se<br />

asustó y la figura se deslizó hacia arriba, hasta la acera, de una manera curiosa y nada natural: hacia atrás,<br />

sin que pareciera utilizar los pies, hasta que desapareció. <strong>El</strong> tío de la esposa de mi hermano exclamó:<br />

-¡Por el Dios de los cielos! ¡Si es mi primo Harry, el de Bombay!<br />

Espoleó el caballo, que de pronto se había puesto a sudar profusamente, y extrañándose de tan<br />

rara conducta dio la vuelta para dirigirse hacia la fachada de su casa. Cuando llegó allí vio la misma figura,<br />

que pasaba en ese momento junto a la alargada ventana francesa de la sala de estar, en la planta baja.<br />

Le pasó las bridas a un criado y se dirigió presurosamente hacia la figura. Allí estaba sentada su<br />

hermana, a solas.<br />

-Alice, ¿dónde está mi primo Harry?<br />

-¿Tu primo Harry, John?<br />

-Sí, el de Bombay.<br />

-Acabo de encontrarme con él ahora en la avenida, y le vi entrar aquí hace un instante.<br />

Pero nadie había visto a nadie; y tal como después se supo, en ese mismo instante moría en India<br />

aquel primo.<br />

O está la historia de esa sensible y anciana dama soltera que murió a los noventa y nueve años de<br />

edad manteniendo sus facultades hasta el último momento y vio realmente al chico huérfano. Es una historia<br />

que a menudo se ha contado incorrectamente, pero de la que la verdad auténtica es ésta, lo sé porque<br />

en realidad es una historia de nuestra familia, y ella era amiga de la casa. Cuando tenía unos cuarenta años<br />

de edad, y seguía poseyendo una hermosura poco común (su amado murió joven, razón por la cual ella<br />

nunca se casó, a pesar de tener numerosas ofertas), fijó su residencia en un lugar de Kent, que su hermano,<br />

un comerciante con India, había comprado recientemente.<br />

Se contaba la historia de que en otro tiempo aquel lugar estuvo a cargo del tutor de un joven; que<br />

ese tutor sería el segundo heredero y que mató al muchacho con su tratamiento duro y cruel. <strong>El</strong>la nada<br />

sabía de tales cosas. Se ha dicho que en el dormitorio de ella había una jaula en la que el tutor solía encerrar<br />

al muchacho. Es falso. Sólo había un gabinete. <strong>El</strong>la se acostó, no hizo llamada alguna durante la noche, pero<br />

por la mañana le dijo con toda tranquilidad a la doncella cuando ésta entró:<br />

-¿Quién es ese guapo mocito de aspecto abandonado que estuvo mirando hacia fuera desde el gabinete<br />

toda la noche?<br />

La doncella contestó lanzando un fuerte grito y echando a correr al instante. La dama se sorprendió<br />

de aquello, pero era una mujer de notable fuerza mental, por lo que se vistió ella sola, bajó las escaleras<br />

y acudió a reunirse con su hermano:<br />

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-Walter, toda la noche me ha estado inquietando un guapo mocito de aspecto abandonado que<br />

constantemente miraba hacia fuera desde el gabinete que hay en mi habitación, y que no puedo abrir. Ahí<br />

debe haber algún truco.<br />

-Me temo que no, Charlotte -contestó el hermano-, pues es la leyenda de la casa. Es el huérfano.<br />

¿Qué es lo que hizo?<br />

-Abrió la puerta con suavidad y miró hacia fuera. A veces penetraba uno o dos pasos en la habitación.<br />

Entonces yo le llamaba, para animarle, y él se encogía, se estremecía y volvía a meterse de nuevo,<br />

cerrando la puerta.<br />

-Charlotte, el gabinete no tiene comunicación con ninguna otra parte de la casa, y está cerrado<br />

con clavos.<br />

Aquello era indudablemente cierto y dos carpinteros necesitaron una mañana entera para abrir la<br />

puerta y poder examinar el gabinete. Sólo entonces Charlotte quedó convencida de que había visto al huérfano.<br />

Pero lo terrible de la historia es que fue visto sucesivamente por tres de los hijos de su hermano, todos<br />

los cuales murieron jóvenes. En cada ocasión, el niño enfermaba, regresaba a casa con fiebre, doce<br />

horas antes de la muerte, y le decía a su madre que había estado jugando bajo un cierto roble que había en<br />

un prado con un chico extraño, un chico de buen aspecto, pero que parecía abandonado, que era muy<br />

tímido y le hacía señas. A partir de esa experiencia fatal los padres llegaron a saber que se trataba del huérfano,<br />

y que el destino del niño al que había elegido como compañero de juegos estaba seguramente fijado.<br />

FIN<br />

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RINCÓN DE LA POESÍA<br />

Auto de los Reyes Magos<br />

Auto de los Reyes Magos, también conocido como Representación de los Reyes Magos, es una primitiva<br />

pieza dramática toledana, escrita probablemente en el siglo XII según se deduce de la letra. Se encontró<br />

en un códice en la biblioteca del Cabildo catedralicio de Toledo, por el canónigo don Felipe<br />

Fernández Vallejo, conservándose actualmente en la Biblioteca Nacional de España. <strong>El</strong> nombre lo asignó<br />

en 1900 Menéndez Pidal. Se considera la primera obra teatral castellana y española.<br />

Se conservan 147 versos de diversa métrica (polimétricos) que constituyen un texto incompleto.<br />

