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El duende quiso madrugar. nº 2

Ante todo, sea la cultura la máxima expresión que intentamos representar mediante la literatura, y esa parte de la historia que siempre la acompaña. El legado de las letras siempre continuará, a pesar de los intentos de ciertas personalidades por parar dicho avance. Aunque las institu-ciones decaigan, siempre estarán las motivaciones particulares por transmitir por escrito el pensamiento del ser humano a través de los tiempos. No morirán las letras ni aunque las quemen.

Ante todo, sea la cultura la máxima expresión que intentamos representar mediante la literatura, y esa parte de la historia que siempre la acompaña. El legado de las letras siempre continuará, a pesar de los intentos de ciertas personalidades por parar dicho avance. Aunque las institu-ciones decaigan, siempre estarán las motivaciones particulares por transmitir por escrito el pensamiento del ser humano a través de los tiempos. No morirán las letras ni aunque las quemen.

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EL DUENDE QUISO<br />

MADRUGAR<br />

Revista literaria<br />

Nombre del trabajo<br />

SEGUNDO NÚMERO. NOVIEMBRE 2015.<br />

Título del catálogo<br />

Subtítulo del catálogo<br />

MARIANO JOSÉ DE LARRA:<br />

“EL DÍA DE DIFUNTOS DE<br />

1836”<br />

JORGE MANRIQUE:<br />

“COPLAS POR LA MUERTE<br />

DE SU PADRE”<br />

POEMA AL MUNDO:<br />

CALAVERITAS LITERARIAS<br />

Título de la barra lateral<br />

<br />

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Fecha: 00/00/00<br />

Ejemplar gratuito<br />

Publicado en internet


EL DUENDE QUISO MADRUGAR<br />

<strong>El</strong> <strong>duende</strong> <strong>quiso</strong> <strong>madrugar</strong><br />

Número segundo. Noviembre de 2015.<br />

Es una publicación de Francisco Javier González<br />

de Córdova.<br />

Es una revista literaria de publicación mensual<br />

de difusión gratuita vía internet.<br />

Esta publicación se terminó de editar el 31 de<br />

octubre de 2015 en México D. F.<br />

<strong>El</strong> contenido de los textos es responsabilidad<br />

del autor, cuya libertad de expresión viene<br />

amparada en la Carta de Derechos Humanos.<br />

Publicación sin fines de lucro ni patrocinada<br />

por ninguna organización o empresa.<br />

PROHIBIDA SU VENTA<br />

Pintura de logotipo: Caprichos de <strong>duende</strong>s y monjes, <strong>nº</strong> 70, de Francisco<br />

de Goya.<br />

Pintura de portada: Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central<br />

(1947), de Diego Rivera.<br />

Revista de edición libre para Rincón Filológico:<br />

https://riconfilologico.wordpress.com/<br />

Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative<br />

Commons Atribución-NoComercial-<br />

SinDerivar 4.0 Internacional. Para ver una copia<br />

de esta licencia, visita http://<br />

creativecommons.org/licenses/by-ncnd/4.0/.<br />

PÁGINA 2


Les ofrecemos este segundo número de la revista<br />

con el mismo entusiasmo con el que le presentamos el primero.<br />

Humildes, pero aún con más ilusión, les proponemos<br />

un tema dedicado al mes de noviembre, con motivo<br />

del Día de Todos los Santos y Difuntos, llámese también<br />

en México Día de Muertos. Podemos ver estos días desde<br />

el horror estadounidense, o podemos contemplar con respeto<br />

algo tan nuestro, y tan aceptado por pocos, como es<br />

la muerte, continuidad de vida para unos, final de la existencia<br />

para otros.<br />

Ante todo, sea la cultura la máxima expresión que<br />

intentamos representar mediante la literatura, y esa parte<br />

de la historia que siempre la acompaña. <strong>El</strong> legado de las<br />

letras siempre continuará, a pesar de los intentos de ciertas<br />

personalidades por parar dicho avance. Aunque las instituciones<br />

decaigan, siempre estarán las motivaciones particulares<br />

por transmitir por escrito el pensamiento del ser<br />

humano a través de los tiempos. No morirán las letras ni<br />

aunque las quemen.<br />

No podemos negar que nuestra máxima figura, lo<br />

que nos ha motivado a iniciar esta revista es el gran Mariano<br />

José de Larra. Será que nos gusta la verdad, la visión<br />

directa del mundo que nos rodea, la crítica implacable,<br />

aunque pueda resultar dolorosa, de la sociedad que hemos<br />

creado. Creemos que sólo avanzaremos conociendo los<br />

errores que nos degrada.<br />

Con todo esto, les invitamos nuevamente a leer<br />

esta revista, que nace para ustedes, los lectores. Tal vez no<br />

intentemos agradar, porque realmente no sabemos cómo<br />

hacerlo; sólo les acercamos a un proyecto que nos invita a<br />

seguir por mucho tiempo, buscando acercar voluntades a<br />

unas letras, que si no las propias, sean las de grandes y antiguos<br />

maestros que tanto lucharon por crear un mundo<br />

mejor y mucho más culto.<br />

Les manda un afectuoso saludo un servidor, que<br />

apoya este proyecto de difusión cultural que invita a nuevas<br />

creaciones. Bienvenidos nuevamente a este proyecto,<br />

en gran parte ambicioso y que pretende ser enriquecedor.<br />

Índice<br />

Mariano José de Larra: <strong>El</strong> día de<br />

difuntos de 1836<br />

4<br />

Las nuevas costumbres: <strong>El</strong> velorio<br />

de los vivos<br />

8<br />

Rincón de la poesía: Coplas a la<br />

muerte de su padre, de Jorge Manrique<br />

10<br />

Poema al mundo: calaveritas literarias<br />

17<br />

Noticias Pifias<br />

Citas célebres<br />

Lectura recomendada<br />

<strong>El</strong> teatro del fin del mundo<br />

21<br />

22<br />

24<br />

25<br />

Francisco Javier González de Córdova<br />

PÁGINA 3


MARIANO JOSÉ DE LARRA<br />

Mariano José de Larra es considerado, junto con Espronceda, Bécquer y Rosalía<br />

de Castro, la más alta cota del Romanticismo literario español. Periodista, crítico<br />

satírico y literario, y escritor costumbrista, publica en prensa más de doscientos artículos<br />

a lo largo de tan sólo ocho años. Impulsa así el desarrollo del género ensayístico.<br />

Escribe bajo los seudónimos Fígaro, Duende, Bachiller y <strong>El</strong> Pobrecito Hablador.<br />

De acuerdo con Iris M. Zavala, Larra representa el «romanticismo democrático en<br />

acción». Lejos de la complacencia en las efusiones del sentimiento, Fígaro sitúa España<br />

en el centro de su obra crítica y satírica. Su obra ha de entenderse en el contexto<br />

de las Cortes recién nacidas tras la década ominosa (1823–1833), y de la primera<br />

guerra carlista (1833–1840). Tras el temprano suicidio de Larra a los 27 años de<br />

edad, José Zorrilla lee en su entierro una elegía con la que se da a conocer.<br />

