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El duende quiso madrugar. nº 2

Ante todo, sea la cultura la máxima expresión que intentamos representar mediante la literatura, y esa parte de la historia que siempre la acompaña. El legado de las letras siempre continuará, a pesar de los intentos de ciertas personalidades por parar dicho avance. Aunque las institu-ciones decaigan, siempre estarán las motivaciones particulares por transmitir por escrito el pensamiento del ser humano a través de los tiempos. No morirán las letras ni aunque las quemen.

Ante todo, sea la cultura la máxima expresión que intentamos representar mediante la literatura, y esa parte de la historia que siempre la acompaña. El legado de las letras siempre continuará, a pesar de los intentos de ciertas personalidades por parar dicho avance. Aunque las institu-ciones decaigan, siempre estarán las motivaciones particulares por transmitir por escrito el pensamiento del ser humano a través de los tiempos. No morirán las letras ni aunque las quemen.

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EL TEATRO DEL FIN DEL MUNDO<br />

Octubre pasó, con su sentimiento de otoño a invadirnos en la melancolía que nos va anunciando la<br />

pronta llegada del invierno. <strong>El</strong> principio del fin de otro viejo año que nos va anunciando, como siempre lo<br />

hace, este mes de marchitas flores y marchito año, en el recuerdo de que el tiempo pasa y somos cada vez<br />

más viejos, pero también más experimentados.<br />

Con la experiencia nos viene la pregunta de por qué siguen dándose ciertas celebraciones como el<br />

día de la Hispanidad en la llamada “Madre Patria”, que a diferencia de una verdadera madre, llevó a sus<br />

“hijos” la muerte, la esclavitud y la imposición de una cultura cuya principal base constaba y consta en imponerse<br />

sobre las otras culturas hasta hacerlas desaparecer, también nombrado esto por los más patriotas<br />

como “unidad” y “conservación” de la cultura, pero ¡claro!, la de ellos, los que son menos.<br />

Después uno se pregunta qué es la nacionalidad, para qué sirve; y sólo vemos imponerse tras ella<br />

grandes barreras que separan a los pueblos y sus gentes. Se vende la separación al igual que las bolsas de<br />

caramelos, y muchos de esos separatistas no se ven a sí mismos y se atreven a llamar separatistas a los que<br />

se quieren alejar de tremenda mediocridad. Muchas veces, la separación es un signo de inteligencia ante el<br />

absurdo de soportarse dos caracteres opuestos. Buscar derechos históricos, cuando un pueblo decide separarse,<br />

es como buscar motivos pasados cuando uno de los cónyuges pide el divorcio; ¿acaso no es suficiente<br />

justificación la falta de amor? De igual manera debe darse entre naciones. Sea la decisión lo más importante<br />

para dar fin a una tormentosa relación; pero para esto, obviamente, se requiere el apoyo de una gran mayoría;<br />

sea valido el cincuenta por ciento en una relación de pareja, mientras llevemos, al menos, hasta un<br />

setenta y cinco por ciento el apoyo por la separación de una nación. En democracia, la inmensa mayoría es<br />

importante.<br />

Noviembre comienza, y sólo algunos nos damos cuenta de lo perdidos que podemos llegar a estar<br />

cuando nos enfrentamos al hermano, llámese también prójimo o próximo. Comienza noviembre duro,<br />

recordándonos que polvo somos y en polvo nos convertiremos, que no hay fronteras reales en la vida, sólo<br />

la que nos separan de la muerte, y encontramos por ello dos opciones, o llorar nuestro trágico destino,<br />

igualitario para todos, o celebrar la vida, tan desigual como ha programado el hombre.<br />

Los años pasan, y el hombre, que debería aprender más, se divide entre los que sí aprenden, y una<br />

inmensa mayoría que cree aprender en palabras ajenas, las de los más poderosos, que saber tienen, pero<br />

para sacar todo provecho de aquellos quienes les escuchan.<br />

Tengo el presentimiento de que la verdadera enseñanza nos viene y la asimilamos en el último suspiro,<br />

cuando apenas tenemos tiempo de comunicarla a quienes nos han rodeado en vida. Como una luz que<br />

bajase del Cielo, nuestra mente se ilumina oyendo las voces de los que, antes que nosotros, se fueron. Entre<br />

susurros, en diferentes lenguas que comenzamos a descifrar, nos abren las puertas del nuevo mundo<br />

haciéndonos comprender que nunca hubo un verdadero final. Pero no se confundan los lectores: la cultura<br />

no está reñida con la eternidad; el intelecto hace eterno a quien lo alcanza, y la mayoría de las veces éste<br />

no llega sino hasta el final, que también es principio. Recordemos que ni la ciencia ha podido determinar el<br />

fin de las cosas que forman nuestro universo físico; ni los agujeros negros son perecederos, a través de<br />

ellos sigue la vida aún invisible e incomprensible.<br />

No siempre tenemos la muerte que nos merecemos, como así nuestra vida, que a veces es injusta.<br />

La muerte nos dice quiénes somos, cómo llevamos nuestra vida, apareciéndosenos con una cifra, producto<br />

PÁGINA 25

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