La asignación de los parlamentos a cada uno de los reyes es problemática pues el texto está escrito en un<br />

continuo como si fuera un texto en prosa, sin separación gráfica. Sólo unas marcas sobre el texto dividen<br />

los parlamentos. En el mismo códice se encuentran comentarios sobre textos bíblicos y en dos folios se<br />

copia la representación.<br />

La adoración de los Reyes aparece ya en el Evangelio de San Mateo aunque ahí se habla sólo de sabios<br />

sin referencia al número ni a sus nombres. Estos magos mutan en reyes en Tertuliano (160-245) y Prudencio<br />

para generalizarse en el S XI. Este auto no refiere el dato de ser reyes pues los define como steleros, aficionados<br />

al estudio de las estrellas. <strong>El</strong> hecho de que sean tres los reyes va asociado a que sean tres los dones<br />

y a las supuestas reliquias conservadas en Colonia. Por supuesto es importante también la asimilación a la<br />

Trinidad, muy frecuente en la literatura medieval. Los nombres de los reyes proceden del Evangelio Armenio<br />

de la Infancia y son frecuentes en otros textos españoles de la época. Uno de los aspectos más comentados<br />

es lo que se ha dado en llamar la duda de los reyes, así, el texto se relaciona con Evangelios de la Infancia<br />

apócrifos franceses donde aparece la ofrenda de regalos diversos para probar la divinidad del recién nacido.<br />

"Si fuese rey de terra , el oro querá<br />

si fure omne mortal, la mir[r]a tomará si rei celestial, estos dos dexará<br />

tomará el encenso quel[e] pertenecerá"<br />

La obra toma por tanto elementos de la tradición ampliamente divulgados junto con otros de difusión<br />

más reducida (la duda) y otros de plena originalidad como la disputa de los escribas.<br />

Este teatro románico, relacionado con el Ordo stellae, está considerado como un drama litúrgico, que ampliaba<br />

al oficio sacro que representaban los clérigos, normalmente en este caso, en la catedral de Toledo en la<br />

época de la Navidad.<br />

En la polimetría del texto predominan los alejandrinos, eneasílabos y heptasílabos. Encontramos<br />

rimas anómalas explicables por la evolución del idioma que comenzaba a diptongar ciertas vocales y que<br />

permite la neutralización de a/e o o/e. Estos rasgos hacen pensar en un autor proveniente de Francia entre<br />

los muchos clérigos de ese origen que estaban instalados en Toledo. También se ha señalado el intento del<br />

autor por escribir en una lengua general para "la heterogénea población toledana".<br />

Fuente: Wikipedia.org<br />

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Auto de los Reyes Magos<br />

Personas que hablan en él:<br />

GASPAR, rey<br />

BALTASAR, rey<br />

MELCHOR, rey<br />

HERODES, rey<br />

MAYORDOMO<br />

SABIOS<br />

Dos RABÍES<br />

Escena I<br />

GASPAR:<br />

¡Dios criador, cuál maravilla!<br />

No sé cuál es aquesta estrella.<br />

Agora primas la he veída.<br />

Poco tiempo ha que es nacida.<br />

¿Nacido es el Criador<br />

que es de las gentes señor?<br />

Non es verdad, no sé qué digo.<br />

Todo esto non vale un figo.<br />

Otra noche me lo cataré.<br />

Si es verdad, bien lo sabré.<br />

¿Bien es verdad lo que yo digo?<br />

En todo, en todo lo prohío.<br />

¿Non puede ser otra señal?<br />

Aquesto es y non es ál;<br />

nacido es Dios, por ver, de fembra<br />

en aqueste mes de diciembre.<br />

Allá iré; [d]o que fuere, adorarlo he,<br />

por Dios de todos lo tendré.<br />

Escena II<br />

BALTASAR:<br />

Esta estrella non sé dond viene,<br />

quien la trae o quien la tiene.<br />

¿Por qué es aquesta señal?<br />

En mis días non vi a tal.<br />

Ciertas nacido es en tierras<br />

aquel que en pace y en guerra<br />

señor ha de ser de oriente,<br />

de todos hasta en occidente.<br />

Por tres noches me lo veré<br />

y más de vero lo sabré.<br />

¿En todo, en todo es nacido?<br />

Non sé si algo he veído;<br />

iré, lo adoraré<br />

y pregaré y rogaré.<br />

Escena III<br />

MELCHOR:<br />

¡Val, Criador!, ¿a tal facienda<br />

fue nunca alguandre fallada<br />

o en escritura trovada?<br />

Tal estrella non es en cielo,<br />

de esto soy yo buen estrellero;<br />

bien lo veo sin escarno<br />

que un hombre es nacido de carne<br />

que es señor de todo el mundo.<br />

Así como el cielo es redondo;<br />

de todas gentes señor será<br />

y todo siglo juzgará.<br />

¿Es? ¿Non es?<br />

Cudo que verdad es.<br />

veer lo he otra vegada,<br />

si es verdad o si es nada.<br />

Nacido es el Criador<br />

de todas las gentes mayor;<br />

bien lo veo que es verdad,<br />

iré allá, por caridad.<br />

(A BALTASAR)<br />

Escena IV<br />

BALTASAR:<br />

¡Dios vos salve, señor!; ¿sodes vos estrellero?<br />

Decidme la verdad, de vos saberlo quiero.<br />

GASPAR:<br />

¿Vedes tal maravilla?<br />

Nacida es una estrella.<br />

MELCHOR:<br />

Nacido es el Criador,<br />

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que de las gentes es señor.<br />