Fuente: Wikipedia.org<br />

<strong>El</strong> día de Difuntos de 1836<br />

Fígaro en el cementerio<br />

Beati qui moriuntur in domino<br />

En atención a que no tengo gran memoria,<br />

circunstancia que no deja de contribuir a esta especie<br />

de felicidad que dentro de mí mismo me he formado,<br />

no tengo muy presente en qué artículo escribí<br />

(en los tiempos en que yo escribía) que vivía en un<br />

perpetuo asombro de cuantas cosas a mi vista se presentaban.<br />

Pudiera suceder también que no hubiera<br />

escrito tal cosa en ninguna parte, cuestión en verdad<br />

que dejaremos a un lado por harto poco importante<br />

en época en que nadie parece acordarse de lo que ha<br />

dicho ni de lo que otros han hecho. Pero suponiendo<br />

que así fuese, hoy, día de difuntos de 1836, declaro<br />

que si tal dije, es como si nada hubiera dicho, porque<br />

en la actualidad maldito si me asombro de cosa<br />

alguna. He visto tanto, tanto, tanto... como dice<br />

alguien en <strong>El</strong> Califa. Lo que sí me sucede es no comprender<br />

claramente todo lo que veo, y así es que al<br />

amanecer un día de difuntos no me asombra precisamente<br />

que haya tantas gentes que vivan; sucédeme,<br />

sí, que no lo comprendo.<br />

En esta duda estaba deliciosamente entretenido<br />

el día de los Santos, y fundado en el antiguo<br />

refrán que dice: Fíate en la Virgen y no corras (refrán<br />

cuyo origen no se concibe en un país tan eminentemente<br />

cristiano como el nuestro), encomendábame<br />

a todos ellos con tanta esperanza, que no<br />

tardó en cubrir mi frente una nube de melancolía;<br />

pero de aquellas melancolías de que sólo un liberal<br />

español en estas circunstancias puede formar una<br />

idea aproximada. Quiero dar una idea de esta melancolía;<br />

un hombre que cree en la amistad y llega<br />

a verla por dentro, un inexperto que se ha enamorado<br />

de una mujer, un heredero cuyo tío indiano<br />

muere de repente sin testar, un tenedor de bonos<br />

de Cortes, una viuda que tiene asignada pensión<br />

sobre el tesoro español, un diputado elegido en las<br />

penúltimas elecciones, un militar que ha perdido<br />

una pierna por el Estatuto, y se ha quedado sin<br />

pierna y sin Estatuto, un grande que fue liberal<br />

por ser prócer, y que se ha quedado sólo liberal,<br />

un general constitucional que persigue a Gómez,<br />

PÁGINA 4


imagen fiel del hombre corriendo siempre tras la<br />

felicidad sin encontrarla en ninguna parte, un redactor<br />

del Mundo en la cárcel en virtud de la libertad de<br />

imprenta, un ministro de España y un rey, en fin,<br />

constitucional, son todos seres alegres y bulliciosos,<br />

comparada su melancolía con aquella que a mí me<br />

acosaba, me oprimía y me abrumaba en el momento<br />

de que voy hablando.<br />

Volvíame y me revolvía en un sillón de estos<br />

que parecen camas, sepulcro de todas mis meditaciones,<br />

y ora me daba palmadas en la frente, como si<br />

fuese mi mal de casado, ora sepultaba las manos en<br />

mis faltriqueras, a guisa de buscar mi dinero, como<br />

si mis faltriqueras fueran el pueblo español y mis<br />

dedos otros tantos gobiernos, ora alzaba la vista al<br />

cielo como si en calidad de liberal no me quedase<br />

más esperanza que en él, ora la bajaba avergonzado<br />

como quien ve un faccioso más, cuando un sonido<br />

lúgubre y monótono, semejante al ruido de los partes,<br />

vino a sacudir mi entorpecida existencia.<br />

–¡Día de Difuntos! –exclamé.<br />

Y el bronce herido que anunciaba con lamentable<br />

clamor la ausencia eterna de los que han sido,<br />

parecía vibrar más lúgubre que ningún año, como si<br />

presagiase su propia muerte. <strong>El</strong>las también, las campanas,<br />

han alcanzado su última hora, y sus tristes<br />

acentos son el estertor del moribundo; ellas también<br />

van a morir a manos de la libertad, que todo lo vivifica,<br />

y ellas serán las únicas en España ¡santo Dios!,<br />

que morirán colgadas. ¡Y hay justicia divina!<br />

La melancolía llegó entonces a su término; por<br />

una reacción natural cuando se ha agotado una situación,<br />

ocurriome de pronto que la melancolía es la<br />

cosa más alegre del mundo para los que la ven, y la<br />

idea de servir yo entero de diversión...<br />

–¡Fuera –exclamé–, fuera! –como si estuviera<br />

viendo representar a un actor español–: ¡fuera! –<br />

como si oyese hablar a un orador en las Cortes. Y<br />

arrojeme a la calle; pero en realidad con la misma<br />

calma y despacio como si tratase de cortar la retirada<br />

a Gómez.<br />

Dirigíanse las gentes por las calles en gran<br />

número y larga procesión, serpenteando de unas<br />

en otras como largas culebras de infinitos colores:<br />

¡al cementerio, al cementerio! ¡Y para eso salían<br />

de las puertas de Madrid!<br />

Vamos claros, dije yo para mí, ¿dónde está el<br />

cementerio? ¿Fuera o dentro? Un vértigo espantoso<br />

se apoderó de mí, y comencé a ver claro. <strong>El</strong><br />

cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el<br />

cementerio. Pero vasto cementerio donde cada<br />

casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro<br />

de un acontecimiento, cada corazón la urna<br />

cineraria de una esperanza o de un deseo.<br />

Entonces, y en tanto que los que creen vivir<br />

acudían a la mansión que presumen de los muertos,<br />

yo comencé a pasear con toda la devoción y<br />

recogimiento de que soy capaz las calles del grande<br />

osario.<br />

–¡Necios! –decía a los transeúntes–. ¿Os<br />

movéis para ver muertos? ¿No tenéis espejos por<br />

ventura? ¿Ha acabado también Gómez con el azogue<br />

de Madrid? ¡Miraos, insensatos, a vosotros<br />

mismos, y en vuestra frente veréis vuestro propio<br />

epitafio! ¿Vais a ver a vuestros padres y a vuestros<br />

abuelos, cuando vosotros sois los muertos? <strong>El</strong>los<br />

viven, porque ellos tienen paz; ellos tienen libertad,<br />

la única posible sobre la tierra, la que da la<br />

muerte; ellos no pagan contribuciones que no tienen;<br />

ellos no serán alistados ni movilizados; ellos<br />

no son presos ni denunciados; ellos, en fin, no<br />

gimen bajo la jurisdicción del celador del cuartel;<br />

ellos son los únicos que gozan de la libertad de<br />

imprenta, porque ellos hablan al mundo. Hablan<br />

en voz bien alta y que ningún jurado se atrevería a<br />

encausar y a condenar. <strong>El</strong>los, en fin, no reconocen<br />

más que una ley, la imperiosa ley de la Naturaleza<br />