BALTASAR:<br />

Iré, lo adoraré.<br />

GASPAR:<br />

Yo otrosí rogar lo he.<br />

(A los otros dos)<br />

MELCHOR:<br />

Señores, ¿a cuál tierra queredes andar?<br />

¿Queredes ir conmigo al Criador rogar?<br />

¿Habedes lo veído? Yo lo voy [a] adorar.<br />

GASPAR:<br />

Nos imos otrosí, si le podremos fallar.<br />

MELCHOR:<br />

Andemos tras la estrella, veremos el lugar.<br />

BALTASAR:<br />

¿Cómo podremos probar si es hombre mortal<br />

o si es rey de tierra o si celestial?<br />

MELCHOR:<br />

¿Queredes bien saber cómo lo sabremos?<br />

Oro, mirra, incienso a él ofreceremos;<br />

si fuere rey de tierra, el oro querrá;<br />

si fuere hombre mortal, la mirra tomará;<br />

si rey celestial, estos dos dejará,<br />

tomará el incienso quel' pertenecerá.<br />

[LOS DOS]:<br />

Andemos y así lo fagamos.<br />

Escena V<br />

(GASPAR y los otros dos reyes a HERODES)<br />

GASPAR:<br />

¡Sálvate el Criador, Dios te curie de mal!<br />

Un poco te diremos, non te queremos ál.<br />

MELCHOR:<br />

¡Dios te dé longa vida y te curie de mal!<br />

BALTASAR:<br />

Imos en romería aquel rey [a] adorar<br />

que es nacido en tierra, nol' podemos fallar.<br />

HERODES:<br />

¿Qué decides, [d]ó ides? ¿A quién ides buscar?<br />

¿De cuál tierra venides, o queredes andar?<br />

Decidme vuestros nombres, nom' los querades<br />

celar.<br />

GASPAR:<br />

A mí dicen Gaspar;<br />

este otro, Melchor; a aquéste, Baltasar.<br />

BALTASAR:<br />

Rey, un rey es nacido que es señor de tierra,<br />

que mandará el siglo en gran paz, sin guerra.<br />

HERODES:<br />

¿Es así por verdad?<br />

MELCHOR:<br />

Sí, rey, por caridad.<br />

HERODES:<br />

¿Y cómo lo sabedes?<br />

¿Ya probado lo habedes?<br />

MELCHOR:<br />

Rey, verdad te diremos,<br />

que probado lo habemos.<br />

GASPAR:<br />

Esto es gran maravilla,<br />

una estrella es nacida.<br />

MELCHOR:<br />

Señal face que es nacido<br />

y en carne humana venido.<br />

HERODES:<br />

¿Cuánto i ha que la visteis<br />

y que la percibisteis?<br />

BALTASAR:<br />

Trece días ha,<br />

y más non habrá<br />

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que la habemos veída<br />

y bien percibida.<br />

HERODES:<br />

Pues andad y buscad,<br />

y a él adorad,<br />

y por aquí tornad.<br />

Yo allá iré,<br />

y adorarlo he.<br />

HERODES:<br />

¡Quién vio nunca tal mal<br />

Sobre rey otro tal!<br />

¡Aún non soy yo muerto<br />

ni so la tierra puesto!<br />

¿Rey otro sobre mí?<br />

¡Nunca a tal non vi!<br />

<strong>El</strong> siglo va a zaga;<br />

ya non sé qué me faga.<br />

Por verdad no lo creo<br />

hasta que yo lo veo.<br />

Venga mío mayordoma<br />

que míos haberes toma.<br />

(Sale el MAYORDOMO)<br />

Escena VI<br />

Idme por míos abades,<br />

y por mis podestades,<br />

y por míos escribanos,<br />

y por míos gramtagos,<br />

y por míos estrelleros,<br />

y por míos retóricos;<br />

decirme han la verdad, si yace en escrito,<br />

o si lo saben ellos, o si lo han sabido.<br />

LOS SABIOS:<br />

Rey, sí traemos,<br />

los mejores que nos habemos.<br />

HERODES:<br />

Pues catad,<br />

decidme la verdad,<br />

si es aquel hombre nacido<br />

que estos tres reyes me han dicho.<br />

Di, Rabí, la verdad, si tú lo has sabido.<br />

RABÍ 1:<br />

Por veras vos lo digo<br />

que no lo fallo escrito.<br />

RABÍ 2:<br />

¡Hamihalá! ¡Cómo eres enartado!<br />

¿Por qué eres rabí llamado?<br />

Non entiendes las profecías,<br />

las que nos dijo Jeremías.<br />

¡Por mi ley, nos somos errados!<br />

¿Por qué non somos acordados?<br />

¿Por qué non decimos verdad?<br />

RABÍ 1:<br />

Yo non la sé por caridad.<br />

RABÍ 2:<br />

Porque no la habemos usada,<br />

ni en nuestras bocas es fallada.<br />

Escena VII<br />

(Salen los SABIOS de la corte)<br />

[LOS SABIOS]:<br />

Rey, ¿qué te place? Henos venidos.<br />

HERODES:<br />

¿Y traedes vuestros escritos?<br />

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LAS NUEVAS COSTUMBRES<br />

CENA DE NOCHEBUENA<br />

La mesa de Nochebuena, representación de opulencia, en una de las celebraciones del año que,<br />

por los invitados, se pretende demostrar lo contrario a lo que suele acontecer a lo largo de todo el año. No<br />

sólo hablamos de la cena, donde toda la familia pretende ofrecer los mejores manjares, sino que el ambiente<br />

social que en ella se representa. Influenciados por los cuadros familiares y películas hollywoodienses, la<br />

cena de Nochebuena pretende ser un cuadro más de la gran familia que todos quisieran tener. Pero los actores<br />

de esta representación no son tan buenos como quisieran, y no pueden evitar comer dos veces: los<br />

alimentos de la mesa y la “comidilla” que, durante, antes y después de la cena, es el plato principal que les<br />

motiva a tan alta hipocresía de este gran acto.<br />

Centrémonos en el cuadro de una familia cualquiera, en una ciudad del mundo cualquiera. Veamos<br />

el panorama en torno a la mesa. Los padres, anfitriones del evento, son de edad avanzada. <strong>El</strong> padre,<br />

ya enfermo, es consciente al igual que todos sus hijos y esposa, de que va a ser el último año que celebrará<br />

con los suyos en estas fechas. <strong>El</strong> cuadro lo termina la esposa del afortunado, dos hijos varones con sus correspondientes<br />

esposas y tres niños, fruto de estos matrimonios; y una hija de los anfitriones, hermana de<br />

los dos varones. No podemos evitar nombrarlos a lo largo de este relato, así que identificaremos a los padres<br />

por su parentesco, mientras que a los hijos les pondremos nombres propios. Claudio, seré el mayor;<br />