que allí les puso, y ésa la obedecen.<br />

–¿Qué monumento es éste? -exclamé al comenzar<br />

mi paseo por el vasto cementerio–. ¿Es él<br />

mismo un esqueleto inmenso de los siglos pasados<br />

o la tumba de otros esqueletos? «¡Palacio!» Por un<br />

lado mira a Madrid, es decir, a las demás tumbas;<br />

PÁGINA 5


por otro mira a Extremadura, esa provincia virgen...<br />

como se ha llamado hasta ahora. Al llegar aquí me<br />

acordé del verso de Quevedo: «Y ni los v... ni los<br />

diablos veo». En el frontispicio decía: «Aquí yace el<br />

trono; nació en el reinado de Isabel la Católica, murió<br />

en La Granja de un aire colado». En el basamento<br />

se veían cetro y corona y demás ornamentos de la<br />

dignidad real. «La Legitimidad», figura colosal de<br />

mármol negro, lloraba encima. Los muchachos se<br />

habían divertido en tirarle piedras, y la figura maltratada<br />

llevaba sobre sí las muestras de la ingratitud.<br />

¿Y este mausoleo a la izquierda? «La armería.»<br />

Leamos:<br />

«Aquí yace el valor castellano, con todos sus<br />

pertrechos».<br />

Los Ministerios: «Aquí yace media España; murió<br />

de la otra media».<br />

Doña María de Aragón: «Aquí yacen los tres<br />

años».<br />

Y podía haberse añadido: aquí callan los tres<br />

años. Pero el cuerpo no estaba en el sarcófago; una<br />

nota al pie decía:<br />

«<strong>El</strong> cuerpo del santo se trasladó a Cádiz en el<br />

año 23, y allí por descuido cayó al mar».<br />

Y otra añadía, más moderna sin duda: «Y resucitó<br />

al tercero día».<br />

Más allá: ¡Santo Dios!, «Aquí yace la Inquisición,<br />

hija de la fe y del fanatismo: murió de vejez».<br />

Con todo, anduve buscando alguna nota de resurrección:<br />

o todavía no la habían puesto, o no se debía<br />

de poner nunca.<br />

Alguno de los que se entretienen en poner letreros<br />

en las paredes había escrito, sin embargo, con<br />

yeso en una esquina, que no parecía sino que se estaba<br />

saliendo, aun antes de borrarse: «Gobernación».<br />

¡Qué insolentes son los que ponen letreros en las<br />

paredes! Ni los sepulcros respetan.<br />

¿Qué es esto? ¡La cárcel! «Aquí reposa la libertad<br />

del pensamiento.» ¡Dios mío, en España,<br />

en el país ya educado para instituciones libres!<br />

Con todo, me acordé de aquel célebre epitafio y<br />

añadí involuntariamente:<br />

Aquí el pensamiento reposa,<br />

en su vida hizo otra cosa.<br />

Dos redactores del Mundo eran las figuras<br />

lacrimatorias de esta grande urna. Se veían en el<br />

relieve una cadena, una mordaza y una pluma.<br />

Esta pluma, dije para mí, ¿es la de los escritores o<br />

la de los escribanos? En la cárcel todo puede ser.<br />

«La calle de Postas», «la calle de la Montera».<br />

Éstos no son sepulcros. Son osarios, donde,<br />

mezclados y revueltos, duermen el comercio, la<br />

industria, la buena fe, el negocio.<br />

Sombras venerables, ¡hasta el valle de Josafat!<br />

Correos. «¡Aquí yace la subordinación militar!»<br />

Una figura de yeso, sobre el vasto sepulcro,<br />

ponía el dedo en la boca; en la otra mano una especie<br />

de jeroglífico hablaba por ella: una disciplina<br />

rota.<br />

Puerta del Sol. La Puerta del Sol: ésta no es<br />

sepulcro sino de mentiras.<br />

La Bolsa. «Aquí yace el crédito español».<br />

Semejante a las pirámides de Egipto, me pregunté,<br />

¿es posible que se haya erigido este edificio sólo<br />

para enterrar en él una cosa tan pequeña?<br />

La Imprenta Nacional. Al revés que la Puerta<br />

del Sol, éste es el sepulcro de la verdad. Única<br />

tumba de nuestro país donde a uso de Francia vienen<br />

los concurrentes a echar flores.<br />

La Victoria. Ésa yace para nosotros en toda<br />

España. Allí no había epitafio, no había monumen-<br />

PÁGINA 6


to. Un pequeño letrero que el más ciego podía leer<br />

decía sólo: «¡Este terreno le ha comprado a perpetuidad,<br />

para su sepultura, la junta de enajenación de<br />

conventos!»<br />

¡Mis carnes se estremecieron! ¡Lo que va de<br />

ayer a hoy! ¿Irá otro tanto de hoy a mañana?<br />

Los teatros. «Aquí reposan los ingenios españoles.»<br />

Ni una flor, ni un recuerdo, ni una inscripción.<br />

«<strong>El</strong> Salón de Cortes». Fue casa del Espíritu<br />

Santo; pero ya el Espíritu Santo no baja al mundo en<br />

lenguas de fuego.<br />

Aquí yace el Estatuto,<br />

vivió y murió en un minuto.<br />

Sea por muchos años, añadí, que sí será: éste<br />

debió de ser raquítico, según lo poco que vivió.<br />

«¡Fuera –exclamé– la horrible pesadilla, fuera!<br />

¡Libertad! ¡Constitución! ¡Tres veces! ¡Opinión nacional!<br />

¡Emigración! ¡Vergüenza! ¡Discordia!» Todas<br />

estas palabras parecían repetirme a un tiempo<br />

los últimos ecos del clamor general de las campanas<br />

del día de Difuntos de 1836.<br />

Una nube sombría lo envolvió todo. Era la<br />

noche. <strong>El</strong> frío de la noche helaba mis venas. Quise<br />

salir violentamente del horrible cementerio. Quise<br />

refugiarme en mi propio corazón, lleno no ha<br />

mucho de vida, de ilusiones, de deseos.<br />

¡Santo cielo! También otro cementerio. Mi<br />

corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice?<br />

Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero!<br />

«¡Aquí yace la esperanza!»<br />

¡Silencio, silencio!<br />

<strong>El</strong> Español, n.º 368, 2 de noviembre de 1836.<br />

«<strong>El</strong> Estamento de Próceres.» Allá en el Retiro.<br />

Cosa singular. ¡Y no hay un Ministerio que dirija las<br />

cosas del mundo, no hay una inteligencia previsora,<br />

inexplicable! Los próceres y su sepulcro en el Retiro.<br />

<strong>El</strong> sabio en su retiro y villano en su rincón.<br />

Pero ya anochecía, y también era hora de retiro<br />

para mí. Tendí una última ojeada sobre el vasto cementerio.<br />

Olía a muerte próxima. Los perros ladraban<br />

con aquel aullido prolongado, intérprete de su<br />

instinto agorero; el gran coloso, la inmensa capital,<br />

toda ella se removía como un moribundo que tantea<br />

la ropa; entonces no vi más que un gran sepulcro:<br />

una inmensa lápida se disponía a cubrirle como una<br />

ancha tumba.<br />

No había «aquí yace» todavía; el escultor no<br />

quería mentir; pero los nombres del difunto saltaban<br />

a la vista ya distintamente delineados.<br />

PÁGINA 7


LAS NUEVAS COSTUMBRES<br />

EL VELORIO DE LOS VIVOS<br />

Desde la puerta de entrada se puede sentir el terrible silencio, no de la estancia, donde la muchedumbre<br />

susurra, sino del protagonista, al que se le rinde respeto por haber atravesado el umbral hacia lo<br />

eterno. Los presentes expresan su pena, real o actuada, en el intento de mostrar su respeto hacia los familiares<br />

vivos de aquél a quien llaman “pobre hombre” a pesar de haber alcanzado al fin la gloria. Pobres se<br />

quedan todos en torno al féretro, en el que sólo quedan restos de alguien quien fue y que nadie supo conocer<br />

perfectamente.<br />

-Fue un buen hombre. -Expresa, perdida entre el gentío, una voz de alguien que quizás le trató en<br />

muy contadas ocasiones.<br />

-Pobre mujer. -También hay quienes recuerdan a la lamentada viuda, la cual sólo sabrá si su viudez<br />

es una terrible pena o un regalo del Cielo.<br />

-Murió antes de tiempo. -Señala otro de los presentes, haciendo gesto de haber elegido la frase<br />

más coherente de toda la sala, reforzándose con gestos afirmativos de algunos de sus oyentes.<br />

<strong>El</strong> mundo de la apariencia está expresado en todo su esplendor en el cuadro que describimos. <strong>El</strong><br />

difunto abandonó antes de tiempo este lamentable espectáculo donde unos susurran criticando, otros ríen<br />

planeando el siguiente día, pues vivos siguen, y los menos recuerdan al ya ido e intentan imaginar el mañana<br />

sin su ausencia.<br />

Le compraron un ataúd de la mejor madera; quizás haya quienes piensen que su muerto va a lucirlo<br />

donde vaya. Pero ya imaginamos todos quiénes son los que buscan lucirse, como siempre, los que quedan<br />

en el mundo vivo. Los muertos se van llorando ante tanta superficialidad. Quizás, en vida, hubiesen<br />

necesitado el dinero de tanta apariencia para poder comer o pagar el colegio de sus hijos; si pudiesen decir<br />

qué piensan después de tanto alarde de su familia, más de un difunto les escupiría a la cara, reprochándoles<br />

la falta de atención que le dieron en vida, en oposición a lo que reciben el día de su muerte. ¿Ahora para<br />

qué les sirve?<br />

Después de que dejan al muerto, por fin, descansar en paz, cada cual se irá para su casa a seguir sus<br />

pobres vidas, esperando de un momento a otro repetir un nuevo evento similar donde hacerse presente.<br />

Pero la muerte, que no es nada fiel, no desvelará hasta el momento oportuno la suerte del próximo protagonista.<br />

Los pobres quedan vivos, aún preocupados por el “qué dirán” de sus vecinos. Los gloriosos difuntos<br />

ya se ríen de tan banales cosas a los que días atrás le dieron importancia; ya no pertenecen al mundo del<br />

celo y la envidia. Todo se voltea. Son los espíritus los que velan por la lamentable vida de sus familiares,<br />

mientras que esos vivos, unos con más propiedades que otros, desperdician los minutos en aumentar su<br />

patrimonio que les hará tener el mejor agujero del cementerio, al mismo tiempo que alargarán su camino<br />

hacia la gloria, que no todos la consiguen, y hay quienes nunca la conseguirán ni en este mundo ni en el<br />

otro.<br />

PÁGINA 8


-Mamá, cuando sea grande seré sepulturero.<br />

-Hijo mío, nunca serás rico, pero seguramente estés más cerca del Cielo.<br />

Es hora de cerrar el cementerio. Sólo un hombre, el último que queda, tiene las llaves, emulando<br />

a San Pedro; él determina, conforme al horario de visitas, el tiempo de entrada y de salida. Él se da cuenta<br />

de quiénes se quedan más tiempo y a quiénes les gana el compromiso. Si no fuera por orden municipal,<br />

incluso marcaría quién entra y quién sale, sabiendo que salir es todo un privilegio, y aún más cuando se ha<br />

permanecido mucho tiempo adentro.<br />

Francisco Javier González de Córdova.<br />

PÁGINA 9


RINCÓN DE LA POESÍA<br />

Coplas por la muerte de su padre<br />

de Jorge Manrique<br />

Se cree que Jorge Manrique nació en Paredes de Nava, actual provincia de Palencia, aunque también<br />

cabe la posibilidad de que naciese en Segura de la Sierra, en la actual Jaén, cabeza de la encomienda que administraba<br />

el maestre Rodrigo Manrique, su padre y principal estancia de los Manrique. Se suele afirmar que nació entre la segunda<br />

mitad de 1439 y la primera de 1440, pero lo único cierto es que no nació antes de 1432, cuando quedó concertado<br />

el matrimonio de sus padres, ni después de 1444, cuando Rodrigo Manrique, muerta doña Mencía de Figueroa,<br />

madre de Jorge Manrique y natural de Beas, pidió dispensa para casarse de nuevo.<br />

Fue un poeta castellano del Prerrenacimiento, sobrino del también poeta Gómez Manrique. Es autor de las<br />

Coplas a la muerte de su padre, uno de los clásicos de la literatura española de todos los tiempos.<br />