Verónica, la del medio; y Abel, el menor. Las esposas, así como sus criaturas, los dejaremos por el momento<br />

sin bautizar.<br />

Todo inicial con el saludo, costumbre social, incluso para los que tanto se odian pero deben mostrar<br />

una buena cooperación frente al público, a pesar de que éste sea claro conocedor de las rencillas ajenas.<br />

Así se saludan todos en lo que va a ser una cena familiar, con tal de, según creen, conservar la armonía<br />

en una guerra fría que, si no estalla, devora las entrañas de quien la padece. Hechos los honores, cada comensal<br />

toma su asiento, ya seleccionado previamente por los anfitriones, con tal de intentar mantener un<br />

ambiente relajado durante la contienda silenciosa.<br />

Nunca sabe la sociedad valorar el silencio. Le teme como creyente fiel que teme al demonio por su<br />

increíble crueldad. Para muchos, romper el hielo supone afilarlo hasta herir la coherencia de quien prefiere<br />

el susurro de su sincera conciencia.<br />

-Dime, Verónica, ¿tu esposo aún sin encontrar trabajo? -Pregunta lanzada por Claudio, sabedor<br />

del estado de salud del esposo de su hermana, que el triste destino le puso trabas para desempeñar su profesión.<br />

Verónica, consciente de la mala intención de la pregunta, asiente y calla, pues todos saben de la<br />

buena fortuna de Claudio y de la mala posición que, junto a su esposo, tiene por lotería del destino. La<br />

burla queda en el aire, sin que ella pueda defenderse tras la puñalada del primogénito, que espera humillar<br />

aún más a la humillada. Verónica es mujer; no tiene permitido defenderse. Su esposo, que no está presente<br />

(él no pudo, a él no le quieren), en la soledad, quedó esa noche rezando por su esposa y pensando en cómo<br />

sosegará en su regreso a casa tan dolorosa embestida a la que se expone.<br />

Abel suelta una sonrisa ante la incómoda situación. Convencido por su hermano de que Verónica<br />

se juntó con quien no debía, debiendo responder con penuria los golpes del destino. ¿Cómo pueden com-<br />

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prender el amor quienes nunca lo han sentido? Con amor no se come, bien sabe Verónica; pero sí se respira.<br />

Los muertos andan con los bolsillos llenos, evitando constantemente pensar en su destino, un ataúd que<br />

brillará por el oro, único brillo en contraste al alma oscura que abandona un cuerpo que pertenece a la tierra.<br />

Pocos entendieron que Dios está con los que aman, y no con los que ruegan.<br />

Verónica levanta la cabeza, que tenía agachada, y en su alma comienza a comprender que su riqueza<br />

va más allá de los que creen burlarse de ella. Lástima tiene por sus pobres hermanos que, con cruz de<br />

oro, les espera un infinito castigo, mientras que a ella, sin símbolos y con ropas viejas, tiene a Dios consigo,<br />

la eterna belleza, la verdad absoluta, el premio de las almas puras.<br />

La sociedad castiga prohibiendo la comida al más necesitado, aunque a veces le siente en una mesa<br />

llena de manjares, la paleta que ofrecen al niño para mantenerlo bajo la voluntad de su obediencia. Pero<br />

quien manda corromper las almas tiene contados sus días de gloria; mientras quien se conserva puro tiene<br />

la tranquilidad del disfrute eterno, manjar de dioses que sólo comprende el amor. <strong>El</strong> ateo se burlará de<br />

estas palabras, y creerá que por no creer está libre de toda ley; al igual que el ignorante que, por desconocer<br />

las leyes estatales, piensa que se librará de ser juzgado si afirma su ignorancia frente al juez.<br />

Los padres de Verónica, ante los acontecimientos, callan. Todos son sus hijos, y con ninguno se<br />

deben posicionar. Error común de quien cree que la justicia debe actuar igual para todos, sin tener en<br />

cuenta al desfavorecido, y aún menos al rico, a pesar de que se trate del pago de impuestos al Estado.<br />

Las esposas de Claudio y Abel comentan superficialidades entre ellas, intentando ser ajenas a la<br />

tensión del momento, aunque influidas de alguna forma por los dictámenes de los hermanos y su forma de<br />

pensar. En la inteligencia de estas mujeres estará la clave del juicio que hagan de Verónica.<br />

Los niños, que cenaron primero, inconscientes del peso que rodea la estancia, juegan cerca del<br />

árbol de Navidad, adoptando roles aprendidos de sus progenitores.<br />

Claudio sabe de la admiración de sus padres por el estatus conseguido, independientemente de la<br />

virtud con la que debió conseguirlo. De esposa adinerada, y con trampas comerciales, consiguió una prosperidad<br />

para sus hijos; y sin mantener una moral, base de lo que debiera ser toda familia, tiene capital para<br />

mantener además casa chica.<br />

Abel, tontorrón y borrachín, acepta una copa de cualquiera antes de volver pronto a su casa para<br />

estar con su familia. Apoya en los negocios a su hermano, por lo que saca lo suficiente para mantener a su<br />

familia, que podrían vivir mejor si éste no se gastase gran parte del dinero en socializar en las cantinas.<br />

<strong>El</strong> pensamiento de la familia para con Verónica es que ésta, por ser mujer, debería atender por<br />

completo a sus padres. Aunque sus hermanos intentaron calificar a su esposo a la altura de ellos, sólo Verónica<br />

conoce la bondad del hombre que solo le espera en la casa y que en ningún momento le deja sola. <strong>El</strong><br />

pensamiento machista de la familia hubiera aprobado un matrimonio de Verónica con un adinerado, que la<br />

mantuviera eficientemente y a quien poder presentar a amigos, adornándole con los tributos con los que<br />

debe ser aceptado por toda familia noble. Al final, quien posee la moral es quien menos se jacta de tenerla,<br />

por eso Verónica calla ante el rechazo de su familia por no aceptar a su esposo en la misma mesa. ¡Qué<br />

gran familia!, dicen tener Claudio y Abel, su madre y su padre, que lo afirman y callan. <strong>El</strong> esposo de Veró-<br />

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nica sigue esperando.<br />

<strong>El</strong> teatro acaba. Han de despedirse con un beso por no romper la dinámica.<br />

-Si te hubieras juntado con Julio, te tendríamos al lado de la casa. -Últimas palabras de la madre,<br />

con las que Verónica se irá con más rabia.<br />

En su pobre lenguaje le dice: “tienes lo que buscaste”. <strong>El</strong>los sólo miran la economía, pero Verónica<br />

sabe lo que vale: un amor en casa esperándole, siempre fiel, buena persona. Con amor no se come, pero sí<br />

se respira.<br />

La muerte anda sonriente, con bolsillos plenos, sin conocer los placeres de sentirse viva, con el<br />

alma plena y la moral intacta. Bienaventurados los que la fortuna les acompaña por partida doble: moral y<br />

bolsillos llenos, amor y virtud plenos: seres extraños en esta tierra.<br />

FIN<br />

Francisco Javier González de Córdova<br />

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POEMA AL MUNDO<br />

<strong>El</strong> villancico<br />

<strong>El</strong> villancico es una forma musical y poética en castellano y portugués, tradicional de España,<br />

Latinoamérica y Portugal, muy popular entre los siglos XV y XVIII. Los villancicos eran originariamente<br />

canciones profanas con estribillo, de origen popular y armonizadas a varias voces. Posteriormente comenzaron<br />

a cantarse en las iglesias y a asociarse específicamente con la Navidad. Compositores notables de villancicos<br />

fueron, entre otros, Juan del Enzina, Pedro de Escobar, Francisco Guerrero, Gaspar Fernandes y<br />

Juan Gutiérrez de Padilla.<br />

Actualmente, tras el declive de la antigua forma del villancico, el término pasó a denominar simplemente<br />

un género de canción cuya letra hace referencia a la Navidad y que se canta tradicionalmente en<br />

esas fechas.<br />

Las primeras composiciones que pueden denominarse con este nombre surgieron hacia la segunda<br />

mitad del siglo XV, durante el Renacimiento, como una evolución de formas musicales populares mucho<br />

más antiguas. Formas similares eran llamadas hasta el siglo XV cantigas o canciones.<br />

Su nombre tiene probablemente su origen en que se trata de composiciones de naturaleza popular,<br />

cantadas por los villanos o habitantes de las villas, generalmente campesinos u otros habitantes del medio<br />

rural. Eran cantados en fiestas populares, originariamente sin temática específicamente religiosa, y los<br />

principales temas eran los acontecimientos recientes del pueblo o la región. <strong>El</strong> género se amplió posteriormente<br />

hasta incluir temas de diverso tipo.<br />

<strong>El</strong> villancico como canción navideña<br />

Las composiciones basadas en la Navidad tienen un origen muy antiguo. Una de las más antiguos<br />

que se conservan es Veni redentor gens, himno atribuido a San Ambrosio de Milán (340-397). Del siglo siguiente<br />

es Corde natus ex Parentis,putado<br />

En textos del poeta hispanolatino Prudencio. Puer Natus Est Nobis es un canto gregoriano del siglo<br />

VI que se cantaba como introito de la tercera misa de la liturgia navideña. La composición la utilizó posteriormente<br />

el compositor inglés Thomas Tallis como parte de su misa de Navidad, en el siglo XVI. En los<br />

siglos IX y X, la secuencia de Navidad se populariza en la liturgia de los monasterios cistercienses. La primera<br />

adaptación de música profana popular a cantos religiosos se debe a Adán de San Víctor, monje<br />

francés del siglo XII, con la creación de un género mixto que posteriormente favorecería el uso de melodías<br />

populares como cantos navideños.<br />

En la actualidad en los países de habla hispana se llama villancico a un amplio conjunto muy heterogéneo<br />

de composiciones musicales populares de muy diverso origen, época y estilo.<br />

En el siglo XVIII, la última época en la que el villancico se cantaba todavía en las celebraciones religiosas,<br />

este se fue quedando relegado a la celebración de festividades navideñas. Por este motivo el villancico<br />

quedó en la memoria popular como un género de canción específica de la Navidad, pasando a denominar<br />

por extensión a toda canción de temática navideña.<br />

(Fuente: Wikipedia.org)<br />

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<strong>El</strong> niño perdido<br />