Fuente: Wikipedia.org<br />

I<br />

Recuerde el alma dormida,<br />

avive el seso e despierte<br />

contemplando<br />

cómo se passa la vida,<br />

cómo se viene la muerte<br />

tan callando;<br />

cuán presto se va el plazer,<br />

cómo, después de acordado,<br />

da dolor;<br />

cómo, a nuestro parescer,<br />

cualquiere tiempo passado<br />

fue mejor.<br />

II<br />

Pues si vemos lo presente<br />

cómo en un punto s'es ido<br />

e acabado,<br />

si juzgamos sabiamente,<br />

daremos lo non venido<br />

por passado.<br />

Non se engañe nadi, no,<br />

pensando que ha de durar<br />

lo que espera<br />

más que duró lo que vio,<br />

pues que todo ha de passar<br />

por tal manera.<br />

III<br />

Nuestras vidas son los ríos<br />

que van a dar en la mar,<br />

qu'es el morir;<br />

allí van los señoríos<br />

derechos a se acabar<br />

e consumir;<br />

allí los ríos caudales,<br />

allí los otros medianos<br />

e más chicos,<br />

allegados, son iguales<br />

los que viven por sus manos<br />

e los ricos.<br />

INVOCACIÓN<br />

IV<br />

Dexo las invocaciones<br />

de los famosos poetas<br />

y oradores;<br />

non curo de sus ficciones,<br />

que traen yerbas secretas<br />

sus sabores.<br />

Aquél sólo m'encomiendo,<br />

Aquél sólo invoco yo<br />

de verdad,<br />

que en este mundo viviendo,<br />

el mundo non conoció<br />

su deidad.<br />

V<br />

Este mundo es el camino<br />

para el otro, qu'es morada<br />

sin pesar;<br />

mas cumple tener buen tino<br />

para andar esta jornada<br />

PÁGINA 10


sin errar.<br />

Partimos cuando nascemos,<br />

andamos mientra vivimos,<br />

e llegamos<br />

al tiempo que feneçemos;<br />

assí que cuando morimos,<br />

descansamos.<br />

VI<br />

Este mundo bueno fue<br />

si bien usásemos dél<br />

como debemos,<br />

porque, segund nuestra fe,<br />

es para ganar aquél<br />

que atendemos.<br />

Aun aquel fijo de Dios<br />

para sobirnos al cielo<br />

descendió<br />

a nescer acá entre nos,<br />

y a vivir en este suelo<br />

do murió.<br />

VII<br />

Si fuesse en nuestro poder<br />

hazer la cara hermosa<br />

corporal,<br />

como podemos hazer<br />

el alma tan glorïosa<br />

angelical,<br />

¡qué diligencia tan viva<br />

toviéramos toda hora<br />

e tan presta,<br />

en componer la cativa,<br />

dexándonos la señora<br />

descompuesta!<br />

VIII<br />

Ved de cuán poco valor<br />

son las cosas tras que andamos<br />

y corremos,<br />

que, en este mundo traidor,<br />

aun primero que muramos<br />

las perdemos.<br />

Dellas deshaze la edad,<br />

dellas casos desastrados<br />

que acaeçen,<br />

dellas, por su calidad,<br />

en los más altos estados<br />

desfallescen.<br />

IX<br />

Dezidme: La hermosura,<br />

la gentil frescura y tez<br />

de la cara,<br />

la color e la blancura,<br />

cuando viene la vejez,<br />

¿cuál se para?<br />

Las mañas e ligereza<br />

e la fuerça corporal<br />

de juventud,<br />

todo se torna graveza<br />

cuando llega el arrabal<br />

de senectud.<br />

X<br />

Pues la sangre de los godos,<br />

y el linaje e la nobleza<br />

tan crescida,<br />

¡por cuántas vías e modos<br />

se pierde su grand alteza<br />

en esta vida!<br />

Unos, por poco valer,<br />

por cuán baxos e abatidos<br />

que los tienen;<br />

otros que, por non tener,<br />

con oficios non debidos<br />

se mantienen.<br />

XI<br />

Los estados e riqueza,<br />

que nos dexen a deshora<br />

¿quién lo duda?,<br />

non les pidamos firmeza.<br />

pues que son d'una señora;<br />

que se muda,<br />

que bienes son de Fortuna<br />

que revuelven con su rueda<br />

presurosa,<br />

la cual non puede ser una<br />

ni estar estable ni queda<br />

en una cosa.<br />

PÁGINA 11


XII<br />

Pero digo c'acompañen<br />

e lleguen fasta la fuessa<br />

con su dueño:<br />

por esso non nos engañen,<br />

pues se va la vida apriessa<br />

como sueño,<br />

e los deleites d'acá<br />

son, en que nos deleitamos,<br />

temporales,<br />

e los tormentos d'allá,<br />

que por ellos esperamos,<br />

eternales.<br />

XIII<br />

Los plazeres e dulçores<br />

desta vida trabajada<br />

que tenemos,<br />

non son sino corredores,<br />

e la muerte, la çelada<br />

en que caemos.<br />

Non mirando a nuestro daño,<br />

corremos a rienda suelta<br />

sin parar;<br />

desque vemos el engaño<br />

y queremos dar la vuelta<br />

no hay lugar.<br />

XIV<br />

Esos reyes poderosos<br />

que vemos por escripturas<br />

ya passadas<br />

con casos tristes, llorosos,<br />

fueron sus buenas venturas<br />

trastornadas;<br />

assí, que no hay cosa fuerte,<br />

que a papas y emperadores<br />

e perlados,<br />

assí los trata la muerte<br />

como a los pobres pastores<br />

de ganados.<br />

XV<br />

Dexemos a los troyanos,<br />

que sus males non los vimos,<br />

ni sus glorias;<br />

dexemos a los romanos,<br />

aunque oímos e leímos<br />

sus hestorias;<br />

non curemos de saber<br />

lo d'aquel siglo passado<br />

qué fue d'ello;<br />

vengamos a lo d'ayer,<br />

que también es olvidado<br />

como aquello.<br />

XVI<br />

¿Qué se hizo el rey don Joan?<br />

Los infantes d'Aragón<br />

¿qué se hizieron?<br />

¿Qué fue de tanto galán,<br />

qué de tanta invinción<br />

como truxeron?<br />

¿Fueron sino devaneos,<br />

qué fueron sino verduras<br />

de las eras,<br />

las justas e los torneos,<br />

paramentos, bordaduras<br />

e çimeras?<br />

XVII<br />

¿Qué se hizieron las damas,<br />

sus tocados e vestidos,<br />

sus olores?<br />

¿Qué se hizieron las llamas<br />

de los fuegos encendidos<br />

d'amadores?<br />

¿Qué se hizo aquel trovar,<br />

las músicas acordadas<br />

que tañían?<br />

¿Qué se hizo aquel dançar,<br />

aquellas ropas chapadas<br />

que traían?<br />

XVIII<br />

Pues el otro, su heredero<br />

don Anrique, ¡qué poderes<br />

alcançaba!<br />

¡Cuánd blando, cuánd halaguero<br />

el mundo con sus plazeres<br />

se le daba!<br />

Mas verás cuánd enemigo,<br />

PÁGINA 12


cuánd contrario, cuánd cruel<br />

se le mostró;<br />

habiéndole sido amigo,<br />

¡cuánd poco duró con él<br />

lo que le dio!<br />

XIX<br />

Las dávidas desmedidas,<br />

los edeficios reales<br />

llenos d'oro,<br />

las vaxillas tan fabridas<br />

los enriques e reales<br />

del tesoro,<br />

los jaezes, los caballos<br />

de sus gentes e atavíos<br />

tan sobrados<br />

¿dónde iremos a buscallos?;<br />

¿qué fueron sino rocíos<br />

de los prados?<br />

XX<br />

Pues su hermano el innocente<br />

qu'en su vida sucesor<br />

se llamó<br />

¡qué corte tan excellente<br />

tuvo, e cuánto grand señor<br />

le siguió!<br />

Mas, como fuesse mortal,<br />

metióle la Muerte luego<br />

en su fragua.<br />

¡Oh jüicio divinal!,<br />

cuando más ardía el fuego,<br />

echaste agua.<br />

XXI<br />

Pues aquel grand Condestable,<br />

maestre que conoscimos<br />

tan privado,<br />

non cumple que dél se hable,<br />

mas sólo como lo vimos<br />

degollado.<br />

Sus infinitos tesoros,<br />

sus villas e sus lugares,<br />

su mandar,<br />

¿qué le fueron sino lloros?,<br />

¿qué fueron sino pesares<br />

al dexar?<br />

XXII<br />

E los otros dos hermanos,<br />

maestres tan prosperados<br />

como reyes,<br />

c'a los grandes e medianos<br />

truxieron tan sojuzgados<br />

a sus leyes;<br />

aquella prosperidad<br />

qu'en tan alto fue subida<br />

y ensalzada,<br />

¿qué fue sino claridad<br />

que cuando más encendida<br />

fue amatada?<br />

XXIII<br />

Tantos duques excelentes,<br />

tantos marqueses e condes<br />

e varones<br />

como vimos tan potentes,<br />

dí, Muerte, ¿dó los escondes,<br />

e traspones?<br />

E las sus claras hazañas<br />

que hizieron en las guerras<br />

y en las pazes,<br />

cuando tú, cruda, t'ensañas,<br />

con tu fuerça, las atierras<br />

e desfazes.<br />

XXIV<br />

Las huestes inumerables,<br />

los pendones, estandartes<br />

e banderas,<br />

los castillos impugnables,<br />

los muros e balüartes<br />

e barreras,<br />

la cava honda, chapada,<br />

o cualquier otro reparo,<br />

¿qué aprovecha?<br />

Cuando tú vienes airada,<br />

todo lo passas de claro<br />

con tu flecha.<br />

XXV<br />

Aquel de buenos abrigo,<br />

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amado, por virtuoso,<br />

de la gente,<br />

el maestre don Rodrigo<br />

Manrique, tanto famoso<br />

e tan valiente;<br />

sus hechos grandes e claros<br />

non cumple que los alabe,<br />

pues los vieron;<br />

ni los quiero hazer caros,<br />

pues qu'el mundo todo sabe<br />

cuáles fueron.<br />

XXVI<br />

Amigo de sus amigos,<br />

¡qué señor para criados<br />

e parientes!<br />

¡Qué enemigo d'enemigos!<br />

¡Qué maestro d'esforçados<br />

e valientes!<br />

¡Qué seso para discretos!<br />

¡Qué gracia para donosos!<br />

¡Qué razón!<br />

¡Qué benino a los sujetos!<br />

¡A los bravos e dañosos,<br />

qué león!<br />

XXVII<br />

En ventura, Octavïano;<br />

Julio César en vencer<br />

e batallar;<br />

en la virtud, Africano;<br />

Aníbal en el saber<br />

e trabajar;<br />

en la bondad, un Trajano;<br />

Tito en liberalidad<br />

con alegría;<br />

en su braço, Aureliano;<br />

Marco Atilio en la verdad<br />

que prometía.<br />

XXVIII<br />

Antoño Pío en clemencia;<br />

Marco Aurelio en igualdad<br />

del semblante;<br />

Adriano en la elocuencia;<br />

Teodosio en humanidad<br />

e buen talante.<br />

Aurelio Alexandre fue<br />

en desciplina e rigor<br />

de la guerra;<br />

un Constantino en la fe,<br />

Camilo en el grand amor<br />

de su tierra.<br />

XXIX<br />

Non dexó grandes tesoros,<br />

ni alcançó muchas riquezas<br />

ni vaxillas;<br />

mas fizo guerra a los moros<br />

ganando sus fortalezas<br />

e sus villas;<br />

y en las lides que venció,<br />

cuántos moros e cavallos<br />

se perdieron;<br />

y en este oficio ganó<br />

las rentas e los vasallos<br />

que le dieron.<br />

XXX<br />

Pues por su honra y estado,<br />

en otros tiempos passados<br />

¿cómo s'hubo?<br />

Quedando desamparado,<br />

con hermanos e criados<br />

se sostuvo.<br />

Después que fechos famosos<br />

fizo en esta misma guerra<br />

que hazía,<br />

fizo tratos tan honrosos<br />

que le dieron aun más tierra<br />

que tenía.<br />

XXXI<br />

Estas sus viejas hestorias<br />

que con su braço pintó<br />

en joventud,<br />

con otras nuevas victorias<br />

agora las renovó<br />

en senectud.<br />

Por su gran habilidad,<br />

por méritos e ancianía<br />

bien gastada,<br />

PÁGINA 14


alcançó la dignidad<br />

de la grand Caballería<br />

dell Espada.<br />

XXXII<br />

E sus villas e sus tierras,<br />

ocupadas de tiranos<br />

las halló;<br />

mas por çercos e por guerras<br />

e por fuerça de sus manos<br />

las cobró.<br />

Pues nuestro rey natural,<br />

si de las obras que obró<br />

fue servido,<br />

dígalo el de Portogal,<br />

y, en Castilla, quien siguió<br />

su partido.<br />

XXXIII<br />

Después de puesta la vida<br />

tantas vezes por su ley<br />

al tablero;<br />

después de tan bien servida<br />

la corona de su rey<br />

verdadero;<br />

después de tanta hazaña<br />

a que non puede bastar<br />

cuenta cierta,<br />

en la su villa d'Ocaña<br />

vino la Muerte a llamar<br />

a su puerta,<br />

XXXIV<br />

diziendo: "Buen caballero,<br />

dexad el mundo engañoso<br />

e su halago;<br />

vuestro corazón d'azero<br />

muestre su esfuerço famoso<br />

en este trago;<br />

e pues de vida e salud<br />

fezistes tan poca cuenta<br />

por la fama;<br />

esfuércese la virtud<br />

para sofrir esta afruenta<br />

que vos llama."<br />

XXXV<br />

"Non se vos haga tan amarga<br />

la batalla temerosa<br />

qu'esperáis,<br />

pues otra vida más larga<br />

de la fama glorïosa<br />

acá dexáis.<br />

Aunqu'esta vida d'honor<br />

tampoco no es eternal<br />

ni verdadera;<br />

mas, con todo, es muy mejor<br />

que la otra temporal,<br />

peresçedera."<br />

XXXVI<br />

"<strong>El</strong> vivir qu'es perdurable<br />

non se gana con estados<br />

mundanales,<br />

ni con vida delectable<br />

donde moran los pecados<br />

infernales;<br />

mas los buenos religiosos<br />

gánanlo con oraciones<br />

e con lloros;<br />

los caballeros famosos,<br />

con trabajos e aflicciones<br />

contra moros."<br />

XXXVII<br />

"E pues vos, claro varón,<br />

tanta sangre derramastes<br />

de paganos,<br />

esperad el galardón<br />

que en este mundo ganastes<br />

por las manos;<br />

e con esta confiança<br />

e con la fe tan entera<br />

que tenéis,<br />

partid con buena esperança,<br />

qu'estotra vida tercera<br />

ganaréis."<br />

[Responde el Maestre:]<br />

XXXVIII<br />

"Non tengamos tiempo ya<br />

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en esta vida mesquina<br />

por tal modo,<br />

que mi voluntad está<br />

conforme con la divina<br />

para todo;<br />

e consiento en mi morir<br />

con voluntad plazentera,<br />

clara e pura,<br />

que querer hombre vivir<br />

cuando Dios quiere que muera,<br />

es locura."<br />

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[Del maestre a Jesús]<br />

XXXIX<br />

"Tú que, por nuestra maldad,<br />

tomaste forma servil<br />

e baxo nombre;<br />

tú, que a tu divinidad<br />

juntaste cosa tan vil<br />

como es el hombre;<br />

tú, que tan grandes tormentos<br />

sofriste sin resistencia<br />

en tu persona,<br />

non por mis merescimientos,<br />

mas por tu sola clemencia<br />

me perdona".<br />

FIN<br />

XL<br />

Assí, con tal entender,<br />

todos sentidos humanos<br />

conservados,<br />

cercado de su mujer<br />

y de sus hijos e hermanos<br />

e criados,<br />

dio el alma a quien gela dio<br />

(el cual la ponga en el cielo<br />

en su gloria),<br />

que aunque la vida perdió,<br />

dexónos harto consuelo<br />

su memoria.<br />

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POEMA AL MUNDO<br />

CALAVERITAS LITERARIAS<br />

La calavera literaria es una composición en verso tradicional en México. Suelen escribirse en<br />

vísperas del Día de los muertos.<br />

Antiguamente conocidos como panteones, estos versos nacieron en el siglo XIX a modo de epitafio<br />

burlesco y como modo de expresar ideas o sentimientos que en otras oportunidades sería difícil decir.<br />