Madre, en la puerta hay un Niño,<br />

más hermoso que el sol bello,<br />

parece que tenga frío,<br />

porque viene medio en cueros,<br />

parece que tenga frío,<br />

porque viene medio en cueros.<br />

Pues dile que entre<br />

y se calentará,<br />

porque en esta tierra<br />

porque en esta tierra<br />

ya no hay caridad.<br />

Entró el Niño y se sentó,<br />

hizo que se calentara,<br />

le pregunta la patrona:<br />

¿de qué tierra y de qué patria?,<br />

le pregunta la patrona:<br />

¿de qué tierra y de qué patria?<br />

Mi Madre es del cielo,<br />

mi Padre también,<br />

yo bajé a la Tierra<br />

yo bajé a la Tierra<br />

para padecer.<br />

Niño, si quieres cenar,<br />

se te hará de contado,<br />

y te quedarás en casa,<br />

como hijo muy estimado,<br />

y te quedarás en casa,<br />

como hijo muy estimado.<br />

Y el Niño responde:<br />

Eso no, señora,<br />

que tengo una Madre<br />

que tengo una Madre<br />

que el Cielo la adora.<br />

Estando el Niño cenando,<br />

las lágrimas se le caen.<br />

Dime Niño: ¿por qué lloras?<br />

Porque he perdido a mi Madre.<br />

Dime Niño: ¿por qué lloras?<br />

Porque he perdido a mi Madre.<br />

Si usted me dijera<br />

donde la encontrara,<br />

de rodillas fuera<br />

de rodillas fuera<br />

hasta que «la hallara».<br />

Hazle la cama a este Niño,<br />

con cariño y con primor.<br />

No me la haga usted, señora,<br />

que mi cama es un rincón.<br />

No me la haga usted, señora,<br />

que mi cama es un rincón.<br />

Mi cama es el suelo,<br />

desde que nací,<br />

y hasta que me muera<br />

y hasta que me muera<br />

ha de ser así.<br />

A la mañana siguiente<br />

el Niño se levantó<br />

y le dijo a la patrona<br />

que se quedará con Dios,<br />

y le dijo a la patrona<br />

que se quedará con Dios.<br />

Que se iba al templo,<br />

que aquella es su casa,<br />

donde iremos todos<br />

donde iremos todos<br />

a darle las gracias.<br />

Al otro día siguiente<br />

estaba el Niño en la puerta,<br />

con dos costales de trigo<br />

y en la mano una peseta,<br />

con dos costales de trigo<br />

y en la mano una peseta,<br />

diciendo: Señora,<br />

tome usted la paga<br />

que yo hice anoche<br />

que yo hice anoche<br />

por la madrugada.<br />

Romance de la tradición española.<br />

Versión encontrada en Aragón.<br />

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Fue en Belén<br />

Del cielo surgió una estrella<br />

anunciando que fue en Belén,<br />

el inicio de una era<br />

por el niño que vio nacer.<br />

Niño bonito,<br />

linda estrella,<br />

mi fe en ti pondré<br />

hasta que muera.<br />

Ángeles del Cielo anuncian<br />

la venido del Salvador,<br />

moreno no te pintaron<br />

porque no quisieron a Dios.<br />

Vente mi niño,<br />

mira conmigo<br />

la luz del árbol<br />

que adorna el amor.<br />

La fe que por Ti tenemos<br />

nuestro alma nos hará crecer,<br />

desechando la tristeza<br />

tu nombre nos hará vencer.<br />

Luces y aromas,<br />

Portal de Belén,<br />

todos adornos<br />

que el alma no ve.<br />

A Ti te conmemoramos,<br />

de las naciones eres dios,<br />

símbolo vivo de humildad,<br />

olvido del hombre sin paz.<br />

No eres vengador<br />

ni religioso,<br />

tu nombre hostiga<br />

cruel conquistador.<br />

Quien no entiende tu legado<br />

no te tiene por Salvador;<br />

moreno no te pintaron,<br />

el mundo que nacer te vio.<br />

Niño bonito,<br />

linda estrella,<br />

mi fe en ti pondré<br />

hasta que muera.<br />

Francisco Javier González de Córdova<br />

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CITAS CÉLEBRES<br />

“<strong>El</strong> hombre muere en todos aquellos que mantienen silencio ante la tiranía”<br />

WOLE SOYINKA<br />

“No es la fuerza del brazo, ni la virtud de las armas, sino la fuerza del alma la que alcanza la<br />

victoria”<br />

JOHANN G. FICHTE<br />

“En realidad cada uno es su propio dios: la Fortuna<br />

rechaza las súplicas de quien no hace nada”<br />

OVIDIO<br />

“Los ríos más profundos corren con menos ruido”<br />

CURCIO<br />

“<strong>El</strong> amor es la primera palabra de Dios. Es el primer<br />

pensamiento que cruzó su mente”<br />

KNUT HAMSUN<br />

“Tu verdad aumentará en la medida que sepas escuchar<br />

la verdad de los otros”<br />

MARTIN LUTHER KING<br />

“Para la prensa, como para el hombre, la libertad<br />

sólo ofrece una posibilidad de ser mejor; el servilismo<br />

no es más que la certidumbre de ser peor”<br />

ALBERT CAMUS<br />

“<strong>El</strong> ir un poco lejos es tan malo como no ir todo lo<br />

necesario”<br />

CONFUCIO<br />

“Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla<br />

durante todo el año”<br />

CHARLES DICKENS<br />

“La Navidad agita una varita mágica sobre el mundo,<br />

y por eso, todo es más suave y más hermoso”<br />

NORMAN VINCENT PEALE<br />

“Pienso que la Navidad es una fiesta necesaria;<br />

necesitamos un aniversario durante el cual podamos<br />

lamentar todas las imperfecciones de nuestras<br />

relaciones humanas. Es la fiesta del fracaso, triste<br />

pero consoladora”<br />

GRAHAM GREENE<br />

“Siendo niños éramos agradecidos con los que nos<br />

llenaban los calcetines por Navidad. ¿Por qué no<br />

agradecíamos a Dios que llenara nuestros calcentines<br />

con nuestros pies?”<br />

GILBERT KEITH CHESTERTON<br />

“<strong>El</strong> corazón en paz ve una fiesta en todas las aldeas”<br />

PROVERBIO HINDÚ<br />

“No falta razón, que esta fiesta bruta<br />

sólo ha quedado en España,<br />

y no hay nación que una cosa<br />

tan bárbara e inhumana<br />

si no es España consienta”<br />

LOPE DE VEGA<br />

“Lo mejor es salir de la vida como de una fiesta, ni<br />

sediento ni bebido”<br />

ARISTÓTELES<br />

“Cuando el hombre no se encuentra a sí mismo, no encuentra nada”<br />

JOHANN W. GOETHE<br />

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LECTURA RECOMENDADA<br />

<strong>El</strong> filósofo autodidacta, de Abucháfar Abentofáil.<br />

Abucháfar Abentofáil nace en el esplendor cultural de Al-<br />

Andalus (Guadix, 1110). Su principal obra fue conocida con el título<br />

de <strong>El</strong> filósofo autudidacta, la cual lleva al replanteamiento de reflexiones<br />