Fueron frecuentemente censurados o destruidos ya que, por lo dicho anteriormente, también servían como<br />

medio para expresar descontento con los políticos de la época.<br />

Las primeras calaveras impresas fueron publicadas en 1849, en el periódico <strong>El</strong> Socialista, de Guadalajara.<br />

Los dibujos que suelen acompañar los versos son conocidos con el nombre de La Catrina o Calavera<br />

Garbancera, figura creada por José Guadalupe Posada y bautizada por el muralista Diego Rivera.<br />

Revumbio de calaveras<br />

Quien quiera gozar de veras<br />

y divertirse un ratón,<br />

venga con las calaveras<br />

a gozar en el panteón.<br />

Literatos distinguidos<br />

en la hediondez encontré<br />

en gusanos confundidos,<br />

sin ellos saber porqué.<br />

Y en gran tropel apiñados<br />

Los vendedores corrían<br />

contentos y entusiasmados<br />

por el negocio que hacían.<br />

Cereros de sacristía<br />

que roban la cera al rato,<br />

que con mucha sangre fría<br />

se echan el sufragio al plato.<br />

José Guadalupe Posada<br />

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Calaveras de las elecciones presidenciales<br />

Yo os propongo al nunca bien<br />

ponderado y grande mico,<br />

ilustre Chónforo Vico,<br />

escapado de Belén.<br />

Prófugo de las Marías,<br />

gran maestro en la ganzúa,<br />

instruido en San Juan de Ulúa<br />

y en la Penitenciaría.<br />

Sabe abrir las cajas fuertes<br />

y extraer una cartera.<br />

Ha sido gran calavera<br />

y debe catorce muertes.<br />

<strong>El</strong>egid pues pueblo amado<br />

sin dudar y a tapahocico<br />

al muy ilustre y nombrado<br />

y noble Chónforo Vico.<br />

Después de discursos tales<br />

llenos de frases sinceras<br />

se fueron las calaveras<br />

a las urnas sepulcrales.<br />

Salió electo presidente<br />

por su real y hermoso pico<br />

el notable, el prominente,<br />

ilustre Chónforo Vico.<br />

Vanegas Arroyo<br />

Fuente: Wikipedia.org<br />

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LA CALAVERA LITERARIA DE EL DUENDE QUISO MADRUGAR<br />

A LOS PRESIDENTES<br />

Estaba la calaca pensando<br />

en esos que se creen invencibles<br />

y en algunos que con imperdibles<br />

sus pantalones llevan colgando.<br />

-Un gran favor le haría al ciudadano<br />

llevándomelos. –Pensaba en alto.<br />

-Acabaría al fin con tanto asalto.<br />

Pero todo resultaría en vano.<br />

La Catrina o Calavera Garbancera<br />

(José Guadalupe Posada).<br />

Ya se llevó tantos presidentes<br />

que hasta en el más allá le hacían pleito,<br />

diciéndole: -¡espérate tantito,<br />

no hagas este lugar pestilente!<br />

Francisco Javier González de Córdova<br />

Calavera quijotesca (José Guadalupe Posada)<br />

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NOTICIAS PIFIAS<br />

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CITAS CÉLEBRES<br />

“La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme,<br />

siempre estaré contigo”.<br />

ISABEL ALLENDE<br />

“Cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue;<br />

pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo”.<br />

PLATÓN<br />

“Así como una jornada bien empleada produce un<br />

dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce<br />

muerte”.<br />

LEONARDO DA VINCI<br />

“A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos<br />

corazones en un mismo ataúd”.<br />

ALPHONSE DE LAMARTINE<br />

“Qué injusta, qué maldita, qué cabrona la muerte<br />

que no nos mata a nosotros sino a los que amamos”.<br />

CARLOS FUENTES<br />

“Al palpar la cercanía de la muerte, vuelves los ojos<br />

a tu interior y no encuentras más que banalidad,<br />

porque los vivos, comparados con los muertos,<br />

resultamos insoportablemente banales”.<br />

MIGUEL DELIBES<br />

“Alguien me habló todos los días de mi vida<br />

al oído, despacio, lentamente.<br />

Me dijo: ¡vive, vive, vive!<br />

Era la muerte”.<br />

JAIME SABINES<br />

“No basta con pensar en la muerte, sino que se debe<br />

tenerla siempre delante. Entonces la vida se hace<br />

más solemne, más importante, más fecunda y alegre”.<br />

STEFAN ZWEIG<br />

“La indiferencia del mexicano ante la muerte se<br />

nutre de su indiferencia ante la vida”.<br />

OCTAVIO PAZ<br />

“Desprovistos de alas y de penacho, los caracteres mediocres son incapaces de volar hasta una cumbre o de<br />

batirse contra un rebaño. Su vida es perpetua complicidad con la ajena. Son hueste mercenaria del primer<br />

hombre firme que sepa uncirlos a su yugo. Atraviesan el mundo cuidando su sombra e ignorando su personalidad.<br />

Nunca llegan a individualizarse; ignoran el placer de exclamar «yo soy», frente a los demás. No<br />

existen solos. Su amorfa estructura los obliga a borrarse en una raza, en un pueblo, en un partido, en una<br />

secta, en una bandería: siempre a embadurnarse de otros. Apuntalan todas las doctrinas y prejuicios consolidados<br />

a través de siglos. Así medran. Siguen el camino de las menores resistencias, nadando a favor de<br />

toda corriente y variando con ella, en su rodar aguas abajo no hay mérito: es simple incapacidad de nadar<br />

aguas arriba. Crecen porque saben adaptarse a la hipocresía social, como las lombrices a la entraña”.<br />