filosóficas acerca del existencialismo del hombre con respecto<br />

a la relación del mundo con Dios (en este caso con Alá).<br />

<strong>El</strong> libro alcanza un nivel reflexivo que hace recordar al ya alcanzado<br />

por Platón en sus diversas obras, como por ejemplo en La<br />

República. Aunque no hay que olvidar que la influencia de la que se<br />

nutre Abentofáil está regida, en parte, por la personalidad de Averroes,<br />

el cual clasifica a las verdades metafísicas en dos vías o caminos,<br />

siendo uno de ellos la “filosofía”, de la que se nutre a través del<br />

pensamiento aristotélico y neoplatónico; y el otro camino sería la<br />

“religión”, como se refleja en la idea simplificada y alegórica de los libros de la revelación (de Alá a Mahoma).<br />

En la obra se puede analizar la interpretación que se hace de Aristóteles en su época. Por un lado, nos<br />

encontramos la doctrina del entendimiento, que debía ser común a toda la humanidad, y que negaba la<br />

inmortalidad individual del alma. Por otro lado, la creación “ab aeterno”, que se refiere a la eternidad de la<br />

materia, que en principio se oponía a la idea de la creación, ya que no parecía compatible con el dato bíblico.<br />

También nos encontramos con la “doble verdad”, según la cual, la verdad de la fe y de la razón no tienen<br />

por qué coincidir siempre; esto último atentaba contra la concepción de la filosofía como ancilla theologiae,<br />

y contra la armonía de una razón y de una fe que tienen en Dios mismo su origen común.<br />

Nuestro protagonista, Hay, nos va a llevar por un camino de reflexión en busca de una verdad absoluta,<br />

en la que ve reflejada a Dios, el cual es el “primer motor”, la fuerza propulsora de todo movimiento,<br />

que transforma lo potencial en real. <strong>El</strong> alma humana parece moverse en armonía con el mundo, pues nace<br />

directamente de él, como nació Hay, y es el mundo fuente de creación de un dios filántropo, que pretende<br />

mostrar la Verdad a través de su propia obra. Esto recuerda al pensamiento posterior surgido en Europa<br />

por el siglo XVIII, sobre todo en Alemania; y salido de la cuna de Sturm und Drang, el cual establecía la<br />

existencia de un gran alma, el “alma del mundo”, por el que se regía el ser humano, y a donde debía dirigirse<br />

a través del camino que establece el universo.<br />

La teoría de un único alma, la búsqueda de respuestas ante esa aparición de la verdad, es lo que llevará<br />

a Hay a la autoreflexión; pero también elegirá un apartarse del mundo, que imita a la elevación platónica,<br />

y que le permite una mejor visión de la Verdad, poniéndose a una altura divina, pero en plena concordancia<br />

con Dios.<br />

<strong>El</strong> entendimiento será la baza importante que moverá a Abentofáil, por medio de Hay, a la búsqueda<br />

del fuego y el corazón como manera única de entender su universo, la Verdad en todo su estado. Ésta se<br />

suele presentar al ser humano, como ya dijese Platón, de manera casi esporádica, pero en comunión con<br />

los deseos de búsqueda que conlleva la autorreflexión y la voluntad del autoanálisis.<br />

Sólo existe una única Verdad que mueve a todos los seres de este mundo, y es esta Verdad la que<br />

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lleva a Hay a encontrarse con un profeta que ha llevado un camino parecido al suyo; así es, que al final de<br />

un camino extenso, a la vez que intenso, dos personas que se han aventurado por una senda que recorría su<br />

Yo interno, han conseguido encontrarse, significando esto la verdadera existencia de ese “alma global” que<br />

a toda la humanidad arrostra y envuelve.<br />

Abentofáil quizás pretenda sugerir que cualquier ser humano puede alcanzar el estado de gracia al<br />

que llega Hay, por medio del entendimiento del mundo y de la propia conciencia, teniendo en cuenta la<br />

importancia que requiere apartarse del mundo social, del que da a entender nuestro autor la poca necesidad<br />

que se tiene de él para hallar a Dios, a la Verdad suprema.<br />

Fuente: Rincón Filológico<br />

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EL TEATRO DEL FIN DEL MUNDO<br />

La necesidad que tiene el individuo de cambiar de año sólo puede venir determinada de la valoración<br />

que otorga a su forma de vida. Desde el momento en que le pone esperanza a una hora de un día determinado,<br />

como si éste fuese a dejar su manto mágico del cambio, expresa la débil mentalidad de estos<br />

seres humanos, acostumbrados a poner sus destinos en manos ajenas. Por eso, no nos extrañe que en España<br />

los políticos hayan decidido programar las elecciones generales para un veinte de diciembre. Siga o no el<br />

mismo gobierno, la mentalidad común será la del cambio por arte de magia debido al inicio de un nuevo<br />

año, a pesar de que todos los partidos políticos que optan por quedarse el gobierno compartan la misma<br />

ideología. La única disputa, de cara a la sociedad, es ver quién la muestra más grande; pero no piensen<br />

mal, estamos hablando de la bandera nacional. Y grande es, así como toda la historia que se mueve tras<br />

ella; grande en pobreza, en esclavitud, en dictadura, aunque pequeña en los derechos del español, el cual<br />

no le importa despojarse de ellos con tal de defender una buena causa: el tamaño de su bandera.<br />