JOSÉ INGENIEROS<br />

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LECTURA RECOMENDADA<br />

<strong>El</strong> hombre mediocre, de José Ingenieros.<br />

José Ingenieros, autor de este libro, se propuso<br />

estigmatizar las funestas lacras morales que se llaman rutina,<br />

hipocresía y servilismo, deseando ser útil a los jóvenes<br />

que, estando en edad propicia para evitarlas, pueden<br />

formarse ideales y ennoblecer su vida; tiene ya sobradas<br />

muestras de que su esfuerzo no fue estéril. Pero más que<br />

en la eficacia de su palabra, ha creído en la de su ejemplo:<br />

desde que pronunció en la cátedra estas lecciones terminando<br />

su «carrera» exterior a una edad en que todos se<br />

preparan a comenzarla ha vivido conforme a sus corolarios,<br />

renunciando a beneficiarse de complicidades y costumbres<br />

que considera nocivas. Se ha dicho, con rigurosa<br />

verdad, que los más despreciables sujetos son los predicadores<br />

de moral que no ajustan su conducta a sus palabras.<br />

Sabe el autor que muy pocos moralistas podrían escribir<br />

esto mismo sin que les temblara el pulso.<br />

Aunque el libro suele apartarse de la disciplina<br />

científica del autor, ha sido, para éste, una admonición<br />

permanente para vivir conforme a los principios de moral estoica, que tiene por mejores. Mirando la dignidad<br />

en la cima de las virtudes humanas, ha puesto creciente empeño en la conquista de su personalidad<br />

interior, por el trabajo y por el estudio, fuentes de libertad y de optimismo. Como escritor, prefiere un<br />

solo convencido a cien admiradores literarios; sería feliz si algún joven, por la lectura de estas páginas, se<br />

propusiera ser, simplemente, el más virtuoso de sus contemporáneos.<br />

<strong>El</strong> hombre mediocre, de José Ingenieros<br />

Grupo editorial Éxodo<br />

México, D.F., 2009<br />

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EL TEATRO DEL FIN DEL MUNDO<br />

Octubre pasó, con su sentimiento de otoño a invadirnos en la melancolía que nos va anunciando la<br />

pronta llegada del invierno. <strong>El</strong> principio del fin de otro viejo año que nos va anunciando, como siempre lo<br />

hace, este mes de marchitas flores y marchito año, en el recuerdo de que el tiempo pasa y somos cada vez<br />

más viejos, pero también más experimentados.<br />

Con la experiencia nos viene la pregunta de por qué siguen dándose ciertas celebraciones como el<br />

día de la Hispanidad en la llamada “Madre Patria”, que a diferencia de una verdadera madre, llevó a sus<br />

“hijos” la muerte, la esclavitud y la imposición de una cultura cuya principal base constaba y consta en imponerse<br />

sobre las otras culturas hasta hacerlas desaparecer, también nombrado esto por los más patriotas<br />

como “unidad” y “conservación” de la cultura, pero ¡claro!, la de ellos, los que son menos.<br />

Después uno se pregunta qué es la nacionalidad, para qué sirve; y sólo vemos imponerse tras ella<br />

grandes barreras que separan a los pueblos y sus gentes. Se vende la separación al igual que las bolsas de<br />

caramelos, y muchos de esos separatistas no se ven a sí mismos y se atreven a llamar separatistas a los que<br />

se quieren alejar de tremenda mediocridad. Muchas veces, la separación es un signo de inteligencia ante el<br />

absurdo de soportarse dos caracteres opuestos. Buscar derechos históricos, cuando un pueblo decide separarse,<br />

es como buscar motivos pasados cuando uno de los cónyuges pide el divorcio; ¿acaso no es suficiente<br />

justificación la falta de amor? De igual manera debe darse entre naciones. Sea la decisión lo más importante<br />

para dar fin a una tormentosa relación; pero para esto, obviamente, se requiere el apoyo de una gran mayoría;<br />

sea valido el cincuenta por ciento en una relación de pareja, mientras llevemos, al menos, hasta un<br />

setenta y cinco por ciento el apoyo por la separación de una nación. En democracia, la inmensa mayoría es<br />

importante.<br />

Noviembre comienza, y sólo algunos nos damos cuenta de lo perdidos que podemos llegar a estar<br />

cuando nos enfrentamos al hermano, llámese también prójimo o próximo. Comienza noviembre duro,<br />

recordándonos que polvo somos y en polvo nos convertiremos, que no hay fronteras reales en la vida, sólo<br />

la que nos separan de la muerte, y encontramos por ello dos opciones, o llorar nuestro trágico destino,<br />

igualitario para todos, o celebrar la vida, tan desigual como ha programado el hombre.<br />

Los años pasan, y el hombre, que debería aprender más, se divide entre los que sí aprenden, y una<br />

inmensa mayoría que cree aprender en palabras ajenas, las de los más poderosos, que saber tienen, pero<br />

para sacar todo provecho de aquellos quienes les escuchan.<br />

Tengo el presentimiento de que la verdadera enseñanza nos viene y la asimilamos en el último suspiro,<br />

cuando apenas tenemos tiempo de comunicarla a quienes nos han rodeado en vida. Como una luz que<br />

bajase del Cielo, nuestra mente se ilumina oyendo las voces de los que, antes que nosotros, se fueron. Entre<br />

susurros, en diferentes lenguas que comenzamos a descifrar, nos abren las puertas del nuevo mundo<br />

haciéndonos comprender que nunca hubo un verdadero final. Pero no se confundan los lectores: la cultura<br />

no está reñida con la eternidad; el intelecto hace eterno a quien lo alcanza, y la mayoría de las veces éste<br />

no llega sino hasta el final, que también es principio. Recordemos que ni la ciencia ha podido determinar el<br />

fin de las cosas que forman nuestro universo físico; ni los agujeros negros son perecederos, a través de<br />

ellos sigue la vida aún invisible e incomprensible.<br />

No siempre tenemos la muerte que nos merecemos, como así nuestra vida, que a veces es injusta.<br />

La muerte nos dice quiénes somos, cómo llevamos nuestra vida, apareciéndosenos con una cifra, producto<br />

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del valor con el que hemos enfrentado nuestra vida.<br />

Noviembre nos recuerda quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos; nos abre el telón de nuestro<br />

último acto, en el papel que jugamos en nuestra vida, para muchos improvisado. Los inconscientes de este<br />

mes, lejos están de saber quiénes son y cómo dejarán de ser.<br />

Francisco Javier González de Córdova<br />

La muerte es un espejo que refleja las vanas gesticulaciones de la vida. Toda esa abigarrada confusión de actos,<br />

omisiones, arrepentimientos y tentativas -obras y sobras- que es cada vida, encuentra en la muerte, ya que no sentido o<br />

explicación, fin. Frente a ella nuestra vida se dibuja e inmoviliza. Antes de desmoronarse y hundirse en la nada, es esculpe<br />

y vuelve forma inmutable: ya no cambiaremos sino para desaparecer. Nuestra muerte ilumina nuestra vida. Si<br />

nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida. Por eso cuando alguien muere de muerte violenta, solemos<br />

decir: “se la buscó”. Y es cierto, cada quien tiene la muerte que se busca, la muerte que se hace. Muerte de cristiano<br />

o muerte de perro son maneras de morir que reflejan maneras de vivir. Si la muerte nos traiciona y morimos de mala<br />

manera, todos se lamentan: hay que morir como se vive. La muerte es intransferible, como la vida. Si no morimos como<br />

vivimos es porque realmente no fue nuestra la vida que vivimos: no nos pertenecía como no nos pertenece la mala suerte<br />

que nos mata. Dime cómo mueres y te diré quién eres.<br />

Octavio Paz (<strong>El</strong> laberinto de la soledad, 1950)<br />

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Hasta el próximo número

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