Es difícil, mirando desde fuera, no advertir un sentimiento de resentimiento que históricamente<br />

persigue al español, en su mayoría. <strong>El</strong> español tiene sentimientos encontrados. Por un lado, le gustaría que<br />

le alabaran internacionalmente, que le hablaran de su grandeza histórica; pero por otro lado, e individualmente,<br />

la grandeza está lejos de cada uno de ellos, y sólo se refleja ésta, a modo de máscara, en los que han<br />

sabido estafar a la sociedad española y, mediante sus leyes, han permanecido impunes. Muchos se han cuestionado<br />

la imagen de los políticos, comparándola con la búsqueda de la grandeza española, y han visto y<br />

comprendido que no se puede dar una buena imagen permaneciendo constantemente agachados frente a<br />

otras naciones aparentemente más poderosa; pudiera incluso sentirse que se está relegando el poder de un<br />

pueblo hacia otro. Podría ser noble la lucha por ganarse un sitio en el panorama internacional, si con esto<br />

además se demostrase que internacionalmente las cosas se están haciendo bien; pero ahí se muestra de nuevo<br />

otro fallo del español, que desde un inicio regala sus derechos a un gobierno buscando el fin de que éste<br />

guarde en la historia de la humanidad la apariencia de ser un gran Estado, aunque nunca lo haya sido.<br />

Al español le gusta aparentar. Generalizo, por supuesto; aunque debo acentuar que muchos de los<br />

españoles que rechazan las apariencias por buscar la realidad nacional, se encuentran con que nada fue real,<br />

ni que nación tienen, españolamente hablando. No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de los<br />

motivos por los que otras naciones reniegan del español y de la historia de su país. Mientras que la mayoría<br />

de los españoles desconocen la historia de España, y se creyeron los cuentos franquistas, que hasta siguen<br />

contándose en los libros de texto de la educación nacional, los habitantes de otros países, que ya conocen<br />

la verdadera historia, no pueden sino presentar rabia o lástima al español que aún cree que su país fue el<br />

salvador del Nuevo Mundo.<br />

Es gracioso pensar que un pueblo bárbaro, como eran los reinos que conformaban España en el<br />

siglo XVI, pudiese ofrecer “civilización” a imperios construidos sobre bases sólidas donde la filosofía y la<br />

ciencia estaban al orden del día y se mantenían en una esfera universitaria que, si bien no estaba representada<br />

en cuatro paredes, envolvía a las personas de todo un imperio, como los precolombinos. En el momento<br />

en el que se piensa que civilizar va de la mano de la imposición, a pesar de que se intente negar esta última,<br />

no estamos bien, porque caemos en una gran contradicción, al aceptar la barbarie dictatorial como una<br />

forma civilizada de actuar. No creo que quemar vivas a las personas en nombre de Dios sea una forma civilizada<br />

de hacer las cosas. Muchos negarán estos hechos, pero no por negarlos o intentar borrarlos de la historia<br />

van a conseguir que nunca hayan existido.<br />

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<strong>El</strong> Nuevo Año, en el que muchos intentan olvidar el pasado para emprender una vida nueva, resulta<br />

del todo simplista, y es un arma más que fortalece al mundo globalizado, que no busca más que generar<br />

nuevas guerras, consiguiendo olvidar las pasadas a los eternos votantes. Jugar con la esperanza, después de<br />

dificultar el bienestar social, es la forma política de mantener dormido a un pueblo que sabe conformarse<br />

con muy poco, algunos sólo con una bandera y unas cuantas marchas militares, a lo que llaman<br />

“patriotismo”.<br />

Se han logrado limitar las metas humanas. Antes, la lucha común era por la igualdad de derechos,<br />

así como una mejora de los mismos. La paz y la libertad iban de la mano, contra aquellos que imponían la<br />

dictadura al pueblo con el manejo de las armas. Ahora las armas de fuego han dejado su lugar al mercado<br />

globalizado, que vende la idea de que todos podrían tener de todo, siendo el dinero el arma poderosa para<br />

alcanzar la gloria; pero una gloria limitada, que sigue sin comprender los derechos humanos. Gloria para<br />

los poderosos, que han ido consiguiendo poco a poco que el pueblo olvide su esencia y su cultura en pos<br />

del último modelo de celular o de una pantalla más grande de televisión, o un coche último modelo.<br />

Los años pasan, como así el recuerdo de nuestros antepasados, que lucharon por un mundo mejor.<br />

Supo la mercadotecnia vender una nueva forma de comprender el “mundo mejor” mediante la tecnología.<br />

De nuevo, las predicciones cinematográficas superan la realidad. No se han necesitado robots humanoides<br />

que aplasten las cabezas de la gente; una simple televisión ha conseguido aplastarlas junto a sus neuronas.<br />

La máquina ya ganó al hombre, y éste aún no se ha enterado porque sus neuronas también han quedado<br />

reducidas.<br />

Así, mientras tanto, un nuevo año nos da la bienvenida con nuevos baños de sangre allá donde sobra<br />

el petróleo. La máquina ya habrá hecho su trabajo, entorpeciendo las mentes humanas para que miren<br />

a otro lado mientras los poderosos se enriquecen con el beneplácito de un pueblo convencido, que no verá<br />

ninguna gota del oro negro tan deseado; seguirá con el yugo en el cuello, mismo yugo por el que sus bisabuelos<br />

y tatarabuelos lucharon por librarse, y en el que ahora, su descendencia, acepta convencida.<br />

Francisco Javier González de Córdova<br />

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Hasta el próximo número

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